En estos días me clavé un
tremendo masacote de 320 páginas, con la maxiserie de Mister Miracle escrita
por Tom King y dibujada por Mitch Gerads. Una obra que se cansó de ganar
premios y que me recomendó todo el mundo, incluso gente que le escapa a DC como
si fuera un sello editorial de Muñones. Todavía tengo sin leer unos cuantos
TPBs de los que me traje en 2017 de mi último viaje a EEUU, pero bueno, tanto
me hincharon las bolas con Mister Miracle que “hice trampa” y lo puse más
arriba en el pilón de las lecturas pendientes.
Lo bueno: esto está MUY
bien escrito. Muchos diálogos brillantes, muchas situaciones impactantes,
muchas vueltas de tuerca ingeniosas para personajes que acumulaban 45 años de
historias muchas veces intrascendentes, unos homenajes gloriosos a Jack Kirby,
unos gastes brillantes a Stan Lee, un manejo del espesor dramático pensado para
emocionar hasta a un termotanque desenchufado… Es un comic muy atrapante, que
utiliza una mitología superheroica de calibre grueso, como es la del Fourth
World, para hablar de temas muy humanos, en un tono casi existencialista. El
protagonista reflexiona acerca de por qué es mejor estar vivo que morir, para
qué sirven los dioses, para qué sirve el poder, qué carajo hacés con tu vida si
para lo único que servís es para escaparte, cómo te marca para siempre una niñez
en la que en vez de afecto y contención te dieron disciplina y restricciones…
Tom King reparte las páginas muy parejo entre la machaca, estos espacios de
introspección y una historia de amor, potente y conmovedora, que es la que une
(a pesar de todo) a Scott Free y Big Barda.
El dibujo de Mitch Gerads
es excelente, potenciado al infinito por la posibilidad de colorearse él mismo.
Gerads cuando quiere es sumamente realista (casi un Juan Carlos Flicker) y
cuando quiere se va a un muy hermoso sector del carajo, a pelar expresionismo a
niveles casi dignos de Bill Sienkiewicz. Toda la faz gráfica es tremenda, con
un combo demoledor entre vuelo artístico y power kirbyano, y por ahí lo único
que se ve forzado, o que hace un poco de ruido, es la decisión de bancar de
punta a punta de la obra la grilla de nueve viñetas, la Gran Watchmen.
Lo malo: esto está MUY
estirado. Ideas alucinantes como la de Scott y Barda discutiendo acerca de cómo
remodelar el departamento mientras vencen a uno y mil obstáculos, soldados
enemigos, monstruos, etc., tendrían mucha más fuerza si King y Gerads las
plasmaran en… seis páginas, en vez de 17 o 18. La grilla de nueve viñetas,
ayuda a naturalizar la idea de que lo mínimo que puede durar una escena son
nueve viñetas. Y hay escenas que daban para mucho menos. Un diálogo, o dos.
Bueno, acá tenés esos dos diálogos, cuatro silencios incómodos (a veces con
dibujos repetidos), una viñeta en la que alguien esboza un gesto o algo más, y
una toda en negro con la leyenda “Darkseid is”. Así, te lleno nueve viñetas con
cualquier cosa, hasta con la nada misma.
Y algo que no sé si está
exactamente “mal”, pero obviamente te hace levantar una ceja: a King y Gerads
los dejan jugar con personajes clásicos, pero por afuera del canon.
¡SPOILER ALERT! (si no
querés enterarte cosas importantes de la trama, no sigas leyendo).
Seguramente, en algún
momento alguien va a retomar a Mr. Miracle y Big Barda y se hará cargo, por
ejemplo, de que ahora tienen hijos. Y en una de esas, con muuuucha suerte, de
la muerte de Oberon (que encima sucede fuera de cuadro). Pero es obvio que
cuando te dejan matar a Granny Goodness, Orion y Darkseid (y humillar y
basurear a Lightray y a Highfather), es porque tu saga, por genial que resulte,
no va a ser canónica. Una lástima, porque King aporta algunos toques muy
copados en la caracterización de estos personajes, pero los lleva hacia un
status quo del que ningún otro guionista se puede hacer cargo. Imaginate quién
va a querer agarrar una serie del Fourth World sin Orion ni Darkseid. ¡Minga! Es
como agarrar Fantastic Four sin poder usar a Reed Richards y el Dr.Doom, o a la
selección argentina sin poder convocar ni a Messi ni a Lautaro. O sea que, una
vez más, una saga que termina con Mr. Miracle recubierto de una chapa infinita,
que lleva a las últimas consecuencias su vínculo de sangre con lo más selecto de
New Genesis, va a terminar barrida abajo de la alfombra ni bien alguien
proponga un nuevo proyecto que tenga a este héroe entre sus protagonistas.
Ah, estuve hasta el final
esperando que apareciera Shilo Norman y ni lo mencionan. ¿Qué onda? Hay
referencias a cosas oscurísimas que metía Kirby en los episodios de la serie
original, pero ninguna al sucesor de Scott Free. Por ahí cuando King se sentó a
leer la serie clásica para tomar apuntes, se durmió antes de llegar al nº15,
andá a saber.
Inmenso laburo, fuera de
joda, de King y Gerads. Imposible de sostener como parte del canon de DC, pero
repleto de onda, de vitalidad, de profundidad, de riesgo, de ganas de mover
para adelante a todo un mundo de personajes que siempre están ahí, trabados en
una especie de limbo, girando en la ruedita como el hamster sin ir nunca hacia
ningún lugar. Un comic con magia, con sensibilidad, con momentos tiernos y
momentos de una crueldad desgarradora. Un comic de esos que seguramente otros
guionistas ningunearán para que la franquicia siga dando leche, pero que los
lectores no vamos a olvidar jamás. No le escapes a lo inevitable. Dejate
atrapar por el Mister Miracle de Tom King y Mitch Gerads y disfrutalo a pleno.
Gracias por el aguante y
nos reencontramos pronto.