el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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jueves, 11 de abril de 2024

JUEVES DE FINALES

Hoy, reseñas cortas para dos libros que funcionan como último tomo de sendas series. Primero, me toca hablar del Vol.3 de El Minúsculo Mosquetero, de Joann Sfar, probablemente el mejor de los tres álbumes que integran la serie. No es un verdadero final, porque termina con la promesa de retomar la saga en un Vol.4 que -como tantos proyectos de Sfar- jamás se materializó. Pero es una historieta muy entretenida, con un gran mix entre aventura, comedia y momentos de introspección. Este es el tomo de el Mosquetero menos delirante, más ajustado a una narración aventurera más o menos lógica, y si bien tiene varios garches, es donde se sienten menos forzados y mejor incorporados al desarrollo dramático de la trama. Me llamó mucho la atención que el coprotagonista esta vez es un intrépido espadachín italiano, apodado "el Escorpión"... al que Sfar dibuja con la misma cara y la misma ropa que Armando Catalano, el personaje de Stephen Desberg y Enrico Marini. Un crossover bizarrísimo. Y para las últimas páginas, Sfar se pone meta, cuando el mosquetero conoce a Louis Le Trondabbe (que es una obvia referencia a Lewis Trondheim) y se ponen a hablar del festival de Angoulême, en la previa a esa cuarta historia que nunca veremos. Andá a saber qué tenía para decir acerca de esa movida y decidió guardarse. Donde no se guardó nada Sfar es en el dibujo de este álbum, absolutamente maravilloso. Como en el anterior, hay cambios en el trazo, en la paleta de colores... hasta adopta el estilo de Paul Gauguin cuando las peripecias del mosquetero lo llevan a esas islas que parecen del Pacífico Sur. Un trabajo deslumbrante de un Sfar que no se casa con ninguna grilla para la puesta en página ni con ninguna estética para plasmar gráficamente las locuras que se le ocurren para que viva su personaje. Por ahí si nunca leés El Minúsculo Mosquetero tu vida no cambie demasiado, pero si le das una oportunidad, no creo que te defraude, sobre todo si ya sos fan del genio de Niza.
Me leí muy rápido el Vol.2 de Quiero ser Asesinado por mi Alumna, el manga de Usamaru Furuya cuya primera parte reseñé el 31/07/23. El dibujo me gustó un poco más que en el Vol.1, de hecho para la segunda mitad de este tomo (la más salvaje), el autor echa mano a unos cuantos recursos gráficos muy grossos, que no habíamos visto en el resto de la obra, con excelente resultado. El guion, en cambio, me desilusionó bastante. Esto está groseramente estirado, a límites exasperantes. Son 240 páginas para contar algo que se podía contar en 30, 36 a lo sumo. Toda la segunda mitad de la obra podría ser un gran capítulo final como para terminar bien arriba un primer (y único) tomo. Cuando leía el Vol.1, me pareció que pasaban pocas cosas, porque Furuya se tomaba su tiempo para presentar a los personajes y al conflicto central. Con todo eso ya presentado, en el Vol.2 no pasa mucho más. Crece la tensión, crece el suspenso y poco antes de la mitad del tomo ya estamos en ese climax, que se alarga tanto que en vez de dramático se vuelve tragicómico. Hay un par de revelaciones impactantes (también, en secuencias infinitamente estiradas) y un final que no está a la altura de la expectativa que generó el autor a lo largo de los dos tomos. Sin ser una basura, Quiero ser Asesinado por mi Alumna quedó muy lejos de otras obras de Furuya en las que el enrosque, los problemas mentales, las depravaciones sexuales y demás horrores cotidianos tienen bastante protagonismo. Ah, de nuevo me hizo mucho ruido la traducción al castellano neutro, ese engendro mutante que no se habla en ningún país. No sé si Merci compró los derechos para que esta edición circule por fuera de Argentina, pero la verdad que -acostumbrado como estoy a leer el manga en argento vía Ivrea o en gallego vía las editoriales españolas- el neutro me resultó casi infumable. Y destaco mucho lo bien que se ve la obra en ese tamaño un poco más grande, similar al que usa Ivrea para las ediciones de Monster, 20th Century Boys y algunas obras de Inio Asano y Junji Ito. Nada más, por hoy. Me gustaría leer más, pero no encuentro el tiempo... y a medida que se acerque la fecha de salida de la Comiqueando Digital nº9, más difícil se me va a hacer.

lunes, 31 de julio de 2023

AL FILO DEL FIN DE MES

Se termina otro Julio intenso, y llego justo a tiempo a postear una vez más, las reseñas de los últimos libritos que tuve oportunidad de leer. Empiezo en Inglaterra, año 1979, cuando en el semanario 2000 A.D. se empieza a serializar ABC Warriors, una creación del maestro Pat Mills por la que (en esta primera etapa) pasarán dibujantes de la talla de Kevin O´Neill, Dave Gibbons, Brendan McCarthy, Mike McMahon, Carlos Ezquerra y Brett Ewins. Algunos van a aportar muy poquitas páginas y a otros los vamos a ver dibujar a los pedos, o en los albores de sus carreras, siempre lejos de su mejor nivel. Por lo menos en la faz gráfica, los resultados que exhibe este libro no están ni cerca de las expectativas que generan los nombres involucrados. Dentro de la decepción, McMahon es el que sale mejor parado. Y por ahí Gibbons, en segundo lugar. Pero todos tienen trabajos mucho mejores sin salir de la 2000 A.D.. Los guiones de Mills son entretenidos, muy violentos, con algunos diálogos graciosos, pero lo que falla -a mi criterio- es la estructura de la serie. Primero, el tema de los episodios de seis páginas con un continuará muy marcado, verdaderos cliffhangers, cuyo impacto se pierde con los constantes cambios de dibujante. Por ahí leídos de a seis páginas por semana no se nota tanto, pero en la recopilación se notan el caos y la redundancia. Y después la forma en que presenta la saga: en vez de arrancar con el equipo ya formado, Mills se manda para adelante con apenas tres personajes (Hammerstein, Happy Shrapnel y Joe Pineapples) y en cada una de estas primeras aventuras veremos cómo reclutan a uno de los miembros que faltan (hasta llegar a siete, por eso el tomo se llama The Meknificent Seven). En todos los casos se repite una misma fórmula: el personaje nuevo primero confronta con el grupo, luego es derrotado (casi siempre por Hammerstein) y finalmente se suma a los ABC Warriors tras jurarle lealtad al líder. Con el equipo ya completo, se viene un arco argumental bastante extenso ambientado en Marte (pensé que me iba a gustar más) y el álbum termina con tres episodios en los que los ABC Warriors prácticamente no aparecen: 18 páginas de presentación de quien será su próximo oponente... en un libro que no tengo y no sé si existe. Acá hay muy bienvenido cambio en el ritmo del relato, con mucha atención para presentar a George como un personaje atractivo y complejo, no como un mero obstáculo al que Hammerstein y los suyos van a eliminar en seis páginas de combate al palo. Así que me quedé con ganas de ver cómo se resuelve el plot de George. Una pena, porque cuando la cosa se pone un poquito mejor, se termina. Igual estuvo bueno que, en su línea de tomos recopilatorios de material de la 2000 A.D., DC publicara el inicio de esta legendaria serie de Pat Mills. Sigo a la caza de más tomos de esa breve pero muy lograda colección.
Me voy a Japón, año 2015, cuando Usamaru Furuya (a esta altura, un fetiche de este blog) publica Quiero ser Asesinado por mi Alumna, un manga cuyo primer tomo se editó hace no mucho acá en Argentina. De nuevo, el dibujo no me convenció. No es choto, pero no está al nivel de lo que vimos en otros trabajos de Furuya. De todos modos no es óbice para disfrutar de lo más interesante que tiene este manga, que es el argumento. ¿Querés problemas mentales? Acá tenés un tipo de 34 años que se calienta con la fantasía de ser estrangulado por una chica de 16, y no cualquier chica, sino una que sufrió violencia intrafamiliar en la infancia y desarrolló una segunda personalidad, más áspera y jodida, que emerge cuando la personalidad "principal" entra en crisis. Por si faltara algo, esta chica es muy amiga de otra colegiala que sufre un trastorno de comportamiento que le impide interactuar en grupos, percibir los sentimientos o emociones ajenas o expresar los propios. Además, tiene una inteligencia infinitamente superior a la del resto de los alumnos de la secundaria a la que asiste. No pasa mucho más en este primer tomo, fuera de la presentación de los protagonistas y del plan de Haruto para encontrar la muerte a manos de Maho, en parte porque Furuya decide plantear el conflicto desde el punto de vista de cuatro personajes distintos. Sobre el último tercio del tomo, la trama empieza a avanzar y sin dudas el suspenso y el enrosque logran un in crescendo notable, que logró ponerme nervioso. Furuya ya demostró que tiene una mirada única, sumamente perturbadora, acerca del mundo de los chicos y chicas que cursan la secundaria en Japón, con lo cual está todo dado para que el espesor de esta trama se vuelva asfixiante. Me llamó mucho la atención el hecho de que la edición argentina esté traducida al neutro (en este caso por Guadalupe Domínguez). Parte de lo que me hace disfrutar tanto los mangas de Ivrea que compro, leo y reseño en este espacio, es la traducción con modismos argentinos. Y acá los eché mucho de menos. Si fuera un manga de samurais, me chuparía un huevo leerlo en neutro. Pero esto, que busca todo el tiempo la complicidad de un lector al que le resulta familiar el entorno de los adolescentes y los profes del secundario, se disfrutaría más si los personajes hablaran como nosotros. Ojo: por ahí estoy hablando pelotudeces y la editorial Merci compró los derechos para distribuir esta edición en cuatro o cinco países más de Latinoamérica donde se habla un castellano muy distinto al nuestro. La verdad que no lo sé. Pero si es una edición sólo para Argentina, la decisión de traducir los diálogos al neutro me parece bastante desacertada. De todos modos, quedé enganchado con la historia, a la espera de la continuación. Y nada más por hoy. Recomiendo una vez más pasar por https://comiqueandoshop.blogspot.com/ y bajarse la Comiqueando Digital nº7 por menos de lo que vale una docena de facturas. Posta, vale la pena. Gracias y nos reencontramos el mes que viene, acá en el blog.

domingo, 18 de octubre de 2020

LA MUSICA DE MARIE

Vuelvo al maravilloso mundo de Usamaru Furuya, para internarme en una de sus obras más antiguas. La Música de Marie se publicó en Japón entre los años 2000 y 2001, o sea que es justo anterior a El Club del Suicidio (ver reseña del 12/03/20). Y bastante anterior a las otras obras de este gran mangaka que pasaron por este blog. Los próceres de Milky Way editaron La Música de Marie en un único tomo espectacular, con más de 500 páginas, algunas de ellas a todo color. La Música de Marie es un manga que te va llevando por distintos lugares a lo largo de su extensión. En las primeras 200 páginas, lo que prima es el world-building. Acá Furuya se dedica minuciosamente a presentarnos a los personajes y al mundo en el que viven: sus costumbres, su religión, su comercio, los vínculos y sobre todo su desarrollo tecnológico, que parece estar frenado en un nivel que nuestro mundo alcanzó allá por 1850, más o menos. Llama la atención que no cobre relieve ningún conflicto, pero parte de las sorpresas de la trama van por ese lado. Los personajes centrales son Pippi (una minita copada, divina, inteligente, con la mejor onda) y Kai, un chico más introspectivo, más taciturno, al que cuando tenía 10 años le pasó algo que le cambió la vida para siempre y lo hizo distinto a todos los demás habitantes de la Tierra de Pirito. Kai provee el elemento de misterio a este mundo fantástico en el que reinan la concordia y la armonía entre todos los seres, biológicos y mecánicos. Las siguientes 100 páginas introducen un conflicto, no muy enfatizado por Furuya: un triángulo de amor bizarro entre Pippi, Kai y una diosa inmensa, omnipresente, inalcanzable. ¿A dónde va esto?, te preguntás. Ahí el autor nos clava casi 40 páginas en las que le da un poco más de relieve al aspecto religioso de la obra. Y ahí, en la página 340, cuando ya te tiene a punto caramelo, Furuya pone tercera y arranca un tramo entre aventurero y filosófico, que le hubiese encantado imaginar (y dibujar, y animar) al maestro Hayao Miyazaki. Este tramo se centra en Kai y la diosa Marie, cara a cara, cuerpo a cuerpo, corazón a corazón, para desentrañar todos los secretos de este mundo, de lo que le pasó al pibe cuando tenía 10 años, de lo que pasó ese día en que la música de Marie sonó desafinada y la rutina de los amables habitantes de Pirito se alteró. ¿La buena onda de la gente tiene que ver con la diosa? ¿El desarrollo (o en realidad el estancamiento) tecnológico está conectado a la omnipotente Marie? ¿Hay que sacrificar una cosa para obtener a otra? Kai se ve atrapado en un dilema moral brillante, que Furuya despliega a lo largo de 100 páginas memorables. Y cuando ya te estabas levantando de la butaca para aplaudir de pie, vienen dos epílogos, de 30 páginas cada uno. El primero cierra la historia de Pippi y Kai, también con nuevas e impactantes revelaciones acerca del enigmático muchacho. ¿Ya está? No, en el segundo epílogo (ambientado 50 años más tarde, cuando los chicos ya son viejos), Furuya patea el tablero y te tira casi al pasar una data clave, que resignifica todo lo que leíste hasta ese momento. Lo que realmente le pasó a Kai cuando tenía 10 años no es lo que parecía, y esa revelación cambia todo el juego de una manera drástica y genial. Y le agrega poesía, profundidad, misterio y onda a todas esas páginas por las que transitamos junto a los personajes. Un final maravilloso, sumamente conmovedor. ¿Podría ser mejor La Música de Marie? Sí, porque gráficamente Furuya evolucionó un montón y hoy dibuja mucho mejor que hace 20 años. En esta obra hay momentos gloriosos a nivel dibujo, sobre todo cuando dibuja paisajes y engranajes mecánicos. Texturas, líneas cinéticas, aplicación de grises, todo eso está perfecto. El armado de las secuencias, la organización de la información visual dentro de cada cuadro, también, inobjetables. Pero a la hora de dibujar a los personajes y su gestualidad (que es algo importante en la trama) vemos a un Furuya un poco precario, se nota que lo que termina en la página no es lo que él visualizaba en su mente. Me lo imaginaba todo el tiempo pensando “la puta madre, ¿por qué no podré dibujar como Masakazu Katsura, o como Satoshi Kon?”. Y por más que se rompa el culo, Usamaru no logra romper ese techo, esa limitación que lo deja ahí, a mitad de tabla, rodeado de dibujantes de shonen entre correctos y medio pelo. Por supuesto que los pulveriza a nivel imaginación, pero en la tarea específica de darle rostros y expresiones a los personajes, todavía estaba lejos de lo que va a mostrar años después. Recomiendo enfáticamente La Música de Marie a todos los amantes de la fantasía, de las pelis de Miyazaki, obviamente de Usamaru Furuya y a quienes queran explorar un manga lleno de ideas preciosas, desafiantes, provocativas, bien desarrolladas, resueltas con maestría y encarnadas en personajes entrañables, de los que cuesta despedirse a la hora de cerrar el libro. Nada más, por hoy. Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

jueves, 12 de marzo de 2020

JUEVES EN BLANCO Y NEGRO

Mientras el mundo es diezmado por una pandemia que parece inventada por Ra´s al Ghul, yo sigo acumulando lecturas, como para que no falten las reseñas acá en el blog.
El Club del Suicidio es un manga que el maestro Usamaru Furuya serializó en 2001, levemente basado en las premisas de un largometraje de Sion Sono. Más tarde, en 2008, Furuya retocó bastante ese manga y esa segunda versión se convirtió en la oficial, la posta. Por algún motivo indescifrable, hubo que esperar hasta 2015 para que se publicara en castellano (gracias, Milky Way) y acá estamos, finalmente.
El Club del Suicidio es una Obra Maestra, no tengo ninguna duda. Si creés que ya leiste demasiados mangas de chicas adolescentes que van a la secundaria, te aseguro que ninguno te va a perturbar tanto como este. De verdad, pocas veces me encontré con un manga tan bien escrito, con tanto cuidado en el guión. Acá hay un trabajo formidable de Furuya para no estirar con boludeces, no irse por las ramas, trabajar bien a fondo a cada personaje, no meter chistes ni situaciones pavotas que alteren el clima sórdido y ominoso de la obray sobre todo para generar tensión en el lector. Furuya retuerce la trama y el vínculo entre las dos protagonistas a límites insospechados, para atrapar al lector, para meterlo adentro de esta especie de conjura macabra a la que cualquier adulto podría confundir con un juego, con una boludez más de las muchas que hacen las chicas de 14-15 años en plena Edad del Pavo. Cuando te das cuenta de que la cosa va en serio, ya se puso mucho más heavy de lo que uno podía imaginar sobre todo si leés este manga antes de haber leído Lychee Light Club (yo lo reseñé el 25/04/13), que es posterior a la primera versíon de El Club del Suicidio.
No quiero spoilear nada del argumento, porque está todo jugado a la sorpresa, a que suceda lo imprevisto. Pero hay que ser muy genio para que se te ocurran las cosas que hace Furuya en este manga, eso te lo garantizo. El dibujo es muy eficaz, muy sobrio. Furuya no intenta hacer gala de ningún tipo de virtuosismo, no sexualiza de más a las protagonistas, cuida el verosímil a más no poder, trabaja desde lo visual ese clima del que hablaba yo hace un par de párrafos y juega a enfatizar las masas de negro en los momentos más espesos y a eliminarlas por completo en los más “espirituales”. Un manga brillante, de punta a punta, y un gran punto de entrada para l@s que todavía no se engancharon con la obra de esta bestia del Noveno Arte. Tengo otro broli de Usamaru Furuya en el pilón del aguante, así que este año seguramente volveremos a visitarlo.
La editorial rosarina Rabdomantes sigue rescatando todo el material del gran guionista Mauro Mantella, y en 2019 fue el turno de Bizancio, el John Constantine argentino creado por Mantella en 2004 para la revista Bastión. El Bizancio Integral reúne todas las historias de este personaje, que paso a escudriñar.
La primera tiene apenas 14 páginas y es muy, muy buena. La idea, la forma en que está desarrollada, y sobre todo los diálogos son puntos muy altos. El dibujo de Juanmar, si bien no está mal, va para un lado distinto de del guión. Seguramente se ajustaría mejor a otro tipo de historia. La Pulenta, lo mejor lejos, es la historia más larga: Punta Baja. Acá además de buenas ideas y diálogos recontra-filosos tenemos un misterio bien elaborado, desarrollo de personajes, dilemas morales y un clima tipo Twin Peaks de pueblito perdido en la Loma del Orto donde pasan cosas escabrosas, jodidas de explicar. Punta Baja re-da para un largometraje, además. Lástima el dibujo de Sergio Monjes, bastante rudimentario, con un par de imágenes potentes, de verdadero impacto, y muchas resueltas sin la menor onda. Monjes también dibuja una historia muy cortita titulada “Círculo”, que no está nada mal.
De ahí nos vamos a “Nuevos Monstruos”, una historia muy truculenta, también con excelentes diálogos, bien dibujada por Alberto Aprea. Y después, el derrape grosso, bien hasta el fondo. “Fuga y Misterio” es una historieta indescifrable, en la que aparecen en roles mínimos un montón de personajes de otros comics nacionales (Carlitos, Animal Urbano, Sónoman, Python, Doméstico, Bruno Helmet, etc.) y Bizancio cumple un rol que podría haber cumplido cualquier otro personaje. Esto parece ser un capítulo de una saga mucho mayor, que no recuerdo haber leído nunca. El dibujo está a cargo de los Silva Bros., clones eficientes de los típicos dibujantes del mainstream estadounidense. Y la última historieta es todavía más rara: 14 páginas de un diálogo entre Bizancio y Carlitos, en el que no pasa nada. Los diálogos se refieren a algo que está por suceder, que quizás sea ese team-up entre un montón de personajes argentinos que vimos el 25/05/15, en el Vol.5 de la Antología de Héroes Argentinos. Lo cual es raro, porque es un guión de Toni Torres, en el que Mantella no mojó para nada. Ni idea, la verdad. Acá vuelve Sergio Monjes, un poco mejor que en Punta Baja.
Obviamente, como fan talibán de John Constantine, banco grosso a Marcos Bizancio y quiero ver más aventuras suyas narradas por Mantella. Y no sé si a sus lectores, pero Mantella se debe A SI MISMO una saguita de Bizancio dibujada por un autor de primera línea. Un Juan Ferreyra, un Leo Manco, por ahí un Fernando Baldó, o el propio Diego Yapur que se mandó una portada gloriosa para este recopilatorio… Me imagino a Bizancio dibujado por muchos grossos y babeo mal.

Nada más, por hoy. La seguimos pronto. Y tranqui, que no cunda el pánico: si no nos exterminó el macrismo, la pandemia tiene poquísimas chances de exterminarnos.

sábado, 1 de septiembre de 2018

SABADO EN BUENOS AIRES

Lindo sábado acá en casa, último por un tiempito, porque el finde que viene estoy en Chile y el siguiente en Uruguay.
Hora de reencontrarme con el maestro Usamaru Furuya, de quien reseñé una sóla obra, allá por el 25/04/13. Esta vez me toca abordar Happiness, un tomo de historias cortas realizadas por este magnífico mangaka entre 2003 y 2006. La temática común en las ocho historias son los jóvenes a la deriva, chicos y chicas a los que la vida los cagó bastante y se las rebuscan como pueden para seguir adelante en el colegio, en el trabajo, o en las márgenes de una sociedad a la que le chupa un huevo si logran realizarse como personas o no. Las dos historias más flojitas son las dos primeras (la segunda es particularmente decepcionante) y después el nivel empieza a subir hasta llegar a la historia más extensa, La Habitación de las Nubes, que es una verdadera maravilla. Profunda, arriesgada, emotiva, original… todo lo que tiene que tener una historia para ser memorable, lo pone Furuya en estas 60 páginas. Y las dos historias con las que cierra el tomo también son buenísimas, si bien el final de la último (Under-Doll) no me terminó de convencer.
Con mínimos toques de fantasía, Furuya narra historias fuertes, muy centradas en los vínculos, en las que siempre hay lugar para algún exceso, alguna bizarreada que suele tener que ver con perversiones sexuales, exabruptos de violencia, alucinaciones o fantasías eróticas fuera de control. Todas las virtudes que pueden apreciarse en el trabajo del autor llegan a su punto más alto en La Habitación de las Nubes: la creación del suspenso, el desarrollo de los personajes, los coqueteos con la psicología, la bajada de línea social, la incorporación del romance y de cierto vuelo poético a situaciones que parecen girar en torno a la vida cotidiana, y por supuesto el gran laburo en los fondos, en la aplicación de las tramas de gris y en las expresiones faciales. Visualmente, Happiness se parece poco a Lychee Light Club: casi no hay violencia, la acción es mínima, no hay gore, el clima que domina las historias cortas no es ni a palos tan ominoso… Si venías muy cebado con aquella obra, en esta vas a encontrar algo totalmente distinto, y en varios aspectos mejor, porque acá Furuya logra seducir sin caer en estridencias ni en shocks brutales.
Sigo buscando obras de Usamaru Furuya para sumar a mi biblioteca, porque realmente en sus mangas encuentro cosas que no veo en los de otros autores y que me resultan sumamente atractivas. Furuya es tan grosso que hasta logra sorprender y cautivar con historias protagonizadas con chicas de escuela secundaria que se enamoran de pelotudos, pero además le sobran la jerarquía y los huevos para ir mucho más allá.
Allá por el 26/07/17 me tocó reseñar Femme, una novelita en la que descubrí el talento para los diálogos del guionista Matías Di Stefano. Hoy, en cambio, tuve la oportunidad de leer 31/12 otra novela muy breve (menos de 48 páginas) en la que Di Stefano no sólo escribe sino también dibuja. Y de nuevo caigo en la misma reflexión: el nivel en los diálogos es excelente. Una pena que en los globos haya algún error de ortografía y cero criterio en el uso (bastante escaso) de los signos de puntuación. Porque de verdad, estamos ante un autor con un manejo del diálogo sumamente afianzado. La historia en sí es como una mini-road movie, protagonizada por una chica que el 31 de Diciembre se va de su casa, vive varias peripecias dentro y fuera de su ciudad (algunas generadas por casualidades cuya improbabilidad se lleva puesta al verosímil) y finalmente regresa, para reencontrarse con su familia y putear porque toda esta odisea no le dejó ninguna moraleja.
Fuera de la forma en que Di Stefano hace añicos el verosímil, el resto está bastante bien. El ritmo es atractivo, el personaje central es interesante, hay un mensaje no muy obvio acerca de ciertos aspectos sociales… la verdad que es una lectura dinámica, livianita pero llevadera. El dibujo es correcto, con una estética que me hizo acordar a la de Federico Baert, otro autor integral que en un momento se convirtió en guionista, que además es oriundo de San Nicolás, donde (si no me equivoco) vive Matías Di Stefano. El librito está publicado en blanco y negro, mientras que la serialización previa se realizó en la web, a todo color. Claramente me gustó más a color que en blanco y negro, pero el paso de los colores a grises en el libro está bien logrado, no es un empaste asqueroso ni mucho menos. No me imaginaba que, además de guionista, Di Stefano fuera autor integral, así que en general, 31/12 resultó ser una grata sorpresa.
Y ahora sí, creo que no me queda sin leer ningún libro de autores argentinos editado antes de 2018. Bueno, sí, el hiper-masacote que recopila todo Alack Sinner, pero ese lo voy leyendo muy de a poquito, para que dure y para que no me detone totalmente las neuronas. La semana que viene voy a estar bastante enquilombado entre las Jornadas de Historieta en la Universidad de Palermo y el viaje a Chile, así que no quiero prometer mucho en materia de posteos. Por si no llego a postear de acá al martes, aprovecho hoy para desearles a todos un muy Feliz Día de la Historieta.

jueves, 25 de abril de 2013

25/ 04: LYCHEE LIGHT CLUB

Si sos uno de esos peregrinos de la perversión que siguen hace años la irresistible senda del sensei Suehiro Maruo, quieras o no, inevitablemente, em algún punto vas a terminar por encontrarte con alguna obra de Usamaru Furuya, el mejor alumno del maestro, un muchacho que sopló las 45 velitas unos días antes que yo, surgido no de las revistas eróticas, sino de la prestigiosa Garo.
Este trabajo fue realizado por Furuya entre 2005 y 2006 para la antología Manga Erotics f, la misma que serializó Velveteen & Mandala, de Jiro Matsumoto (ver la reseña del 29/01/12). Y como pasaba con aquel manga, hay que estar bastante hecho mierda para suponer que Lychee Light Club es una historieta erótica. Aparecen varios pibes y una mina en bolas, y un pibe le hace un pete a otro. Punto. Hay una violación medio heavy, pero no se ve, se sugiere. Ah, y una paja muy bien narrada, en una secuencia de 18 viñetas inolvidables. El resto, es una historieta MUY zarpada, pero por otros motivos. Basada en una obra de teatro de la compañía Tokyo Grand Guignol (en la que actuó el mismísimo Suehiro Maruo), Lychee Light Club cuenta la historia de un grupito de chicos de 13 años que planean dominar al mundo desde un sótano abandonado, en un barrio fabril venido a menos. Parece una joda, no? Pero es en serio.
Al frente del Club está Zera, un chico de increíble inteligencia y desmedida ambición, de modales autoritarios y salidas impredecibles, una especie de proto-Hitler que vive al límite, convencido de que alguno de sus subordinados conspira para eliminarlo. Zera alcanza la gloria cuando pone en funcionamiento el proyecto en el que él y sus chicos trabajaron durante años: un humanoide, un robot programado para obedecer sus caprichos, alimentado con frutas de lichi (un árbol tropical originario del sur de China, según la amiga Wikipedia) y con capacidad de aprendizaje. Con este coloso de metal a su servicio, nadie podrá detener a Zera, que aspira a gobernar el mundo antes de cumplir los 14 años. Alrededor de este personaje tan jodido como carismático, Furuya desarrolla a varios más, cada uno con sus características, al androide (llamado Lychee), y a Kanon, una hermosa colegiala a la que Lychee rapta por orden de sus amos.
La historia nos lleva en un in crescendo de tensión impresionante, impulsada por una sucesión de atrocidades de altísimo impacto dramático. Los chicos del club (y sus víctimas) sufrirán violaciones, mutilaciones, desmembramientos, se prenderán fuego y se quemarán por completo, serán atravesados por distintos objetos (incluyendo un inodoro), o simplemente golpeados hasta morir, en un clima cada vez más enrarecido por la paranoia megalómana de Zera y la extraña relación que se teje entre Kanon y Lychee. Detrás de este festival del gore y la sangre, hay un mensaje positivo que habla de humanidad, sensibilidad y conciencia, pero claro, entre tanta violencia y tanta perversión se pierde un poco. De todos modos, el argumento avanza con muy buen ritmo y llega a un final absolutamente satisfactorio, trágico y –como tantas cosas- inevitable.
El dibujo de Furuya tiene un par de problemas: primero, esos chicos de 13 años parecen de 16 o 17. Segundo, varios de ellos parecen chicas! Están todos vestidos con uniforme escolar de varón, pero parecen chicas disfrazadas de varones. Recién cuando Furuya los muestra como Kamisama los trajo al mundo, te cae la ficha de que son todos pibes, incluso los que tienen cara de nena y transan con los que parecen más varoniles. Si dejamos pasar ese detalle, nos vamos a encontrar con un monstruo que no tiene nada que envidiarle a Maruo: sus personajes son elegantes, sofisticados y a la vez muy expresivos. Su trabajo en los fondos y las líneas cinéticas (hay muchas, porque abunda la acción) es espectacular, la construcción de las secuencias es clara, ganchera y muy impactante, la sangre y las tripas producen el efecto buscado incluso cuando ya van 250 páginas de sangre y tripas, hay detalles cuidadísimos en la vestimenta, los peinados y los circuitos que componen a Lychee, y lo más importante: desde la primera página, Furuya crea este clima enroscado y ominoso tanto con los textos (esos diálogos trastornados donde los chicos vociferan en alemán) como con los dibujos, en páginas con mucho negro y con efectos de iluminación poco frecuentes en el manga.
La contratapa del libro, en su afán por venderlo, compara a Lychee Light Club con Lord of the Flies, la clásica novela de William Golding. Y no está mal: los puntos de contacto son muchos y muy notorios, aunque claro, este manga es más salvaje y más perturbador. Voy por más Usamaru Furuya, que por suerte tiene varias obras editadas tanto en España como en EEUU. Quiero ver si siempre resuelve tan bien las tramas (que por lo que leí, suelen ser extremas y con propensión a irse al carajo), o si acá lo logra porque adapta una obra que ya existía...