el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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domingo, 18 de junio de 2023

NOCHE DE DOMINGO

Domingo raro, porque mañana es feriado, pero domingo al fin. Buen momento para redactar las reseñas de los dos últimos libros que leí, en los pocos ratos libres que encuentro. Primero me voy a Francia, año 2006, a reencontrarme con Grégory Mardon, un autor que me encanta, pero del que no leía nada desde hace más de 10 años. Lecciones de Vida me agarra en un buen momento, preparado para disfrutar de un comic que comete un pecado que en otra época me habría resultado imperdonable: no tener un conflicto fuerte, y desenfatizar lo más posible al conflicto pequeñito que sí está, pero aparece casi oculto entre los pliegues de una trama que ya de por sí es casi imperceptible. A lo largo de 80 páginas dibujadas a un nivel magistral, Mardon cuenta (en realidad, describe más de lo que cuenta) cómo es la vida de Jean-Pierre, un chico nacido en París cuya familia se traslada a un pueblo rural. La vida en el pueblo, el campo, el ritmo totalmente distinto del de la gran ciudad, los vínculos que allí establece Jean-Pierre con los otros pibes y pibas de ciudad, esa cotidianeidad que incluye escuela, iglesia, locas aventuras con vacas y gallos, interminables paseos por bosques y llanuras, lectura de historietas y trabajitos menores en las granjas vecinas, constituyen el núcleo de la obra. Todo esto mostrado con mucha onda, ritmo, criterio para no estirar al pedo las secuencias, anécdotas graciosas, etc. Pero en un momento aparece un elemento disruptivo, al que Mardon nunca pone en primer plano: Juliette, la mamá de Jean-Pierre (una rubia a la que Mardon dibuja como una verdadera bomba atómica), está harta de que su marido trabaje todo el día y no le preste atención, y se consigue un chongo, con el que vive un romance clandestino. Que en algún punto salta a la luz y detona la separación de los padres del joven protagonista. Y, posta, ese es todo el conflicto. De las 80 páginas que dura Lecciones de Vida, esta historia, la de la crisis matrimonial de Juliette y su marido, emerge en... ocho páginas. En el resto de la obra, el tema no se menciona ni tiene ninguna injerencia en las correrías de Jean-Pierre y sus amiguitos. Tal como pasa en la vida real. Si vos tenés 11 años y en tu casa se pudre todo entre tus padres, no estás las 24 horas pendiente de eso, porque como todo pibe de 11 años, tenés cosas más importantes que hacer, que en el caso de los pueblos rurales, se hacen puertas afuera. Y eso es Lecciones de Vida, no hay nada más. Ni nada menos. No sé si esto que le pasa a Jean-Pierre le pasó a Mardon en su vida real, pero lo lleva a la página con tanta calidez, con tanta honestidad, que si me dice que lo vivió, yo le creo. Y por si faltara algo el dibujo y el color son hermosos, las secuencias mudas son maravillosas, hay personajes y diálogos memorables y en ningún momento te aburrís de ver a estos chicos haciendo de las suyas, ni cuando interactúan entre ellos, ni cuando entran en escena los adultos. Si no recomiendo Lecciones de Vida con más énfasis, es porque el tema de "esconder" el conflicto lo convierte en una gema muy minoritaria, que seguro ahuyentará o aburrirá a quienes buscan en las novelas gráficas una intensidad dramática que esta obra claramente no tiene.
Y nos vamos a Estados Unidos, año 2019, para averiguar qué onda The Magic Order, una saga creada por Mark Millar y Olivier Coipel. Como suele suceder cuando hay magia involucrada, acá las cosas no son lo que parecen. Hasta ya entrado el quinto de los seis episodios, Millar nos hace creer que la historia va por ciertos carriles, pero en un momento tira un pase de manos y, mediante una revelación que nunca me vi venir pero me pareció brillante, cambia todo el juego y lleva el desenlace a un terreno que no es en absoluto el que uno se imaginaba. Así como tantas de las creaciones de Millar parecen ser versiones muy distorsionadas de los superhéroes clásicos, The Magic Order tiene sutiles referencias a la dinastía de Giovanni Zatara, su hija Zatanna y otros personajes de DC vinculados al mundo de la magia. La familia Moonstone ocupa el centro de la escena en esta historia, junto a la movida extrema de una hechicera muy poderosa, que se quiere apoderar de un tomo de hechizos tan ancestral como imposible de destruir. Una familia de magos contra una hechicera mala y sus esbirros, en una aventura violenta, con muchas muertes truculentas, diálogos filosos y una bajada a tierra potente del concepto de "hay magos buenos y magos malos" que seguro te suena si leíste mucho DC. Hasta ahí, todo muy lindo, muy dinámico y con mucho desarrollo de personajes. Y cuando Millar tira el pase de magia, la historia se potencia y el dramatismo crece a un nivel que realmente no me esperaba. No puedo especificar nada del argumento sin spoilear, y no puedo sanatear con referencias a la serie de Netflix, porque no la vi (ni siquiera sé si se estrenó). Simplemente decir que, si no te repugna la forma en la que Millar suele deconstruir estas "instituciones" del comic superheroico, The Magic Order te va a atrapar y probablemente incluso te emocione o te estremezca. El trabajo de Coipel me gustó, pero me doy cuenta de que a estas páginas les sacás el color (del glorioso Dave Stewart) y las hacés mierda. Como en sus trabajos más superheroicos, Coipel maneja muy bien la anatomía, bastante bien las expresiones faciales, elige muy bien los ángulos para ponerle onda a las secuencias de extensos diálogos, y mezquina un poco los fondos. No son tantas las páginas en las que debería haber fondos y no hay, y -en rigor de verdad- cuando aparecen los fondos están laburadísimos. Pero falta un poquito por ese lado, sobre todo si pensamos que se trata de un autor francés. El resto, todo ganancia y todo emoción. Coipel te mete en la historia, te la hace vivir en carne propia y te la hace sentir sumamente real, aunque pasen cosas hiper-fumancheras. El hecho de que acá se pueda entintar a sí mismo suma un montón, le permite conservar una plasticidad muy atractiva que tiene su trazo y que a veces se pierde bajo la pincelada del entintador. The Magic Order está realmente muy bien, un poco mejor de lo que yo esperaba, que no era poco si tenemos en cuenta el "prontuario" de Mark Millar y Olivier Coipel. Creo que ya salió una secuela, pero nunca la vi. Obviamente, cuando la vea a buen precio, le entro. Y nada más, por hoy. Vuelvo a sumergirme en la Comiqueando Digital, y ni bien tenga un rato libre, prometo leer algo más para reseñar acá en el blog. Gracias y hasta entonces.

miércoles, 7 de septiembre de 2022

DE NUEVO AL RUEDO

Costó encontrar un rato para escribir las reseñas, pero bueno, acá estamos, en la previa a un nuevo viaje a Córdoba para una nueva edición de Docta Comics. Empiezo con un integral en tapa dura que trae todo el material de Sam Pezzo realizado por el maestro Vittorio Giardino entre 1978 (sí, a mí también me sorprendió que las primeras historias fueran tan antiguas) y 1983. Allá por el 28/11/13 vimos un álbum de Sam Pezzo, que está incluido en este masacote, y me acuerdo que el guion no me había convencido demasiado, principalmente por la sobrecarga de elementos, peripecias y giros argumentales que incorporaba Giardino en una cantidad de páginas relativamente pequeña. Eso se repite a lo largo de todo este tomo: las historias están muy comprimidas, no dan respiro y por momentos agobian al lector con la cantidad de cosas que pasan en 30 ó 35 páginas. No todos los guiones me parecieron flojos, hay un par que realmente funcionan bien... pero seguramente funcionarían mejor con seis u ocho páginas más para que haya pausas, o momentos para bajar un cambio, reflexionar, contemplar, esas cosas que normalmente suceden en las novelas de género hard boiled que inspiraron a Sam Pezzo, pero acá brillan por su ausencia. Giardino trae todos los tópicos del policial negro yanki a una ciudad que no nombra, pero que claramente es italiana. Así, a la figura del detective que investiga casos turbios (no muy distintos de los que unos años antes investigara Alack Sinner), se suma la sombra de una violencia urbana que a fines de los ´70 estaba muy presente en una Italia dominada por las mafias y por conflictos políticos muy picantes. Entre una cosa y otra, estas historietas desparraman cadáveres a diestra y siniestra y naturalizan totalmente el hecho de que haya tiroteos en cualquier lado y a cualquier hora. Por supuesto Giardino se para del lado correcto de la grieta, y si bien Pezzo no es un héroe ni un personaje particularmente virtuoso, el rol de los villanos suele recaer (como en Alack Sinner) en personajes acomodados, casi siempre elitistas. Es impresionante lo mucho y lo rápido que evoluciona el dibujo de Giardino. En las primeras historias no opone mayor resistencia a la poderosa influencia de José Muñoz, o incluso a la de Chester Gould, porque puebla estas aventuras de freaks deformes y contrahechos. Gradualmente se calma un poco, y si bien no abandona el uso de abundantes masas negras, estiliza mucho más a los personajes, mientras experimenta una mejora en el manejo de los fondos y el rotulado que va claramente para el lado de Hergé y Edgar-Pierre Jacobs. Sam Pezzo es una historieta muy de su época, que hoy, comparada con obras más recientes de Vittorio Giardino, se ve bastante precaria. Pero tiene ese atractivo: el de permitirnos constatar cómo el ídolo empieza bien de atrás y evoluciona a pasos agigantados hasta convertirse en un maestro del blanco y negro, el dibujo realista y un grafismo en el que conviven Muñoz, Hergé, Guido Crépax, Milo Manara y varios más de los maestros que marcaban el pulso del comic europeo a principios de los ´80.
Salto brutal a Estados Unidos, años 2000 y 2001, cuando Dan Abnett y Andy Lanning, tras ponerle fin a dos colecciones mensuales de la Legion of Super-Heroes, relanzan al clásico grupo (en su versión post-Zero Hour) en una maxiserie de 12 episodios titulada Legion Lost. Una historia extrema, bastante jugada, a la que por ahí le sobran un par de episodios, pero que me volvió a impactar como cuando la leí por primera vez hace 20 años... y eso que sabía quién moría, quién era el villano encubierto... Los guionistas británicos no solo orquestan una saga grandilocuente y pensada para redefinir al grupo de jóvenes paladines del Siglo XXI, sino que además demuestran un muy buen manejo de personajes que no crearon ellos. Al trabajar sobre una cantidad reducida de Legionarios, todos tienen su oportunidad de lucirse y de desarrollarse. Por ahí Chameleon es quien menos se modifica (mirá qué ironía, un cambiaformas que se resiste al cambio) a lo largo de la historia, pero el resto sin dudas sale de esta ordalía bastante distinto de como entró. Abnett y Lanning juegan fuerte con los conceptos de ciencia ficción que les habilita el hecho de tener una serie ambientada mil años en el futuro. Por más comics de la Legion que hayas leído, Legion Lost transmite todo el tiempo sentís la sensación de que puede pasar cualquier cosa, y eso probablemente sea lo mejor que tiene la obra. La movida de los británicos de meterle un tono más oscuro a la Legion funcionó, y dio pie a una serie que duró bastante. Parte del gancho tiene que ver con que Legion Lost tuvo como principal dibujante a Olivier Coipel, quien la había roto toda en los últimos números de la serie que precedió a este relanzamiento. Coipel le pone todo a la creación de bichos alienígenas y se nota que disfruta muchísimo las escenas de acción. Los trajes, las armas y los rostros de los personajes también están muy bien logrados. El problema son los fondos. O en realidad, la cantidad de páginas en las que Coipel no te dibuja un puto fondo ni por accidente. Dale, flaco... media pila. Sos francés, a los dibujantes franceses les queman la cabeza para que se maten con los fondos... Alguno, aunque sea para engañar al lector, tenés que dibujar, aunque labures para EEUU. Los números que no dibuja Olivier los saca con jerarquía otro dibujante francés, Pascal Alixe, que también me gusta mucho y que se rompe un poquito más el culo para que de vez en cuando haya un fondo atrás de los personajes. Fuera de ese detalle, este es un comic de superhéroes fuerte, que no perdió vigencia 20 años después, y que por ahí quedó perdido entre tantos relanzamientos fallido de la Legion pero en aquel entonces fue realmente importante, por lo menos para los fans del clásico grupo de DC.
Y termino con un comic argentino reciente, también repleto de conceptos de ciencia ficción, ambientado en una galaxia remota y con una notable escasez de fondos (parece la cuenta bancaria de una empresa quebrada). Galathea es una creación de Lucas Gutiérrez, quien escribe casi todas las historias que integran este librito, colorea todas y dibuja solo algunas. También hay unas cuantas páginas muy bien dibujadas por Fernando Calvi (a quien la paleta de Gutiérrez complementa a la perfección) y breves colaboraciones de Juan Caminador, Nicolás Brondo y Leo Sandler. Las aventuras de Galathea son sencillas, el conflicto que las motoriza se reitera varias veces en pocas páginas, y en todo caso el atractivo pasa por la acción, por el desarrollo de personajes y por la construcción de un mundo que seguramente Gutiérrez y sus colaboradores tienen pensado seguir explorando en futuras entregas. Por ahora es una aventura bastante clásica, muy en la línea Star Wars, a la que le falta un poco de complejidad y sobre todo más trabajo en los fondos. Nada más, por ahora. Tengo leído otro libro, pero no me queda tiempo para escribir la reseña (anticipo: es un LIBRAZO). Gracias por el aguante y nos vemos en Docta Comics.

miércoles, 22 de mayo de 2013

22/ 05: AVENGERS Vol.2

Hace 10 años, cuando se editó este TPB, Marvel ya tenía la extraña costumbre de renumerar sus colecciones de libros cada vez que las series cambiaban de autor. O sea que este es el Vol.2 de los Avengers de Geoff Johns y ofrece siete episodios escritos por mi doppleganger, que tuvo la difícil tarea de hacerse cargo de esta serie cuando se bajó el maestro Kurt Busiek. El Vol.1 lo leí hace mil años y no me acuerdo casi nada. Lo importante es que no creo que ni por casualidad me haya gustado tanto como me gustó esta saga.
Pero no nos apresuremos: antes de que se inicie el arco que da nombre al tomo (Red Zone), tenemos un unitario muy tenso, muy jugoso, centrado en Falcon (que levanta mucha chapa) y Henry Peter Gyrich, el eterno rosquero, siempre en la fina cornisa entre la lealtad y la traición hacia los Avengers. Está dibujado por un temprano Ivan Reis, al que le faltaba soltarse más en las expresiones faciales, pero ya deslumbraba con su impactante manejo de la anatomía, su sentido dramático en la composición y los infinitos trucos para dibujar pocos fondos sin que esto haga demasiado ruido.
Ahora sí, vamos a la saga central, que está bastante estirada, pero se la banca muchísimo. Johns aprovecha a la perfección el clima de paranoia post-11 de Septiembre y mantiene muy bien oculto el secreto del villano encubierto, al que yo no me vi venir hasta que ya fue muy obvio. Por supuesto, no lo voy a nombrar para no cagarle la sorpresa al que todavía no leyó este material, que estuvo largos años descatalogado y ahora se vuelve a editar. Red Zone es un arco raro, porque el peligro es muy grosso, muy palpable y realmente letal. Los Avengers tienen que parar a una nube tóxica que mata a quienes la respiran y a la vez averiguar quién y por qué creó semejante aberración, y quién la dejó escapar de donde estaba guardada. El tema es que, mientras se resuelve este misterio... no hay contra quién pelear! Así es como en tres de los seis episodios de Red Zone... no vuela una sóla trompada! Ni un rayo de Iron Man, ni nada. Los héroes usan sus poderes, pero para tratar de contener a la nube y alejarla de la gente, que busca refugio desesperadamente.
Y en los episodios en los que sí hay machaca, el Capi, Falcon y Iron Man cobrarán de lo lindo y Black Panther demostrará su infinita grossitud al ganarle al villano a puño limpio, con la jerarquía de los grandes y una manito de los pájaros amigos de Falcon. Por el lado de la ayuda a los damnificados por la nube, Scarlet Witch se lucirá con su ya imposible nivel de poder y Warbird con su habilidad táctica, que le valdrá los elogios del por entonces presidente de los EEUU, el borracho-genocida-retrasado mental George W. Bush, que acá no hace de villano, pero sí de boludo que llega tarde a todo. Y de mentiroso, porque promete eliminar los armamentos químicos, cosa que nunca hizo. Bah, por ahí en el Universo Marvel sí lo hizo... El resto de los personajes (Vision, Ant-Man y Jack of Hearts) están completamente pintados al óleo, y Wasp, que ocupa el primer plano en la majestuosa portada de J.G. Jones, adentro no aparece ni en una sóla viñeta.
Salvo ese unitario de Ivan Reis, todo el resto está dibujado por el francés Olivier Coipel, que venía de romperla en la Legión. Acá da varios pasos para atrás: su estilo –personal y muy atractivo- se ve poco, como si Coipel quisiera ocultar su identidad gráfica, para parecerse mucho a Jim Lee y Travis Charest, dos dibujantes muy inferiores al francés. Tampoco logra algo que le salía muy bien en Legion, que era darle rasgos faciales distintos a TODOS los personajes. Acá, excepto la Visión, todos los varones tienen la misma cara y los diferenciás por las máscaras o el color de la piel. Las heroínas también, parecen todas hermanas gemelas. Lo demás está muy bien: no hay tropiezos en la narrativa, las páginas de muchas viñetas están muy bien armadas, hay buenas coreografías para las escenas de acción, los fondos están copiados de las fotos (no son fotos retocadas) y cuando no están, se nota poco. Igual esto alcanzó para que Coipel se hiciera ídolo indiscutido en Marvel y no laburara nunca más para ninguna otra editorial.
Me queda sin leer el final de la etapa de Geoff Johns en Avengers, un tercer tomo (que me saluda desde la repisa) en la que mi clon promete explorar la extraña transformación que sufre She-Hulk en este tomo. Veremos cómo remata su paso por esta serie, que para mí es muy importante porque, de ahí en más, todo lo que leí de los Avengers me pareció chotísimo. Ahora estoy tentado de retomar con Jonathan Hickman, pero hasta hace unos meses, para mí Avengers terminaba con el último número de Johns. Que por ahí es una gloria y por ahí me decepciona. No sé, porque nunca lo leí...