el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 23 de enero de 2024

MARTES MORTIFERO

Acá estamos de nuevo, con tres libros listos para reseñar. Empiezo con una breve mención para el Vol.11 de El Escorpión... sí, conseguí el puto Vol.11 en tapa blanda, después de buscarlo siglos y siglos. Me acordaba bastante de la trama, a pesar de que el tomito anterior lo leí un lejano 22/09/15, y por suerte el guion de Stephen Desberg tira bastantes pistas de lo que pasó antes, sin caer en una recapitulación detallada ni mucho menos densa. El Escorpión es, sobre todo, una historieta dinámica. A veces (como en este librito) la aventura pasa a un segundo plano y el protagonismo se lo lleva la rosca político-religiosa, pero siempre pasan cosas impactantes y el ritmo de la narración es ágil y ganchero. Acá además de la intriga palaciega tiene mucho peso el componente sentimental, porque a Armando "se le junta el ganado" y tiene que decidir con cuál de sus dos mujeres se va a quedar. Desberg se revela como un diestro guionista de telenovelas y genera una tensión muy interesante en torno a este punto. El Vol.12 es el final de este arco, y como un gil no me lo compré en España, porque no me acordaba que tenía el 11 sin leer. Y también es el último tomo con dibujos del glorioso Enrico Marini, cuyo trabajo en estas páginas es motivo más que suficiente para comprar el álbum. Todo el apartado gráfico es magistral, pero además está todo puesto al servicio del relato, no es Marini canchereando ni robándole la atención del lector a la historia que cuenta el guionista. Son dos narradores del carajo en perfecta sincronía, y por eso esto funciona tan bien. Ni bien pueda salgo a la caza del Vol.12, así cerramos como corresponde esta magnífica serie.
Me voy a EEUU, a leer seis números más de la serie regular de Astro City que publicó Vertigo durante la década pasada. Lovers Quarrel es el Vol.12 en la colección de trade paperbacks (la antigua, hoy ya hay una nueva donde se reordenó todo) y ofrece como plato principal la saga homónima, cuatro episodios protagonizados por Quarrel y Crackerjack. A un ritmo pachorro, pero sin aburrir jamás, Kurt Busiek aborda un tema central en el mundo de los superhéroes: qué pasa cuando los personajes que son humanos sin superpoderes empiezan a envejecer. Quarrel y Crackerjack son una pareja de justicieros enmascarados que comen sano, tratan de descansar bien y dejan la vida en cada entrenamiento para estar siempre listos para saltar, trepar, caerse y pelear, a veces en pie de igualdad con tipos y minas con poderes alucinantes. Pero ellos no tienen poderes, son simplemente una mina y tipo con habilidades y reflejos muy trabajados... que en algún momento, ya pasados los 40 años, empiezan a perder. Los golpes duelen más, las heridas tardan más en curarse, y son más frecuentes, porque ya no están tan afilados como para salir siempre enteros de los combates en los que participan. Lovers Quarrel explora todos esos cambios, y cómo además cambia irremediablemente la forma en que los personajes se vinculan con una actividad de riesgos tan altos como la de ser justicieros enmascarados. Todo esto contado con el máximo realismo que se le puede pedir a este género, grandes diálogos y excelente trabajo en el desarrollo de personajes, a los que sentimos absolutamente humanos y verosímiles. Complementa la historia de Sticks, el gorila baterista, que es entretenida y simpática, pero está contada en 48 páginas cuando daba para una historia corta, un complemento de 10 ó 12 páginas. Todo el libro cuenta con dibujos de Brent Anderson, siempre muy correcto. A Anderson le queda mejor el trazo más definido, más preciso, con más influencias de Neal Adams, que cuando opta por el trazo más fluido, más etéreo, más para el lado de Gene Colan. Por suerte mira más a Adams que a Colan, y además tiene buenos coloristas que lo respaldan. En la historia del gorila, se nota que Anderson lo dibuja copiando de fotos de distintos gorilas, con lo cual los rasgos del protagonista cambian bastante de una viñeta a otra, pero bueno, no es tan grave. Por los menos se nota que es un gorila, no parece un chabón peludo con dientes de hombre lobo como los gorilas que dibujaban en los comics de DC de los ´60. Y me parece que de acá me tengo que pasar a la colección actual de TPBs, la de Image, donde recopilan los números de Vertigo que solo habían salido en tapa dura, más los que nunca habian salido en libro, más los nuevos arcos argumentales. Hay que hacer un curso para leer Astro City en libro, lamentablemente, pero por suerte las historietas rara vez decepcionan.
Allá por el 14/02/19 me encontré en las páginas de una antología con un autor boliviano que llamó favorablemente mi atención: Armin Castellón. Y en 2023, en la Crack Bang Boom, me lo encontré vendiendo Mixtorieta, un hermoso álbum que recopila historias cortas que realizó en solitario, o junto a otra artista muy notable, Nicole Molleda. Ambos adoptan distintos estilos gráficos para cada historia corta, con lo cual al hojear el libro pareciera una antología en la que participan siete u ocho autores distintos. Pero no, son Armin y Nicole probando distintas líneas, distintas formas de armar la página, de trabajar el color, etc.. El resultado es muy interesante, al punto que las ocho historietas de la antología me gustaron. Las dos del final, dibujadas por Castellón en blanco y negro, son increíbles. Son trabajos de un autor maduro, sólido. En Juego de Niños muestra una estética parecida a la de ZeroCalcare, mientras que en Monstruos se zarpa con la aplicación de las tramas mecánicas como si fuera Sean Murphy o Nicolás Brondo. El nivel es realmente bueno en todo el libro y re vale la pena tenerlo, o por lo menos sumar a Armin Castellón y Nicole Molleda a la lista de autores bolivianos a los que conviene seguir de cerca, para disfrutar de su creatividad, su talento y su solvencia en el arte de narrar historietas. Ojalá pronto caigan en mis manos nuevos trabajos de cualquiera de los dos. Nada más, por hoy. Mañana, paro general en defensa de tu país. Nos reencontramos pronto.

lunes, 28 de agosto de 2023

NOCHE HORROROSA

Hace un frío atroz y el cielo está más oscuro que el corazón de Mephisto. Una noche inmunda, que sólo se puede soportar leyendo comics. O reseñas de comics, en una de esas... Empiezo con el tercer y último tomo de La Danza del Tiempo, de Igor Baranko, una obra de la primera década del milenio que le valió al autor ucraniano un éxito enorme a nivel global. La verdad que la labor de Barank en la faz gráfica lo justifica ampliamente, porque acá se lo ve en un nivel espléndido, como ya dijimos en las reseñas de los tomos anteriores. Acá hay un poquito de Moebius, un poquito de Druillet, mucho Milo Manara, mucho Sergio Toppi, algo del primer Bilal, algo de Durañona, algo de Hugo Pratt... hasta algo de Andrea Pazienza, si me apuran. La narrativa es dinámica, variada, sorprendente, el color es hermoso, las secuencias están armadas con gran criterio... hasta esa página con nueve cuadros chiquitos repletos de texto llama la atención por la calidad del dibujo y la variedad de los enfoques. El guion está muy bien, aunque me parece que en un punto se le fue de las manos al autor y, cuando se dio cuenta, ya estaba muy cerca de las últimas páginas y tuvo que pegar un volantazo para resolver la trama central de un modo que -me parece- no era el que había planificado en un principio. Nunca vemos el reencuentro entre Luna-entre-las-Nubes y Cuatro-Vientos, éste nunca cruza el Océano Atlántico para llegar a las tierras de los blancos y el ritual para cerrar la brecha del Tiempo nunca se llega a concretar. Son demasiadas las diferencias entre las cosas que los personajes enuncian como parte de sus objetivos y lo que realmente sucede, con lo cual uno sospecha que el final real era otro, y Baranko no llegó a mostrarlo, porque se colgó con otras historias dentro de la historia, o le dio bola a otros aspectos de la trama que le comieron mucho espacio. En este tomo, por ejemplo, entre que Luna-entre-las-Nubes llega al país de los iroqueses tras la pista de su ex-marido y que decide seguir viaje tras conocer su paradero, pasan 30 páginas. Que están bárbaras, pero en el contexto de un álbum de 48, donde además quedaban por resolver puntas argumentales de dos álbumes previos, es mucho. El resto está muy bien. Baranko juega fuerte con el misticismo propio de las culturas originarias de América del Norte, pero no cae en la tentación de hacer "la Gran Jodorowsky" y aprovechar los elementos sobrenaturales para no explicar nada y dejar medio en bolas al lector. Acá hay un elemento sobrenatural importante, pero tiene peso sólo sobre el final y no es un deus ex machina para resolver cabos sueltos, sino que es un desafío más en el derrotero de Cuatro-Vientos. Es probable que por el tono de la saga, ésta requiriera un final más épico, más definitivo, en lugar de deshilacharse hacia un desenlace donde a Baranko le quedan varias cosas por definir. Pero el viaje se disfruta a pleno, no faltan la acción, la intriga palaciega, la rosca, la contradicción a veces irónica entre las creencias de estos pueblos y lo que realmente le sucedió a América en el Siglo XVI, y hay muchos personajes de los que uno se enamora y quiere volver a ver en infinitas secuelas. Así que La Danza del Tiempo es, por lo menos para mi gusto, una trilogía de álbumes sumamente recomendable.
Vamos a Estados Unidos, año 2014, la época en la que Astro City era un título mensual en la línea Vertigo, siempre a cargo de Kurt Busiek y Brent Anderson, pero con la posibilidad de sumar a algún otro dibujante para garantizar la periodicidad mensual. Así es como en este tomo, Private Lives (vendría a ser el Vol.11 en la colección de TPBs), tenemos un unitario dibujado por Graham Nolan, siempre lejos de mi lista de favoritos, pero en un nivel bastante aceptable. Anderson, en los otros cinco episodios, está sólido como siempre, sin cancherear, sin que le sobre demasiado, pero muy en sintonía con los guiones de Busiek (que a veces se van un poquito a la mierda en cantidad de texto) y con el trabajo de los coloristas. En cuanto a las historias, acá tenemos cuatro episodios unitarios y uno de dos partes, que además es el mejor. Como lo sugiere el título del TPB, son historias chiquitas, que atañen a las vidas privadas de los personajes. No busques la hiper-epopeya en la que está en juego el universo entero, porque acá no la vas a encontrar. En el primer unitario, Busiek nos cuenta cómo es la vida de la secretaria de una especie de "hechicera suprema", que no es Stephen Strange pero es obvio que funciona como analogía del Tordo en esta realidad. Después tenemos la historia de un villano de la B que adoptó distintas identidades a lo largo de las décadas porque nunca pudo dejar la adrenalina que le genera cometer delitos. La tercera es una especia de ejercicio formal en la que los autores eligen contar una historia en desorden, con secuencias intercaladas de modo casi aleatorio, sin respetar la diégesis. Es un experimento complicado porque además hay dos tramas: una más romántica y una más... metafísica, porque trata de la aparición en Astro City de una entidad más cercana a un dios que a los humanos. El libro cierra con un gran unitario protagonizado por Starbright, un superhéroe joven, bastante en la línea del primer Firestorm, que transiciona de varón a mujer. Y la historia en dos partes juega con un tema que aparece en miles de comics de superhéroes, pero nunca se había encarado desde esta óptica: los robots asesinos. ¿Cuántas veces viste a un superhéroe desactivar o destruir robots asesinos? ¿Y alguna vez te preguntaste qué pasa con ellos una vez terminada la batalla? ¿Alguien pasa a levantarlos, alguien trata de reconstruirlos, alguien estudia esa tecnología para aplicarla a otras cosas? Busiek propone una respuesta que te va a asombrar, y a la vez te va a cerrar por todos lados. Como suele suceder en las historias de Astro City, por encima de la aventura se luce el desarrollo de personajes, que en general son hombres y mujeres bastante más normales que el superhéroe o supervillano promedio. En ese contraste entre un universo poblado de super-seres y personajes muy humanos y muy reales, Busiek encuentra hace casi 30 años la materia prima con la que construye estas historias, casi siempre conmovedoras y a veces muy impactantes. La idea básica siempre es mostrar el lado más terrenal de los universos superheroicos, la vida en las calles (o puertas adentro) de la gente como nosotros que vive en un mundo en el que existen desde siempre versiones mínimamente camufladas de los icónicos justicieros de DC y Marvel. Y es una idea tan bien llevada a cabo, que hoy Astro City es, más que una serie recomendable, una serie indispensable. Tengo otro tomo sin leer en el pilón de los pendientes, así que pronto volveremos a visitar a esta gran creación de Busiek, Anderson y Alex Ross. Nada más, por hoy. Gracias por tanto, perdón por tan poco, y si el miércoles a las 22:30 están al pedo, vengan al canal de YouTube de Comiqueando, que vamos a estar charlando de comics, cine, literatura, política, deportes, amor, sexo, religión, morfi, viajes... sin restricciones de ningún tipo, en vivo y gratis para toda el habla hispana en una nueva emisión de Agenda Abierta. Nos vemos por ahí.

martes, 19 de diciembre de 2017

TRES DE MARTES

Día horroroso por varios motivos, pero bueno, vamos con una nueva tandita de reseñas.
¡Terminé Bakuman! Los muchachos de Ivrea cumplieron con la meta de publicar el Vol.20 antes de fin de año y acá está, comprado y leído, como debe ser.
Esta vez Tsugumi Ohba y Takeshi Obata logran lo imposible: focalizar el principal conflicto del tomo en el que hasta ahora era el peor personaje de la serie, Miho Azuki, la “novia” de Mashiro a quien vimos convertirse en una conocida actriz que pone su voz en distintas series animadas. Y acá es donde los autores sacan chapa de genios: les alcanza medio tomo para darle a Azuki toda la onda, la profundidad y la fuerza que no había mostrado en los 19 tomos anteriores. De pronto, esa boludita histérica pela lo que hay que pelar y se suma a la lista de los grandes personajes que nos deja este manga de amor al manga.
El resto del tomo es –ni más ni menos- la consagración definitiva de los Muto Ashirogi, dos autores ya curtidos, que ahora sí, imponen sus propias reglas y controlan ellos mismos cada aspecto de su carrera, como los nº 1 que son. Sobre el final, Ohba y Obata se acuerdan de que tienen que cerrar la trama romántica entre Azuki y Mashiro, y hacia allá va el último tramo, no sin antes regalarnos excelentes secuencias de “cierre” de los demás personajes y una secuencia especialmente emotiva, difícil de leer sin que se te ponga la piel de gallina, que es la de la carta que Mashiro le escribe a su tío muerto.
El dibujo, magnífico como siempre, con un brillo especial en un tomo tan superpoblado de textos. Y llego a la última página con ganas de que Bakuman siga muchos tomos más… o que salga un manga con Eiji Niizuma como protagonista y los Muto Ashirogi como secundarios… no sé, cualquier cosa mínimamente ligada al universo Bakuman me saca la guita con total facilidad, estoy entregadísimo. Una vez más, recomiendo enfáticamente esta maravilla del Noveno Arte a los que todavía no se hayan enganchado. Gracias Ohba, gracias Obata, gracias Ivrea. Ovación de pie para ustedes.
Victory es el segundo tomo recopilatorio de la actual etapa de Astro City, la que edita el alicaído sello Vertigo. Es un tomo medio trampa, porque trae sólo cuatro episodios de la serie regular y a modo de complemento, una especie de Secret Files & Origins (hermoso) editado mucho antes, cuando Astro City salía de vez en cuando en el sello WildStorm.
Para el arco de cuatro episodios, los maestros Kurt Busiek y Brent Anderson nos proponen hacer foco en Winged Victory, la Wonder Woman de este universo, en una trama que la obliga a replantearse su rol en este mundo, su relación con los otros héroes (en especial con Samaritan y el Confessor, que vendrían a ser Superman y Batman) y su forma de encarar su “misión”. De paso, Busiek encuentra la excusa perfecta para ahondar en su origen y para reforzar su personalidad. Obviamente de acá sale una Winged Victory mil veces más interesante que lo que habíamos visto hasta el momento.
La lucha de las mujeres, la manipulación miserable de la verdad por parte de los medios, la lealtad entre los que dicen defender los mismos valores… todos temas muy candentes, abordados por Busiek desde un relato clásico de superhéroes, con villanos, machaca, secretos y poderes limados. Todo un logro de este consumado guionista, bien acompañado por un Anderson clásico y elegante, que deja la vida cada vez que tiene que dibujar a WV. Muy lindo material.
Y cierro con el Vol.2 de Historias DeLirantes (el Vol.1 lo comen-
tamos el 05/12/16), en el que Chanti renueva el elenco de la serie para ofrecernos personajes totalmente distintos y aún más logrados que los del Vol.1. Las clases de la Señorita Lirantes son una cátedra de humor, donde hay lugar para los juegos de palabras, pero también para el absurdo, la escatología, el humor físico y hasta sutiles bajadas de línea socio-política. Todo esto dibujado con muchísimas pilas, por un Chanti que trata de compensar con la imaginación y la fluidez de su trazo el hecho de que en la mayoría de las viñetas vemos básicamente siempre lo mismo. Igual no te aburrís ni a palos.
Como complemento, la historieta para chicos más rara que leí en mi vida: CruciTramas, un experimento formal en el que Chanti juega con la gramática misma de la historieta. El mendocino narra una historia en una especie de “lienzo infinito”, que es constantemente alterado e invadido por cosas que transcurren en las márgenes, supuestamente por fuera de la historieta central. El espacio y el tiempo, el adentro y el afuera se mezclan en un relato absolutamente adictivo, donde llega un punto en que querés ver a Chanti tropezar con la inmensa envergadura de sus pretensiones… cosa que no sucede jamás. CruciTramas es una locura, una quijotada historietística a nivel Marc Antoine Mathieu, de la que Chanti sale obscenamente bien parado. Precioso librito, para regalarle a los pibes ahora que vienen las fiestas.
Tengo leídos un par de libros más, así que esta semana seguro tenemos más reseñas acá en el blog. ¡Hasta pronto!

jueves, 23 de junio de 2016

23/06: POWER MAN AND IRON FIST ESSENTIAL Vol.2

Hoy, una reseña como las de antaño. Me tomé varios días para bajarme este masacote de 624 páginas que retoma la historia de los Héroes de Alquiler justo donde deja el tomo reseñado aquel lejano 12/10/10. Acá tenemos todos los números entre el 76 y el 100 de esta serie decididamente menor dentro de lo que es la producción de Marvel de la primera mitad de los ´80. Aún así, sin chances ni pretensiones de jugar en Primera, hay varias cosas para rescatar, más allá de mi cariño por Luke Cage y Daniel Rand, quienes seguramente cosecharán millones de nuevos fans ahora que son parte del Universo Marvel de Netflix.
En la reseña del Vol.1 yo postulaba que si esta serie tiene algo así como una “etapa clásica”, tendría que ser la que cuenta con Mary Jo Duffy en los guiones, Kerry Gammil en los lápices y Ricardo Villamonte en las tintas. De esa papa bastante fina, este libro nos ofrece cinco episodios, los últimos cinco, porque Gammil se despide en el n°79. Villamonte se va en el n°81 y Duffy en el 84. Las historias en sí no son gran cosa, son aventuras menores de justicieros urbanos que operan al “nivel de la calle”. Hay un crossover con Daredevil (que estaba en las gloriosas manos de Frank Miller y Klaus Janson) que busca traerle nuevos lectores a la serie y después, peleas menores contra matones y villanos de la B que no suman ni restan. Lo atractivo pasa por el desarrollo de personajes, que es algo en lo que Duffy no defrauda en lo más mínimo. La guionista le abre el juego a varios secundarios interesantes, entre los que se destacan Misty Knight, Colleen Wing, Bob Diamond, D.W., y un personaje que yo creía que había sido creado para las series de Netflix y sin embargo ahora me entero que aparece en los comics de Power Man desde los ´70: la doctora Claire Temple, interpretada en la pantalla chica por Rosario Dawson.
Seguimos adelante y cuando no le queda más remedio, el coordinador de la serie, el maestro Denny O´Neil, se hace cargo de los guiones. Poquitos números, apenas cinco, entre los cuales hay un excelente unitario en el que Luke y Danny se cruzan con Moon Knight, otro paladín de tercera línea que en esa época operaba en New York. Está bueno también eso, que los guionistas hagan tanto énfasis en la ciudad. Este es un comic bien urbano, donde los héroes rara vez salen de New York, y tantos los textos como los dibujos reflejan (y a veces satirizan) muchos detalles de lo que era la vida en la Gran Manzana de los ´80.
Pero estamos en el n°90 y de nuevo nos quedamos sin guionista. Es la hora de que haga su debut un pibe de las inferiores, un tal Kurt Busiek. Estos primeros números de Busiek no están mal, pero son comics del montón, no hay grandes ideas, no le pega sacudones grossos a ningún personaje y dedica cuatro números a avanzar a ritmo muy tranqui hasta el n°100, que es un poco más grandilocuente que lo que veníamos viendo.
En materia de dibujantes, una vez que se va el exquisito Kerry Gammil entra otro pibe con poca experiencia: Denys Cowan, al que vemos mejorar de a poco, y al que le tocan entintadores muy disímiles, desde un interesantísimo Carl Potts hasta verduleros impresentables que merecen prisión perpetua. Los últimos siete episodios del tomo los dibuja el veterano Ernie Chan, en un estilo que ya para 1982-83 se veía anticuado. A veces lo dejan entintarse a sí mismo, pero en varios episodios lo entinta otro pibe que hacía su debut en Primera: Mike Mignola. Al principio, el combo Chan-Mignola hace agua por todos lados, porque los estilos chocan groseramente. Para los… dos últimos números, ya hay una mejor comunión gráfica entre el filipino que la descosía en Conan y el futuro creador de Hellboy.
Y no hay más. La revista de Power Man & Iron Fist llegó hasta el n°125 y esos 25 episodios finales no están recopilados en libro. La verdad que los Essentials no me dejaron tan cebado como para ponerme a juntar las revistitas. Pero después de Busiek toma los guiones Christopher Priest (cuando todavía se llamaba Jim Owsley) y eso es un gran punto a favor, así que quién te dice…

lunes, 2 de febrero de 2015

02/ 02: ASTRO CITY Vol.8

Este es el tomo que reúne las cuatro historias de Astro City de cuando la serie de Kurt Busiek y Brent Anderson aparecía muy de vez en cuando. Son todas historias autoconclusivas, dos de 38 páginas y dos de 48, originalmente publicadas entre 2007 y 2010, como para que hubiese algo de Astro City en las comiquerías y la gente no se olvidara de la serie. Yo había leído en su momento las dos historias de 38 páginas y, felizmente, no me acordaba un carajo.
Arrancamos con el unitario supuestamente protagonizado por Samaritan. Y digo “supuestamente” porque el rol del héroe acá es bastante menor. Todo gira en torno al villano, Infidel (creado por Busiek y Alex Ross para un especial de Wizard), y el guionista delega en este la voz cantante: el narrador de la historia es Infidel, y a Busiek le alcanzan esas 38 páginas para darle un origen alucinante y una personalidad complejísima, sin nada que envidiarle a un Dr. Doom. De hecho, la relación entre Infidel y Samaritan está planteada en términos bastante similares a los de la relación entre Doom y Reed Richards. Pero, fiel a la tradición de esta serie, Busiek no usa a los héroes y los villanos para contarnos el enésimo combate entre el Bien y el Mal, sino que toma esta mitología y la usa para hablar de temas trascendentales, universales, que nos afectan y emocionan a todos, tengamos o no superpoderes. Eso es una constante en las cuatro historias y seguramente es lo más interesante que tiene Astro City, en general.
La segunda historia pone el foco en Beautie, la superheroína que además es una especie de muñeca Barbie viviente. Acá volvemos sobre un tema recurrente en los comics: el personaje artificial, creado por otro, que trata de construir una identidad, de saber más sobre su vida, sobre su origen, sobre quienes lo crearon. La diferencia con otras historias similares es que Busiek no tiene la obligación de equilibrar o matizar esta búsqueda con la machaca, entonces el drama se hace más humano y la aventura se hace más low-fi.
La tercera historia, la de Astra, está un poquito estirada. Lo más probable es que se haya pensado originalmente para el formato de 38 páginas y luego reformulada para publicarse en 48. Pasan muchas cosas interesantes, hay un trabajo excelente de caracterización en varios personajes obvio e impredecibles, muchos diálogos memorables, pero la verdad es que el conflicto no daba para tantas páginas. De hecho, una frase de la página 7 resume toda la historia, cuando Astra dice “A veces “normal” suena mejor que “sensacional””. Por suerte ese conflicto chiquito evita todo tipo de solemnidad y está bien decorado con una muy acertada exploración de Astra y de su universo.
Y finalmente una historia que Busiek nos debía hace tiempo, que es la pasada en limpio de todos los bolonkis temporales que armó con el Silver Agent. Lo vimos morir, lo vimos volver, lo vimos meter mano en hechos de distintas épocas y era obvio que la explicación tenía que ver con viajes en el tiempo. Acá está todo: el origen, la vida, la muerte, las idas y venidas por el tiempo, el espacio y los planetas, en una saga que también se podrían haber contado con 10 páginas menos, pero que explica y aclara tantas cosas, que no está mal ese aire, ese espacio adicional, para que no parezca una masa compacta de datos. En 48 páginas, Busiek tiene lugar para contar aventuras cósmicas, dramas humanos, guerras, tragedias, amores y lealtades, en una historia muy, muy redonda y que además abre un montón de puntas para explorar a futuro.
Al frente de la faz gráfica está, como siempre, el esmerado Brent Anderson, dibujante muy correcto, no virtuoso, pero sí laborioso. Un tipo que no acostumbra a guardarse nada y que pone su habilidad para la narrativa y su destreza en el estilo realista al servicio de un planteo muy clásico, lo cual no significa que no asuma algunos riesgos. Anderson flaquea en algunos rostros, pero en general se lo ve muy sólido, con figuras dinámicas, fondos muy trabajados y excelentes diseños para los personajes, criaturas, artefactos, vehículos, armas y hasta mundos que tiene que inventar. Algunos de estos diseños nacen de la imaginación de Alex Ross, pero casi todo lo que vemos en Astro City es fruto de la labor de Brent Anderson.
La sequía para los fans de Astro City se terminó con el lanzamiento de la actual serie regular en Vertigo, con lo cual esta etapa de la serie, en la que Busiek y Anderson ofrecían -con mucho ojete- 38 ó 48 páginas nuevas por año, es apenas un recuerdo. Por suerte es un recuerdo copado, porque nos dejó cuatro historias muy originales, muy atractivas, muy logradas, no sé si al nivel de lo mejor de Astro City, pero sin dudas muy por encima de la media de lo que se puede leer en este siglo en materia de superhéroes.

domingo, 27 de julio de 2014

27/ 07: MARVELS: EYE OF THE CAMERA

Esta es la no muy promocionada secuela de Marvels, que supuestamente iba a salir para el décimo aniversario del clásico de Kurt Busiek y Alex Ross y al final terminó por salir muchísimo después.
Eye of the Camera retoma al personaje del fotógrafo Phil Sheldon y nos muestra qué fue de su vida desde aquel final de Marvels (que si mal no recuerdo terminaba con el trágico fin de Gwen Stacy) hasta su muerte, en 1987. El conflicto central tiene que ver con que Phil tiene cáncer de pulmón y le queda poco tiempo de vida. El veterano fotógrafo, sin embargo, se aferra a la idea de curarse y sobrevivir, porque quiere seguir disfrutando de sus hijas, de las proezas de los superhéroes (de los que hizo fan) y además tiene un excelente contrato para editar un segundo libro de fotografías, a raíz del impactante éxito de Marvels, su libro anterior. Al igual que en Marvels, todo lo que le sucede a Phil está hilvanado con sucesos importantes del Universo Marvel, de esos que salen en los diarios y los noticieros, siempre vistos desde la óptica del ciudadano “de a pie”. Felizmente, la emoción, el suspenso, la pequeña cuota de peligro que tiene Eye of the Camera no pasa por esos cachitos de epopeyas (algunas apenas insinuadas), sino por la vida del propio Phil, con cuyas emociones y sensaciones nos logramos compenetrar sin mayor inconveniente.
Esta vez Kurt Busiek no escribió solo, sino que (como ya había hecho en Avengers Forever) reclutó al maestro Roger Stern para que lo ayudara con la investigación y con la resolución de algunas escenas. Eye of the Camera repasa sucesos del Universo Marvel que van desde principios de los ´60 hasta Fall of the Mutants (1987) y hay un trabajo exhaustivo por parte de los guionistas para que cada escena de Phil y su familia pueda vincularse con mucha precisión a las fechas exactas en las que los lectores de larga data vimos desarrollarse cada una de las aventuras a las que el protagonista, o los secundarios, o los medios de comunicación, hacen mención en la obra. Esto en un punto se le va de las manos a Busiek y Stern, es como que abusan del recurso. Básicamente, la línea que quieren bajar es la de rescatar lo fascinante y maravilloso de vivir en un universo en el que existen los superhéroes. Y eso está bueno. Pero el exceso de erudición cansa un poco.
Diálogo típico de Eye of the Camera: -¿Y, Don Phil?, ¿Qué me cuenta? ¿Vio que ahora están de moda los monstruos, los vampiros, los hombres lobos y esos justicieros pesuttis que se hacen los poronga y matan gente? –Sí, ni me hable. A mí me gusta lo otro, a mí lo que me da fe y esperanza es saber que todavía hay héroes buenos y luminosos. Como Iron Man, que ayer estuvo en San Francisco combatiendo a Whiplash; o Thor, que justo ahora está en Asgard machacándose con unos dioses ancestrales de la mitología australiana; o el Capitán América, que hoy a la mañana impidió un atentado de unos terroristas extraterrestres; o los Cuatro Fantásticos, que ahora están en una dimensión paralela, intentando evitar una invasión de economistas mediáticos neoliberales…”. Y así, todo el tiempo. Para que sepas que estamos –ponele- en 1980, los diálogos mencionan un montón de situaciones que los héroes vivieron en los comics publicados en 1980, aunque eso no le aporte nada a la trama central. Si te bancás ese detalle, el guión es lindo, muy emotivo, muy humano, muy Astro City.
Al no poder contar de nuevo con Alex Ross, la búsqueda de otro dibujante foto-realista (algún día alguien me explicará de dónde viene la necesidad de generar comics de superhéroes con estilo foto-realista) derivó en Jay Anacleto, un muy buen dibujante, para nada clon de Ross. Anacleto entregó unos lápices muy, muy laburados, con gran atención por los detalles y un despliegue increíble en los fondos (basados en fotos, pero no afanados frente-march) y el colorista Brain Haberlin se encargó de agregarles volumen y texturas para lograr un combo visualmente muy prolijo y sin fisuras en la narrativa. Esto se ve menos “pictórico” que lo de Ross, pero a nivel relato gráfico no sé si no funciona mejor.
Como secuela de Marvels, Eye of the Camera no defrauda para nada. Leída por sí sola, por alguien que no esté familiarizado con Phil Sheldon o con el Universo Marvel, corre serios riesgos de aburrir o incluso de agobiar con tanta data y tantas referencias. Vos sabrás si meterte o no.

sábado, 23 de febrero de 2013

23/ 02: ARROWSMITH

Allá por 2003 se reunieron para un nuevo proyecto los autores de la alucinante Avengers Forever: Kurt Busiek y Carlos Pacheco. Esta vez nos contaron una historia ambientada en 1915, protagonizada por un chico de un pueblito rural de EEUU que, aburrido de la rutina de su granja y fascinado por los relatos épicos de los héroes que peleaban en la Primera Guerra Mundial, se decide a viajar a Europa, a sumarse al combate entre las grandes potencias de esa época. Así veremos a Fletcher Arrowsmith pasar de chico a hombre, experimentar el horror de la guerra, perder, ganar, enamorarse, sufrir, ensuciarse hasta el alma con las atrocidades que le toca presenciar y finalmente convertirse él mismo en un héroe de esos cuyos relatos lo cautivaron.
Con esta consigna, las posibilidades de que salieran 144 buenas páginas de historieta eran bastante altas. Pero hete aquí que Busiek y Pacheco deciden no arriesgar: esta versión de la Primera Guerra Mundial es la de un mundo alternativo, en el que existen (integrados a los seres humanos normales) dragones, gárgolas, vampiros, hombres lobo, zombies, gigantes, trolls, golems y hechiceros de toda clase. Tanto Prusia como Galia cuentan con bichos, artefactos y conjuros de origen místico y los usan para lograr la ventaja en esta guerra cruenta y a gran escala. De hecho, el cuerpo de “aviadores” donde milita Arrowsmith no tiene aviones, sino que los “pilotos” vuelan propulsados por hechizos que los vinculan a los pequeños dragones que los acompañan.
A partir de la introducción de los elementos fantásticos, Busiek y Pacheco se permiten a sí mismos no obsesionarse con el tema de la documentación histórica y la reproducción fidedigna del período en cuestión. Como en Rex Mundi, se animan a redibujar el mapa, a cambiar brutalmente el equilibrio de poderes entre las naciones de este 1915 alternativo, a los efectos de que la historia sea menos predecible. Y a partir de ahí, toda la atención que no le ponen a respetar nombres y rostros de presidentes, reyes y ministros, toda la bola que no le dan a los uniformes y armamentos de cada una de las milicias involucradas, se la dan al desarrollo de los personajes y sobre todo a las emociones que genera en ellos el contexto extremo en el que les toca vivir. Claramente el personaje mejor trabajado es Fletcher Arrowsmith, aunque también hay secuencias de alto impacto para Rocky, Grace y Jonathan.
El final, si bien es monumental, no suena a final definitivo, y durante los distintos episodios asoman puntitas de misterio que no terminan de cerrar. Por supuesto, el universo bélico-místico que plantea la saga también es imposible de explorar en su totalidad en menos de 150 páginas. O sea que yo sospecho que esto se escribió como primer arco de una serie, que lamentablemente nunca continuó.
Está complicado encontrar palabras para lo que hace Pacheco a la hora de dibujar esta saga. Entintado por Jesús Merino con línea clara, finita, muy prolija, acá tenemos una versión del maestro gaditano que lo acerca muchísimo a los grandes dibujantes de aventura histórica que triunfan en el mercado franco-belga. Con muchos primeros planos y bastantes páginas de un sólo cuadro, es cierto, pero con un laburo impresionante en los fondos, detalles increíbles y una sutileza para las escenas tranqui que generalmente no logran los autores identificados con el género superheroico. A esto sumémosle el generoso despliegue de acción y machaca que pela Pacheco en los tramos centrados en el combate, su narrativa fina y efectiva (que acá, además, hace magia para no shockear más de la cuenta con el gore) y un muy buen trabajo del colorista Alex Sinclair, y nos queda un libro inmensamente placentero a la vista.
Arrowsmith no marca un antes y después en la historia del comic ni aspira a ascender al Olimpo. Sin embargo la rompe y te deja pidiendo a gritos una secuela. ¿Por qué? Por su hábil combinación de géneros, la profundidad que adquieren personajes y situaciones y el enorme talento volcado por una dupla autoral que se entiende a la perfección y a la que le sobra huevos para buscar vueltas nuevas, sin regurgitar ad infinitum los yeites del comic de superhéroes que tan bien manejan. Tengo la sensación de que el TPB está descatalogado, o que no es fácil de encontrar. Pero vale la pena incluso recorrer varias dimensiones alternativas con tal de conseguirlo.

lunes, 11 de junio de 2012

11/ 06: DC COMICS PRESENTS SUPERMAN: SECRET IDENTITY Vol.2


Ah, bueno... Esto empezó bien y terminó espectacular.
La idea es muy loca, es como que Kurt Busiek hace una de más: un mundo 100% real, idéntico al nuestro, en el que Superman es un famoso personaje de ficción. De pronto aparece un pibe con los mismos superpoderes del héroe y decide adoptar la identidad de Superman y convertirse –efectivamente- en un superhéroe del mundo real. Hasta ahí, todo bien. ¿Dónde se zarpa Busiek? Cuando nos cuenta que este pibe que recibe los poderes de Superman también se llama Clark Kent. ¿Hacía falta? ¿No se puede pensar en un Superman que no sea Clark Kent ni siquiera sacándolo del DCU para ponerlo en nuestro universo? Eso me pareció too much.
El resto es Busiek respondiendo la pregunta que más de uno se habrá hecho alguna vez: ¿Cómo funcionaría Superman en el mundo real? Y ahí, los hallazgos del guionista son innumerables. Posta, esta es una de las mejores –si no la mejor- versiones alternativas del mito del Hombre de Acero. ¿Cuántos tipos y minas habrán escrito historias de Superman de 1938 para acá, entre comics, películas, series y dibujos animados? ¿100? ¿150? No puede haber UNO que no envidie a Kurt Busiek por haber escrito la escena de la página 34 de este TPB para pobres. No sólo está magníficamente escrita, es una escena central, quintaesencial, crucial para cualquier ficción ambientada en el mundo real y que involucre a un personaje con habilidades extraordinarias. Cátedra absoluta.
Y hay muchísimas secuencias más de un nivel altísimo. El desafío es enorme: acá no existen los supervillanos y Superman –básicamente- no tiene contra quién pelear. Entonces la saga deriva en algo rarísimo: historias de superhéroes donde no irrumpen conflictos que deben resolverse por la vía de la violencia, algo que de antemano suena tan bizarro como definir una partida de ajedrez pateando penales. Y sin embargo, el maestro Busiek demuestra que se puede. El resultado es un comic sumamente introspectivo, con mucho slice of life y hasta con cierto vuelo poético. Con poquísima acción, claro, porque acá tienen más chapa la reflexión, la contemplación y sobre todo los vínculos. Pocas veces se escribió un Superman tan humano, capaz de entablar relaciones tan creíbles con sus semejantes.
Por abajo de todos esos espléndidos diálogos y bloques de texto, pasa una topadora: el dibujo del increíble canadiense Stuart Immonen. Acá el ídolo despliega un trabajo monumental, con la técnica del lápiz escaneado, reventado en el photoshop y con las masas negras aplicadas en forma digital, en un layer aparte. Cuando reseñé el Vol.1, dije “El lápiz a la vista y los aciertos de Immonen a la hora de potenciar los climas con el color se combinan de un modo tan perfecto, que en algunas viñetas parece sobrevolar la magia del genial Gene Colan”. Bueno, a eso le canto “quiero retruco”. El color es mucho más importante en este segundo tramo, mucho más expresivo, mucho más decisivo a la hora de establecer los climas, y la magia del inolvidable Gene Colan se siente mucho más, está mucho más palpable en esos lápices frescos, dinámicos, llenos de emoción. Si te copa la estética realista, esto es visualmente perfecto, de verdad.
No quiero contar mucho más para no spoilear. Solamente recomendarte que si nunca habías leído Superman: Secret Identity no desaproveches la oportunidad de tenerla completa (y sin avisos!) en estos dos hermosos TPBs para pobres. Te vas a encontrar con una historieta realmente brillante, emotiva, fuerte, y sobre todo muy distinta a lo que te imaginás. Sumale los dibujazos de Immonen y te queda una obra prácticamente imprescindible, para recordar y recomendar toda la vida.

martes, 8 de mayo de 2012

08/ 05: ASTRO CITY: THE DARK AGE Vol.2

Bah, podríamos denominarlo también “Astro City Vol.7”, a secas. Para el que viene siguiendo la serie en libro, este es el séptimo tomo de la serie creada allá por 1995 por Kurt Busiek y Brent Anderson. Además, es la conclusión de The Dark Age, el arco argumental más extenso y más ambicioso de toda la serie, pre-publicado primero como cuatro miniseries de cuatro episodios (un verdadero disparate: hay cientos de series regulares que no llegan a los 16 números y este arco de Astro City tuvo cuatro números uno).
Ed Brubaker, en su prólogo, coincide conmigo. No literalmente, claro. No dice “tiene razón Andrés cuando dice que...”. Pero se hace cargo de algo que yo señalaba hace un tiempo, que es la inmensa influencia de Astro City sobre Gotham Central. Según el propio Brubaker, esta fue la cátedra definitiva, en la que aprendió a contar historias de gente normal ambientadas en un mundo poblado de superfreaks.
Y ya que estamos, yo coincido con Brubaker. El guionista dice que la primera mitad de The Dark Age era, para su gusto, lo mejor que había aparecido con el logo de Astro City desde que se lanzó la serie. Para mí también, sin dudas. Aquellos ocho episodios fueron realmente insuperables, repletos de emociones, misterios, dilemas morales jodidos, acción, runflas malignas y la habitual dosis de guiños geeks que tanto levantan el puntaje de Astro City.
Estos ocho episodios, sin embargo, no mantienen el altísimo nivel de los primeros ocho. El problema es uno sólo: se nota demasiado cómo Busiek fuerza el ensamblaje, la interrelación entre dos tramas muy distintas: una, la principal, la más atractiva, es la de los hermanos Charles y Royal Williams, y su lucha por vengar la muerte de sus padres. Esta es una historia fuerte, planteada con mucha inteligencia y desarrollada con mucha intensidad desde la primera página de The Dark Age. Charles y Royal son los personajes más humanos, más tridimensionales y mejor trabajados de la historia de Astro City, cosa que queda clarísimo con leer apenas las seis páginas del epílogo. Sin embargo, la resolución de su extenso peregrinar para capturar al asesino de sus padres no resulta satisfactoria. ¿Por qué?
Porque sucede justo al final, un final bastante precipitado, en el que colapsa por su propio peso otra trama, desarrollada por Busiek al principio con mucha elegancia y al final con cierta torpeza: Los héroes de Astro City deben enfrentar la Era Oscura, los años heavies, en los que los buenos ya no son tan buenos. La idea es MUY buena y Busiek la usa para bajar línea a ocho manos acerca del período 1980-1985, en el que los comics de superhéroes salen en busca de la madurez y encuentran no mucho más que violencia, sangre, muerte y códigos rotos. Hay una sóla mala idea en todo esto: corporizar a la oscuridad, darle entidad, convertirla en algo (casi alguien) a quien vencer. Busiek lo hace y, sobre el final, fuerza la colisión entre esta entidad oscura y el villano pulenta de la otra trama, el asesino al que buscan los Williams. Y ahí es donde lo que debería cerrar con una ovación cierra con un “y bue...”.
Otro día discutimos sobre por qué Busiek pone a 1986 como punto final de la Dark Age. Para los comics de superhéroes que leímos nosotros, el período 1980-1985 fue más tierno y blandito que un osito cariñoso, comparado con lo que vimos después. De todos modos, en este arco traza un montón de paralelismos alucinantes con las historias de los ´70 y ´80 que todos conocemos. Sobre todo con las de Marvel, porque acá Busiek reformula miles de las ideas que tenía para la secuela de Marvels que nunca le dejaron escribir.
Brent Anderson, por su parte, demuestra una vez más que ser clásico garpa siempre. El tipo no se sube a ninguna moda, le sigue fiel a Neal Adams y Gene Colan y en ese terreno se mueve con una destreza envidiable. Se mata en los fondos, en los climas, en los primeros planos y si alguna vez pifia es en las secuencias en las que tiene que mostrar desde lejos a 145 coñemus enmascarados envueltos en una hiper-machaca contra algo muy power. Cuando la historia baja a la calle, Anderson juega de local y gana por goleada.
Me encanta Busiek cuando se embarca en esas epopeyas superheroicas a todo o nada, me encanta Busiek cuando cuenta historias de gente común y mete a los superhéroes en el decorado y lo considero uno de los tipos más capacitados para contar, reversionar o hasta discutir la historia del género. Esta vez, la mezcla no salió del todo bien. O por lo menos el último tramo no estuvo a la altura de las glorias acumuladas hasta ahora por Astro City, que son muchas. Igual volveremos.

lunes, 30 de abril de 2012

30/ 04: DC COMICS PRESENTS SUPERMAN: SECRET IDENTITY Vol.1

Lo mejor de los muy añorados TPBs para pobres de DC era cuando reeditaban una historia originalmente publicada en dos libritos prestige. Era una saga completa, y además dos prestiges de 48 páginas sumaban 96 páginas de historieta, con lo cual no había lugar para meter avisos. Lo siguiente mejor es esto: una mini de cuatro prestiges, reeditada en dos TPBs para pobres. En ese formato, me tiré de cabeza sobre esta obra de 2004 que en aquel entonces dejé pasar y que tiene un gancho irresistible: guión de Kurt Busiek, dibujos de Stuart Immonen, el team-supreme de las inolvidables ShockRockets y Superstar.
El planteo es muy raro. Un pibe nace en nuestro mundo (no en el DCU), en un pueblito de Kansas, hijo de un matrimonio de apellido Kent. Para joder, los padres lo bautizan Clark, y el chico es cuasi-estigmatizado por llamarse igual que Superman. Los tíos le regalan comics, muñecos y remeras del personaje, sus pocos amigos lo gastan a morir, y su vida en el pueblito de Picketsville no es un infierno, pero tampoco se la cobran barata. Hasta ahí, es casi gracioso. Pero cuando van apenas 9 páginas, Clark Kent descubre que... sí, adivinaste: tiene los poderes del más famoso superhéroe.
De ahí en más, Busiek planteará la enésima saga de “un tipo con superpoderes en el mundo real”, con dos agregados interesantes: por un lado, el tránsito de la adolescencia a la adultez de Clark; y por el otro, la constante referencia a las cosas que Kal-El y su alter ego hacen en los comics y que en el mundo real no se pueden hacer, porque resultan insostenibles. Acá no hay Metropolis, claro, por eso nuestro Clark en algún momento deja de ser Superboy y se va a vivir a Manhattan. Pero hay una Lois (la enésima Lois con la que sus amigos le tratan de hacer gancho) y hay un amor entre ella y el chico de Picketsville, muy bien presentado por Busiek.
Pero lo más interesante (por lo menos en esta primera mitad) es que en el mundo real, Superman no tiene contra quién pelear. Hay una secuencia bastante áspera en la que es capturado por una agencia del gobierno que lo quiere estudiar, pero Clark se escapa rápido y con alguna pista (por ahora mínima) acerca del posible origen de sus superpoderes. Pero la machaca dura... dos páginas, y no confronta con ningún ser humano. Simplemente hace mierda la base donde estaba prisionero. O sea que el rol de las piñas, los rayos e incluso de la acción en general, por ahora es muy menor y eso define el tono de la obra que –repito, por ahora- se mueve en el terreno de la introspección con destreza y con atención por detalles que le permiten parecer infinitamente más realista que casi cualquier otra saga de chabones que vuelan con capas y trajecitos ajustados.
Por el lado del dibujo, tenemos a un Immonen inspiradísimo, comprometido a full con la obra, y potenciado por una técnica muy interesante, en la que se ve con claridad el trazo del lápiz del ídolo canadiense. Supongo que será lápiz escaneado, reventado en el photoshop, con las masas negras aplicadas en forma digital, en un layer aparte. El propio Immonen colorea la historieta, así que tiene a su disposición otro arsenal poderosísimo para poner al servicio del dibujo y sumarle expresividad. El lápiz a la vista y los aciertos de Immonen a la hora de potenciar los climas con el color se combinan de un modo tan perfecto, que en algunas viñetas parece sobrevolar la magia del genial Gene Colan. Visualmente, Secret Identity es una maravilla, una referencia ineludible para los fans del dibujo académico-realista.
Veremos cómo remata la trama el maestro Busiek en la segunda mitad de la obra. Por ahora, esto pinta muy interesante y acumula los suficientes hallazgos para aspirar a un lugarcito entre las grandes historias alternativas del inagotable Hombre de Acero. Prometo entrarle pronto al Vol.2.

viernes, 20 de enero de 2012

20/ 01: AVENGERS FOREVER

Y te quedan esos consuelos pelotudos... Avengers Forever, que es pochoclo puro, con el logo grandote de la principal franquicia de Marvel, con la mega-banca de Disney y una peli a punto de estrenarse en todo el mundo... tampoco se edita ni se conoce demasiado en Argentina! O sea, tenemos una industria editorial totalmente subdesarrollada, pero parejo, para todos lados. Si es un clásico no se edita, si ganó muchos premios afuera tampoco, si es de autores europeos tampoco, si es de DC tampoco, si es de Marvel pero de hace 12-13 años tampoco. Así estamos.
Urgente una aclaración: esto es pochoclo, pero de gran calidad. Le sobra un numerito, ponele, y el resto es todo muy atractivo, muy disfrutable y está muy bien pensado y mejor ejecutado. No lo pongo al nivel de la saga de Dark Phoenix, ni mamado, pero es mil veces mejor que JLA/ Avengers, por poner otro ejemplo de saga grandilocuente escrita por Kurt Busiek. La única mentira que no le creo a Avengers Forever es que es una historia grossa en sí misma, más allá de que conozcas o no la historia de los Avengers, Kang, Immortus y los 153.672 kilombos temporales, dimensionales y hasta de continuidad con los que se meten (magistralmente, por cierto) Busiek y Roger Stern, quien se suma ya iniciada la serie para darle una mano. Las vueltas que encuentran para explicar todo son brillantes, la erudición geek que demuestran es pasmosa y encima todo está integrado a una historia que te atrapa, que te tiene tenso hasta el final. Pero no jodamos: si este es tu primer comic de Avengers, dudo que logres pasar del segundo episodio, porque enseguida te va a caer la ficha de que están todos cagándose de risa de un chiste que no conocés y que nadie te explica. Es cierto, cada tanto hay una página que dice a qué comics hace referencia Busiek en cada viñeta. Pero no te vas a poner a buscarlos uno por uno (son cientos) mientras leés Avengers Forever... ni aunque estés tan hecho mierda como para tenerlos todos en tu casa.
¿Qué hacés, entonces? Confías. Suponés que Busiek y Stern (responsables de dos de las mejores etapas en la ilustre historia de los Avengers) no te van a estafar, no se van a limpiar el culo con Stan Lee, Roy Thomas, Steve Englehart, John Byrne y los demás autores grossos que los precedieron. Los van a leer, los van a reinterpretar y de las historias viejas van a sacar ideas nuevas. Incluso van a explicar bien cosas que en su momento no se explicaron, o se explicaron mal. ¿Importa que en 1999 Busiek explique una contradicción que tres geeks descubrieron en un comic de 1974? No sé si importa, pero seguro suma. Eso es lo mejor que tiene Avengers Forever: cuenta una historia copada, que va para adelante, que no resigna desarrollo de personajes ni mucho menos machaca (hasta la Supreme Intelligence entra en acción!), siembra plots a futuro y al mismo tiempo pasa en limpio un montón de cosas turbias, borrosas, fruto de tantos años en los que tanta gente mete mano en creaciones que no son suyas, sino de una empresa. Cada tanto alguien tiene que hacerlo y el maestro Busiek demostró que no se necesitan reboots, ni realidades paralelas, ni pactos con Mephisto.
Si esto se hubiese publicado en DC, se llamaría Crisis on Infinite Timelines. De hecho, el glorioso Carlos Pacheco rinde tributo muchas veces a lo largo de los 12 episodios a las proezas que hiciera George Perez en Crisis on Infinite Earths. Acá es donde Pacheco se termina de consagrar como uno de los tres o cuatro mejores dibujantes de superhéroes que hay hoy en el mercado. Cuerpos en acción, expresiones faciales, fondos, combates entre centenares de personajes, momentos tranquis, todo cobra vida de la mano de Pacheco y todo se hace espectacular sin llegar a ser estridente y sin obstaculizar la lectura, sin opacar la complejidad de la trama. Un laburo realmente impresionante del prócer gaditano.
Hacía mucho que no reseñaba un comic de Marvel, pero me puse las pilas y –aprovechando las vacaciones- me bajé en menos de un día esta voluminosa e impactante epopeya vengadoril. La había leído cuando salió en comic-books, pero realmente no recordaba que estuviera tan buena.