Me tocó un trip bizarro a
fines de los ´60 y volví con el ojete muy dolorido…
Este masacote de 400
páginas editado por Panini recopila los primeros 19 episodios de Lupin III, el
manga creado por Monkey Punch en Septiembre de 1967, unos meses antes de que yo
naciera. La verdad, entiendo que haya gente fanática de esta obra, pero a mí me
costó muchísimo entrarle. Primero por el dibujo, que no se parece en nada al de
la portada. Lo que dibuja Punch adentro es caótico, a veces muy sintético, los
personajes tienen poquísimos rasgos faciales (y se parecen todos entre sí), es
todo una cosa como apresurada, pasada de revoluciones. La narrativa no es clara
y la forma en que el autor pone tonalidades de gris (con ese efecto como de
aguadas) le suma más confusión a la composición de las viñetas. Por si faltara
algo, en un libro chico (13 x 18) tenemos páginas cuatro y hasta cinco tiras de
viñetas, todas muuuuy chiquitas. Obviamente, cuando Punch se anima a meter
menos cuadros por página (nunca menos de seis o siete) el dibujo se ve y se
entiende mejor. Pero a grandes rasgos, visualmente encuentro poco para
rescatar. La desmesura y el vértigo están bien… si no se llevan puesto el
relato. Acá es como too much. Tanto personaje hiperkinético, tanta comedia física…
por ahí en un manga apuntado al público infantil tiene más sentido que es esto
que se supone que es para mayores.
Los guiones son, en la
mayoría de los casos, tan caóticos y confusos como los dibujos. Vos sabés que,
pase lo que pase, al final Lupin se va a salir con la suya y va a humillar a su
adversarios, por jodidos que parezcan. Monkey Punch juega con eso, y te tiene
ahí tratando de descifrar cuál va a ser el plan maestro de este carismático
delincuente, de qué se va a disfrazar, cómo va a zafar de las trampas que le
tienden sus enemigos. Eso está bien. Lo choto son las resoluciones, totalmente
inverosímiles, fumancheras y anticlimáticas. Se supone que la serie está
ambientada en el mundo del hampa, donde todos son capos mafiosos, ladrones,
sicarios, buchones infiltrados en organizaciones criminales… Y el manga
desenfatiza eso todo el tiempo, con chistes en los momentos de tensión
dramática y todo tipo de boludeces que van en contra del clima que (me parece a
mí) mejor le sentaría a las tramas.
Y después está el tema de
las mujeres. En todos los episodios, Monkey Punch inventa alguna excusa (casi
siempre muy flojita) para que aparezcan situaciones sexuales que involucran a
unas chicas muy parecidas entre sí, con unas curvas sumamente impactantes. Casi
siempre el rol de las chicas es muy menor, son rehenes de los malvivientes, que
por supuesto tienen sexo con ellas casi siempre de forma no consentida. Las
amenazan, la extorsionan, las hipnotizan, o directamente las ultrajan… y por si
faltara algo, una vez abusadas, las chicas suelen pedir más sexo a sus
abusadores. Esto que (supongo yo) era medianamente aceptable a fines de los
´60, hoy se me hizo muy difícil de digerir, sobre todo porque estas situaciones
(múltiples variaciones de “el tipo presiona a la chica para que se abra de
gambas”) se reiteran en prácticamente todos los episodios.
No casualmente, el
episodio que más me gustó es “Jaque Mate”, uno en el que Lupin, el guacho
winner que humilla a todos y se garcha a todas, pierde por goleada frente a una
minita, que parece una boluda más y al final resulta tenerla más clara que el
infalible protagonista. Son apenas 17 páginas, un oasis en un desierto. Y el
otro episodio que me gustó bastante es “Cazarrecompensas”, donde Lupin tiene
que transpirar bastante la camiseta para arañar una especie de empate. Acá se
repite la idea de “la minita sexy en realidad es una mente maestra que le da
ocho vueltas a los supuestos porongas”, pero dentro de una trama que rompe
bastante el molde habitual. Y la historia más rara es “Doce Capítulos Sobre
Lupin”, en la que el protagonista dialoga con el propio Monkey Punch, pero
mirando al lector. El argumento no es gran cosa, pero el recurso es novedoso y
ayuda a mantener la atención.
No sé en qué momento el
dibujo de Monkey Punch empieza la evolución hacia el trazo más depurado, más
careta, más lindo (como el que se ve en las carátulas con las que abre cada
episodio), o si eso jamás sucede. Tampoco lo voy a averiguar. 400 páginas de
Lupin III son todo lo que estoy dispuesto a leer de esta serie, de inusitada
popularidad en mercados como el de Italia o Francia, donde aún hoy es un ícono.
No es una basura, no es insostenible, tiene su gracia y su ingenio, pero a mí
no me sedujeron ni los guiones ni los dibujos.
Nada más, por hoy. Nos
reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.