el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 19 de diciembre de 2023

DOS LECTURAS MÁS

Sigo con poco tiempo para leer comics y escribir reseñas, pero bueno, tengo dos libritos ya leídos y los quería comentar. Empiezo con el Vol.1 de Agus, la Chica Fantasía, un comic escrito, dibujado y editado por el maestro Enri Santana. Se trata de una especie de shonen, protagonizado por una adolescente con talento para el dibujo, que debe combatir contra otro chico que la rompe con el lápiz. Toda la parte en la que los dibujantes "pelean" es un delirio, no tiene más lógica que la de Santana pasándola bárbaro, con la posibilidad de dibujar lo que tiene ganas y -ya que estamos- tirar algunos tips sobre el trabajo de dibujante a los chicos y chicas a los que obviamente está apuntado Agus. Porque hay que aclarar desde el vamos que se trata de un comic juvenil, pensado para cautivar al público sobre todo adolescente. Y yo ya estoy medio lejos de ese target, pero me parece que lo logra, porque hay mucha acción, diálogos graciosos y personajes con los que los pibes y pibas se pueden identificar sin mayor problema. Se nota que Santana estudió mucho la estructura del shonen clásico y la tiene muy incorporada. Y si -como a mí- no te interesa en lo más mínimo el shonen, Agus te puede cautivar tranquilamente por el lado del dibujo, que es una aplanadora. Santana ya era muy bueno cuando hacía Rip Van Hellsing, pero esto es mucho mejor. Imaginate a un Solano López moderno, que leyó manga, que leyó superhéroes, que sintetizó un poco el trazo y se anima a irse al carajo con la puesta en página. Por ahí va el trabajo de Santana, y con esas claves encuentra un nivel apabullante. Los textos... y bue, falta un editor que corrija algún error de tipeo o de ortografía, y así como hay diálogos copados, hay otros que suenan muy forzados. Los personajes se tratan de tú, pero cada tanto se cuela una expresión muy porteña... qué sé yo... se nota la inexperiencia del autor en este rubro. Pero de última se compensa con el carisma de los personajes, con guiños para la gente del palo del comic (como la aparición del Profesor Juangel, un personaje con los rasgos faciales de Juan Ángel Szama, integrante de la organización de Crack Bang Boom) y sobre todo con el despliegue de talento e imaginación que se ve en los dibujos. Dale un ejemplar de Agus, la Chica Fantasía a cualquier pibe o piba de 11 ó 12 años y tenés un soldado más en el ejército del comic, de por vida. Y eso es un mérito enorme por parte de Enri Santana.
Pero vamos con uno de los que seguramente está entre los mejores libros del año, no sólo de autores argentinos, sino a nivel mundial: El Animador, la más reciente novela gráfica de Juanungo, que este año apareció en Francia y en nuestro país, prácticamente en simultáneo. 244 páginas dibujadas a lápiz, sin entintar, en las que el autor nos cuenta los últimos días de Nazareno (alias Neno), un capo de la animación al que el cáncer se lo está comiendo crudo y necesita la asistencia permanente de un enfermero, mientras intenta terminar un último corto publicitario con su habitual equipo de colaboradores. El núcleo de la trama pasa por el vínculo que se entabla entre Neno y el enfermero (cuyo nombre no sabemos), dos personas (me niego a decirles "personajes") totalmente distintas entre sí: una 100% abocada a ayudar al otro, a ponerse al servicio del otro; y una 100% cínica, jodida, a la que le va a costar apreciar el esfuerzo y la buena voluntad de este muchacho sencillo y tranquilo, al que considera un pelotudo casi más insoportable que los dolores que le producen los tumores. De ese contrapunto salen los momentos más notables de El Animador, pero hay muchísimas secuencias brillantes y muchísimos diálogos increíbles (por la profundidad, por la autenticidad) entre todos los personajes que pueblan la novela. El guion es realmente conmovedor, por lo cercano, por lo real, por cómo nos pega a quienes estuvimos cerca de un ser querido que tuvo que sufrir mucho antes de morirse... y por si faltara algo, Juanungo nos revela que todo esto no es fruto de su imaginación, sino que es una versión con algunos toques de ficción de lo que fueron los últimos meses de la vida de su papá, el gran animador Rodolfo Sáenz Valiente, alias Rufo. O sea que mucho de lo que nos cuenta en la historieta, Juanungo lo vio de cerca, lo sufrió en carne propia, cuando le tocó acompañar a su padre enfermo, quien falleciera en 2006. Y si bien no se pone a sí mismo en la novela (nunca se menciona que Neno tuviera hijos), se anima a recrear con total honestidad una situación traumática, que seguramente lo afectó muchísimo, y exponerla con lujo de detalles, con situaciones que tienen que ver con una familia que no es exactamente la suya, pero que se nutre de lo que le tocó vivir a él. Y por si faltara algo más, Juanungo hace que Neno le explique al enfermero (y por elevación, a los lectores) en qué consiste el trabajo de un director de animación, cómo era ser profesional en este rubro 15 ó 20 años atrás. O sea que además de emocionarte, de ofrecerte una historia con la que te enganchás, te identificás y hasta sufrís, El Animador te tira data muy valiosa sobre un ámbito artístico bastante poco común. ¿Y hay más? Sí, claro: el dibujo de Juanungo, acoplado de un modo perfecto a la narración, sintético, expresivo, fresco, potente, con la asombrosa capacidad de convertir a esas pocas líneas casi sin sombras ni volúmenes en "la realidad". Si creías que este autor nunca iba a poder superar ese hito que es La Sudestada, te cuento que acá, con un grafismo bastante distinto, de nuevo alcanza unas cotas de perfección que uno no asocia con "dibujo sintético, realizado a lápiz y sin entintar". Sin acción, sin siquiera una cachetada, sin sexo, sin villanos, sin golpes bajos, sin nada que sacuda la rutina triste y crepuscular de una vida que se apaga de a poquito, El Animador es un comic emotivo, picante, incómodo, demasiado real para no ser un documental y demasiado genial para ser real. Y hasta acá llegamos. Espero poder avanzar pronto con nuevas lecturas para reseñarlas acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

jueves, 26 de noviembre de 2020

JUAN SAENZ VALIENTE, EL CÓMICS

No me siento bien, pero este es el único rato que tengo para escribir, así que mala leche. De última, será una reseña un poco más corta que las habituales. Por motivos que no logro entender, vendí muy poquitos ejemplares de este libro. No me voy a poner ahora a sopesar los factores por los que (creo yo) mis clientes no me lo encargaron, pero sí quiero señalar que si en el resto de las distribuidoras Juan Sáenz Valiente, El Cómics tuvo tan poca repercusión como la que muestran mis planillas, estamos ante una injusticia mayúscula, sólo comparable al hecho de que el Diego esté muerto y Carlos Menem no. Juan Sáenz Valiente, El Cómics combina breves historietas humorísticas con chistes de una sóla viñeta, por supuesto todo escrito y dibujado por el autor de La Sudestada y Norton Gutiérrez. El registro elegido por Juan es la autobiografía y así es como lo vemos de principio a fin del libro convertido en personaje. Juan combina anécdotas graciosas de su infancia, adolescencia y actualidad, con secuencias en las que lo vemos flashear, dar rienda suelta a su imaginación, y dibujar no lo que realmente sucede, sino por lo que pasa por la cabeza (bastante sexópata, por cierto) del autor. Este es un efecto cómico muy eficaz, que me hizo acordar a los mejores momentos de El Otro Yo del Dr. Merengue, pero por supuesto “tuneado” para este milenio. Entre guarangadas sexuales, chistes escatológicos y momentos más tranqui, el libro me arrancó varias carcajadas. Lo único que no me cerró es un detalle de los diálogos: Juan usa palabras porteñas como “bondi”, “laburo”, o “garchar”, y las incorpora a diálogos con frases que parecen escritas en ese engendro lingüístico espantoso llamado “castellano neutro”. El resto, todo muy divertido, muy genuino, muy gracioso. El dibujo es excelente. Acá se luce el poder de observación de Sáenz Valiente, su ojo clínico para pescar detalles en el lenguaje corporal, la ropa y los gestos de la gente (y los perros). Además cobra protagonismo esa plasticidad, esa facilidad para deformar los cuerpos, los rostros y los ángulos, que Juan usa para acentuar momentos cómicos y patéticos en igual medida. Acá Juan tira una magia digna de Oscar Grillo o Kyle Baker, a un nivel realmente altísimo. Y por supuesto, algo que en las historietas no se ve tanto, que es la increíble habilidad de Juan para la caricatura, para incorporar rostros de personas reales a su registro gráfico. Desde él mismo y su mamá hasta Mercedes Sosa, el Puma Rodríguez y China Zorrilla, cuando Sáenz Valiente se propone retratar a alguien real, da siempre en el clavo. Recomiendo mucho este libro, de verdad. Para cagarse bien de risa, para disfrutar del dibujo y las ideas de Sáenz Valiente en una dimensión más libre, más salvaje, y para pensar si la autobiografía está realmente liquidada como género, o si con un par de buenos libros (como este) está como para levantarse de la tumba y salir de joda varias noches más.

martes, 29 de octubre de 2019

AHORA SI, EL ALIVIO

Bueno, respiremos aliviados. El 10 de Diciembre se termina la pesadilla neoliberal y empieza (una vez más) la reconstrucción del país que estos garcas nos dejan en ruinas cada vez que gobiernan. Mientras tanto, sigo avanzando con las lecturas.
Retomo después de un paréntesis la lectura de Oyasumi Punpun, el manga del maestro Inio Asano, y me encuentro con un Vol.6 que me resultó –hasta ahora- el más flojo de la serie. No me refiero al dibujo, obviamente, que sigue a un nivel impensable para cualquier otro mangaka. Lo que hacen el sensei Asano y su ejército de asistentes en Oyasumi Punpun está totalmente fuera de escala, no se condice ni a palos con el hecho de estar produciendo un manga que se serializa dentro de una antología semanal.
Mi problema, en todo caso, es con el guión. Oyasumi Punpun no es una serie fácil. Es una serie de vínculos, donde quizás las tramas no sean tan importantes como el viaje interno, la exploración que hace Asano de la mente de los personajes. Es un comic de hondo contenido psicológico, que no llega a ser existencialista, pero casi. Llevar adelante algo así a lo largo de 13 tomos (seis años y medio de producción del autor y su equipo) es una ordalía, una epopeya tremenda, donde –lógicamente- se puede trastabillar.
Este tomo se resume en una sola frase: Asano decide matar a la mamá de Punpun, y para que eso tenga más sentido (o más impacto) dedica buena parte de estas 200 páginas a darle profundidad y espesor a un personaje que hasta ahora había aportado muy poco a la trama. Y la verdad es que, si bien se esfuerza, el arco dramático centrado en la señora Onodera me enganchó poco y nada. Para fijar el foco en este personaje, Asano le da cero pelota a Yuichi Onodera, el tío de Punpun, al que había convertido en un personajón, capaz de eclipsar al protagonista en extensos tramos de la obra. Nada por aquí, nada por allá para los fans de Yuichi, como si nunca hubiese sido parte del elenco de este manga.
¿Y Punpun, qué onda? Asano le guarda un par de escenas copadas a nuestro borrego favorito, algunas realmente muy lindas, pero ninguna demasiado crucial para el desarollo del argumento. Y al final del tomo, la serie pega otro salto de ¡dos años! Muy zarpado. Veremos cómo sigue esta extraña exploración de los sueños, las fantasías, las frustraciones y los traumas de estas criaturas de papel y tinta que la magia de Inio Asano nos hace sentir tan pero tan reales.
Este año se publicó en Argentina el segundo libro de Norton Gutiérrez, el aventurero uruguayo creado por el gran Juan Sáenz Valiente (la reseña del tomo anterior salió el 28/03/18). Norton Gutiérrez y el Experimento del Profesor Maglione es una lectura más sencilla, menos compleja que su antecesor. Esta es una aventura de palo-y-palo bien clásica (básicamente es una aventura de Spirou, Fantasio y el Conde de Champignac con otros personajes), sin subtextos ni matices más elaborados. Un gorila asesino parece estar bajo el control de un científico, el experimento falla, el gorila se descontrola (por ahí viendo los resultados electorales de la Provincia de Buenos Aires) y empieza la lucha de Norton Gutiérrez y sus amigos por sobrevivir a un torbellino de violencia, destrucción y muerte. Y tal como te imaginás, los tres personajes creados por Sáenz Valiente en el tomo anterior llegan vivos al final de este.
El Experimento del Profesor Maglione no tiene subplots, no tiene desarrollo de personajes y tiene muchos menos chistes que El Collar de Emma Tzampak. Si no nos resulta oscura ni perturbadora, es porque el grafismo y el color de Sáenz Valiente (esa línea clara prolijísima, esos personajes redonditos y amistosos, y esa paleta de asombrosa sobriedad) van para el lado contrario con muchísima fuerza. La narrativa es… ufff! Apabullante. No da respiro nunca. Las secuencias tienen un dinamismo muy difícil de lograr cuando planteás la página en grillas tan clásicas, un combo rarísimo que requiere un enorme talento y un estudio minucioso de la obra de maestros como Hergé y André Franquin.
Recomiendo este álbum de Norton Gutiérrez sobre todo por esos rubros: el dibujo y la narrativa. Ahí es donde realmente Juan Sáenz Valiente revalida sus credenciales de autor de la San Puta, de primer nivel mundial. El guión, sin ser choto ni mucho menos, me resultó un poco desbordado de violencia para los lectores más chicos y un poco simplista para los lectores adultos.    

Gracias por el aguante y vuelvo pronto con nuevas reseñas. Este finde voy a estar en el Museo Municipal de la ciudad de Pergamino, participando como siempre en la copadísima Pergamino Comicon. Los que quieran acercarse a saludar, a conocer a los autores grossos que van a estar de invitados, o a comprar buenos comics a precios hiper-accesibles, no se lo pierdan.

miércoles, 28 de marzo de 2018

VISPERAS DE UN FINDE EXTRA LARGE

Se vienen muchos feriados seguidos, por lo menos acá en Argentina, y en general son días en los que leo poco. Por suerte tengo un par de libritos leídos, como para clavar hoy un posteo y cumplir con la meta de los diez por mes. Quizás haya uno más antes de que empiece Abril, pero no quiero prometer nada.
Arranco en 2007, cuando Dark Horse recopila en TPB la miniserie Outer Orbit, realizada por el virtuoso del lápiz, el titán de la tinta, el capo de la vida Zack Howard, junto a dos amigos suyos. El guionista de cine Reed Buccholz le dio una mano con los diálogos y un pibe que hoy tiene una chapa infinita, nada menos que Sean Murphy, se repartió el dibujo con el gran Zack.
Outer Orbit es aventura en estado puro, un comic de acción al palo, con explosiones, piñas, persecuciones, tiros, algún garchecito en medio de la confusión y cientos de chistes subidos de tono. En ningún momento asoma ninguna intención que vaya más allá de entretener un rato al lector y eso hace de Outer Orbit un producto absolutamente genuino. Los diálogos son realmente desopilantes, pero no es el único indicio de que los autores se cagaron de risa mientras trabajaban en esta historieta. Creo que no hay una sóla página donde no se sienta ese clima festivo, de sano descontrol, de “dale, rompamos todo, que vuele todo a la mierda”.
Imaginate una buddy movie ambientada en el futuro, con una pareja despareja que se mete en toda clase de kilombos y sale como puede. Claro, con esa consigna se complica crear una historieta que trascienda, que te deje pensando, o que te eleve como ser humano. Outer Orbit no busca ser eso, obviamente. Pero si te divierten la machaca, los chistes de pijas y pedos, los personajes bizarros, la acción palo-y-palo, y además querés que dos bestias del dibujo como Zack Howard y Sean Murphy te hagan mimos en los ojos, sin dudas Outer Orbit es un comic que tenés que buscar.
Salto a Argentina, año 2017, cuando se publica Norton Gutiérrez y el Collar de Emma Tzampak, una novela gráfica que Juan Sáenz Valiente había realizado unos años antes para el mercado europeo. Acá tenemos otra aventura redondita, atrapante de principio a fin, y por supuesto otro dibujante prodigioso. El planteo de Sáenz Valiente es más clásico, con una estética tributaria de la línea clara franco-belga, una paleta de colores acotada, muy sobria, quizás demasiado sobria, al punto de contrastar un poco con los momentos más estridentes del relato, repleto de acción y de peripecias imposibles, en las que los buenos salen ilesos de una trampa atrás de otra de los modos más inverosímiles que te puedas imaginar.
Esa decisión de bajarle varios cambios al color me hizo un poquito de ruido, pero no la critico. Lo que sí critico son esos momentos en los que algunos personajes (principalmente el villano y el profesor Brizio) se mandan largos soliloquios, a veces en viñetas muy pequeñas, y empantanan un poco ese ritmo totalmente cinematográfico, que hace que durante largos pasajes del libro nos parezca que estamos viendo un dibujo animado. Una vez, dos veces, el chiste causa gracia. Quince veces, no tanto.
Como tan bien lo hacía Hergé, Sáenz Valiente ofrece un trazo sintético, de engañosa simplicidad. Bien mirado, el dibujo nos regala una plétora de detalles y –lo más difícil- sin que las viñetas se vean sobrecargadas de información. Los personajes tienen ese plus de plasticidad y de histrionismo que los distancian definitivamente de los fondos y los paisajes, que (como en toda buena aventura de línea clara) tienen bastante peso en la trama.
Y acá sí, me encuentro con un autor que, además de entretener a sus lectores, quiere decir algo más, dotar a la aventura de un mensaje un poco más profundo. Entre la acción y la comedia, Sáenz Valiente hace evolucionar a casi todos sus personajes, mete revelaciones impactantes, reflexiones, cuestionamientos y esas cosas que hacen un poco más impredecible el accionar tanto de los buenos como de los malos.
Norton Gutiérrez y el Collar de Emma Tzampak es un comic de aventuras para todo público, pero detrás de su redondez oculta un cierto filo, una mirada un poco más ácida, o más escéptica, que le agrega una capa más de complejidad a la obra, y obviamente la enriquece. Sumamente recomendable.
Y hasta acá llegamos. Ni bien tenga un par de libros leídos, reaparezco con nuevas reseñas, acá en el blog. Gracias por el aguante de siempre.

jueves, 21 de septiembre de 2017

LLEGO LA PRIMAVERA

Se acabó el invierno, arrancó la primavera y yo en muy poquitos días me voy de vacaciones. ¿Se puede pedir más? Sí, pero lo dejo para otro día. Vamos con un par de reseñas.
A lo largo de 2012, en la revista Orsai salieron varias historietas e ilustraciones realizadas por una extraña dupla: un actor muy conocido (y gordo) y un historietista muy conocido (y flaco). Alfredo Casero y Juan Sáenz Valiente dejaron que sus universos colidaran para crear breves gemas del delirio, luego recopiladas en una lujosa edición a cargo de los propios autores, junto a algunas perlitas inéditas.
Supongo que no hará falta explicar cómo funciona el humor de Casero, porque todos habrán visto alguna vez aunque sea un sketch de Cha-Cha-Cha (su más gloriosa incursión en la tele argentina). En las historietas, la mecánica es más o menos la misma: parodia de géneros, mezclada con niveles sobrehumanos de demencia y un poco de guarangada, como para que nunca te imagines para dónde va a salir el chiste. Parece difícil combinar esa no-estructura con algo tan fijo, tan sólido, tan rígido si se quiere, como es el relato gráfico al que llamamos historieta. Pero en general la mezcla funciona bien, el humor de Casero resulta bastante transplantable a este medio, en parte porque el actor es, además, ávido consumidor de historietas.
Por supuesto, buena parte del mérito le corresponde a Sáenz Valiente, que puso al servicio de Casero su apabullante arsenal de recursos gráficos. Acá Juan hace de todo: historieta clásica, ilustraciones que parodian a las publicidades de las revistas de los años ´50, caricaturas de famosos, experimentos limados con las onomatopeyas, los globos y el rotulado… Si alguna vez soñaste ver a este mago del dibujo romper todas las recetas y dedicarse a saltar al vacío en casi todas las páginas, acá vas a enloquecer. Incluso vas a ver a Sáenz Valiente jugando a parecerse a otros dibujantes (en una historia toma la estética de Dave Cooper, en otra el rotulado típico de la revista Lúpin), e incluso simplificando su trazo al extremo, como si hiciera humor gráfico onda Tute. La verdad es que, como bizarreada, Un Perro con Sombrero está logradísimo: te sorprende, te engancha y te hace reir en voz alta.
Se me van acabando los TPBs de la línea New 52, porque fui colgando título tras título de DC bastante antes de que alguien dijera “no va más” y viniera el Rebirth a tratar de rescatar a los lectores perdidos. Este Vol.4 de Aquaman es lo último que compré del personaje. Nunca seguí luego de la partida de Geoff Johns, ni me enganché con la serie quincenal que arrancó el año pasado. En su ambiciosa saga de despedida, Johns introduce varios personajes nuevos, deja latente un posible regreso de Orm como villano, pega un volantazo impresionante al saltar seis meses en el tiempo dentro de un mismo arco, y hasta se da el lujo de tirar a la mierda todo lo que durante años había establecido Peter David en materia de historia de Atlantis, sus reyes, su relación con las otras civilizaciones subacuáticas y hasta la estirpe de Aquaman.
La saga final de Johns presenta un clima mucho más trágico y más serio que el de aquellos primeros episodios, pero también un perfil más político, más psicológico, con menos peso de la machaca a la hora de resolver los conflictos. Death of a King ofrece una compleja trama de lealtades y traiciones, con batallas épicas escalofriantes y una expilcación detallada de la historia de Atlantis que rige para esta versión de Aquaman. Si en Throne of Atlantis el foco estaba puesto en esa dicotomía que corporiza Aquaman al ser al mismo tiempo héroe de la superficie y rey de los mares, esta vez todo pasa por lo segundo. Johns se dedica a explorar minuciosamente cómo es gobernar el milenario reino subacuático.
En cuanto al dibujo, la mala noticia es que ya no está Ivan Reis. Y la buena es que con el ingreso de Paul Pelletier se terminó la rotación de dibujantes, ese disparate de tener cuatro dibujantes distintos para sacar con fritas seis episodios. A pesar de que el colorista Rod Reis Pelletier hace lo imposible para que Pelletier parezca Ivan Reis, el nuevo dibujante no se acerca a los mejores momentos del brazuca, si bien es más que digno. Pelletier se esfuerza demasiado por parecerse a Bryan Hitch, al punto de poder engañar a más de un incauto y -al igual que el británico- aprovecha muy bien la impronta grandilocuente y épica del guión para desplegar un dibujo potente, elegante y dinámico a la vez. Death of a King es un cierre muy convincente para esta gran etapa de Aquaman, que si bien no califica para ser la mejor de la historia del personaje, está ahí, entre las que tenés que leer sí o sí si te copa este eterno segundón del panteón heroico de DC.
Y hasta acá llego, por hoy. El martes me voy de vacaciones, pero prometo postear una vez más antes de ese día. Ya estoy leyendo un librito para reseñar muy pronto. Aguante.

lunes, 23 de enero de 2017

TRASNOCHE DE LUNES

Hace un calor espantoso a las 12 y media de la noche, pero estoy contento porque la Academia otra vez le dio murra a nuestros amarguísimos rivales de siempre. Vamos con las reseñas de dos libros que leí hace poco y me gustaron mucho.
Pablo De Santis me volvió a sorprender con Cobalto, una “serie” en la que recrea la magia de El Hipnotizador… o por lo menos repite el truco que tan bien le salió aquella vez: amagar con que nos va a contar una seguidilla de relatos autonclusivos y, ni bien nos engancha, pegar el volantazo y jugarse a fondo por una novela gráfica, en este caso mucho más breve que El Hipnotizador (apenas 46 páginas) pero no por eso menos contundente. Cobalto es un thriller con elementos fantásticos que te atrapa en tiempo record y te lleva, sin perder un minuto, rumbo a una resolución brillante, categórica, de esas que sólo se le ocurren a los grandes narradores. Todo eso sin mezquinar diálogos memorables y giros argumentales asombrosos.
La comparación con El Hipnotizador es medio inevitable, porque esta vez De Santis también cuenta con la complicidad de Juan Sáenz Valiente al frente de la faz gráfica. Pero acá Juan no busca reproducir las maravillas que nos regaló en su colaboración anterior con Pablo, sino que agarra totalmente para otro lado, se lanza en otra búsqueda, de otro grafismo. Este es un estilo raro de Sáenz Valiente, en el que las figuras se vinculan con los fondos y ambos elementos se vinculan con el color de un modo arriesgado, inesperado, muy original… y que me gusta un poco menos que el estilo más clásico de Juan. Como complemento (porque tratar de vendernos un libro con sólo 46 páginas de historietas es más difícil que convencernos de que Calcaterra, Arribas y Macri nunca pagaron ni recibieron coimas) tenemos tres historias cortas de la dupla, que en su momento aparecieron en Fierro, y donde vemos a Sáenz Valiente incursionar en otros estilos que domina a la perfección. Las tres están buenas, pero creo que La Pluma de las Historias Tristes es la que más me enganchó.
Vamos con otro tomo de la colección MAD´s Original Idiots, esta vez al dedicado a reunir los trabajos del malogrado maestro Wally Wood para los primeros 23 números de la famosa revista de humor satírico de la E.C.. No hace falta que lo diga yo (obviamente) pero Wood era un dibujante prodigioso, una especie de Will Eisner con poderes camaleónicos, capaz de reproducir fácilmente los rasgos distintivos de otros dibujantes. Un talento ideal cuando tenés que parodiar historietas de Superman, Batman, Flash Gordon, Prince Valiant, Pogo, Little Orphan Annie, Terry and the Pirates, los Blackhawks… y películas, y poemas, y afiches publicitarios… Wood no deja títere con cabeza y en cada viñeta pone una cantidad impresionante de detalles, en dibujos de enorme plasticidad, impactante belleza, perfectamente funcionales a la narrativa, y con unos minones infernales (especialidad de un tipo que durante muchos años paró la olla con historietas eróticas).
Como en el tomo anterior, acá tenemos un sólo guionista: el imparable Harvey Kurtzman, un auténtico subversivo, quien pone en juego una amplísima gama de recursos a la hora de satirizar (que es la mejor forma de cuestionar) a un montón de instituciones de la cultura, el entretenimiento, las costumbres y la propia estructura social de los EEUU de los años ´50. Incluso llega a escribir una historieta que satiriza las convenciones de… las historietas satíricas. Y además, ya en aquel entonces, se animaba con historietas que jugaban con la gramática misma del lenguaje del comic (la apabullante “3-Dimensions!”) o que giraban en torno al uso y abuso de las onomatopeyas (“Sound Effects!”). Un genio total. Ah, y en este tomo seguimos sufriendo un poco el color, que quedó realmente muy antiguo, pero no tanto el tema de la sobrecarga de textos en cada viñeta. Hay mucho, pero no tanto como en las historietas que dibujaba Jack Davis. Me queda un tomo más, prometo entrarle pronto.
Y prometo también volver con nuevas reseñas, ni bien tenga algunos libros más en pilón de los leídos.

miércoles, 26 de agosto de 2015

26/ 08: LA SUDESTADA

Ufff… Desde que salió este libro, allá por Marzo, que no dejo de leer y escuchar críticas tremendamente favorables. Por eso le entré con expectativas muy altas, a ver si realmente estábamos frente a una obra maestra o si se había “puesto de moda” inflar un poco a esta novela gráfica de Juan Sáenz Valiente. Y no, no la inflaron en lo más mínimo. Es una verdadera joya de la historieta argentina, una obra que sin dudas merece entrar en la historia grande de nuestro Noveno Arte.
Paso a paso, con un ritmo cautivante, Sáenz Valiente urde una trama brillante, sostenida en el suspenso y en una construcción de personajes digna de los grandes guionistas de todos los tiempos. Creo que lo mejor que tiene La Sudestada es esa combinación entre el misterio elaborado, sofisticado, para nada predecible, con esas escenas más prosaicas, más cotidianas, más de camiseta y pantuflas. Y claro, lo más difícil es armar un personaje que se pueda mover con fluidez en esos dos ámbitos, algo que Juan logra a la perfección con la creación de Jorge Villafañez, un personaje complejo, fascinante, al que uno ama, odia, banca y hasta siente que lo conoce de toda la vida.
Hay muchísimos momentos geniales en La Sudestada, y me quedo con uno: cuando Elvira reacciona después del desmayo, queda cara a cara con Jorge, lo mira y le dice “¿quién es usted?”. Ahí Juan te clava dos viñetas mudas, para acentuar la pausa. Es un punto clave, decisivo, ese en el que si esto fuera un programa de TV, te mandarían el “inicio de espacio publicitario”. Y está puesto a proósito en una página impar, para prolongar el suspenso esos segundos que tardás en dar vuelta la página. Yo cerré el libro ahí, en la página 69. Fue todo tan grosso, me movilizó tanto, que tuve que parar y retomar en otro momento. Pero las escenas inolvidables del libro son muchas, de verdad.
El dibujo de Sáenz Valiente es una belleza. Tiene una forma muy personal de reflejar el mundo real, que parece apartarse del estilo académico y aún así transmitir mucha más sensación de realismo que los dibujantes que están más pendientes de la foto. Juan también mira fotos, pero las pasa por el cristal de su visión personal del mundo y le agrega sutileza, expresividad, cercanía y cierto tinte decadente. Esta vez, además de brillar en los paisajes urbanos (basados en una Buenos Aires perfectamente reconocible), Sáenz Valiente la rompe cuando dibuja las arboledas del Tigre, el río y las cabañas.
La narrativa es excelente y le permite a Juan brillar en todo su esplendor en unas cuantas escenas mudas que te ponen los pelos de punta. Cuando el autor planificó esta novela (pensando en un editor francés que finalmente se echó atrás), La Sudestada tenía color. Cuando decidió publicarla primero en Argentina, decidió que el color no lo conformaba y la reversionó para blanco, negro y grises. La verdad que se ve espectacular, pero Juan colorea tan bien, que no estaría mal publicar (más adelante, cuando se agote esta edición) la versión a todo color.
La Sudestada es una historieta FUNDAMENTAL. Si hasta ahora Sáenz Valiente había brillado grosso de la mano de Carlos Trillo, de Pablo De Santis y bastante menos en sus trabajos solistas, ahora se dio vuelta la tortilla. Esta es su obra definitiva, la más notable de su impactante carrera artística. Climas atrapantes, diálogos afiladísimos, silencios devastadores y situaciones de enorme originalidad adornan una trama redondísima, que se guarda sorpresas hasta la última página, y que encima está dibujada como la hiper-concha de Dios por un virtuoso, un monstruo, quizás el más sólido de los autores argentinos de menos de 35 años. Esto es papa increíblemente fina y –no te quepa duda- está destinada a levantar premios en carretilla. Ovación de pie para Juan Sáenz Valiente.

martes, 5 de octubre de 2010

05/ 10: EL HIPNOTIZADOR


Bueno, por fin una a la que no le pude poner ni un sólo “pero”. Esto, amigo viñetófilo, es Historieta Perfecta en su estado más puro. Es un 10, lo va a ser siempre, acá, en Europa, en EEUU, en cualquier lugar del universo donde se publique. Posta, no hay muchas historietas de esta calidad.
La primera historia es la más flojita. Y ya a partir de la segunda, la serie despega en un montón de direcciones distintas. Por un lado, aparece un conflicto central, que atraviesa la obra de punta a punta y que se ve reflejado en todos los episodios: Arenas, el Hipnotizador, no puede dormir hace años. Y por otro lado, empieza a aparecer el realismo mágico, que es una constante en la obra literaria de Pablo De Santis: un coleccionista de días felices abre el juego y luego vendrán otros conceptos dignos de Ben Katchor, como la casa de los sueños verdaderos. Ambos elementos contribuyen a definir el clima de la serie, que podría haber sido bizarro y estridente, pero es melancólico, introspectivo e imbuído de enorme sensibilidad, aún cuando el protagonista es un tipo inexpresivo, que no exterioriza sus emociones.
Tal vez lo mejor que tiene El Hipnotizador sea el formato. De Santis se las ingenia para que esta trama central avance en todos los episodios hasta llegar al clivaje final, pero a la vez cada uno de estos episodios cuenta una historia. En seis u ocho páginas, hay un relato que se abre, se desarrolla y se cierra con categoría, que deja contento al que leyó únicamente ese episodio (cosa que a veces sucede cuando las historietas aparecen en publicaciones periódicas) y a la vez le sube el cebamiento a niveles cósmicos al que se enganchó desde el principio y sigue la serie capítulo a capítulo. Eso, que debería ser la regla, casi siempre es la excepción. Pero De Santis lo logra con una solvencia monumental, como si realmente fuera muy fácil.
El truco funciona por muchos motivos, pero uno de los más atractivos son los personajes secundarios, Salinero y Anita, e incluso el villano, al que conocemos en el episodio del “origen”, pero al que recién vemos cara a cara (Y qué cara! Nada menos que la de Domingo Cavallo!) con Arenas en el episodio final. Las relaciones entre estos personajes y el protagonista están perfectamente orquestadas y cada uno interviene en los momentos justos para hacer aportes grandes o pequeños, según los requerimientos de cada una de las tramas “menores”, que son las que se resuelven en los distintos capítulos. Y por supuesto, el propio Arenas tiene un trasfondo y una impronta absolutamente hipnóticas (cuac!) y se nota que está recontra-trabajado por los autores para convertirse en un personaje memorable.
Todavía no nombré al dibujante, lo cual me hace merecedor de ignominiosos tormentos: esta es LA obra de Juan Sáenz Valiente, un dibujante que en poco tiempo pasó de joven promesa a referente ineludible. Entre su otra obra conocida (Sarna) y El Hipnotizador, Sáenz Valiente pega un salto abismal, y si en Sarna era buenísimo, acá ya es obscenamente genial. Sáenz Valiente no hace gala de su virtuosismo, no cancherea con lo bien que dibuja, y sin embargo no podés parar de maravillarte con sus dibujos, cuadro a cuadro, de punta a punta del libro. La narrativa está perfecta, las expresiones faciales, la arquitectura medio torcida (otra oportunidad para mencionar a Katchor), ese clima melanco, de edificios y gente que vio mejores épocas hace ya muchos años, los detalles increíbles en la ropa, en los muebles, la paleta de colores apagada, como gastada… No alcanzarían seis reseñas para mencionar la cantidad de recursos gráficos y narrativos a los que apela Sáenz Valiente para que esta historieta brille tanto en su faceta visual como en su asombroso y originalísimo guión.
No hay palabras para recomendar lo suficiente El Hipnotizador. Si lo habías descubierto en Fierro, seguro ya te tiraste de cabeza. Si no, cazá el libro, miralo fijo, concentrate y vas a sentir un trance extraño y hermoso. Cerrá los ojos, pagá lo que te pidan, llevate el libro y hacé fuerza para romper el influjo. Posta, se complica. Este es un sueño del que nadie en su sano juicio querría despertar.