el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 10 de junio de 2016

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Esta semana vengo leyendo a buen ritmo, así que ya tengo tres libros más para reseñar.
Empiezo con lo más antiguo, el Plastic Man Archives Vol.5. El Vol.3 lo reseñé el 19/07/13 y las diferencias básicas respecto de aquel tomo no son tantas: Plas no se disfraza tanto de mina, hay muchas más páginas de 6 viñetas que páginas de 8, hay algún que otro criminal con superpoderes (aunque ninguno luce trajes colorinches y estrambóticos) y no hay ninguna idea de esas que decís “ah, bueno, Jack Cole era un fuckin´genio”. Y sin embargo, las historias son invariablemente divertidas, redonditas, con algún giro impredecible, personajes atrapantes, chistes de humor verbal, mezclados con otros de humor físico y otros al filo del absurdo, todo dibujado con creciente soltura por un Cole inspiradísimo, más alguna aventura menor en la que lo reemplazan esbirros que copian milimétricamente su estilo. ¿Qué se le puede criticar a estas historias? Lo mismo que a todas las otras aventuras de superhéroes y/o justicieros enmascarados de los años ´40: casi no hay desarrollo de personajes y no existe la continuidad, no hay un orden obvio en el que es necesario leer estas 13 historietas, ni ninguna otra. Todo lo que sucede en una aventura es inmediatamente olvidado en la siguiente y cada punto final es un volver a empezar siempre desde el mismo lugar, como en Los Simpsons. Pero está todo bien, el Plastic Man de Cole es entretenido, estaba claramente adelantado a su época y eventualmente me compraré los tres Archives que me faltan para completar la colección.
¿Te acordás que un muy lejano 27/02/12 publiqué acá en el blog un prólogo que escribí para la edición española de Bárbara? Bueno, muchos años después me llegaron los tres tomos en los que 001 Ediciones recopiló la epopeya creada por Ricardo Barreiro y Juan Zanotto. Así que me bajé el Vol.1, del que me acordaba bastante, a pesar de haber leído este material por última vez hace más de 25 años. La edición española, si bien tiene un formato y unas portadas más lindas que las de Record, le resta un poco de lucimiento al dibujo de Zanotto, que se ve un tanto empastado. De todos modos, son páginas de 1979-80, cuando el maestro estaba atravesando una etapa mágica, en la que de su pluma brotaban una maravilla atrás de otra. Viñeta tras viñeta, te vas a hacer un festín con el trabajo de Zanotto en cuerpos, rostros, paisajes, naves, monstruos, escenas de acción, secuencias mudas, garches… todo está increíblemente bien dibujado. Y los guiones de Barreiro conservan buena parte de su filo, de su magia, y sobre todo la solidez con la que construye el mundo en el que se mueve Bárbara. Así que aún hoy esto puede ser recomendado e incluso venerado como se venera a los auténticos clásicos de la historieta argentina.
Y cierro con una verdadera joya: Isle of the 100,000 Graves, una obra de 2010 firmada por el genio noruego Jason, su habitual colorista Hubert, y una rareza: la presencia en este equipo de un guionista, nada menos que el inmenso Fabien Vehlmann. Es muy loco, porque si no te dicen que Jason trabajó sobre un guión de Vehlmann, no hay forma de darse cuenta. La historia tiene toda la onda, todo el clima, todo el ritmo, todo el capricho y todo el respeto por un género clásico de la aventura como cualquier otra obra “solista” del noruego, con lo cual uno se pregunta si Vehlmann demostró ser un genio adaptándose perfectamente al estilo de Jason, o si simplemente le tiró una idea recontra-básica y le dijo “desarrollá esto en tu estilo, como más te guste”. En cualquier caso, lo importante es que en Isle of the 100,000 Graves guión, dibujo y color se conjugan con maestría para una historia atractiva de punta a punta, con chistes boludos, sutiles toques de mala leche, personajes entrañables, peripecias extrañas y una trama que requiere de mucha acción, narrada con millones de trucos para desenfatizar la machaca. Una auténtica genialidad de estos dos ídolos europeos, que no pierde nada leída en la edición yanki de Fantagraphics. En España la editó Astiberri, pero acá en Argentina ese librito de 56 páginas vale una fortuna incalculable, por eso recomiendo la edición yanki, que sale mucho más barata.
Volveremos pronto con más reseñas. Gracias por el aguante.

viernes, 19 de julio de 2013

19/ 07: PLASTIC MAN ARCHIVES Vol.3

Otra vez me animé a leer historieta yanki pre-1960, pero esta vez no me hizo falta juntar coraje, porque ya había leído los Vol.1, 2 y 4 de esta lujosa colección editada por DC. El nunca bien ponderado maestro Jack Cole creó a Plastic Man en pleno boom de los superhéroes, cuando estos brotaban como hongos, vendían fantastillones de ejemplares y se parecían demasiado entre sí, y sin embargo se las ingenió para que -70 años más tarde- esto se lea como historieta de autor. En 1944, seguramente los pibes lo leían como una marcianada, como un comic totalmente atípico e inclasificable, porque realmente Plastic Man no se parecía a nada. Y lo bien que hacía.
Plas vivía en una ciudad imaginaria (Capital City), pero trabajaba para una organización muy real, el FBI. Se enfrentaba a criminales peligrosos, sin abandonar nunca el clima festivo, de joda, más en joda todavía que el Spirit de Will Eisner. Para esto, Cole tenía un ancho de espadas: Woozy Winks, un personaje de enorme potencial cómico, que en varias historias opaca incluso al protagonista. Plas es, en principio, un criminal reformado, pero para este tomo ya nadie se acuerda de eso. No se repasa nunca el origen, no hay flashbacks a aventuras anteriores, ni villanos recurrentes, ni menciones a ningún otro héroe de los que en este entonces publicaba la Quality. En una palabra: no hay continuidad. Las historias de este tomo (13 en total) pueden barajarse y leerse en cualquier orden (por eso me animé a leer el Vol.4 once años antes de conseguir este), como las aventuras de Lucky Luke.
En la estructura, las historias de Plastic Man no son tan distintas de las de otros justicieros de la Golden Age. Lo que es totalmente atípico es el desarrollo, plagado de villanos estrambóticos (aunque sin poderes), juegos de palabras muy graciosos en los diálogos y sobre todo de toneladas de slapstick, es decir, humor físico, de brocha gruesa, ese en el que los personajes constantemente se tropiezan, se chocan contra paredes y se les caen pianos en la cabeza. Y hay un segundo elemento, muy bizarro para los comics de superhéroes de hoy e inaudito hace 70 años, que también emparenta a estas historietas con los violentos y gloriosos dibujos animados de Bugs Bunny, Daffy Duck y compañía: Plastic Man se disfraza mucho de mina! Mucho! Cada vez que necesita desorientar a sus enemigos, cambia sus facciones por las de una chica sexy, con tetas y culo prominentes, y rápidamente los rodea con sus brazos elásticos. No lo vemos pegarles chupones como los que le pegaba Bugs Bunny a Elmer Fudd, pero casi.
Entre estas 13 historias, no sé si hay alguna joya de esas que decís “Esta es la mejor historieta de Plastic Man de todos los tiempos”, pero casi todas son muy divertidas. Y hay una que tiene una idea tan brillante que le hubiese encantado escribirla a Borges: The Gay Nineties Nightmare, la de la ciudad que desapareció de los mapas en 1890 porque el tipo que fue a hacer el censo perdió los papeles. El argumento es la enésima batalla de Plas contra una banda de chorros, pero la idea, el disparador, es una genialidad.
El dibujo de Cole sufre, por supuesto, por el hecho de tener que meter ocho viñetas en casi todas las páginas. El trazo del ídolo, por lo menos en esta época, no deja ver un virtuosismo como para arrancarse las mechas. Está lejos de Eisner (a quien asistió tanto en las tiras diarias como en las aventuras semanales del Spirit) y a años luz de lo que 10 años más tarde pelarían Bill Elder, Wally Wood o Jack Davis en las páginas de MAD. Donde realmente se luce Cole es en la narrativa (impecable, dinámica e hipnótica incluso en las páginas donde se zarpa con los diálogos) y en la composición de las viñetas, donde prueba muchas cosas que nunca se habían visto en el comic y le salen todas demasiado bien.
Extraña cruza entre comedia salvaje y aventura policial, Plastic Man es la única historieta de superhéroes de los ´40 que me atrapó. No sé si como para seguir comprando Archives (las reediciones siguen hasta el Vol.8), pero sí como para estudiarla como una obra de vanguardia, en la que Jack Cole se concentró en darle onda a su mundo sin “mirarle la hoja al compañero”, y se convirtió –supongo que sin querer- en precursor en esto que es hacer comic de autor dentro del mainstream. Ahora quiero los libros de Plas de Kyle Baker, que nunca los conseguí.