el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 12 de julio de 2024

VIERNES A LA NOCHE

Bueno, encontré un huequito para sentarme a escribir reseñas y acá estamos. Empiezo en Francia, año 2006, cuando L´Association recopila en un libro hermoso (con papel de un gramaje al que no estoy acostumbrado) una serie de historias cortas realizadas por Blutch entre 1997 y 1998, para distintas revistas. Le Petit Christian es uno de los primeros trabajos realmente importantes de Blutch, una serie que en su momento generó bastante impacto. No me acuerdo si hablando en público o en privado, una vez Juan Sáenz Valiente me confesó que Le Petit Christian le había detonado el bocho cuando la descubrió, y que trabajó duro para incorporar a su estilo algunas de las muchas proezas gráficas que pela Blutch en este librito. El librito no lo aclara, pero se trata de historietas casi autobiográficas. No es casualidad que el nene protagonista se llame Christian (como Blutch), que sea rubio (como Blutch), que sea fan de las historietas y demuestre talento para el dibujo (como Blutch), y que tuviera nueve años cuando se estrenó Star Wars (como Blutch... y como yo, agrego como si a alguien le interesara). Lo cierto es que el autor y yo nos llevamos menos de dos meses, o sea que miles de las cosas de la infancia de Christian son un reflejo exacto de cosas que viví, vi o consumí yo a esa misma edad. La identificación fue casi total (aunque mi talento para el dibujo nunca fuera debidamente reconocido :P ). Además de la asombrosa versatilidad del trazo de Blutch (que puede ser sumamente despojado en una viñeta e hiper-intrincado en la siguiente, capaz de jugar con el realismo fotográfico, la síntesis minimalista, e incluso clonar estilos de otros autores), me mató el equilibrio que logra en estas historias. Le Petit Christian pendula todo el tiempo entre un retrato agudo y certero de los pibitos de nueve años y sus fantasías, y una mirada desangelada, con mala leche y cero piedad a la forma en que (en los años ´70) los pendejitos nos vinculábamos con los adultos, con las nenas de nuestra edad, con nuestros pares y con las cosas que nos cebaban infinitamente (un rato). En todos los episodios aparecen elementos de la cultura masiva, en distintos roles y con distinto peso en las tramas. Ya nombré a Star Wars, pero también están King Kong, John Wayne, Lucky Luke, Rahan, Corto Maltés, los Ángeles de Charlie, Tintin, Mickey Mouse... A veces son homenajes, a veces no, pero siempre hay algo de eso, como para que el comiquero que se formó en los mismos años que Blutch sienta a estas historias más cercanas. ¿Se supone que son humorísticas? No, me parece que -si bien maneja los recursos de la historieta cómica- la idea de Blutch no es que te rías con estas historias, sino más bien arrancarte, cada tanto, alguna sonrisa cómplice. A veces la idea parece ser que nos indignemos, o que nos angustiemos, incluso. Conmigo lo logró ampliamente, me llevó por donde quiso, como quiso, cuantas veces quiso. Pero, como ya dije, yo soy presa fácil, porque al haber vivido una infancia tan parecida a la del autor, me ganó al toque por el lado de la identificación. Tengo la sensación de que este material no está traducido al castellano, pero no estoy seguro. Ojalá me equivoque.
Siglos después de haber leído el Vol.6 (ver reseña del 04/01/18) le entré al séptimo tomito de Daredevil de Mark Waid, esta vez acompañado en casi todos los números por el glorioso Chris Samnee. El TPB trae seis números en los que el promedio es muy bueno, con algunos momentos realmente excelentes, que son básicamente dos: el monólogo de Kristen en el nº34 (magnífico y potente antídoto contra los discursos de odio con los que nos bombardean hace años los medios de comunicación) y la movida final de Matt en el nº36, el momento en el que Waid se juega entero, le pega al personaje una vuelta sin retorno y ya que está demuestra que está para sacarse un 10 en la materia "Courtroom Drama", tan importante para recibirse de Buen Guionista de Daredevil. Lo que menos me convenció fue toda esa serie de peripecias en Kentucky, en las que Daredevil logra chorearse varias páginas del Darkhold frente a las narices de Satana, Jack Russell, Simon Garth, Frankenstein y una momia. Un tramo que se me hizo largo y, si bien termina de una manera que yo no imaginaba, no me aportó demasiado. El resto del TPB rankea muy arriba, con momentos emotivos, pasos de comedia, machaca de la buena y un manejo magistral de los dos personajes secundarios relevantes de esta etapa: Foggy Nelson y Kristen McDuffie. Me cerró cómo Waid reinterpreta al Jester, obviamente me gustó cómo escribe al Dr. Strange, y por ahí no me entusiasmó tanto la aparición de Elektra. Probablemente al guionista tampoco, más allá de algún diálogo afilado que intercambia con Matt. Lo cierto es que acá se termina la primera etapa de Waid en Daredevil, que va a continuar pocos meses después en una segunda... de la que todavía no tengo nada (acepto donaciones). Y el atractivo inicial de la segunda serie va a ser un nº1 a cargo de la dupla que venía de ganar el Premio Eisner a Mejor Equipo Guionista/ Dibujante, es decir, la sociedad entre Waid y Samnee, que para este punto ya está totalmente consolidada. Acá hay un episodio dibujado por Javier Rodríguez (muy bien, pero todavía lejos de momentos más gloriosos que compartirá -cómo no- con el propio Waid) y el resto es todo Samnee en estado de gracia. Los guiones exigen muchísimo del dibujante: escenas multitudinarias, escenas puertas adentro de casas y edificios, páginas de 12 viñetas, páginas de combate vistas por el "sentido radar" de Daredevil, escenas mudas donde todo pasa por la emotividad... y de todos esos desafíos Samnee sale victorioso, y se cuelga nuevas medallas de tremendo narrador gráfico. Como siempre digo, entre tanto dibujante pecho frío, entre tanto ilustrador de posters y figuritas metido a hacer historieta, entre tanta sobrecarga de información gráfica que hace ininteligibles las viñetas, entre tanto realismo mal entendido (que deriva en el mero retoque de fotos), que aparezca y descolle un dibujante como Samnee me llena de alegría. Es esto, papá, es por acá. Es esta especie de Ty Templeton más oscuro, es este animal de la puesta en página que estudió a Will Eisner, a Bernie Krigstein, al Frank Miller que valía la pena ser estudiado, a Matt Wagner... Es esto. Guionista que se la juega, dibujante que pone toda la carne al asador, y listo. Después, si cuentan las aventuras de Daredevil o de Piturro, me da lo mismo. Y nada más, por hoy. Sigo adelante con las lecturas para que no falten reseñas acá en el blog. Gracias, buen finde, y si todavía o descargaron la Comiqueando Digital nº9, no sean ratas y pasen por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ a llevarse papa finísima, a la que le pusimos el alma.

sábado, 26 de mayo de 2018

HERMOSA NOCHE

Hermosa noche para salir de joda, pero antes, un poquito de crítica de comics, para no perder el training.
La Luna al Revés es una novela gráfica del maestro Blutch, publicada en 2014 en Francia y en 2016 en España. El dibujo, ni hace falta decirlo, es majestuoso. Blutch dibuja menos fondos que en otras obras, pero los motivos para omitirlos son legítimos, y cuando de hecho los dibuja son estremecedores. El color es raro, plano, sin estridencias… no sé si me cerró demasiado, creo que me hubiese gustado más esto mismo en blanco y negro. De todos modos se disfruta a full el inmenso trabajo de Blutch en materia de expresiones faciales, lenguaje corporal, detalles alucinantes en la ropa y los peinados… Visualmente esto es una exquisitez.
El guión es MUY raro. Blutch ambienta la historia en un contexto de ciencia-ficción, donde el comic parece ser el principal entretenimiento popular y masivo, al punto de que la inminente aparición de un álbum de historietas tiene en vilo no sólo a la industria editorial, sino a verdaderas hordas de consumidores. Es un mundo extraño, con avances tecnológicos bizarros, que a Blutch no le interesa demasiado explorar ni mucho menos explicar. El núcleo de la trama, lo que la hace realmente atractiva, gira en torno a esta relación, esta tensión (exacerbada por el contexto imaginado por el autor) entre arte e industria. El éxito comercial vs. la realización personal es el clivaje que atraviesa a los protagonistas y marca los vínculos entre ellos y con sus entornos. En este sentido hay diálogos muy interesantes y situaciones muy extremas, muy “over the top” que se llevan puesta la verosimilitud de la historia… cosa que no creo que a Blutch le preocupe demasiado, porque –como ya dije- ambienta el relato en un contexto repleto de elementos futuristas descabellados.
Lástima que hace una de más: sin ninguna explicación, uno de los personajes centrales aparece desdoblado entre su yo de los 20-25 años y su yo de los 46 años. Las dos versiones de este mismo tipo no se encuentran nunca cara a cara, pero otros personajes los conocen a los dos, e interactúan indistintamente con ambos, sin plantearse en profundidad cómo carajo pueden coexistir el Lantz joven y el Lantz maduro. Las excentricidades sociales y tecnológicas se pueden rastrear a obras literarias de Aldous Huxley, de George Orwell, de los que quieras. Pero la del personaje desdoblado en dos parece uno de esos caprichos de David Lynch que sirven para desconcertar a los espectadores y no mucho más. De todos modos, es un relato atrapante, que te involucra, te genera entusiasmo y al que no le faltan las escenas fuertes y memorables.
Allá por el 29/12/16 me tocó reseñar el primer libro de El Esqueleto (hasta ahora, el último trabajo de Salvador Sanz) y hoy finalmente le entré al segundo. Nada, muy poquito. Son 64 páginas de historieta, casi perdidas entre un libro de más de 80, repleto de carátulas, bocetos y material que no hace al desarrollo ni al disfrute de la historia. Lo más decepcionante es lo poco que pasa en esas 64 páginas de historieta. Sanz narra casi en cámara lenta, casi tratando de que la trama no avance nunca. Para cuando llega el final, uno ya se olvidó de que es una historieta de aventuras, porque hace mil páginas que se terminó la machaca y que el clima viró (sin previo aviso) para otro lado. Antes de cerrar, Sanz nos regala una escena imponente, emotiva, casi poética… cuya belleza empalidece frente a la cantidad de elementos que planteó en el guión (de este libro y del anterior) y quedaron sin resolverse.
La primera parte me había dejado con gusto a poco, porque era el primer pedazo (la primera feta) de una historia que no llegaba ni cerca de un final. Daba la sensación de ser el primer tercio de una obra y no, fue la primera mitad. Por eso esta segunda mitad también deja gusto a poco, porque da la sensación de que faltan otras 64 páginas para empezar a cerrar la historia. El planteo del argumento tiene fuerza, es realmente rico, ganchero… pero si estas primeras 130 páginas son las únicas, la verdad que esa riqueza va a quedar a medio explotar.
Por suerte son 130 páginas dibujadas con infinitas pilas por un talento notable, infrecuente, como es Salvador Sanz. Estamos hablando de un dibujante con un manejo extraordinario de los planos, de los enfoques, de la anatomía, de la iluminación, de los fondos, del diseño de personajes y criaturas, de la aplicación de los grises… Un monstruo, realmente. Ojalá su próximo trabajo retome ese sendero de gloria que había iniciado hace unos años con esa maravilla llamada Angela Della Morte.
Y esto es todo por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

lunes, 6 de junio de 2016

ALGUNAS LECTURAS MAS

¿Y, cómo va todo? ¿Cómo los trata la Revolución de la Alegría? Yo acá, resistiendo con aguante y leyendo poco, porque como el bondi está muy caro, trato de ir a todos lados caminando.
Arranco con el Vol.2 de Fairy Quest, de los maestros Paul Jenkins y Humberto Ramos, con los majestuosos colores de Leonardo Olea (la reseña del Vol.1 apareció el 22/08/14). La verdad es que, una vez presentados los personajes y el universo en el que se van a mover, Fairy Quest empieza a avanzar a un ritmo más sostenido que en el primer tomo. Jenkins convierte a la aventura en una road trip, la historia de un viaje, lo cual le permite presentar una atractiva sucesión de personajes y peligros para que enfrenten Red y Mr. Woof. Este segundo tramo ofrece una linda combinación entre acción, desarrollo de personajes y exploración de universo (el universo de los cuentos de hadas, Wonderland, Oz, su ruta) y el único problema que tiene es que es mucho menos autoconclusivo que el Vol.1. Es un tramo de la historia claramente puesto en función de un plan más grande, más ambicioso, que por sí solo no me satisfizo demasiado. Para peor, salió en 2015 y desde entonces no se han publicado ni anunciado nuevas entregas de Fairy Quest, o sea que, si la saga queda trunca, este segundo álbum perderá el poco sentido que tiene. Ojalá eso no suceda porque es una gran idea para una serie creator-owned. Y además, aunque se vaya todo a la mierda, siempre nos quedarán los dibujos de Ramos y los colores de Olea, que son una belleza. Olvidate de los dibujos y los colores que vemos en los típicos comic-books mensuales. Esto tiene el vuelo, la complejidad, la belleza, el cuidado por los climas y hasta me animo a decir la poesía de los buenos álbumes europeos, de esos que tienen 56 páginas pero requieren un año de laburo. Si sos fan de Humberto, esto lo tenés que tener SI O SI.
Pour en finir avec le cinéma, el muy galardonado libro de Blutch, se editó en EEUU con el nombre de “So Long, Silver Screen” y como lo vi muy barato, me lo compré. Nada, un embole. Los dibujos son increíbles, como no podía ser de otra manera. Y hay secuencias grandiosas, donde Blutch da cátedra de narrativa, de armado de las secuencias y creación de los climas. Pero las historias en sí rara vez me atraparon. En general son como mini-ensayos de Blutch acerca de películas, cineastas o actores que le gustan, le llaman la atención o lo obsesionan. Y en el medio, la historia de una pareja en la que el tipo es un cinéfilo pasado de rosca y la mina no está demasiado bien definida. Hay muchas proezas gráficas, hay data que seguro no sabías acerca de películas clásicas (tanto de Hollywood como francesas e italianas), pero el conjunto no me terminó de cerrar. Disfrazámela como quieras, pero sigue siendo un francés hablando de cine, o sea… un moplo pretencioso, que te manda a dormir temprano. Si sos hiper-fan de Blutch, y estás decidido a comprarte TODAS sus obras aunque más no sea para gozar a lo bestia con sus dibujos, entrale. Si no, seguí de largo.
Una serie que en su momento se publicó en Skorpio y pasó bastante desapercibida fue Nuevo Mundo, de los inmensos Ricardo Barreiro y Enrique Breccia. Ahora conseguí la edición española y aproveché para releer esta saga protagonizada por la diezmada tripulación de una carabela que sigue a las de Colón y termina en tragedia. Como en Avrack (reseñada el 06/04/12), los sobrevivientes se ven perdidos en una tierra extraña, llena de razas y criaturas fantásticas, pero a diferencia de esa otra saga, esta no tiene final, ni ninguna explicación para ninguna de las bizarras peripecias que vive el capitán Vallejos, que es el único que llega vivo al último episodio. O por lo menos al último episodio publicado, porque dudo que los autores hayan planeado terminar la serie ahí. Acá (además de las dosis de violencia y sexo tan típicas de la producción de Barreiro de la segunda mitad de los ´80), hay bastante poesía, y -como siempre- el dibujo del Churrique asombra, emociona, cumple y dignifica. Si te quieren vender Nuevo Mundo como la gema fundamental de la historieta argentina, obviamente te están tomando por boludo. Pero –si bien es menor en el contexto de la obra global de sus dos autores- no es una mala historieta, en absoluto.
Tengo leído un broli más, pero lo guardo para la próxima. Nos vemos pronto.


domingo, 11 de diciembre de 2011

11/ 12: PEPLUM


Esta es una obra de Blutch muy poquito anterior a Blotch, aquella maravilla de fines de los ´90 que visitáramos allá por Febrero de este año.
El dibujo está a ese mismo e inverosímil nivel. La magia que hace Blutch con la pluma no se puede siquiera describir. Esto hay que verlo para creerlo. Blutch combina el festival del cross-hatching y los sombreados finitos, elegantes, las texturas sutiles por un lado; y por el otro un claroscuro radical, jugadísimo, tipo David B., con imágenes que parecen grabados, más que dibujos. El combo produce alucinaciones, te deja idiota (o más idiota, en mi caso). El décimo capítulo, que está narrado prácticamente sin textos, tiene momentos que recuerdan además al Enrique Breccia más experimental, el de las historias cortas de principios de los ´70. Todo está obscenamente bien dibujado, con un expresionismo al límite, un balance perfecto entre negros y blancos, unos efectos gloriosos de raspado sobre las masas negras y un cuidado pasmoso en la ambientación histórica y en las expresiones faciales. Si comprás historietas por el dibujo, Peplum tiene que estar HOY en tu biblioteca, porque de verdad, es majestuoso.
Ahora, si lo tuyo son los guiones, esta es una obra de la que se puede prescindir. No es que estemos ante un bofe irredimible ni mucho menos. Pero el guión tiene puntos flojos, básicamente en su estructura dramática, que parece ir medio a la deriva, o conformarse con generar cada x páginas momentos impactantes, tensos, que después se resuelven medio así nomás. Tiene varios puntos a favor, también, como la construcción del personaje central. Tiene mucha acción, intensa, dura, inquietante. Tiene varios garches, tanto heterosexuales como homosexuales, todos muy cuidados, sin margen para la pornografía ni para el grotesco. Tiene algunos diálogos bellísimos, conmovedores. Y de nuevo, un gran esfuerzo por reproducir una época histórica (la del Imperio Romano bajo Julio César) con fidelidad y con habilidad para sacarle buen provecho.
Con todo eso a favor, esta historia de obsesión, de identidades usurpadas y amores traicionados, no llega a sostenerse con firmeza a lo largo de sus 112 páginas. Le sobran varias escenas intrascendentes y algunos personajes menores, abusa un poco de las casualidades y llega a un epílogo muy, muy notable, pero después de dar mil vueltas y unos cuantos saltos al vacío. Por momentos Blutch juega a la epopeya, por momentos a meterse a full en la psiquis del protagonista, por momentos sale a shockear, a impactar con la crueldad y la violencia de algunas escenas, y si bien cosecha algunos aciertos, en el resultado global apenas araña el empate.
Desempata el dibujo y ahí sí, Blutch te agujerea la red más veces de las humanamente concebibles. Si no te ahuyenta un guión que se queda a mitad de camino, el banquete que se van a hacer tus retinas con Peplum va a ser memorable.

jueves, 17 de febrero de 2011

17/ 02: BLOTCH


Blotch es un personaje abyecto y canallesco. Soberbio con sus pares y genuflexo con sus patrones, racista con los negros, clasista con los trabajadores, tramposo con las mujeres, despectivo con los provincianos, envidioso con los artistas de talento, una verdadera basura humana, bah. Y aún así, a las pocas páginas de este libro ya sentís que lo querés, que estás frente a un grosso de aquellos.
El milagro tiene nombre, y se llama Blutch (en realidad se llama Christian Hincker, pero se lo conoce en todo el mundo como Blutch). Este autor francés del ´67, conocido sobre todo por sus aportes a La Mazmorra, tiene varias obras importantes en su haber, no todas publicadas en castellano, lamentablemente. Por suerte La Cúpula editó Blotch (de 1999), un recopilatorio de historias cortas (no más de 5 páginas) que Blutch realizó para la mítica revista humorística Fluide Glaciel. Y ahí está el secreto: las bajezas misérrimas de Blotch nos arrancan sonrisas cómplices, porque las historias son 100% en joda. Sin estridencias, sin slapstick, sin apostar fuerte al remate gracioso, Blutch construye breves comedias de situación en las que el irredimible protagonista a veces triunfa, a veces saca un decoroso empate y a veces termina merecidamente humillado.
Me falta un dato interesantísimo y es que Blotch es dibujante. Se cree un genio de la pintura, pero labura como humorista gráfico en un diario de una París de los años ´30 que Blutch recrea a la perfección. (Pará: humorista gráfico, con ínfulas de estrella, ideológicamente nefasto, servil con los patrones e insolidario con los colegas… ¿No conocemos uno de esos, por acá? Sí, y su nombre aparece en algún lugar de esta reseña…) Este es otro dato relevante: estamos en la era pre-televisión, donde los chistes de los diarios eran lo más parecido a un entretenimiento popular y masivo, lo cual explica la feroz competencia entre los dibujantes por acceder a los espacios de mejor exposición dentro de los medios de prensa parisinos. O sea que si te gusta el mundillo de los dibujantes y los editores (siempre fecundo para el puterío), acá Blutch te tira un muy lindo plus.
Y a pesar de tooodos los hallazgos a nivel guión, las tramas redonditas, la capacidad de no repetirse, el muy buen trabajo de armado de personajes (sin eso, no hay sitcom que funcione), la pulenta, lo que hace irresistible a este libro, es el dibujo. Esto es algo así como From Hell con onda. Blutch pela absolutamente todos los recursos gráficos que pelara Eddie Campbell en From Hell, pero logra que el resultado -en vez de agobiante, opresivo y por momentos alienante- sea una verdadera fiesta para los ojos. Excesiva, claro, porque –como Campbell- Blutch se pasa de rosca con la documentación, los tramados y los cross-hatchings, pero pone el freno justo antes de que la estética pase de sobrecargada a asfixiante. Y por supuesto, lo ayuda el hecho de no tener que dibujar más de ocho viñetas por página. ¿Se puede pegarle un toquecito sutil al estilo gráfico de From Hell y lograr que en vez de lúgubre y amenazante se vea festivo y vital? Blutch lo hizo. No me preguntes cómo, porque desafía mi capacidad de explicarlo, pero lo hizo.
Esto es prácticamente historieta perfecta. Sin mayores pretensiones que las de entretener, es cierto, pero con un nivel tanto en guiones como en dibujos que muchas obras más “importantes” envidiarán hasta el fin de los tiempos, o hasta que 6-7-8 gane un premio Clarín. La única cagada es que, después de ver a Blutch dar semejante cátedra de historieta en blanco y negro, voy a putear cada vez que lea (o relea) algún trabajo suyo a color.