el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 6 de septiembre de 2015

06/ 09: SEMILLAS Vol.1

Otro libro que me parece que se apuró un poco para salir. Acá hay mucho material muy bueno, pero no el suficiente para llenar 128 páginas. Para cumplir con esa extensión, el libro hace trampa varias veces: la más evidente es cuando toma una historieta contada en cuatro viñetas de igual tamaño y la descompone para que cada viñeta ocupe una página entera. Eso queda muy mal. El dibujo al ampliarse tanto se desluce, y por supuesto la intención narrativa del autor, el armado de la secuencia (que es la gramática de este lenguaje al que llamamos Historieta) se desintegra hasta desparecer casi por completo. Y las 20 páginas finales, con dibujitos sueltos, ilustraciones mitad naïf-mitad abstractas realizadas en el Central Park de New York, eran para otro libro, para un cuaderno de viajes, o un libro de ilustración. No para uno en el que –se supone- uno se compra para ver al autor narrar historietas.
A todo esto, no mencioné que el autor es Decur, cuyo libro anterior (Pipí Cucú) no reseñé porque claramente NO era de historietas. O sea que ya estaba en De la Flor la experiencia de editar un libro de este autor centrado en ilustraciones y dibujos y no en narrativa. ¿Por qué no guardar esos dibujos del Central Park para un segundo Pipí Cucú? Ni idea. Por eso supongo que acá pintó el apuro por tener un nuevo libro de Decur y hubo que llenar con lo que había, sin esperar a que el dibujante produjera nuevas entregas de Semillas, su serie de relatos gráficos de una página que no sé dónde se publican, pero están buenísimos.
Un poco menos me gustaron las dos crónicas de viajes que Decur realiza en forma de historieta (autobiográfica, claro) para contarnos un paseo por Mar del Plata y uno por Buenos Aires. Ahí el dibujo no tiene el trabajo exquisito que vemos en Semillas, y los argumentos… no hay argumentos, es un pibe que nos cuenta con quién se juntó a tomar mate, dónde almorzó y por dónde fue a pasear con su novia. Cero conflictos, cero chistes, cero ideas. Cualquier perejil que sepa dibujar (y no tenga problemas en exponer públicamente su vida privada) lo puede hacer.
La pulenta, lo que hace realmente atractivo a este libro son esas 85 páginas en las que se suceden estos relatos brevísimos de una página, a veces descompuestos en cuatro. Ahí Decur derrocha ideas poéticas, filosóficas y a veces simplemente humorísticas. Algunas son haikus ilustrados, otras son mudas, casi todas son muy efectivas, ya sea que busquen conmovernos, dejernos pensando o hacernos reir. Decur todavía está buscando una identidad propia como narrador de este tipo de historias y tiene un gran problema: la inmensa sombra de Liniers, que hace añares que hace algo muy parecido y que ya “quemó” ideas a rolete. Así tenemos, por ejemplo, las planchas protagonizadas por Leti, Mongo y Totó, que te van a hacer acordar MUCHO a las de Enriqueta, Madariaga y Fellini. Hasta el recurso de invitar a otros artistas a dibujar una Semilla ya lo vimos en Macanudo.
Donde realmente Decur se despegó rápido de la impronta de Liniers (y de Max Cachimba, que era su otra gran influencia en sus inicios) es en la faceta visual. Ahí su estilo propio se ve cada vez mejor, cada vez se aprecia mejor su increíble técnica con los lápices de colores, con los papelitos recortados, con las texturas, su ductilidad para lograr distintos niveles de realismo… Hoy ya podemos hablar de un Decur muy asentado en un estilo personal, atractivo, que supongo que seguirá evolucionando, pero no me animo a pronosticar hacia dónde.
De citas a Cortázar, Klimt y Picasso a chistes nerds con Human Torch y The Thing, Semillas ofrece un registro narrativo muy amplio y a la vez muy genuino. Repito, no es exactamente comic humorístico, va más allá. Y tiene todo para seducir a varones y mujeres de edades muy diversas. Ojalá pronto tengamos más libros de Decur, pero sin recurrir al delirio de convertir una página de historieta en cuatro, y sin rellenar con escenas de su vida privada que –me parece- no revisten mayor interés.

sábado, 5 de mayo de 2012

05/ 05: MERCI

Desde que salió este libro no paró de vender y de levantar críticas maravillosas y hasta premios (esta semana ALIJA lo distinguió como el mejor libro de Ilustración publicado en 2011). Uno, que veía esas viñetitas microscópicas que le publican a Decur en la Fierro, junto a los textos de Laura Vazquez Hutnik, intuía que detrás de ese dibujo había algo más. Pero no me imaginé que había un universo.
Merci es una puerta abierta al universo de Decur, pseudónimo del rosarino Gullermo Decurgez. Un universo que a los fans de la historieta no nos resulta del todo alienígena, porque está poblado por climas, criaturas y hasta temas que ya vimos antes en Max Cachimba y en Liniers. Pero Decur, si bien es fácil de enrolar en esa corriente de historieta tierna, poética, con un costado más ingenuo y uno más delirante, no es exactamente un clon de Liniers o de Cachimba. Si yo te digo que un personaje se llama Arnaldo, el Socotroco Avivador, vos enseguida vas a pensar “esto es un choreo a Liniers”. Hasta que ves la historieta de Decur y comprobás que no se parece casi nada a la forma en que plantea sus mini-relatos el autor de Macanudo. Hay un parentesco insoslayable, pero no se ve el choreo por ningún lado.
Decur comparte con su coterráneo Max Cachimba la fijación con lo antiguo. Merci está repleto de muebles de la época de mis bisabuelos, juguetes viejos, fonógrafos, bicicletas ancestrales, gente que usa moñito y sombrero... todo parece estar clavado en las primeras décadas del Siglo XX, como en tantas historietas y chistes de Cachimba. Al igual que sus dos referentes principales, Decur juega también a cagarse en la perspectiva, a deformar los planos y la espacialidad de sus dibujos. Los personajes, por ejemplo, suelen ser de tamaños muy distintos y rara vez respetan las proporciones reales. Los objetos, los animales y hasta la representación gráfica de los sentimientos suelen flotar en el aire. Como en las historietas de Cachimba, la tipografía manuscrita nos remite al cuaderno de clase de un chico de la primaria. Decur mezcla todos estos elementos y construye una identidad gráfica muy propia, muy bella y en un punto bastante retorcida. Lo quiero ya a cargo de una adaptación al comic de Alice in Wonderland, de Lewis Carroll.
Pero falta lo más impactante, lo que nunca hicieron (y probablemente nunca puedan hacer) Liniers y Cachimba: la técnica. Decur conjura todas estas hermosas bizarreadas en base a acrílicos aplicados con pinceles muy chiquitos, con un trazo minucioso y preciosista al extremo, que se complementa a la perfección con la textura de la tela, que se ve con total claridad al fondo de cada dibujo. O sea, este pibe es un enfermo mental. No hay otra explicación para ese grado de detalle, esa habilidad inhumana para meter detalles microscópicos en las ilustraciones. Este es el ancho de espadas de Decur y por supuesto, lo utiliza a full. De hecho, las composiciones de sus imágenes están pensadas para que uno se cuelgue mirando los detallecitos ínfimos y se ponga a revisar, casi a catalogar esas colecciones de objetos y personajes que pueblan (sin nunca atiborrar) las viñetas de Decur.
No sé si Decur se considera un historietista, se lo voy a preguntar mañana en la Feria del Libro. Lo cierto es que en este libro hay unas cuantas ilustraciones (con y sin texto), algunos “chistes” de una sóla viñeta, y unos cuantos relatos en los que el autor recurre a la secuencia de imágenes, a contar en forma de historieta. Los argumentos pueden ser mejores o peores (hay dos o tres brillantes) pero lo más interesante es –creo yo- cómo se desenvuelve Decur a la hora de usar sus increíbles dibujos para contar estas pequeñas historias. La verdad es que, si se pega algún palo, es muy menor, casi imperceptible. Aún con la impronta tan fuerte, tan imponente de su grafismo, logra que las historias fluyan con toda normalidad (dentro de lo freak del contexto, claro) y que la mayoría de las veces uno se compenetre con estos relatos sin colgarse a babear con los dibujos.
Esto es muy raro, no es para cualquier lector de comics y menos para los que están muy jugados por las estéticas más tradicionales. Pero también es muy atractivo para aquellos que buscan algo más, una visión más personal, una estética más rara, un vuelo poético novedoso, distinto. Y ni hablar de la gente que habitualmente no consume historietas. A esos lectores (y especialmente lectoras), les das Merci y los detonás. No lo van a poder creer, te lo van a agradecer por siempre. Y se van a hacer fans a muerte de Decur. Merci pour la magie.