el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 17 de febrero de 2017

ACA VAMOS DE NUEVO

Bueno, me devoré ese libro gordísimo en tiempo record. Era el Vol.5 de Lucifer, con el tramo final de la serie de Mike Carey y Peter Gross que empezó como un tímido spin-off de Sandman y terminó como una serie realmente grossa, con un lugar sobradamente ganado entre las grandes historietas que publicó Vertigo en sus primeros 20 años de existencia.
En este último libro, Carey resuelve todas las tramas pendientes sin descuidar en lo más mínimo lo más importante que tiene Lucifer, que es el constante desarrollo de personajes. Más allá de los giros argumentales imprevistos (que siguen apareciendo, incluso cuando faltan uno o dos episodios para el final), Carey conserva hasta último momento esa capacidad asombrosa para hacer que el lector se identifique con los personajes y los entienda y los quiera, aunque se trate de dioses, demonios, ángeles o inmortales de cualquier grupo o factor. Por si alguno no lo entendió, el guionista reitera de modo aún más explícito el concepto central de la serie (por supuesto tributario de ideas que ya esbozara Neil Gaiman en Sandman): ser Dios no está tan bueno, porque no tenés la libertad de hacer lo que se te canten las pelotas. Lucifer Morningstar sube la apuesta todo el tiempo en ese sentido: el no se siente el más poronga si gobierna al resto. Se siente el más poronga si nadie le rompe las pelotas. Y hacia ahí va el arco final, a un ritmo muy tranqui, con muchas secuencias intimistas y -lógicamente- con mucha exploración de las consecuencias de la movida más… drástica de Carey, que es la de unificar todos los mundos conocidos, más el Cielo y el Infierno, bajo la conducción de una sóla deidad, un personaje (no lo nombro para no cagar a nadie que no haya leído la serie) al que a lo largo de estos cinco tomos vimos evolucionar muchísimo hasta merecerse ampliamente el rol que el guionista le reservaba para el final.
El dibujo de Peter Gross se me hizo muy llevadero y por momentos hasta me gustó. Y de los tres “fill-ineros” invitados (Michael Kaluta, Zander Cannon y Dean Ormston) me quedo –adivinaste- con este último. El siempre alucinante Ormston la destroza en uno de esos unitarios que Carey dedica a darles chapa a los personajes secundarios y que son parte fundamental de la magia de esta gran serie, que termino de leer 11 años después de que dejó de salir, y que no me cansaré nunca de recomendar.
Me vengo a Argentina, al 2016, para hablar un poquito de Hounds, una antología con seis historias de misterio sobrenatural escritas por Rodolfo Santullo. No me enganché mucho, la verdad… Me gustó la idea de tomar investigadores que ya existían en cuentos y novelas de grandes escritores y vincularlos al estilo League of Extraordinary Gentlemen, pero las historias en sí no me llegaron demasiado. Les falta sorpresa, desarrollo de personajes, esos diálogos filosos tan típicos de Santullo… En una historia, el villano pierde porque se tropieza, otras se resuelven de modo muy sencillo, muy lineal, a veces con un par de trompadas. Creo que el argumento que más me intrigó fue el de la última historia (la de Jules De Grandin), pero el interés se fue desvanesciendo a medida que mis ojos chocaban con globos y bloques de texto cada vez más grandes, más profusos, más superpoblados de palabras.
Lo que eleva a este libro muy por encima de la media es la labor de los dibujantes. Santullo reunió a un verdadero All-Star Squadron y los seis dejaron la vida, cada uno en su estilo. Matías Bergara abre la lista con un trabajo en el que mezcla influencias de Alberto Breccia y Alfonso Font con una elegancia descomunal. Lisandro Estherren te pone los pelos de punta con unas páginas en las que parece invocar al espíritu de Oswal, pero en clave dark. Sebastián Cabrol me conmovió con su manejo de los grises para acentuar los climas, fundamentales en una historia donde en el 80% de las viñetas sólo vemos gente quieta. Facundo Percio remó contra el guión más flojo de la antología y logró lucirse con su dibujo rico en dinamismo y en técnicas de iluminación. Oscar Capristo también hace magia con el blanco, el negro y las tramas de gris, y logra que su trazo sintético y potente le gane la pulseada a dos o tres páginas en las que los globos de diálogo parecen devorarse a la narrativa. Y el maestro Horacio Lalia, claramente el más jaqueado por la cantidad de texto que tiene que incluir en cada viñeta, responde con un trabajo sobrio, sin estridencias, y con algunos hallazgos técnicos en el manejo de la témpera blanca sobre tinta negra, texturas, cepillados y demás yeites heredados del inmortal Viejo Breccia.
Esto leyendo otro libro de Facundo Percio y en cualquier momento me meto en otro de Rodolfo Santullo, así que volveremos a visitar pronto a varios de estos autores. ¡Buen finde y hasta luego!

miércoles, 4 de noviembre de 2015

04/11: LUCIFER Vol.4

Ahora sí, pude terminar este masacote de casi 400 con el que ya nos empezamos a arrimar al final de esta cautivante epopeya imaginada por Mike Carey y Peter Gross.
Al igual que los tomos anteriores, este nos presenta 16 episodios de Lucifer, en los que Carey ofrece un relato muy complejo, con conceptos muy jugados y crossovers permanentes con el Antiguo Testamento de la Biblia. Todo esto desarrollado a un ritmo muy lento, que le permite a Carey trabajar muchísimo a los personajes secundarios y prepararlos para cargarse al hombro la serie en los tramos en los que Lucifer no aparece en el centro de la escena, que en este tomo son muchos. Posta, esto es poco frecuente en el mainstream yanki: el protagonista, que debería estar siempre ahí, generando movidas o corriendo peligros que hagan que los lectores quieran volver mes a mes, en esta serie se repliega a las márgenes de la acción durante muchos episodios. Lo bueno es que, incluso cuando Lucifer renuncia al protagonismo y pasa a ser algo así como un hilo conductor entre unitarios y arcos argumentales más extensos, el interés no decae.
Este tomo arranca con una saga de cuatro episodios en los que Elaine y Mazikeen tienen la misión de expulsar a los inmortales que todavía habitan la creación de Samael (o Lucifer Morningstar). Acá Carey nos presenta a personajes conmovedores, interesantísimos, a los que sospecho que más adelante volveremos a ver. El n°50 es un número extra-large que revela toda la historia de Lilith, madre de Mazikeen y de todos los Lilim, y su relación con los ángeles. Esto en un punto parece relleno, pero Lilith será un personaje importantísimo en la segunda mitad de este tomo.
Después arranca la tetralogía contra Fenris, el lobo de la mitología nórdica, que terminará con la muerte de un personaje central en esta serie. Es una saga estiradísima, pero cuyo final garpa a pleno. Un nuevo unitario nos trae de vuelta a Christopher Rudd, Lady Lys, Duma y Remiel para una excelente historia que sacude el status quo del Infierno que alguna vez gobernó Lucifer. Le siguen dos episodios en los que el protagonismo recae en Lilith, en los que la historia casi no avanza, pero Carey sigue sumando personajes interesantes. Y ya sobre el tramo final, un unitario en el que Elaine juega a ser Dios, en el que vemos los pro y los contras de crear mundos; y un último arco argumental de tres partes con dos historias en paralelo: en una, Lilith vuelve a ponerse al frente de los Lilim para iniciar su ataque a la ciudad de los ángeles (no de Los Angeles), y en la otra reaparece Jill Presto para terminar de resolver un viejo problema, deerivado de una saga que vimos hace ya varios tomos. El plot de Jill es el menos interesante de estos 16 episodios, al que menos chances le veo de integrarse a la trama central.
En materia de dibujo, tenemos como siempre a Peter Gross, a quien ayudan bastante las tintas de Ryan Kelly. Como siempre digo, Gross no es malo pero uno no puede evitar imaginarse estas mismas historias dibujadas por alguien mejor y decir “puta, ¿qué necesidad de darle estos guiones a un tipo que zafaba con lo justo?”. Pero bueno, con el correr de las sagas uno se acostumbra. Y también como siempre, en los episodios unitarios Gross descansaba y la serie se engalanaba con invitados ilustres. El n°50 lo dibuja con muchísimas pilas el siempre elegante P. Craig Russell, el unitario de Elaine sirve para ver qué onda un desconocido Ronald Wimberly (que es bastante bueno, con cositas de Dean Ormston, Vince Locke y Jill Thompson) y dejo para el final la gema insuperable: el unitario del Infierno con Christopher Rudd está dibujado por un Marc Hempel inspiradísimo, que se caga en el realismo para dejar jugar a la imaginación y sobre todo a la emoción, a darle expresiones extremas a estos personajes y romper desde lo visual con el clima a veces frío, casi siempre solemne que tiene esta serie. Glorioso lo de Hempel, a quien el mainstream yanki extraña horrores.
Me falta un sólo tomo para terminar con Lucifer y ya está ahí en el aguante. Veremos con qué me sorprende Carey en el final.

miércoles, 3 de junio de 2015

03/ 06: LUCIFER Vol.3

Tercer masacote de Lucifer, con 400 páginas y 16 episodios de la serie regular a cargo de Mike Carey, Peter Gross y amigos.
Repaso algunos conceptos vertidos en la reseña del Vol.1 (30/07/14) y me veo en la obligación de reiterar esta frase: “La sensación es que estos 16 episodios podrían haber sido ocho o nueve, aunque eso requeriría depurar a full el elenco y privarnos de muchas secuencias muy bien escritas, con una exploración minuciosa de las consecuencias de cada cosa que se hace o dice, con magníficos diálogos y bloques de texto”. Todo en esta serie está muy estirado, muy descomprimido y cosas que Carey cuenta en cinco episodios de 22 páginas se podrían contar tranquilamente en 50 ó 60 páginas. Ni siquiera está la excusa de “había una idea por TPB”, porque Lucifer combinaba arcos de cinco episodios, de cuatro, de tres, de dos y hasta muchos (y a veces muy buenos) episodios unitarios. Pero bueno, Carey estaba construyendo a largo plazo y así es como se sintió cómodo en este esquema de relato descomprimido, con margen para trabajar a fondo a un elenco numeroso, y con la decisión totalmente deliberada de “licuar” conflictos MUY pesados entre un montón de peripecias más light.
El mega-broli arranca con un arco de cuatro episodios, centrado en un duelo pendiente entre el ángel Amenadiel de los Tronos y Lucifer, cuyo poder está en un nivel bajísimo por culpa de una tramoya con los dioses japoneses que viene del tomo anterior. Finalmente, el otrora capo del Infierno va a hacer un pase de magia digno de John Constantine y va a dar vuelta la situación que claramente no lo favorecía. Después tenemos un unitario que, si no venías leyendo lo anterior o si no lo tenías muy fresco, no se entiende un choto. Lo cual no quita que esté muy bueno, pero es de esas historias en las que Lucifer no aparece ni una viñeta y que –me imagino- habrán exasperado a los que compraban esto una vez por mes en formato comic-book.
Después se viene una saga tan grossa, tan importante, que tiene dos episodios de prólogo y cinco de desarrollo propiamente dicho. Por supuesto todo podría comprimirse y durar mucho menos, pero acá Carey juega cartas fuertes. Un plot de inimaginables consecuencias en el que Lucifer es decisivo y uno importante, que viene de arrastre de los tomos anteriores, cuya resolución estará a cargo de los personajes secundarios, forzados a actuar más o menos en equipo. La trama donde el protagonista es Lucifer (junto a Michael y Jahweh) se resuelve sin acción, a puro chamuyo. Por eso es lógica la movida de mandar la otra trama en paralelo, porque en la epopeya de Mazikeen y los otros a bordo del Naglfar hay sobradas excusas para meter combates y machaca a todo o nada.
El siguiente unitaro también es un poco el epílogo a la extensa saga del Naglfar y después sí, es hora de explorar las consecuencias de lo que pasó con Samael, Michael y Jahweh en una trilogía que tiene todo: rosca política, chamuyo metafísico, psicopateadas entre hermanos, humanos envueltos en kilombos entre dioses, machaca en buenas dosis y lo único que le faltaba a Lucifer para ser un emblema de Vertigo: sexo entre mujeres. Y cerramos con un unitario MUY descolgado, que podría haber aparecido en cualquiera de los tres tomos, pero que tiene un guión BRILLANTE, redondísimo, zarpadísimo y muy, muy divertido, como para sacudir un poco esa solemnidad que tiene por momentos la serie.
En cuanto a los dibujantes, la dupla integrada por Peter Gross y Ryan Kelly sigue jugando de titular, a pesar de que a mí mucho no me convencen. Por suerte en la saga más larga se integra el gran Dean Ormston y se reparten las secuencias, aprovechando que Carey narra dos historias en paralelo. Ormston además dibuja él solito un unitario en el que pela magia, climas y todo el laburo en los fondos que (con motivos razonables) no le podrá a sus páginas de la saga del Naglfar. En el primer arco también hay un episodio en el que Gross sólo planta la puesta en página y aporta bocetos, que serán terminados por el siempre sofisticado Craig Hamilton. Más adelante hay un unitario dibujado de modo muy precario por el limitadísimo David Hahn y el episodio que cierra el tomo tiene (además de un guionazo) magníficos dibujos de Ted Naifeh, que en aquella época (2004) ya era bastante conocido por su serie Gloomcookie. Naifeh no tiene un estilo tan interesante como el de Ormston, pero se juega más en la puesta en página. Y al lado de Gross, tanto Naifeh como Ormston son Maradona y Francescoli.
Ya tengo el Vol.4 ahí en el aguante y el Vol.5 en camino, así que habrá más Lucifer en los próximos meses, acá en el blog.

miércoles, 12 de noviembre de 2014

12/11: LUCIFER Vol.2 (AHORA SI)

Segundo mega-TPB para recopilar 15 episodios y un one-shot de esta extraña serie de Vertigo, a la que en su momento no le di bola, pero ahora entré cebadísimo gracias al soberbio laburo que hizo Mike Carey en Hellblazer y en The Unwrtitten, que lo puso en la lista de autores de los que quiero leer lo más posible.
Este tomo arranca con un arquito de tres episodios muy notable, que funciona un poco como epílogo a todo lo que pasó en el primer tomo, que terminó con Lucifer como demiurgo de una nueva creación, paralela a la que firmó Dios, en la que las reglas son distintas. A partir de acá, Carey buscará una vuelta muy interesante para las historias, que es tratar de desarrollarlas sin que Lucifer esté todo el tiempo en el centro de la escena. Muchas veces a lo largo de estos muchos episodios vamos a ver cómo los personajes que movilizan la trama son los secundarios o incluso los villanos, mientras Carey nos “escamotea” al otrora capo del Infierno. Lucifer termina por aparecer cuando no queda otra, cuando la pelota pica en el área rival y sólo falta ese 9 goleador que la empuje hacia la red.
Para que esto funcione, hay que trabajar muy bien a los personajes secundarios y en ese rubro Carey se destaca ampliamente. Entre los que ya presentó en el Vol.1 y los que se suman en este tomo, la serie logra sostenerse en un elenco tan complejo y atractivo que si el goleador no la toca, también saca un buen resultado. Gaudium, Lady Lys, Christopher Rudd, Lord Arux, todos suman un montón y hacen que cuando Carey echa mano a los personajes “heredados” de Sandman (Brute y Glob, los mismísimos Death o Dream) se perciba como un detalle de exquisitez y no como un manotazo de ahogado.
Lo más flojo del tomo son dos unitarios: uno largo, que apareció por afuera de la serie regular, titulado Nirvana. Acá hay un laburo magnífico de construcción de un personaje (Cai, la joven viuda de Beijing) pero el conflicto en sí se ve tenue, inverosímil, no logró nunca juntar la intensidad suficiente para atraparme. Y el otro unitario que no me convenció fue el de la chica centauro, con buenas ideas, pero que también sufre la falta de un conflicto más fuerte.
Con o sin Lucifer como protagonista, está claro que lo más difícil en una serie como esta es imaginar contra qué puede luchar un personaje tan omnipotente, tan heavy como él. Por supuesto que cuando todo pasa por las roscas entre ángeles, demonios, dioses y criaturas ancestrales, el nivel de poder es generalmente MUY alto, pero precisamente por eso, no tiene sentido convertir a este en un comic “de peleas”. Sin embargo, a Carey se le ocurren varias amenazas realmente complicadas que debe afrontar Lucifer y la verdad es que en el arco titulado Purgatorio la pasa realmente mal. Obviamente, si sos Lucifer, hijo de Dios y creador de tu propio universo, alguna letra chiquita tendrá el contrato como para que zafes. Eso es perfectamente entendible. Lo divertido es ver cómo y quién deja a este Martín Palermo del Mal al borde del retiro y cómo este titán vuelve de una muerte casi segura a seguir agujereando redes.
Lucifer es un comic muy hablado, con excelentes diálogos, pero Carey no come vidrio y sabe habilitar juego a sus dibujantes. Como en The Unwritten, el titular es Peter Gross (nunca entre mis favoritos), que es quien se hace cargo de los arcos de tres episodios, bien complementado por las tintas de Ryan Kelly. En casi todos los unitarios que van entre saga y saga lo tenemos al glorioso Dean Ormston, capo del claroscuro, especialista en criaturas abisales y climas crepusculares. Y en Nirvana, el one-shot ambientado en China que a mí no me cerró demasiado, tenemos (para compensar sobradamente la escasa polenta del guión) un trabajo monumental del gran John J. Muth, cabecilla de la corriente pictórica tan en boga a fines de los ´80, que acá volvía a demostrar por qué fue un referente grosso en aquella época. Muth tiene tanto vuelo, tanta sutileza, tanta magia, que al lado suyo Alex Ross resulta más prosaico que un pagaré.
Con su elenco siempre en expansión y ese atractivo péndulo entre conflictos chiquititos y mega-conflictos a todo o nada, Lucifer me sigue tentando. Ya me animo a calificarla como la legítima y genuina heredera de Sandman, así que si entraste a Vertigo por el lado del Señor de los Sueños y no sabés por dónde seguir una vez que te liquides los 10 u 11 brolis que recopilan el clásico de Neil Gaiman, acá está la respuesta.

martes, 11 de noviembre de 2014

11/11: LUCIFER Vol.2

Me bajé en un sólo día este mega-broli de más de 400 páginas y ahí se me fue toda la energía que me quedaba.
Ahora, de lo que menos ganas tengo en la vida es de acomodar ideas y redactar una reseña mínimamente presentable.
La prometo para mañana, sin falta. Hoy, quizás esté bueno repasar la reseña del Vol.1, que apareció acá el 30 de Julio de este año.
Perdón, pero me quedé sin pilas. Me iría a dormir ya, si no fuera porque tengo un compromiso con un amigo al que quiero mucho y hace años que no veo…
Mañana lucifereamos a pleno.

miércoles, 30 de julio de 2014

30/ 07: LUCIFER Vol.1

Esta es una serie a la que no le di bola en su momento, porque bueno, era el enésimo spin-off de Sandman y al guionista no lo conocía ni su vieja. Por suerte, a raíz de su paso primero por Hellblazer y después por The Unwritten, me convertí en uno de los miles de fans “tardíos” de Mike Carey. Y también por suerte, Vertigo da revancha y republica toda la serie de Lucifer en estos hiper-TPBs zarpados, con toneladas de episodios, en buen papel, sin los avisos, con esas portadas majestuosas (casi todas de Duncan Fegredo) y a un precio más que razonable. Así que, un poco tarde, pero le vendí mi alma al ángel caído al que tanta chapa le dio Neil Gaiman en las páginas de Sandman.
A la serie de Lucifer no le faltan los logros, pero quiero resaltar primero sus puntos ”flacos”. Por un lado, esto es “Vertigo clásico”, es decir que hay mucho chamuyo místico, mucha rosca con ángeles, demonios, vórtices dimensionales, deidades de distintos panteones, personajes con increíble mala leche que tiran sentencias definitivas… faltan las lesbianas, nada más, que muy probablemente aparezcan en los tomos posteriores. El tono es bastante solemne, hay mucho protocolo, mucha franela y poca acción.
Por otro lado, se nota que es una serie que arranca con la certeza de que iba a durar mucho (el tiempo demostraría que sí, que se bancaba 75 episodios, una miniserie y una novela gráfica). Una vez concluído el arco inicial (la miniserie) Carey plantea una serie de conflictos chiquitos a los que estira al mango, para que avancen muy poco en cada episodio y eso le permita meter muchas escenas con un montón de personajes secundarios a los que desarrolla mucho y muy bien. Y después sí, un conflicto grosso, también mechado con muchísimas escenas más tranqui, más intimistas, centradas en todos los miembros del siempre expansivo elenco, muchos de los cuales podrían no estar, pero que al estar tan bien laburados enriquecen bastante la historia. La sensación es que estos 16 episodios podrían haber sido ocho o nueve, aunque eso requeriría depurar a full el elenco y privarnos de muchas secuencias muy bien escritas, con una exploración minuciosa de las consecuencias de cada cosa que se hace o dice, con magníficos diálogos y bloques de texto y no pocos guiños al lector de Sandman.
Por el lado del dibujo, hay para todos los gustos. Los primeros tres episodios están a cargo del maestro Scott Hampton, concentrado en ponerse al servicio del relato y con su fastuoso estilo pictórico ahí, agazapado para estallar y lucirse en los momentos clave. No creo que sea el mejor trabajo de Hampton, pero está buenísimo. Después tenemos tres episodios de Chris Weston, en un estilo más oscuro y ya mucho más gráfico que plástico. Son guiones duros, difíciles de dibujar, y Weston transpira la camiseta a full para sacarlos adelante. Y en los 10 episodios restantes tenemos casi siempre a Peter Gross, el compañero de Carey en The Unwritten, con muchas pilas, muy bien complementado por Ryan Kelly, que le da a los dibujos un acabado más elaborado, menos simplón que el típico dibujo de Gross. Eso, en las sagas extensas. En los unitarios, y en algunas páginas de un número que Gross no llegaba a terminar, aparece otro grosso de aquellos, Dean Ormston, con su claroscuro pasado de rosca y su asombroso sentido de la especialidad. ¿Cuál es el Lucifer definitivo? La verdad que los cuatro, cada uno en su estilo, lo dibujan muy bien. Hago trampa y me quedo con el de Fegredo, que lo dibuja como los dioses (o los demonios) en las portadas. O en realidad con el de Marc Hempel, que lo dibujaba a la pluscuamperfección en sus numeritos de Sandman.
Por ahora, a Lucifer le falta un poquito de ritmo. En ese sentido, lo pongo por debajo de lo que hizo Carey en Hellblazer y The Unwritten. Si no te hartó la “dark fantasy” y no te exaspera esa pachorra gaimaneana en la que todo va muy despacio y la trama se bifurca en muchas sub-tramas que se cocinan a fuego lentísimo, Lucifer tiene varios artilugios muy atractivos para seducirte y hacerte fan. Tengo para leer un par de tomos más (a los que prometo entrarles en los próximos meses), así que veremos cómo evoluciona la serie.