el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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miércoles, 20 de mayo de 2020

LUPIN III Vol.1

Me tocó un trip bizarro a fines de los ´60 y volví con el ojete muy dolorido…
Este masacote de 400 páginas editado por Panini recopila los primeros 19 episodios de Lupin III, el manga creado por Monkey Punch en Septiembre de 1967, unos meses antes de que yo naciera. La verdad, entiendo que haya gente fanática de esta obra, pero a mí me costó muchísimo entrarle. Primero por el dibujo, que no se parece en nada al de la portada. Lo que dibuja Punch adentro es caótico, a veces muy sintético, los personajes tienen poquísimos rasgos faciales (y se parecen todos entre sí), es todo una cosa como apresurada, pasada de revoluciones. La narrativa no es clara y la forma en que el autor pone tonalidades de gris (con ese efecto como de aguadas) le suma más confusión a la composición de las viñetas. Por si faltara algo, en un libro chico (13 x 18) tenemos páginas cuatro y hasta cinco tiras de viñetas, todas muuuuy chiquitas. Obviamente, cuando Punch se anima a meter menos cuadros por página (nunca menos de seis o siete) el dibujo se ve y se entiende mejor. Pero a grandes rasgos, visualmente encuentro poco para rescatar. La desmesura y el vértigo están bien… si no se llevan puesto el relato. Acá es como too much. Tanto personaje hiperkinético, tanta comedia física… por ahí en un manga apuntado al público infantil tiene más sentido que es esto que se supone que es para mayores.
Los guiones son, en la mayoría de los casos, tan caóticos y confusos como los dibujos. Vos sabés que, pase lo que pase, al final Lupin se va a salir con la suya y va a humillar a su adversarios, por jodidos que parezcan. Monkey Punch juega con eso, y te tiene ahí tratando de descifrar cuál va a ser el plan maestro de este carismático delincuente, de qué se va a disfrazar, cómo va a zafar de las trampas que le tienden sus enemigos. Eso está bien. Lo choto son las resoluciones, totalmente inverosímiles, fumancheras y anticlimáticas. Se supone que la serie está ambientada en el mundo del hampa, donde todos son capos mafiosos, ladrones, sicarios, buchones infiltrados en organizaciones criminales… Y el manga desenfatiza eso todo el tiempo, con chistes en los momentos de tensión dramática y todo tipo de boludeces que van en contra del clima que (me parece a mí) mejor le sentaría a las tramas.
Y después está el tema de las mujeres. En todos los episodios, Monkey Punch inventa alguna excusa (casi siempre muy flojita) para que aparezcan situaciones sexuales que involucran a unas chicas muy parecidas entre sí, con unas curvas sumamente impactantes. Casi siempre el rol de las chicas es muy menor, son rehenes de los malvivientes, que por supuesto tienen sexo con ellas casi siempre de forma no consentida. Las amenazan, la extorsionan, las hipnotizan, o directamente las ultrajan… y por si faltara algo, una vez abusadas, las chicas suelen pedir más sexo a sus abusadores. Esto que (supongo yo) era medianamente aceptable a fines de los ´60, hoy se me hizo muy difícil de digerir, sobre todo porque estas situaciones (múltiples variaciones de “el tipo presiona a la chica para que se abra de gambas”) se reiteran en prácticamente todos los episodios. 
No casualmente, el episodio que más me gustó es “Jaque Mate”, uno en el que Lupin, el guacho winner que humilla a todos y se garcha a todas, pierde por goleada frente a una minita, que parece una boluda más y al final resulta tenerla más clara que el infalible protagonista. Son apenas 17 páginas, un oasis en un desierto. Y el otro episodio que me gustó bastante es “Cazarrecompensas”, donde Lupin tiene que transpirar bastante la camiseta para arañar una especie de empate. Acá se repite la idea de “la minita sexy en realidad es una mente maestra que le da ocho vueltas a los supuestos porongas”, pero dentro de una trama que rompe bastante el molde habitual. Y la historia más rara es “Doce Capítulos Sobre Lupin”, en la que el protagonista dialoga con el propio Monkey Punch, pero mirando al lector. El argumento no es gran cosa, pero el recurso es novedoso y ayuda a mantener la atención.
No sé en qué momento el dibujo de Monkey Punch empieza la evolución hacia el trazo más depurado, más careta, más lindo (como el que se ve en las carátulas con las que abre cada episodio), o si eso jamás sucede. Tampoco lo voy a averiguar. 400 páginas de Lupin III son todo lo que estoy dispuesto a leer de esta serie, de inusitada popularidad en mercados como el de Italia o Francia, donde aún hoy es un ícono. No es una basura, no es insostenible, tiene su gracia y su ingenio, pero a mí no me sedujeron ni los guiones ni los dibujos.

Nada más, por hoy. Nos reencontramos pronto, con nuevas reseñas acá en el blog.