el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 3 de mayo de 2024

VIERNES CON SOL

Tengo dos libritos leídos para este primer posteo de Mayo, así que vamos ya con las reseñas. Empiezo con el segundo tomo de Por los Caminos Oscuros, de David B., cuyo Vol.1 vimos hace muy poquito. Esta vez está más clara la trama, en parte porque el autor le otorga todo el protagonismo a Lauriano, y establece al resto del elenco como personajes claramente secundarios. La historia de amor pasa a un segundo plano y entra a jugar un conflicto fuerte en el personaje central: las secuelas psicológicas que le quedaron tras haber peleado en la Primera Guerra Mundial. Mientras que sus camaradas de armas olvidan la contienda bélica mediante noches de escabio y peleas a puñetazos que duran horas y horas, Lauriano se siente acosado por el fantasma de uno de sus compañeros que murió en combate y no recibió sepultura. Entonces, por momentos, Por los Caminos Oscuros es una historia de terror psicológico, de un tipo con la mente carcomida por la culpa y la desesperación. La trama política que tiene que ver con ese intento por crear un país independiente en la ciudad de Fiume va a terminar -lógicamente- en tragedia, pero hasta que eso sucede, David B. nos va a ofrecer más escenas disparatadas, que parecen tomadas de un film de los Hermanos Marx o de un sketch de Cha-Cha-Cha. Eso es, sin duda, lo que más me gustó de esta serie: la distorsión de la runfla política para darle matices cómicos. Y también ese clima enrarecido que hay en Fiume, con distintas facciones que complotan unas contra otras, que se espían, que se infiltran las unas a las otras, pero narrado con ironía y pinceladas de absurdo, al mejor estilo de The Man Who Was Thursday, la magnífica novela de G.K. Chesterton. El dibujo de David B. está al mismo altísimo nivel del Vol.1, una vez más complementado con la paleta de colores intencionalmente opaca y sin estridencias del maestro Hubert. Hay que entender el claroscuro que propone el dibujante para colorearlo con tanta jerarquía, y en eso Hubert la descose. David B. juega con grillas muy distintas entre sí, sin casarse con ninguna, y tiene páginas en las que la planificación lo es todo. Hay muchos más recursos gráficos increíbles (no sólo el manejo magistral del claroscuro), de los cuales a mí el que más me gusta es esa perspectiva deforme, que se aprecia sobre todo en las primeras páginas, donde David B. tiene que dibujar varias mesas, decenas de sillas y centenares de baldosas... y las dibuja a mano alzada, cagándose por completo en la representación académica de la profundidad en el espacio. Por ahí Por los Caminos Oscuros funcionaría mejor como un sólo álbum largo de 80 páginas que como dos de 60, porque -en el contexto general de la obra- hay varias secuencias que están al pedo y podrían descartarse en pos de un relato más compacto y más contundente. Pero como está todo dibujado como los dioses, y con un clima sumamente atrapante, y con diálogos a veces profundos y a veces cómicos, la banco y la recomiendo así como está, sobre todo a los fans de David B.. ¿Hace falta haber leído antes La Lectura de las Ruinas? Definitivamente no.
Allá por el 13/04/12, cuando vivíamos virtualmente en otro mundo, me tocó reseñar el Vol.1 de S.H.I.E.L.D., esa ambiciosa obra de Jonathan Hickman y Dustin Weaver que tardaron años y años en terminar. Finalmente en 2018 se recopiló el segundo y último tramo en TPB, y recién ahora lo pude conseguir y leer. Nada, esta segunda parte me pareció muy inferior a la primera, mucho más limitada a la machaca, mucho más consciente de su propia grandilocuencia. Las ideas locas y revolucionarias que planteaba Hickman en la primera mitad, acá tienen un peso ínfimo en la trama. El aprovechamiento que hacía el autor de la historia del Universo Marvel para darle sustento a su relato acá también es mínimo. Hay un solo elemento nuevo que se suma, y que resulta atractivo, que es el de Spear y el Último Califato. El resto es deshacerse de toda la complejidad del Vol.1 para quedarse con un combate a todo o nada que se libra en varias épocas al mismo tiempo, porque la línea temporal está en crisis y se unifican pasado, presente, futuro y sarasa. No es un comic 100% pochoclero porque tenés que entender quiénes son Leonardo Da Vinci, Miguel Ángel, Isaac Newton, Nikola Tesla... pero básicamente la trama se reduce a un combate de buenos contra malos en los que se tiran con de todo y se manejan unos niveles de poder tan zarpados, que no se entiende bien qué carajo hacen ahí esos humanos normales (entre ellos Howard Stark y mi favorito, Nathaniel Richards). Todo eso de jugado, de distinto, de imposible que tenía el Vol.1, el Vol.2 ya no lo tiene. No es una cagada, pero queda muy lejos de las expectativas que los mismos autores habían generado en la primera parte, que me sigue pareciendo una gloria. El dibujo de Dustin Weaver arranca muy arriba y se tira cuesta abajo en un tobogán hacia el abismo. Cuida muchísimo (y se luce muchísimo) toda la parte arquitectónica, las ciudades, los edificios, y sobre todo las máquinas. Y los primeros planos también están bastante bien, casi hasta el final del tomo. Pero después, cuando tiene que dibujar a los personajes en movimiento, los cuerpos se ven estáticos, toscos, sin esa sofisticación que uno asocia con el trazo de este monstruo. El trabajo de los coloristas (con Sonia Oback al frente) es espectacular y levanta mucho el resultado final. En los epílogos entran a jugar cuatro dibujantes invitados y el mejor, por amplio margen, es Gabriel Hernández Walta, cuyas ocho páginas son una cátedra de narrativa, dibujo y color. Era complicado bancar allá arriba el nivel del primer tomo, y bueno... no pudo ser. Andá a saber cuántos kilombos, crisis, idas y vueltas, manoseos editoriales y reescrituras tuvieron que soportar estas historias entre que Hickman esbozó las ideas y que finalmente las vimos publicadas. Fueron muchos años, en el medio pasaron mil cosas, y por ahí algunas de ellas afectaron el producto final. Que, repito, no es horrible ni mucho menos, pero quedó lejos de aquel alucinante primer tramo que tanto me había entusiasmado. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto en este espacio... o en algún otro.

domingo, 26 de enero de 2020

ROMPI EL MALEFICIO

No, no, no me puse de novio. Simplemente encontré un rato para postear en el blog un día que no es ni lunes ni jueves. Vamos ya con las reseñas.
El Camino de América es una magnífica novela gráfica de hace exactamente 30 años, en la que el siempre alucinante Baru escribe y dibuja, con la colaboración de Jean-Marc Thévenet en el guión. Sospecho que la participación de este muchacho tendrá que ver con los diálogos, porque la novela se lee como si fuera un trabajo 100% de Baru. El libro es de 2002, de aquel tiempo mágico y glorioso en el que Astiberri todavía editaba álbumes en tapa blanda a precios accesibles. Tiene una cantidad de páginas desaprovechadas en pelotudeces que me erizó los pelos de la nuca, pero al final se reivindica con un artículo de dos páginas a cargo del notable especialista Pepe Gálvez, que repasa los primeros 20 años de carrera de Baru de manera impecable.
En cuanto a la historia en sí, Baru entreteje dos tramas muy gancheras: la del meteórico ascenso de un boxeador francés de origen argelino… justo en el momento más tenso del conflicto que va a terminar con Argelia independizada de Francia, en 1962. Hoy parece un delirio, pero no: hace menos de 60 años, Argelia (nación del norte de Africa, donde predomina la religión musulmana) era una colonia de Francia y tuvo que morir mucha gente para que esto dejara de ser así. Baru retrata todo este momento con un espesor dramático alucinante, que le juega muy, pero muy a favor a la historia de Said Boudiaf, el crack del boxeo que esquiva el compromiso político incluso mejor que los golpes de sus rivales. Hay también un intento de trama romántica, bastante data acerca del backstage del mundo del boxeo y varias emociones más, todo en apenas 45 páginas.
Y por supuesto, lo que me ganó por knockout fue el dibujo de Baru, una verdadera bestialidad. La línea, el color, la puesta en página, la expresividad de los personajes, el dinamismo de los cuerpos en movimiento, la reconstrucción de los hechos históricos, el efecto de combinar paisajes y decorados recontra-realistas con personajes mucho más sintéticos y exagerados… es increíble como Baru acierta con tanta categoría en cada decisión que toma. Recomiendo mucho esta novela gráfica, que tuve la suerte de rescatar de una mesa de saldos de una comiquería que (creo) ya no vende comics.
Me quedaba pendiente el segundo y último TPB de S.H.I.E.L.D. de Mark Waid, de nuevo con seis episodios autoconclusivos, cada uno con un dibujante distinto. Rankeados de peor a mejor, el nº12 es el más flojo. Waid se pasa de ambicioso y pretende meter en 20 páginas un argumento que requería entre 48 y 64 para tener algo así como un sentido, como una magnitud acorde a la grandilocuencia del planteo. Dibuja un apenas correcto Joe Bennett. El nº8 no está mal, pero es una aventura bastante menor, con un rol destacado para Mockingbird. El dibujo está a cargo de Paco Medina, muy sólido. El nº9 es casi una no-aventura en la que Waid mete en continuidad muy respetuosamente todos los aportes a la mitología de S.H.I.E.L.D.  realizados por el glorioso Jonathan Hickman en esa serie cuyo primer TPB vimos un lejano 13/04/12. El dibujo es del mediocre Lee Ferguson, más un par de paginitas inéditas de los próceres Jack Kirby y Jim Steranko, rescatadas milagrosamente de un archivo.
Medalla de bronce para el nº10, una aventura desopilante con mucho protagonismo para el gran Howard the Duck y excelentes dibujos de Evan “Doc” Shaner. Medalla de plata para el nº7, gran vuelta de tuerca para una de las agentes que mejor secunda a Phil Coulson en esta serie (y probablemente también en la serie de TV, que nunca vi). 20 páginas con varios giros sorprendentes y un dibujo magnífico del enorme Greg Smallwood. Y medalla de oro para el nº11, donde Waid forma equipo nada menos que con Howard Chaykin para traer de regreso al carismático Dominic Fortune, en una historia realmente exquisita. El dibujo de Chaykin está a un gran nivel, y lo único que no cierra es la edad de Fortune: si su etapa de esplendor fue en 1937, difícilmente haya nacido después de 1912. Y esta aventura es de 2015, o sea que este viejito que acá aparenta 80-85 años, en realidad tiene más de 100. No dan nunca los números. Pero fuera de esa nimiedad, el unitario es apasionante y siempre es un placer volver a ver a Dominic Fortune dibujado por Chaykin.
Y no hay más. Esta serie de S.H.I.E.L.D. se canceló en el nº12, Phil Coulson y sus muchaches volvieron a trabajar de personajes secundarios en otras colecciones y otra vez se comprobó que acercar a los personajes de comics a sus versiones de la tele (o el cine) no garantiza ningún tipo de éxito, ni siquiera de la mano de un guionista prácticamente intachable como es Mark Waid.

Nada más por hoy, y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.  

lunes, 20 de enero de 2020

LUNES ASFIXIANTE

Sí, ya sé que posteando sólo los lunes y jueves no llego nunca a las 120 entradas en el año. Matemáticamente, no da ni a palos. Pero bueno, es el tiempo que estoy encontrando para escribir. Ya veremos si más adelante puedo recuperar un poco más de ritmo y tener semanas con más de dos posteos.
Empiezo en Europa, en 2006, cuando dos enormes autores argentinos radicados en el Viejo Continente lanzan la novela gráfica Tres Artistas en París, la colaboración entre Carlos Sampayo y Oscar Zárate que precede a Fly Blues (reseñada un lejano 07/07/10). Este es un gran trabajo de los maestros argentinos, repleto de sutileza, profundidad, situaciones muy verosímiles y un enfoque muy interesante sobre los “white people problems”. Al principio hay un amague de thriller, de cosa turbia o violenta, pero es un engaña-pichanga de Sampayo, quien no necesita del shock o la violencia para atraparnos con la trama. La forma en que el pianista, el artista plástico y el escritor intersectan con la periodista Chantal Fernandes compone el núcleo de la obra, que se enriquece con los flashbacks donde Sampayo expone los secretos más oscuros de estos tres prestigiosos referentes de las artes occidentales. Con esos cuatro personajes, más un puñado de secundarios, se arman 78 páginas muy atractivas, de lectura muy clásica, muy accesible, donde Sampayo logra indagar a fondo en las motivaciones y expresiones un tanto excéntricas de estos tres maestros, cada uno en su disciplina artística.
No quiero ahondar mucho en el argumento, porque la verdad es que lo más atractivo está en los vínculos, en escenas muchas veces resueltas a través de los diálogos, que conviene experimentar de primera mano, no que te las cuente cualquier gil. Le dedico unas líneas al dibujo de Zárate, siempre expresivo, generoso, desbordante de color y personalidad, muy beneficiado por la posibilidad de no dibujar nunca más de seis cuadros por página. El argentino radicado en Londres deja la vida en los climas, en los paisajes, en lo que cada personaje nos dice con su rostro y su lenguaje corporal… y no tanto en el armado de la secuencia. Casi no hay manipulación de la puesta en página para lograr efectos expresivos que potencien el relato. Pero hay unas cuantas páginas realmente muy hermosas, al nivel de lo mejor que nos diera este notable autor, injustamente poco conocido en su país. Ojalá algún día haya edición argentina para Tres Artistas en París. Sampayo y Zárate se lo re-merecen.
Entre 2014 y 2015, Marvel nos dio una cátedra de cómo fracasar teniendo todo a favor. Lanzó una serie de S.H.I.E.L.D. escrita por el maestro Mark Waid, con portadas del increíble Julián Totino Tedesco, con un rol central para el Agente Coulson (amado por millones de fans de las películas y series de TV de Marvel), y te puso en el primer número dibujos de (agarrate fuerte) Carlos Pachecho, en el segundo de Humberto Ramos, en el tercero de Alan Davis, en el cuarto de Chris Sprouse y en el quinto y sexto, dibujantes menos conocidos pero más que aceptables. Además, en una movida de encomiable valentía, le pidieron a Waid que no estire las ideas para que cada una ocupe un TPB entero, sino que arme la serie con episodios autoconclusivos, de modo que el TPB tenga seis historias completas, cada una con un tema propio y con distintos héroes y heroínas invitados de distintos rincones del Universo Marvel. ¿Qué más querés? ¿Que venga Ivana Nadal a tu casa a leértela en baby doll?
Sin embargo, a la serie le fue mal y el nº12 fue el último. ¿Cuál fue el problema? Ni idea. Lo único que tengo para aventurar es que Waid no se juega el pellejo en cada historia. Cumple dignamente, las ideas están bien, los diálogos son magníficos, se nota que conoce a la perfección a cada personaje que trae como invitado, el ritmo es siempre de palo-y-palo (porque tiene que rematar las ideas en 20 páginas) y la única vez que una historia se extiende a dos episodios (nºs 5 y 6) nos ofrece los mejores guiones de este primer TPB. Se nota la intención de que no sólo Coulson sino también los otros agentes de S.H.I.E.L.D. tengan ciertos matices, ciertos rasgos de personalidad llamativos, y por ahí eso cobra más relevancia en el segundo TPB (que está ahí, pidiendo pista). O sea que lo único que me faltó fue creerle a Waid que sus breves epopeyas van a tener alguna relevancia a futuro en la vida de los personajes, que no son apenas excusas para divertirnos durante 20 páginas con machaca a todo o nada con bonitas pinceladas de comedia. Hasta ahí no llegué, porque a las aventuras de S.H.I.E.L.D. no les alcanzó el espesor dramático para llevarme hasta ese punto. Pero sin dudas las disfruté mucho.
En cuanto a los dibujantes, me impactaron sobre todo los trabajos de Ramos, Davis y uno de los que no conocía, Paul Renaud, muy buen émulo de Terry Dodson, potenciado al infinito por una labor subyugante de Rómulo Fajardo en el color digital. Veremos con qué me encuentre cuando le entre al Vol.2.
Ya estoy en plena lectura de un nuevo librito, así que ni bien pueda, vuelvo a postear reseñas acá en el blog. Hasta entonces.

viernes, 13 de abril de 2012

13/ 04: S.H.I.E.L.D. Vol.1

¿Alguna vez pensaste que en un comic de Marvel ibas a oir hablar de conceptos tales como la Ciencia Mayor, la Matemática Muda, la Verdad Silente, las Artes Ocultas, la Alquimia Secreta, la Iluminación Total, la Muerte del Caos o el Motor de la Máquina Humana? No, verdad? Y menos en profundidad, en serio. Si encima te digo que los protagonistas de esta serie son Leonardo Da Vinci, Isaac Newton, Nostradamus y Nikola Tesla, supongo que me recomendarás enfáticamente que deje de consumir drogas duras, por lo menos los días de semana.
Lo cierto es que, gracias a la chapa acumulada en otras series, algún demente dejó que el maestro Jonathan Hickman hiciera acá lo que se le cantaran las bolas y pocas veces la aplicación del criterio lírico-genital dio mejores resultados. Gracias a un personaje-trampa (pensado para atrapar al lector, captar rápidamente su atención y meterlo de lleno en una trama complejísima) Hickman se da el lujo de explorar toda una faceta inexplorada de la Historia de la Humanidad, hábilmente mezclada con la mitología del Universo Marvel. ¿Alguna vez se te ocurrió que los antiguos egipcios podrían haber repelido una invasión de los Brood? ¿O que Galileo Galilei pudo haber encontrado una forma para que la Tierra zafara del hambre de Galactus en el año 1582? A Hickman se le ocurrió todo eso, más una logia a nivel mundial más antigua que Cristo, una ciudad oculta por sobre Roma y un pichón de Celestial traído a nuestro planeta desde el sol por el propio Da Vinci y con eso (más un montón de pistas grossas de lo que pasará en el Vol.2) armó una saga de 12 números cuya primera mitad es memorable.
Lo más raro es que no hay gancho. Casi no hay acción, no hay personajes reconocibles para el lector habitual de Marvel... esto va para otro lado. Lo más ganchero deben ser las secuencias en las que Howard Stark (papá de Tony) y Nathaniel Richards (papá de Reed) se enfrentan a Nikola Tesla, también conocido como “Night Machine”, y padre a su vez de Leonid, el chico con el que Hickman nos invita a identificarnos. El resto es runfla, conspiraciones, data muy elaborada acerca de para qué sirve el conocimiento, hacia dónde evoluciona la Humanidad y cómo evitar que se termine el mundo. Hay malos, hay buenos, hay sutiles referencias a otras ideas ya vistas en el Universo Marvel, pero la posta es que nunca leíste nada parecido al SHIELD de Jonathan Hickman. Y andá a saber si alguna vez Marvel vuelve a publicar un comic tan jugado y tan distinto a todo como es este.
El dibujo corre por cuenta de Dustin Weaver, un excelente dibujante al que ayudan mucho la dupla de coloristas integrada por Christina Strain y Justin Ponsor. La puesta en página de Weaver es formidable y no hay un sólo cuadrito en el que no se rompa el culo para sorprender con algún fondo, máquina, vestimenta, arma o vehículo alucinante. Visto así, a color y con todos los efectos gráficos que te puedas imaginar, esto es genial. Yo sospecho que en blanco y negro, el dibujo pelado de Weaver debe ser más... no quiero decir “del montón”... menos impactante. Por ahí sería una especie de Brent Anderson más moderno, más jugado a la hora de la composición de las viñetas y las páginas. Es raro ver a un tipo con un estilo tan ganchero, tan atractivo, en un comic no oscuro porque no es necesariamente dark, pero raro, totalmente inusual para el mercado yanki.
Y bueno, Hickman lo hizo. Un comic de misterio y conspiraciones, con un poquito de machaca, revelaciones increíbles y una apuesta muy riesgosa: la de crear dentro del mainstream (o casi) un comic inteligente, que invite al lector a pensar desde otra óptica tanto la historia del mundo como la del Universo Marvel. La palabra clave acá es “pensar”. Y eso hace de SHIELD un comic valiosísimo y sumamente recomendable.