el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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lunes, 24 de abril de 2017

TARDE DE LUNES

Tengo varios libritos leídos como para reseñar. Veamos hasta donde llegamos…
El Vol.1 de Los Escorpiones del Desierto, del maestro Hugo Pratt, es uno de esos comics que mil veces me pasaron frente a la nariz, y mil veces dije “nah, no me ceba demasiado, mejor me compro otra cosa”. Finalmente lo vi el año pasado muy barato en una librería de usados en Santiago de Chile y dije “ya fue, me lo llevo”. Tenía razón yo: no me ceba demasiado.
Estas historietas de 1973, realizadas por Pratt para el semanario Tintin, son aventuras bélicas clásicas, donde los valientes muchachos del bando aliado le escupen sistemáticamente el asado a las milicias italianas apostadas en África durante la Segunda Guerra Mundial. Hay algunos personajes bien desarrollados y UN argumento muy logrado (el de Kord). Pero nada que me emocione demasiado. Es para tenerla sólo por los dibujos, que están buenísimos (lógico: esto es de la mejor época de Pratt a nivel gráfico).
Lo que más me sorprendió (además la pésima calidad de la edición española de los ´80) es la cantidad de texto, la extensión de los bloques de texto y de algunos diálogos. Una cosa muy loca que ya le había visto hacer a Pratt, acá me pegó más fuerte. Aparece un personaje nuevo, una mina que es espía. Entabla un diálogo con los protagonistas en un viaje en tren, y en pocas viñetas te cuenta dónde nació, qué estudió, en qué universidad, hasta cuándo vivió ensu ciudad natal, por qué se fue, con quién se casó, cómo terminó esa relación, cómo se hizo espía… todo con nombres, apellidos, fechas y chotocientos detalles más. En un momento pensás “ah, bueno, toda esta data debe ser relevante para la resolución del argumento, si no Pratt no la pondría”. Pero no. Diez páginas después, la minita es boleta y nada de lo que nos narró afecta a la trama en lo más mínimo. Ahí entendí que todo ese secret origin del personaje está ahí para dar un efecto de realismo, porque –es posta- cuando la gente del mundo real entabla un diálogo en un viaje largo, casi involuntariamente intercambia data acerca de su vida, de su pasado, de lo que hace o hizo, etc. ¿Está mal que los personajes de historieta también lo hagan? ¿O todo lo que dice un personaje tiene que estar ahí en función de la historia? No sé, no me decido por una respuesta…
Me voy a EEUU, de la mano del Vol.3 de Catwoman que va justo después del Vol.4 que vimos el 08/05/15. ¿El 3 va después del 4? Sí, esta es otra edición que trae más episodios por tomo. De hecho, en este mega-broli (más de 300 páginas) está completo el último año de Ed Brubaker al frente de la serie, todo material que no se había recopilado en los TPBs anteriores.
A nivel argumental, esto está lejos de los mejores trabajos de Brubaker. El guionista insiste con Philo Zeiss, el villano que había creado durante su paso por la revista de Batman (lo vimos en la reseña del 15/02/11), suma a más capos mafiosos de los que pululan por Gotham y se va medio al carajo con una saguita con onda “realismo mágico, romance y cimitarras ” en la que resuelve el plot de los chabones vestidos con túnicas y turbantes árabes que venía del tomo anterior. En el último tramo, tenemos tres episodios muy vinculados a la saga War Games, por la que desfilan un montón de personajes (buenos y malos) de Gotham City en una aventura que a Selina realmente la afecta poco y nada. Y después viene un unitario casi sin piñas ni patadas, en el que Brubaker cierra su etapa al frente de esta serie.
Lo grosso de todo esto es cómo el guionista encuentra espacios para trabajar lo que a él más le interesa, que es el desarrollo de los personajes. Selina, Slam Bradley, Holly Robinson, en menor medida Leslie Thompkins… todos salen profundamente transformados después del paso de Brubaker por la serie. Como siempre digo, Catwoman me gusta más como villana que como justiciera, pero Brubaker se esfuerza por subrayar que, pase lo que pase, Selina no va a ser nunca una heroína. La mina tiene sus propios códigos, sus propios métodos (que no son los de Batman), y una consigna también muy propia, que es la defensa del barrio más pobre y más heavy de Gotham. Hasta en estos últimos episodios, donde se des-enfatiza bastante la onda “serie negra”, Catwoman se niega a ajustarse al molde de la heroína tradicional. Y eso es lo que la mantiene interesante.
Obviamente suma muchísimo que 10 de los 12 episodios tengan como dibujante al maestro Paul Gulacy, siempre infalible en la narrativa, generoso en los fondos, jugado en las expresiones faciales, impactante en el manejo de las escenas de acción. Y uno de los suplentes es nada menos que Sean Phillips, el compañero perfecto de Brubaker, al que le toca un episodio sin machaca, totalmente introspectivo, centrado en una cita romántica entre Selina y Bruce Wayne, que es de lo mejor que tiene para ofrecernos este tomo.
Si sos muy fan de Catwoman, podés seguir esa serie más allá del nº37, que es el último de Brubaker. Si lo que te atrae es el laburo de este prócer del guión, bajate en esta parada y despedite de la gata de Gotham, que nunca volvió a protagonizar historias a este nivel.
Volvemos pronto con más reseñas. ¡Hasta entonces!

viernes, 7 de junio de 2013

07/ 06: BATMAN: TERROR

Hoy los amigos de Warner me invitaron a ver una función privada de la peli de Superman, pero tuve que firmar un papel en el que me comprometí a no boquear nada hasta el martes. Así que hoy, historietas, amigo viñetófilo. Y de Batman.
Terror es una saga serializada en 2001 en la recordada Legends of the Dark Knight, en la que el maestro Doug Moench se propone contarnos las secuelas no a una sino a dos de sus grandes incursiones por la historia temprana de Batman: el imbatible arco conocido como Prey (también publicado en LOTDK) y aquel anual de Batman de 1995, en el que junto a Bret Blevins nos narraba el origen del Scarecrow y su primer duelo con el encapotado. Esta vendría a ser la segunda aparición de Jonathan Crane como villano, mientras que las historias de Hugo Strange y Catwoman vienen directamente desde donde las dejamos en Prey.
Aquella vez, Moench manejó con mano maestra el desafío de repartir el antagonismo entre dos villanos con mucha onda. Y esta vez, sube la apuesta y tiene que jugar con tres. Lo resuelve muy bien: a Catwoman la manda a jugar al límite entre oponente y aliada de Batman (con la infaltable tregua “por una noche”, que a la gata le gustaría usar para algo más divertido que machacar psicópatas) y a Strange lo manda al banco ni bien arranca el tercer episodio, de un modo escalofriante y además, coherente. Y la saga se encamina, con mucha fuerza y una sensación de peligro muy marcada, muy palpable, hacia el conflicto entre Batman y el Scarecrow, que acá saca chapa de villano de primerísima línea.
¿Está buena la historia? Sí, te pone muy nervioso, te aprieta bastante los huevos. Se le puede criticar cómo zafan al final tanto Batman como los villanos de una muerte segura, de una trampa letal que los tenía más cerca del descenso que Independiente y San Martín de San Juan. Y lo mejor que tiene es el ritmo, la tensión, y sobre todo la caracterización, del Scarecrow en primer lugar, pero también de Catwoman, Batman, Strange, el capitán Gordon y Alfred, que aparece poquito y aún así la rompe. No la pongo al nivel de Prey, claramente, pero sí en la pila de las historias redonditas, disfrutables de punta a punta, que duran lo que tienen que durar y cumplen sobradamente el objetivo de entretenerte un rato con acción, peligros zarpados, un poquito más de gore que en la típica aventura de Batman, dilemas morales espesos y la atractiva y perversa esgrima mental entre varios personajes a los que les faltan un par de jugadores.
Como en la vieja y querida Prey, los dibujos están a cargo del ilustre Paul Gulacy (lo vimos hace poco en una mini de Warren Ellis) y no, no es el Gulacy perfecto de fines de los ´70 y todos los ´80, sino ese Gulacy un poco más virado al grotesco, con los ojos grandotes y algunos excesos en las expresiones faciales que no quedan del todo bien. Gulacy, además, se mata en los fondos y en las secuencias mudas, narradas con increíble efectividad, con las técnicas que aprendió de grossos como Dan Adkins y Jim Steranko. En general, la narrativa está perfectamente controlada de punta a punta de la saga. Puesto a criticar algo más, me parece que Catwoman le sale demasiado musculosa, le marca demasiado los tubos y los six-packs, y además muy puta: no puede parar de mostrarla pelando tetas o culo. Las portadas están alucinantes, el color de James Sinclair y las tintas de Jimmy Palmiotti ayudan más de lo que complican, con lo cual -y a grandes rasgos- podemos hablar de otro trabajo de Gulacy a la altura de lo que se espera de un maestro con su trayectoria.
Esta saga se recopiló en libro en 2003, pero dicho tomo (este que conseguí yo de milagro) está descatalogado hace años. Por suerte en 2012 salió un libro gordito, llamado “Prey” que (si bien no lo aclara en el título) trae las dos sagas que realizaron Moench y Gulacy para Legends of the Dark Knight. Si ya tenés Prey y querés sólo Terror, me parece que estás en el horno...

viernes, 24 de mayo de 2013

24/ 05: RELOAD/ MEK

Este libro se parece un poquito al de ayer: dos historietas autoconclusivas, inconexas entre sí, excepto porque comparten guionista. Esta vez el autor es Warren Ellis y las historietas no son obras de teatro adaptadas, sino dos miniseries, de la época en la que Ellis escribía muchas miniseries de tres episodios.
La primera, Reload, tiene una onda hollywoodesca, de peli de acción con explosiones, tiros y conspiraciones enquistadas en lo más alto del poder político. De hecho, este podría haber sido un gran segundo arco argumental para Jack Cross, aquella serie que Ellis empezó en DC y dejó prematuramente trunca (la vimos el 16/01/11). Acá tiene un poco menos de peso la paranoia post-11 de Septiembre y más peso la machaca pura y dura. El desarrollo de personajes es el que corresponde a una historieta pensada para durar 65 páginas, ni más ni menos. Hay un plot lineal, que avanza a muy buen ritmo, con muy buenos diálogos, y al que atraviesa un subtexto interesante, que lo aleja (de modo no demasiado evidente) de la mera estridencia pochoclera tan frecuente en este tipo de historias.
Al frente de la faz gráfica lo tenemos al maestro Paul Gulacy, en un nivel muy parecido al que nos mostró en S.C.I. Spy (el 30/03/11), es decir, con algunas cositas menores que hacen ruido (esos ojos demasiado grandes) dentro de un contexto de gran solvencia, casi como aquel Gulacy imbatible de los ´70 y ´80. La acción está muy bien mostrada, hay hallazgos notables en la planificación de las páginas, escenas de alto impacto visual y un laburo a destajo en los fondos, que son impresionantes.
La otra historieta, MEK, va más para el lado de Transmetropolitan. Transcurre en una ciudad del futuro en la que la gente normal se implanta partes mecánicas para joder, primero con fines medicinales, después porque se puso de moda y queda bien, y ahora porque con implantes mecánicos es más fácil matar a otra gente. La trama propiamente dicha arranca cerca del final, cuando ya está establecido algo así como un conflicto y un curso de acción para Sarissa Leon, la protagonista. Los dos primeros tercios de la saguita casi no tienen conflicto: son más bien descriptivos, y nos muestran por un lado lo que se encuentra Sarissa cuando vuelve a su ciudad después de muchos años y por el el otro, varios flashbacks a los años en los que los implantes (los MEK) eran una novedad, un manifiesto vanguardista por parte de unos pibes rebeldes e idealistas. Por suerte todo esto está contado de modo muy atractivo y no se hace denso en ningún momento. La acción llega cuando tiene que llegar y (como en Transmetropolitan) no es lo más importante.
Menos mal, porque MEK tiene como dibujante al modestísimo Steve Rolston (el de Queen & Country) al que todo le cuesta un huevo, y la acción le cuesta los dos. Lo único que puedo decir a favor de Rolston es que el tipo imagina el 100% de lo que pone en la página, nada parece copiado ni de fotos ni de otros comics. En todo lo demás, lo superan holgadamente todos los otros dibujantes con los que colaboró Ellis en esta época, ninguno de los cuales exhibe las limitaciones que se ven en este trabajo de Rolston. Esta es la primera vez que veo un comic suyo a color y no, lo que hace David Baron con su paleta tampoco alcanza para que me guste el dibujo, ni para que me crea a los personajes, ni para que me seduzcan los climas ni mucho menos para que me ceben las escenas de acción tal como las plantea Rolston.
En síntesis, Reload está muy bien y a MEK le sobran ideas para convertirse no sé si en serie regular, pero sí en una obra más extensa. En lo posible con otro dibujante. En ambas obras Ellis demuestra su capacidad para crear buenas historias por afuera de los géneros más transitados (por lo menos en la historieta actual) y además su versatilidad para pasar de historias más introspectivas a otras más kilomberas, siempre con buen desarrollo de personajes y con algo novedoso para decir. Ninguna de estas dos saguitas te cambia la vida, pero pasar un rato están muy bien, mil veces mejor que Red, aquel chamuyo vendehumo que parecía un unitario de 14 páginas de la Skorpio en esteroides, y que tuvo mucho más éxito y hasta una peli con Bruce Willis. Si sos fan de Warren Ellis (o de Paul Gulacy), ni lo dudes: adentro, de una.

miércoles, 30 de marzo de 2011

30/ 03: S.C.I. SPY


Después de Six From Sirius y Slash Maraud, ¿cómo resistirse a otra saga de ciencia-ficción de Doug Moench y Paul Gulacy? No sé, pero cuando salió originalmente (en Vertigo) casi todos se resistieron y la saga pasó bastante desapercibida. Por suerte, los autores retuvieron los derechos y ahora Image recopiló la miniserie en un hermoso TPB, que con un poco de suerte venderá mejor que las revistitas.
De todos modos, es medio injusto comparar a S.C.I. Spy con aquellos clásicos ochentosos por un simple motivo: No hay forma humana de que hoy en día Gulacy dibuje como en aquel entonces. Hoy el dibujo del ídolo no sólo atrasa un poco (ya no están de moda los discípulos de Steranko, Russ Heath y Dan Adkins), sino que además perdió fuerza y hasta algo de su identidad. En las caras del protagonista por momentos parecen colarse trazos de Jordi Bernet, que no quedan lindos mezclados con el estilo Gulacy. Y la minita por momentos quiere parecerse a las chicas de los típicos comics noventosos de Image y eso tampoco garpa, para nada. Aún lejos de los 9 puntos habituales, Gulacy nos regala en este libro un montón de secuencias extraordinarias, muy bien planificadas y ejecutadas. No es el Gulacy al que veneramos los fans de Master of Kung-Fu, pero sigue siendo un capo de la narrativa, el dibujo realista de aventuras y la ciencia-ficción.
Al maestro Moench, en cambio, se lo ve afilado como en los buenos tiempos. Su protagonista, Sebastian Starchild, es el típico héroe ochentoso: canchero, rebelde, medio arisco, siempre propenso a cuestionar las órdenes de sus superiores, pero copado, buen tipo, sin miedo a jugarse la vida mil veces para salvar a medio universo, sin pedir nada a cambio. La trama recontra-funciona. Tiene acción a patadas, conspiraciones, intrigas, espionaje, piñas, rayos, genocidios, chistes, garches, persecuciones, giros impredecibles, villanos todavía capaces de pelear por la redención, planes de uno y otro bando bastante lógicos… Lo único que no termina de cerrar, el único factor 100% inverosímil, es la cantidad de peligros de los que zafan los buenos casi sin despeinarse. Posta, a Starchild le falta untar las tostadas con anthrax, nomás. Es el único riesgo que no corre a lo largo de estas casi 150 páginas plagadas de peligros imposibles y trampas hiper-mortales. Moench se cuida bastante de mostrarnos que los agentes de S.C.I., incluso los que no tienen implantes robóticos, cuentan con una tecnología mega-avanzada y super-pulenta que es casi siempre la que le permite a Starchild salir ileso de los mil y un kilombos en los que se mete. Pero igual es mucho.
La tecnología juega un rol importantísimo en la saga, y si no sos fan de la ciencia-ficción te podés llegar a aburrir con tanto tecno-chamuyo. Pero es parte de lo que hace tan atractivo al mundo en el que se desarrolla la aventura. Además, si sos fan de la ciencia-ficción, lo vas a amar, porque Moench se mete con un montón de tópicos clásicos sin regurgitar ninguno: nano-bots, invasiones alienígenas, bebés criogenizados, implantes robóticos, clones infinitos, androides, wormholes y agujeros negros, y hasta una inteligencia humana transplantada a una hiper-computadora capaz de controlar a las fuerzas de seguridad de media galaxia. Esto es un verdadero festival de la ciencia-ficción, con ideas como para dos largometrajes de Star Trek o tres álbumes de Valérian.
S.C.I. Spy es un comic de entretenimiento, sin más pretensiones que las de divertirnos y hacernos flashear un rato. Pero es un muy buen comic de entretenimiento y si te gustan las historias de espionaje con naves espaciales y alienígenas, le vas a levantar un monumento a estos dos próceres que trabajan juntos desde los ´70 y muy rara vez defraudan.