el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 15 de noviembre de 2022

HOY SON DOS

Hoy tengo para reseñar dos novelas gráficas autoconclusivas, que no son parte de ninguna serie y que aparecieron hace relativamente poco. Empiezo a mitad de camino entre Inglaterra y Brasil, con un autor que me pareció muy, muy capo: David Jesús Vignolli, notable historietista e ilustrador brazuca radicado en Londres. Me cuesta entender cómo esta obra (por calidad y por temática) no se dio a conocer en toda Sudamérica el mismo día que la publicó Archaia en EEUU (2019), o cuando la publicó Kraken en España (2020). Nuevo Mundo cuenta una historia ambientada en el norte de Brasil, en la que época que chocan tres culturas: los pueblos originarios de esa región, los colonizadores portugueses que vienen a quedarse con esas tierras inmensas e inexploradas, y los africanos a los que los portugueses traen a América de prepo, para hacerlos trabajar en condiciones infrahumanas. Vignolli tiene la viveza de presentar este contexto de una manera muy fluida, sin aburrir al lector, sin pretensiones didácticas de competir con los libros de Historia. Sin restarle importancia, este momento clave en la historia de Brasil se va a ser integrado a la aventura y la va a nutrir, del mismo modo en que Nuevo Mundo se nutre también de elementos fantásticos, que tienen que ver con la cultura y la religión de las tribus indígenas que habitaban el país vecino antes de que llegaran los europeos. El resultado es vibrante, conmovedor y muy, muy ganchero. Vignolli construye a una protagonista (Iracema) decidida, cabezadura, que no se detiene ante nada en su cruzada por la justicia, y que con tal de ayudar a Amakai, ese esclavo negro cuyo lenguaje no entiende, va a encender la chispa de un conflicto que estallará y alcanzará niveles épicos. A la crueldad y la abyección de casi todos los europeos, Vignolli contrapondrá el espíritu indómito y solidario de Iracema. Pero el elenco de la obra es vasto y diverso, y también habrá garcas y cobardes entre los aborígenes, un portugués copado y solidario, niños, ancianos, animales, monstruos mitológicos, un subplot protagonizado por Amerigo Vespucci y secuencias donde el mar y la selva son tan protagonistas como los personajes humanos. El dibujo de Vignolli es sintético, dinámico, con un trazo muy suelto y un manejo brillante de las masas negras. Como los personajes hablan distintos idiomas y no se entienden, hay muchas secuencias mudas, resueltas con talento y con un recurso muy bien utilizado, que es el de meter en cada página muchas viñetas chiquitas. Vignolli también narra sin textos las secuencias oníricas y los combates, así que la cantidad de diálogos que vamos a leer en estas casi 150 páginas no es demasiada. El color es espectacular y contribuye mucho a esta atmósfera de exotismo, en la que conviven luchas zarpadas con criaturas fantásticas y momentos muy emotivos, donde lo que se pone de manifiesto es la humanidad de los personajes. Nuevo Mundo es una obra muy, muy hermosa, muy recomendable para los lectores e incluso para los editores: el que se anime a publicar esto en Sudamérica, seguro tiene un éxito en sus manos.
Y otra de autores latinoamericanos transplantados al Hemisferio Norte: desde los hermosos bosques de Vermont, al noreste de los EEUU, Liniers y su esposa, Angélica Del Campo, nos ofrecen El Fantasma del Faro, una novela gráfica originalmente escrita en inglés y traducida al castellano para su edición argentina. Sí, es raro pero es así: Angie Del Campo es argentina y toda su obra literaria (y ahora historietística) está escrita en inglés. El Fantasma del Faro no solo es la primera novela gráfica de Del Campo, sino que es el primer trabajo de Liniers con un guion que no le es propio. Así que solo por lo atípico, merece una lectura. Del dibujo casi ni tiene sentido hablar. Como siempre, Liniers se revela sin ningún esfuerzo como un virtuoso del plumín, capaz de dibujar lo que se le dé la gana con total naturalidad. Acá, además, tiene la limitación de trabajar en una obra apuntada a un público de unos 9 a 12 años, con lo cual no se puede ir al carajo en la narrativa, ni experimentar como lo hizo hace unos años en Bola Negra. Tiene que ir a lo tradicional: trazo simple, paleta de colores amistosa, puesta en página prolija y diáfana. Y por supuesto, eso a Liniers le sale de taquito. El resultado son casi 180 páginas de una calidad gráfica asombrosa, que cuentan la historia de modo accesible, y que encierran toda esa magia visual que solemos disfrutar los seguidores de esta bestia inhumana del Noveno Arte. La trama que propone Del Campo funciona muy bien. No está comprimida ni estirada, no se pasa de naïf ni de oscura, y abre el juego desde temprano a elementos fantásticos que van a resultar un muy buen complemento para la aventura de misterio. Un misterio que va a cambiar para siempre la relación entre Cristina, Martha, su papá, las memorias de su mamá y el entorno geográfico extremo y fascinante donde están virtualmente aisladas del mundo. Del Campo nos dice entre líneas que la reconstrucción de un hecho trágico por medios científicos, de los que utilizaría cualquier historiador, está muy bien, pero también hace falta lo otro: la conexión emocional, el factor humano (o post-humano), la capacidad de empatizar con el otro que -en este caso- aflora sobre todo en las niñas protagonistas, mientras que los adultos -lógicamente- descartan buena parte de lo que las nenas afirman que sucede, por considerarlo fantasioso o descabellado. La novela tiene las dosis adecuadas de ternura, humor, travesuras infantiles, rebeldía pre-adolescente, suspenso, tragedia, investigación detectivesca y un marcado amor por la naturaleza, sus paisajes, sus ritmos y la forma en que se impone por sobre las veleidades del ser humano. Si a mí me entretuvo y hasta por momentos me entusiasmó, sospecho que si le das El Fantasma del Faro a borreguit@s de 9 a 12 años, van a flashear zarpado. Nada más, por hoy. Seguramente esta semana habrá más reseñas y el domingo nos encontramos en Frikimanía, el evento que se hace en Concordia, Entre Ríos. Y además empieza el Mundial.

lunes, 2 de noviembre de 2020

BOLA NEGRA

A lo largo de varios años, Liniers trabajó en la adaptación al comic de este cuento del autor mexicano Mario Bellatin, ahora transformado en una novela gráfica. Fiel a su estilo innovador y cercano al disparate, Liniers se puso una regla: iba a adaptar en cada página del comic dos renglones de cuento. O sea que si en dos renglones Bellatin contaba poco o nada, lo mismo sucedería en la historieta. Incluso cuando el renglón termina con una palabra cortada en alguna de sus sílabas por un hiato, Liniers reproduce ese corte y la palabra inconclusa continúa en la página siguiente de la historieta. Sí, ya sé. Un delirio total. Ya el sólo hecho de no modificar el texto en lo más mínimo, no sintetizar frases, no dejar afuera ni una coma, es un salto al vació absoluto. Lo que hace Liniers, al final, no es exactamente una historieta: es acompañar con ilustraciones un texto que ya existe exactamente igual en su versión literaria. Las páginas están armadas (casi siempre) como si fuera una historieta: varias viñetas yuxtapuestas, con globos de diálogo (que a veces contienen menos de una palabra entera) y bloques de texto. Pero en ningún momento hay secuencias mudas, en las que el dibujo se aventure a contarnos algo que el texto no cuenta y en general vemos muy pocas transiciones de acción a acción, o de momento a momento. Este detalle y el de las palabras cortadas en cualquier lado (y continuadas en la página siguiente) son las que transmiten la sensación de estar leyendo algo que más que una historieta es un experimento, o –visto con mala leche- un capricho. No voy a descubrir nada nuevo si digo que Mario Bellatin escribe muy bien. En este relato hay muchísimas frases preciosas, ideas muy locas, un misterio que se nutre tanto de elementos místicos como científicos, cierta ironía, cierto juego con lo asqueroso, cierta mirada satírica a las tradiciones milenarias de Oriente… Falta un poquito más de profundidad psicológica en el protagonista (el entomólogo japonés Endo Hiroshi), pero ahí sí, a la hora de definir el aspecto de los personajes Liniers logra darles una carnadura que por ahí en el texto de Bellatin no tenían. El relato es atractivo, no lo discuto para nada. Entiendo por qué Liniers se cebó con el cuento al punto de querer transformarlo en una historieta. Lo que me parece es que no era un cuento idóneo para este tipo de traslación y que, al imponerse esas reglas tan bizarras, Liniers inclinó todavía más la cancha a favor de los rivales. El resultado no es exactamente malo, pero comete un pecado que ningún libro debería cometer: jamás te convence de que estás leyendo algo trascendental. Incluso si te engancha la historia de Endo Hiroshi, incluso si te intrigan o fascinan las bizarreadas que manda Bellatin para enroscar un poco más la trama, incluso si te maravillás con los recursos gráficos y con la calidad del dibujo de Liniers (que es sublime), Bola Negra no te termina de involucrar por completo. Todo el tiempo aparece el tema del capricho, a veces de manera subyacente, otras de manera muy, muy conspicua. Y al final gana esa sensación de que Liniers la pasó bomba poniéndole dibujos a su cuento favorito de ese escritor con el que pegó onda cuando se conocieron en Tierra del Fuego, pero que uno, como lector, nunca termina de ser parte de esa fiesta. Hay dos tipos talentosos, cada uno hizo lo que se le cantaron las bolas, los dos le pusieron imaginación, pasión y jerarquía a su labor artística, y sin embargo el resultado es algo que (por lo menos desde mi óptica de fan de las historietas de Liniers) no logra llegar a buen puerto. No logra lograr ese logro (diría un especialista en rebuznancias) que la convierta en una novela gráfica potente, atrapante, compacta, satisfactoria de punta a punta. Si sos muy fan de Bellatin, quizás te interese como pieza extraña en la bibliografía del escritor mexicano, y si sos fan de Liniers acá vas a ver al ídolo dibujando, coloreando y planificando páginas en un nivel extraordinario. Con la adaptación al comic de Bola Negra, el consagrado autor de Macanudo propone una timba muy loca y muy arriesgada, pero con la que en varios momentos me costó conectar, por eso hoy me cuesta recomendar. Nada más por hoy. Este mes, vamos a tener 10 reseñas de sendos libros a cargo de autores argentinos, o por lo menos UN autor argentino. Nos reencontramos pronto, acá en el blog.

jueves, 27 de junio de 2019

JUEVES FRESQUITO

Vengo leyendo poca historieta, porque por distintos motivos estoy saliendo poco de mi casa y no tengo esos viajes en subte, tren o colectivo que (si consigo asiento) generalmente uso para leer. Pero como siempre, algo hay.
Empiezo con una gema a la que le tenía mucha fe, pero que superó ampliamente mis expectativas: el Vol.1 de Black Hammer, la serie de Jeff Lemire y Dean Ormston que publica (con gran éxito y numerosos spin-offs) Dark Horse. Black Hammer es un comic con disforia de género: Lemire nos presenta a un grupo de personajes forjados en el molde de los superhéroes clásicos (hasta nos explica en los textos del final en qué personaje de DC estaba pensando cuando creó a cada uno) pero puestos a funcionar en otro género, un género que les resulta hostil, o por lo menos incómodo.
Tras un combate contra un villano cósmico infinitamente poderoso (una especie de Darkseid/ Galactus), estos héroes y heroínas reaparecen en una granja, en algún lugar del Bible Belt de los EEUU. Algunos conservan sus cuerpos originales, otros ven sus mentes trasladadas a cuerpos que no son los suyos, ninguno puede salir de esa zona, a todos les cuesta adaptarse a una vida normal, rural, apacible, sin más conflictos que los que emergen de sus propias personalidades y de su interacción con la gente del pueblito vecino a la granja. Lemire acierta al revelarnos con cuentagotas la información que necesitamos acerca de estos personajes, los poderes que tienen, el combate que terminó en este brutal cambio del status quo, el rol que cumplió en esa batalla el héroe principal de este universo (Black Hammer, cuya ausencia en esta nueva realidad es más que notoria)… Todos esos puntos dramáticos que tienen que ver con el costado superheroico de la serie “sacan número” y esperan su turno mientras el guionista explora lo que más parece interesarle, que son los vínculos entre los personajes, sus inseguridades y lo mucho que les cuesta adaptarse a la nueva situación. Y por detrás de todo esto avanza el subplot de la hija de Black Hammer, que quiere llegar a la verdad y descubrir qué pasó con su padre y sus compañeros de super-grupo.
Sin dudas es un comic raro, que juega con el conocimiento que tienen el lector de los tropos del género supeheroico, pero además agrega varias capas de profundidad y un montón de elementos pensados para descolocar al cancherito que cree que ya ningún comic de tipos y minas con superpoderes lo puede sorprender. Lo que está haciendo Lemire en Black Hammer es algo que –posta- nunca hizo nadie y lo está haciendo asombrosamente bien.
Por supuesto, me pongo de pie para ovacionar al maestro Dean Ormston por su labor al frente de la faz gráfica. Obvio, juega con seis anchos de espada en el mazo porque lo colorea Dave Stewart, pero el trabajo del inglés es realmente exquisito. Ormston no falla en los climas, en las referencias visuales a los comics que Lemire quiere que recordemos cuando tira un flashback, se mata en los fondos y resuelve todos los efectos de iluminación con un claroscuro poderosísimo, expresivo y evocativo al mango. No tengo comprado el Vol.2, pero ni bien lo vea a un precio razonable, le entro como el agua al Titanic.
Después de este escarceo con la gloria, necesito una lectura más tranqui, más livianita, y salto a Argentina para ver qué onda el Vol.14 de Macanudo, con más de 250 tiras de las que publica Liniers en el diario La Nación. El tomo arranca fuerte, con una seguidilla de tiras acerca de garcas coimeros, testaferros de otros garcas coimeros, que hablan de cuentas offshore y de ser felices dilapidando el dinero malhabido. No es una temática que habitualmente aparezca en las tiras de Liniers, y la verdad que fue una muy grata sorpresa. Después tenemos el tradicional desfile de personajes al que nos acostumbró Macanudo, todos vehículos para que Liniers explore distintas facetas del humor y del dibujo sin aburrirse.
De las ideas que no había visto en tomos anteriores, la que más me gustó es Charlas Entre Chicos de Cinco Años, pero hay varias muy buenas y otras (como siempre) muy raras. Un tema que aparece mucho en tiras muy distintas entre sí es el de la relación entre la gente de hoy y el mundo de las redes sociales, los celulares, las selfies y demás pelotudeces de la era digital. Liniers es sumamente crítico de todo esto, y arroja sus dardos con sutileza y elegancia, en parte porque sabe que su público es parte de la gran masa que compró y abraza todas estas pelotudeces.
Y como siempre, por encima de la comicidad, o de la ternura, o de la bizarreada que le pone Liniers a cada tira, emerge el tremendo placer que genera ver a un tipo dibujando a este nivel, con esta amplitud de registro, este manejo del color, de la línea, de las formas de las viñetas, del armado de las secuencias. Debe ser muy frustrante ser historietista, publicar hace mil años una tira en un diario y tener que ver todos los días lo que hace Liniers en Macanudo…

Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

martes, 18 de octubre de 2016

TRES DE MARTES

Mirá qué pocas fichas le ponía DC en los´70 al tema de editar comics en formato libro, que en 1979 licenció la recopilación del Manhunter de Archie Goodwin y Walt Simonson (gema absoluta de 1973-74) a otra editorial, la cuasi-ignota Excalibur Enterprises. Así salió este extraño libro coordinado por Roger Slifer (más tarde co-creador de Lobo), en formato de álbum europeo, y –lo más grosso- con la historia completa y EN BLANCO Y NEGRO. Si leíste el Manhunter de Goodwin y Simonson (y si no, leelo YA), recordarás que el Gran Walt se zarpaba con páginas de 12 o 14 viñetas hiper-abigarradas, repletas de información. Imaginate cuánto mejor se ve eso en un formato más grande y sin el color horrible de los comic-books de los ´70. Visualmente esto es un redescubrimiento GLORIOSO del trabajo de Simonson, en el que la línea, la mancha, la composición y hasta las onomatopeyas cobran mucho más sentido y pegan mucho más fuerte. Maravilloso es poco.
Del guión no sé si hace falta hablar. Se trata de un clásico reeditado mil veces, que supongo que ya casi todos conocerán, aunque sea de oído. El único problema que tiene esto es que es muy corto. Uno quisiera que la saga continuara por lo menos 100 páginas más, por la cantidad de conceptos grossos y por la profundidad que Goodwin logra darle (aún en espacios muy reducidos) a las aventuras de Paul Kirk. Por supuesto tengo el recopilatorio que sacó DC cuando murió Goodwin, ese que incluye la historia inédita que Simonson dibujó pero se negó a ponerle textos por respeto a la memoria de su amigo. Y por esa historia me lo guardo, aunque ahora tenga repetido todo lo demás y se vea todo tanto mejor en esta gema bizarra del ´79.
Después de muchos amagues, me introduje en el mundo de Alfonso Zapico, el galardonado autor español, y empecé por el principio, por su opera prima, Café Budapest, de 2008. Me encantó. No parece para nada una opera prima, sino una obra de un autor ya maduro, ya muy canchero en esto de las novelas gráficas en las que se combina la historia de un puñado de personajes de ficción con hechos históricos atractivos. En este caso, Zapico sitúa su historia en 1947, justo cuando se crea el Estado de Israel en una porción de tierra que hasta entonces formaba parte de Palestina. La novela es una especie de Year One de todos los kilombos de la famosa Franja de Gaza, que luego retratarían en sus historietas autores como Joe Sacco o Guy Delisle, sin el atractivo de introducir personajes ficticios. En ese rubro, el virtuoso autor asturiano saca una ventaja notable: sus personajes son verosímiles, laten, transmiten un montón de emociones y uno aprende rápidamente a quererlos.
Y además, no aburre con data enciclopédica. Café Budapest explora, explota y explica un contexto histórico complejo y sumamente interesante, pero no se queda en eso. Lo articula perfectamente con lo más jugoso que tiene la novela gráfica que son las historias de los personajes, con sus amores, sus rencores, sus luchas, sus convicciones y las heridas que quedaron abiertas tras la Segunda Guerra Mundial. Recomiendo grosso esta obra de Alfonso Zapico y en cuanto pueda voy por más.
Y cierro con una brevísima mención al Vol.12 de Macanudo, el más reciente tomo recopilatorio de la tira que hace Liniers hace ya mil años para el diario La Nación. Lejos, lo mejor del tomo está en las cuatro páginas finales, con la historia del Gigante Buenagente, una cátedra de humor fino, imaginación, dibujo, color y timing. Después hay algunos hallazgos, cuatro o cinco chistes de esos que te hacen reir fuerte, algunos personajes nuevos con potencial (La Guadalupe), nerdeadas varias y muchas tiras en las que Liniers nos pasea por climas y situaciones que ya vimos tantas veces en Macanudo que uno se pregunta si no son republicaciones o versiones redibujadas de chistes de hace ocho o diez años. Pero bueno, el universo de la tira diaria funciona así, con la reiteración como un elemento más, y con la familiaridad entre el lector y las situaciones como un pilar sobre el que se sostiene casi todo lo demás. Y sí, Liniers ha sabido romper ese esquema con la frecuencia suficiente como para que lo sigamos leyendo con atención… además de maravillarnos con la calidad de sus dibujos.
¡Volvemos pronto con más reseñas!



martes, 14 de abril de 2015

14/04: SE CONVIRTIERON EN HEROES


Y, no… La verdad que esto no da para ser evaluado como fuera una historieta. Hay muchas páginas en las que Liniers recurre a la narración secuencial, pero básicamente son chistes, o a lo sumo ilustraciones alusivas a distintos momentos de lo que fue el mundial de Brasil 2014, obviamente vistos a través del prisma personal del consagrado dibujante.
Esto es algo así como la secuela del álbum de figuritas del Mundial. Si alguna vez coleccionaste figus del Mundial, recordarás que estas tenían poquísima información, a veces sólo los nombres de los jugadores y a qué selección representaban. No había álbumes de figus post-Mundial, que contaran quiénes habían sido las figuras, qué promesas quedaron en el humo y los espejitos de colores, quiénes se consagraron, quiénes se hundieron, quiénes ascendieron al panteón de los dioses futboleros… Este libro cumple perfectamente esa función. Los chistes e ilustraciones de Liniers están hechos al ritmo de la crónica diaria, del minuto a minuto y desde el lugar de los hechos. Y por supuesto, no sólo dan cuenta de lo que pasaba adentro de las canchas, sino también del fenómeno social y hasta mediático que constituyó el Mundial. O sea que hay una mirada personal, novedosa, que también suma y hace que estas tiras no sean un repaso más de lo que dejó la Copa del Mundo.
Como siempre, corresponde hablar de lo bien dibujado que está todo. Te podés reir o no de los chistes, te podés emocionar o no cuando Liniers patea para ese lado, pero no se puede discutir que la calidad de los dibujos es alucinante, y que el creador de Macanudo salió a transpirar la camiseta y a superarse a sí mismo en casi todas las páginas.
Y como complemento, al lado de cada dibujo o historieta de Liniers, tenemos un breve texto del periodista especializado Daniel Arcucci, quien también cubrió el Mundial para el diario La Nación. Arcucci sabe muchísimo y además escribe muy bien (y además es de Racing), así que en las páginas en las que no hay dibujos, también hay información, algo de análisis y bastante emoción.
No me quiero extender mucho más, porque no da. Me conformo con recomendarles este libro a los fans de Liniers y por supuesto a los fans del futbol que quieran atesorar una crónica distinta del inolvidable Mundial de 2014. Si estás como loco esperando la Copa América, o si todavía hay días en los que te sorprendés a vos mismo cantando “Brasil decime qué se siente”, rendile un pequeño tributo a la Selección de Sabella calzando este librito en tu biblioteca de historieta y/o humor gráfico.

sábado, 15 de noviembre de 2014

15/11: POSTERS

En otra bizarra coincidencia del destino, justo el día del cumpleaños de Liniers me toca reseñar algo que siempre quise leer, que es una novela gráfica de Liniers.
Es una novela gráfica muy rara, hecha de a una página por mes a lo largo de 79 meses. Seis años y medio en los que Liniers se embarcó en lo que él mismo definió como “un cadáver exquisito unipersonal”, porque el autor sólo leía la página publicada el mes anterior y en base a eso improvisaba una continuación, una nueva peripecia, un nuevo giro del destino para sus personajes, eternos prisioneros de un demiurgo caprichoso, inquieto, sublevado a la clásica estructura narrativa de “principio-desarrollo-fin”.
¿Y qué onda el resultado? ¿Es una aventura consistente, o una sucesión de bizarreadas frutihortícolas sin pies ni cabeza? A simple vista, yo diría (y Liniers pareciera coincidir) que lo segundo. Se nota mucho la ausencia de una línea argumental pensada y trazada por el autor, y su lugar lo ocupa una improvisación sumamente conspicua. Lo bueno es que esta ausencia de rumbo repercute en una ausencia de ataduras, de condicionamientos. Y así es como Posters gana en frescura, en libertad, en espontaneidad. Como ni el propio Liniers sabía qué carajo podía llegar a pasar, puede pasar cualquier cosa y eso hace que la lectura se haga muy divertida, muy amena, poblada de sorpresas y giros impredecibles.
Acá no hay convenciones porque no hay géneros. Escenas que daban para ser clave se convierten en anécdotas menores dentro del big picture. Escenas que podrían haber durado dos viñetas se extienden varias páginas a fuerza de diálogos muy bien escritos, de fina comicidad. No todas las ideas locas tienen que ver con lo visual, con las ganas que por ahí tenía Liniers de dibujar X cosa. Algunas van claramente para otro lado (y andá a saber de dónde vienen). Posters es una montaña rusa enloquecida, una mezcla bizarra entre una novela gráfica de “misterio freak” al estilo Richard Sala y todas las excentricidades retorcidas, cómicas y a veces geniales que aparecían en las historias cortas de Max Cachimba.
A esta altura, asombrarse por la calidad del dibujo de Liniers ya es un acto de ingenuidad sólo comparable al de votar a los políticos a los que promociona la agencia de Ramiro Agulla. Todo lo bueno que le vimos hacer en Macanudo, acá está mejor: el armado de la página, el juego con el tamaño y el contorno de las viñetas, el manejo de ese plumín frenético con el que logra texturas alucinantes, la expresividad de los personajes, la variedad de registros… y a todo eso hay que sumarle algo que Liniers hacía más en sus inicios, allá por principios de este milenio (que fue cuando arrancó con Posters), que es acotar intencionalmente la paleta de colores y trabajar en una única gama, en este caso la que va del rojo al amarillo, con excelentes resultados. A nivel visual, acá tenemos un despliegue increíble y sin esos altibajos que tiene el “guión”. El dibujo es parejo de punta a punta y siempre en un nivel realmente extraordinario.
Resumiendo, si no esperás el recontra-guión, si te animás a leer un relato que responde más a la lógica de los sueños que a la de la narrativa clásica, acá te vas a encontrar con un Liniers que se divierte como nunca, que sabe generar intriga desde los diálogos, que dibuja como la San Puta y que a la hora de salir a limar por los terrenos de la aventura, resulta tan imbatible como a la hora de bancar una tira diaria de gran calidad durante más de 10 años.
Ah, me olvidaba! Se fueron al carajo con el precio de este libro. Por más que sea una obra maestra de un autor que tiene hordas de fans, por más que la calidad de papel e impresión sea increíble, por más que las tapas tengan unas solapas hermosas y laca sectorizada, sigue siendo un libro de 96 páginas. Cobrarlo $ 190 es un suicidio, liso y llano.

viernes, 28 de febrero de 2014

28/ 02: MACANUDO Vol.10

Dosis extra large (casi 190 páginas) de Macanudo y la verdad no es mucho lo que me queda para decir, porque ya pasaron por el blog las reseñas de los dos tomos anteriores.
Quiero destacar que me reí bastante. Hay como... cinco o seis tiras que me hicieron reir en serio, no una sonrisita, ni un “ja” medio contenido. La del pagadiós, o la de las precuelas de libros famosos son tiras que me llegaron con mucha fuerza, que me impactaron con su gran comicidad. Está claro que Liniers no sale a buscar la carcajada, sino la complicidad del lector, la predisposición de este (o esta) a pasear junto con el autor por distintos estados de ánimo, distintos climas, donde en general prima una atmósfera de reflexión y de buena onda, de invitación a sentirnos bien, a reencontrarnos con valores copados, con cosas lindas de la infancia, o simplemente a encontrarnos con situaciones absurdas o descolgadas. Por ese camino laberíntico, sinuoso, también se llega (de vez en cuando) a la risa.
En este tomo doble, el elenco clásico de Macanudo se refuerza con incorporaciones como Nuevos Refranes, Benito el Nihilista, Pambo Dice Cosas, El Escritor de Cartas y la que menos me cerró: Estos Locos, Locos Políticos, una serie de tiras muy bien dibujadas, en las que Liniers regurgita todos los clichés del típico discurso de la anti-política. Yo no digo que los políticos se merezcan la canonización, por el contrario, me parece muy sano señalar los delitos que cometen, su doble discurso, etc. Pero puestos a señalar, prefiero que se señale con nombre y apellido a los que EFECTIVAMENTE mienten, chorean y se cagan en la gente, que por suerte no son todos. Con chistes como estos, en los que se bardea a los políticos en general, se le da sustento al malintencionado chamuyo de que TODOS son chorros, garcas, etc., y la verdad que eso no suma en lo más mínimo.
Liniers también recopila muy lindas anécdotas de la vida real protagonizadas por sus hijas y republica cinco tiras de los ´90, de antes de que empezara a publicar Bonjour en Página/12 (yo las tengo en un fanzine, en blanco y negro), donde vemos un estilo de dibujo muy, muy distinto al actual. La recopilación termina justo cuando Macanudo festeja sus 10 años de publicación en la contratapa de La Nación, y se complementa con las tiras “apócrifas”, entre las que hay muy, muy poquito para rescatar: la de Juan Sáenz Valiente, el dibujo de la de Marcela Trujillo, y el resto... para atrás.
Y como siempre, lo más destacable de cada libro de Macanudo es la infrecuente calidad del dibujo, muy por encima de lo que se ve normalmente en las tiras diarias no sólo de nuestro país. Es muy obvio que Liniers ama dibujar, que le pone el alma a cada trazo, a cada pincelada, y que se mata para sorprender incluso al lector que lo sigue hace más de 10 años con el armado de la tira, con el montaje de las viñetas y –obviamente- con los contenidos.
Sigo a la espera de una novela gráfica de Liniers que rompa todo y le cierre el orto a todos los que lo critican. Mientras tanto, Macanudo sigue vigente como un patio de juegos donde pasar un buen rato y dejarnos maravillar por la pasión, la imaginación y el laburo que le pone este animalito a cada tira, cosas que por supuesto se aprecian más en estos tomos recopilatorios que en las páginas del house organ de la oligarquía argentina.

sábado, 9 de febrero de 2013

09/ 02: MACANUDO Vol.9

Nuevo tomo de Macanudo y bueno, no es mucho lo que tengo para decir que no haya dicho ya en la reseña del Vol.8, aparecida en el blog allá por Marzo de 2011. O sea que, ante todo, recomiendo repasar ese texto.
¿Ya está? Bien. A todo lo anterior le agrego que en este tomo hubo dos tiras que me hicieron reir mucho, en voz alta. Una de Enriqueta y Fellini muy ingeniosa y la otra fue la primera aparición de un personaje nuevo, al que rápidamente puse en el podio de la fauna macanuda: Ome, el emo al revés. Un concepto brillante que –ya cerca del final del tomo- le habilita a Liniers una nueva veta para explorar, con resultados excelentes, plenos de originalidad y comicidad.
Otra vertiente que Liniers enfatiza en este tomo es la de los chistes geeks, con muchísimas tiras relacionadas a Star Wars (varias de ellas gloriosas), el Pac-Man, Donkey Kong, E.T., Hello Kitty y hasta un superhéroe creado ad hoc, el Capitán Déja Vu. Este último protagoniza varias tiras (una de ellas perfecta, con formato circular), pero –por ahora- es un recurso con más posibilidades de repetirse que de sorprender. Veremos si Liniers le encuentra otra vuelta más adelante.
A todos los experimentos estéticos y temáticos hay que sumarle además los experimentos formales. Y no me refiero sólo al armado de las tiras (con esa incesante búsqueda en materia de formas y tamaños de las viñetas) sino a esa mini-serie dentro de la tira llamada Random Macanudo, en la que Liniers ofrece tres tiras armadas con viñetas “al azar” de otras tiras ya publicadas. Por supuesto, esto tiene trampa: las viñetas están elegidas para lograr un efecto cómico y además están re-dibujadas, no son copy-paste de viñetas viejas. Una gran idea que ojalá Liniers revisite en el próximo tomo. Ah! Y ojalá haya un segundo Casting. Esas tiras me parecieron increíblemente ingeniosas.
El resto va por los carriles que ya conocemos: Olga y Martincito, el Hombre Misterioso, Conceptual Incomprensible, Pablo Picasso, Pan Chueco, los pingüinos, los duendes, un par de apariciones memorables de la Vaca Cinéfila y El Señor que Traduce los Nombres de las Películas y muchas de Enriqueta, su gato y su osito. Y un montón de tiras (no necesariamente chistes) en las que no aparecen los personajes recurrentes y en las que Liniers hace gala de su impactante estilo gráfico y de su capacidad para generar ideas, reflexiones y –a veces- sonrisas. Esta es la tira no de un humorista, sino de un visionario, y me parece que lo que la hace atractiva es precisamente eso, la visión que tiene Liniers de la vida, la óptica (a veces alucinada y a veces muy prosaica) que utiliza para mirar y el talento que pela para mostrar. E incluso para sugerir.
Macanudo ya lleva más de 10 años en la contratapa de La Nación. Son más de 3650 tiras, aparecidas TODOS LOS PUTOS DIAS y encima con un nivel promedio muy, muy alto. Alguna vez dije que el que inventó la frase “La Imaginación al Poder” había leído la Doom Patrol de Grant Morrison. Ahora cambio el discurso (al mejor estilo UCR) y digo que no, que el que acuñó esa frase seguro era un lector de Macanudo. Pocas veces la imaginación voló tanto y tan alto como en esta quijotada de Liniers, cada día más difícil de superar.

miércoles, 2 de marzo de 2011

02/ 03: MACANUDO Vol.8


Esos dias en los que me creo el Más Guacho Pija por postear textos nuevos en este blog todos los fuckin´días desde hace 14 meses, miro el sector de mi biblioteca donde tengo los libros de tiras diarias y enseguida bajo 136576 cambios. Man, Liniers en Macanudo lleva más de ocho años mandando tiras TODOS LOS PUTOS DIAS! ¿Sabés lo que debe ser eso? Al principio, una fiesta. Después, rutina. Y en un punto, un calvario. Está bien, Liniers se toma vacaciones, licencia por paternidad, etc. Y no dibuja cuando se va de viaje, sino que deja material adelantado. Pero… son más de ocho años, si no cumplió ya los nueve! Son más de 3000 días! ¿Cómo te queda el bocho después de imaginar y dibujar una tira durante 3000 días? Y además, ¿cuánto te cambia la vida en 3000 días? ¿Cuánto de lo que te copa hoy te va a copar dentro de 3000 días? La verdad es que dibujar una tira diaria es un sacerdocio heavy metal y aún los que las dibujan así nomás, con ideas chotas o afanadas y dibujos mediocres, se merecen algún tipo de reconocimiento, aunque más no sea por la constancia.
Liniers, además, se merece pasar a la historia, porque Macanudo es una cátedra de generosidad. Acá ves todos los dias a un tipo que AMA dibujar y que pela siempre y nunca se guarda nada. Las tiras te pueden causar gracia o no, los personajes te pueden interesar o no, pero no se puede discutir lo obvio: Liniers es un dibujante de un talento indescriptible, un tipo cuya comprensión del oficio excede por completo el medio en el que publica, los géneros en los que incursiona y los mercados en los que se comercializa su trabajo. No hay muchos dibujantes del nivel de Liniers, en general, en el mundo. Y mucho menos tipos de ese nivel que se banquen dibujar una tira todos los días. El sólo hecho de jugar con las viñetas, los marcos que dividen a unas de otras, sus formas y tamaños, ya lo pone a años luz del que va segundo. Un juego casi inevitable, porque cuando dibujás tan bien, los márgenes de las viñetas, el propio formato de la tira, te quedan chicos, no alcanzan para contener la fuerza de tu dibujo. Pero además Liniers juega con la secuencia y hasta con la no-secuencia, maneja una gama de personajes amplísima (que le permite saltar por géneros y estéticas distintas, una demostración de inteligencia, pero además de respeto por la inteligencia del lector), se mueve cómodo por distintos tipos de humor, e incluso abre una puerta por la que después se colaron varios: la del no-humor.
Muchas de las tiras de Macanudo (sobre todo en los últimos años) no pretenden ser cómicas. A veces son irónicas, a veces reflexivas, a veces tiernas, a veces intencionalmente incomprensibles, a veces bizarras, a veces pelotudas y –cada tanto- MUY graciosas. Liniers busca todo el tiempo nuevas cosas para hacer en la tira, nuevos universos por explorar, nuevos rumbos. Se resiste (vaya a saber por qué) a cohesionar su universo: cada personaje está en la suya y no se tocan ni se visitan, como sí sucede en otras tiras de protagonismo coral, como la de Rep, o Lucha Peluche. Y siempre, pero siempre, las ideas que encuentra Liniers terminan eclipsadas por la verdadera estrella de la tira, por el ancho de espadas, que es el dibujo.
Este recopilatorio incluye (creo que por primera vez) las tiras que se publicaron en una de las vacaciones de Liniers, los Macanudos Apócrifos, en los que otros autores prestan su talento para dibujar una tira cada uno hasta que vuelva el ídolo. Acá hay 17 invitados y quiero destacar a tres que son los que más me gustaron: Alberto Montt, Fernando Calvi y sobre todo El Bruno, que pela una de las cuatro o cinco mejores tiras del libro.
Y bueno, obviamente cuanto más leo Macanudo más quiero ver a Liniers mandarse una novela gráfica de la hiper-concha de Dios, que le parta el cráneo a los salames que no lo valoran, o que lo catalogan como un nene cheto que se hace el artista sensible para levantarse minitas de escuela secundaria. Probablemente eso no pase nunca, porque lo que sostiene al fenómeno Liniers (término que abarca las muestras, los shows con Kevin Johansen, las ilustraciones, los cortos animados y hasta la propia editorial que publica este libro) es Macanudo. Y Liniers lo sabe, no come vidrio. Así que nada, a seguir soñando con esa novela gráfica en la que este virtuoso del dibujo y de la vida pueda demostrar definitivamente que es uno de los historietistas más grossos que habitan hoy nuestro planeta.