el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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sábado, 18 de septiembre de 2021

13 al 19 de SEPTIEMBRE

Esta semana pude leer un poco más, por suerte. Arranco con el Vol.32 de Cybersix, una historieta de hace 25 años que nunca había leído y que superó todas mis expectativas. Escrita por Fer Calvi (bajo la atenta mirada de Carlos Trillo) y dibujada por Ricardo Vispo (con fotocopias de fondos y personajes dibujados por Carlos Meglia), esta aventura le pega un giro impresionante al plot que esta serie arrastraba hacía tiempo, que era el secuestro del bebito de Cybersix (y Lucas Amato) por parte de Von Reichter, el principal villano de la saga. El guion ofrece una alquimia perfecta entre peleas, emociones fuertes, pinceladas de un humor ácido, incluso toques de humor más inocente o más absurdo, y esa cuota de desolación que aporta Lori (Maura, para los italianos) en esa lucha contra la drogadicción, que todo el tiempo sabemos que va a perder. En estas 96 páginas no hay relleno: pasa de todo y todo es importante, conmovedor y potencialmente disparador de más y mejores episodios. Espero que entre los tomos que me falta leer haya… dos o tres guiones a un nivel similar al de “Un figlio di nome Gengis”. El dibujo de Vispo está muy logrado, muy bien acoplado al relato que propone Calvi y muy respetuoso del estilo de Meglia. Sin estridencias, por ahí sin la magia del maestro quilmeño, pero muy eficaz a la hora de transmitir la intensidad arrolladora de todo lo que sucede en estas páginas. Parecía mentira que, entrega tras entrega, Trillo y sus colaboradores siguieran estirando la saga de Cybersix sin meterse a fondo con el mejor subplot que tenía la serie, y bueno, acá queda claro lo mucho que se puede impactar al lector cuando esa punta argumental se coloca en el centro de la escena y se desarrolla con huevos y talento. Me encantó.
Uno por ahí no se daba mucha cuenta, pero hace 10 años este blog estaba muy adelantado a su época. Entre otras cosas, porque hablábamos de autores y obras que mucho después se empezaron a publicar y a hacerse más o menos populares por los lectores del habla hispana en general, y de Argentina en particular. Un caso emblemático es el de Inio Asano, y un testimonio elocuente de esto es que este año se pubicó en nuetsro país un tomo con todas las historias de What a Wonderful World, que yo reseñé en este espacio los días 2 y 11 de Febrero de 2010. Como el tomo de Ivrea trae material que las ediciones yankis no traían, me deshice de ellas y ahora tengo la hermosa edición nacional. Felizmente, me acordaba poco y nada de las historietas que leí hace más de 11 años, así que volví a disfrutar un montón eta nueva lectura. Como ya opiné acerca de los dibujos y los guiones, esta vez quiero hacer hincapié en la traducción de Pablo Tschopp, que en general me pareció buenísima. Le encontré un problema, que aparece cuando los personajes (que supuestamente hablan en argentino) dicen cosas tipo “fuimos amigos por 15 años”, “te esperé por tres horas” o “viví en ese barrio por ocho años”. Eso es horrible, parece una mala traducción del inglés, donde se dice “I lived in that neighborhood for eight years”. En Argentina, ese “por” está totalmente de más a la hora de medir el tiempo. Acá decimos “fuimos amigos 15 años”, “te esperé tres horas”, etc. El resto, funciona muy, muy bien. No hay un abuso de las puteadas argentas, ni nada que obstaculice la sensación de realidad que transmiten las historietas de Asano. Y está esa última historieta de 16 páginas, que yo no conocía y que me pareció bellísima. Así que, una vez más, recomiendo fuerte este hermoso trabajo de un Asano primerizo pero devastador, esta vez en su exquisita edición nacional y popular.
Hacía bastante que no leía trabajos de Jorge Quién, y esta vez me toca comentar el que más me gustó (hasta ahora) de las obras de este extrañísimo autor. Bestinta es una novela gráfica de 64 páginas, realizada íntegramente por Jorge con la mano izquierda, su mano menos hábil. Entre un argumento que parece a todas luces improvisado sobre la marcha y la dificultad de trabajar con la mano que habitualmente no usa, se podría hablar casi de un suicidio artístico por parte del argento-chileno. Y sin embargo Bestinta es una obra atrapante, divertida, ingeniosa, impredecible, que llega (por caminos poco convencionales) a una muy buena resolución. Jorge Quién combina introspección y machaca, bizarreada y reflexiones profundas, dibujos a mano alzada con imágenes muy logradas, y siempre con la mano izquierda, con la que consigue resultados asombrosos. Lo único que no me cerró es el tema del rotulado, con letras muy grandes (también escritas con la zurda), que a veces ocupan demasiado espacio dentro de las viñetas. Cuando llegan las páginas más habladas, o con más bloques de texto, estas letras enormes (y las tachaduras) cobran una centralidad desmedida, en detrimento del dibujo y esas páginas se deslucen bastante. El resto, una delicia. Una historieta 100% experimental sin fisuras, que cualquier fan de las obras anteriores de Quién va a aplaudir de pie, y que además le puede cosechar nuevos fans a este autor siempre inquieto. Esta es una edición de Fadel&Fadel de 2018, que no sé si será fácil de encontrar, pero aún así me animo a recomendar que la busquen y la lean. Ahora sí, nada más. Gracias y hasta el finde que viene.

jueves, 13 de agosto de 2020

MEGAMAN ROTO

Después de la dosis extra-large de X-Men que me clavé la vez pasada, mi idea era no leer más comics de superhéroes hasta fin de mes. Pero bueno, pasaron cosas. Megaman Roto es una historieta de 82 páginas, en la que Fer Calvi retoma al personaje que surgió en 1996 en la revista Comiqueando (por ahí te suena) y que llegó a tener un par de números de su propio comic-book en Ediciones de la Urraca, también a mediados de los ´90. Lo increíble de este regreso es que, si bien Megaman siempre fue una serie que le servía a Calvi para homenajear a sus ídolos, ahora el foco se desplaza de la aventura a la meta-ficción. Como lo hiciera Grant Morrison en sus últimos números de Animal Man, acá el creador de Bosquenegro se dedica sobre todo a pensar cómo funcionan los mecanismos narrativos que impulsan los relatos protagonizados por superhéroes. El origen, los villanos, las debilidades, la motivación, la relación con otros héroes y –lo más morrisoneano- ese momento en que el personaje queda cara a cara con el autor, narrado en términos serios, dramáticos, de modo que se convierta en el pico máximo de tensión de toda la obra. O sea que más que un comic de superhéroes, Megaman Roto es un ensayo acerca del mito del superhéroe en forma de historieta. Con una especie de recorrida histórica, incluso, por las aventuras pasadas de Megaman, pero también por la historia del género en sí, con momentos que intersectan con las distintas “eras” en las que esta suele dividirse. Y además de toda esta faceta más reflexiva, más analítica, hay también escenas de machaca grandilocuente, escenas sostenidas en el desarrollo de personajes y hasta escenas más poéticas. Ninguna le disputa el protagonismo a las ganas que tiene Calvi de contarnos qué es para él un superhéroe, cómo funcionan y por qué lo emocionan este tipo de personajes. Con lo cual todo amague de conflicto más clásico o más aventurero queda en un segundo plano. Pero está perfecto. Lo que hace único y alucinante a Megaman Roto es que se anima a apartarse del molde de las historias a las que está homenajeando y acerca de las que nos invita a pensar, para narrar otra cosa. Después si querés nos preguntamos cómo le pegará esta historieta al que no leyó miles de comics de superhéroes y por ahí no sabe qué es un “kirby dot”, o no pesca las referencias al Superman de los años ´50, a la Silver Age de Marvel, a Watchmen, a los autores que fundaron Image en el ´92, etcétera. Por ahí los deja medio fríos. A los que consumimos, seguimos y pensamos este género, en cambio, Megaman Roto seguro nos detona los ojos, la mente y el corazón. No se le puede pedir mucho más a una historieta. Otra cosa que me encantó es que Calvi no juega a la mímica. No acomoda su estilo (de probada versatilidad) a cada referencia visual que nos quiere ofrecer. En un momento juega a dibujar como Pablo Picasso y le sale genial. Gráficamente, es un Calvi genuino, auténtico, comprometidísimo con lo que quiere contar y con espacio para la experimentación tanto en el trazo, como en el color, como en la narrativa propiamente dicha. En este último rubro, me hubiese gustado ver menos splash pages, pero la verdad es que están dibujadas a un nivel estupendo, con una fuerza y un dinamismo que te sacuden mientras las recorrés con la vista. La verdad que a nivel visual este es un trabajo muy bestial de Fernando, al nivel de lo mejor que dibujó en su vasta carrera. Y dejo para el final lo peor, lo más lamentable, lo que parece mentira que siga sucediendo en pleno Siglo XXI: las faltas de ortografía en los textos. ¿Cómo puede ser que nadie detecte o corrija errores (horrores, en realidad) como “horfanato” o “distorciones”? Un bajón tremendo, porque esos detalles, si bien son pequeños, opacan una muy buena edición y una historieta definitivamente memorable. En Argentina, muy lejos de donde los superhéroes grossos nacen, se desarrollan y se exprimen comercialmente más allá de cualquier lógica, hay un autor que los leyó, los estudió y entendió todo. Megaman Roto puede ser muy raro para el que busca un comic de superhéroes tradicional, o muy “nerd” para el lector que sigue las obras de Calvi apuntadas al público adulto. Pero si sos o fuiste fan de los muchachos musculosos con capas y superpoderes, no tengas dudas de que te va a conmover. Y si no, igual lo podés leer para deleitarte con los dibujos, que son impresionantes. Hasta acá llegamos por hoy. Gracias y nos reencontramos pronto, acá en el blog.

jueves, 5 de marzo de 2020

JUEVES DE CHICAS

Hoy tengo para reseñar dos comics protagonizados por chicas, lo cual no está mal si pensamos que el domingo es el Día Internacional de la Mujer. A todo esto, ¿sabían que la palabra “protagonismo” viene de Protágoras, un filósofo griego? Este sofista afirmaba que “el hombre es la medida de todas las cosas” y desarrolló una mirada absolutamente antropocéntrica. Bueno, eso. Todos los días se aprende algo nuevo.
Vamos con el Vol.1 de The Unbeatable Squirrel Girl, un título lanzado por Marvel en 2015, a cargo de Ryan North y Erika Henderson, probablemente pensado para captar lectoras adolescentes, de las que se habían acercado tímidamente al mundo de los superhéroes a través del boom de las películas. Además de los cuatro primeros números de esta serie, el TPB ofrece la primera aparición del personaje, publicada en 1991, en el nº8 de la antología trimestral Marvel Super-Heroes. Este título un engendro repulsivo, una fosa séptica a donde iban a parar las historietas más impublicables de Marvel, sobras de la Marvel Fanfare, sobras de la Marvel Comics Presents, guiones que los coordinadores les daban a pibes y pibas sin experiencia para que probaran a ver si podían dibujar 22 páginas de superhéroes en un tiempo razonable… y además en casi todos los números estaba Steve Ditko, ya veterano, con pocas chances de que lo llamaran para los títulos importantes. El maestro lo dejaban jugar cada tres meses en las páginas de Marvel Super-Heroes y ahí fue donde (en medio de una aventura supuestamente “seria” de Iron Man) aparece Squirrel Girl, se roba el protagonismo durante 22 páginas y queda ahí, en las márgenes del Universo Marvel, como una creación bizarra más de un especialista en poblar las márgenes de los universos superheroicos con creaciones bizarras. Con el coloreado moderno, debo reconocer que el dibujo tosco de Ditko mejora bastante.
Pero vamos a la serie de North y Henderson, que me pareció excelente. Los guiones tienen una combinación loquísima entre aventura clásica y descontrol. El ritmo es frenético, no baja ni un minuto. Las situaciones desopilantes van in crescendo, al punto que en el cuarto episodio Squirrel Girl y su ardillita se enfrentan a… ¡Galactus!. Hay humor físico, comedia de enredos, chistes meta-comiqueros, diálogos afilados típicos de sitcom yanki… Falta que alguno largue un “bwa-ha-ha”, nomás.
Se nota muchísimo que Ryan y Erika AMAN a este personaje y es realmente un gran placer verlo desarrollarse. El dibujo es sintético, expresivo, una mezcla rara y muy eficaz entre la clásica estética superheroica y algo más tipo Archie, con una narrativa cristalina, muy dinámica. El TPB acierta en incluir las páginas de “correo de lectores”, llenas de chistes, al igual que las frases en joda que aparecen al pie de cada página. Quiero más Squirrel Girl, sin ninguna duda.
Salto a Argentina, año 2019, cuando se recopila en libro Al Rey de Constantinopla, una historia que Fer Calvi había serializado en las páginas de Fierro, en la época en que yo ya no la leía. Creo que la única decisión de Calvi que no comparto es la de no revelarnos el nombre de la protagonista. El resto, me gustó mucho, me atrapó, me resultó sumamente interesante.
La trama propone un thriller de ciencia-ficción clásico, con una invasión alienígena encubierta, obviamente con blindaje político y mediático. Una chica que escribe guiones para series de TV va a tratar de llegar al fondo de la runfla y se va a ver envuelta en una aventura en la que hay muchísimo en juego. Todo esto con muy buenos diálogos, bastante introspección, una dosis acertada de acción y los típicos homenajes a comics, películas, series y obras literarias que mete Calvi en todas sus historietas.
Calvi me cerró bien el orto con su otra decisión arriesgada, la de mantener a lo largo de toda la obra la grilla de seis viñetas iguales (la Gran Kirby). Pensé que me iba a saturar leer toda una novela con una única puesta en página, pero el tempo del relato está tan bien manejado y la elección de los planos y enfoques es tan diversa, tan cambiante y asume tantos riesgos, que a las pocas páginas me olvidé que estaba viendo una infinita sucesión de viñetas todas del mismo tamaño. El dibujo está muy logrado, con recursos que el autor incorporó para esta obra, con un manejo notable de las técnicas tanto analógicas como digitales, y con un amplio registro en materia de diseño de personajes, que van desde representaciones bastante realistas a cartoons bien clásicos, bien al estilo de los años ´50. 
No te pongo Al Rey de Constantinopla al nivel de ¡Mexico Lindo!, pero me pareció un muy buen regreso de Fer Calvi al blanco y negro y al relato más clásico, más “de género”. Tengo otro librito del mismo autor ahí, en el aguante, así que pronto tendremos más Calvi, acá en el blog.

Nada más, por hoy. Mil gracias y hasta pronto.

viernes, 14 de septiembre de 2018

DOS RESEÑAS Y A RETIRO

Otra vez me toca escribir para el blog durante la previa a un viaje, esta vez a un evento con sede en la ciudad uruguaya de Paysandú, donde no estuve nunca.
Arranco con un extraño tomo publicado por DC en 2003, que recopila historietas realizadas entre 1992 y 1994 para la Judge Dredd Megazine. Extraño porque parece estar centrado en Devlin Waugh, pero incluye una historia de 85 en la que este personaje no sólo no es el protagonista, sino que entra en escena recién en la página 51. Pero bueno, quizás el criterio para hacer encajar esta aventura de Judge Dredd conocida como “Fetish” sea que está escrita por John Smith, el guionista de todas las apariciones “solistas” de Devlin Waugh que completan el tomo.
La verdad que las aventuras en sí son tirando a chotas. A veces son demasiado burdas y otras veces, tan retorcidas que cuesta entender qué carajo está pasando. El fuerte de John Smith en esta serie son los diálogos (afiladísimos) y la construcción del personaje de Devlin Waugh, que resulta un hallazgo al borde de la genialidad.
Waugh es un investigador de casos paranormales que trabaja para el Vaticano. Es británico, vampiro y abiertamente homosexual. Tiene el lomo de Schwarzenegger, fuma con boquilla como Guillermo Nimo y es un amante del arte, la belleza, el buen vino y los chongos, un bon vivant no-muerto, que puede atravesarte la yugular con los colmillos y comerte vivo, o invitarte a compartir un té y hablar de moda, poesía o artes plásticas. Por supuesto, Smith lo plantea como un personaje elitista, soberbio, pomposo… y le saca un jugo exquisito a su contrapunto con Judge Dredd, sobre todo en la historia corta titulada “Brief Encounter”.
Esta breve comedia y la primera aventura de Devlin (Swimming in Blood) cuentan con los dibujos del maestro Sean Phillips, cuando todavía trabajaba a color directo. Lo que mejora Phillips entre la primera historia (de 1992) y la segunda (de 1993) no tiene nombre. La anatomía, los rostros, la narrativa, el color… todo se ve mucho mejor en “Brief Encounter”. Para dibujar “Fetish”, Smith recluta a Siku (pseudónimo de Ajibayo Akinsiku), un dibujante africano que capta perfectamente la atmósfera de su continente, pero que es un clon muy evidente de Simon Bisley, al que le copia hasta los errores. El dibujo de Siku tiene un impacto arrollador, y también muchos tropiezos en la narrativa, sobre todo en los primeros episodios. La cuarta historia, ambientada en Arabia, es en blanco y negro, tiene un guión bastante redondito y está dibujada con notable soltura por Michael Gaydos, en un nivel asombroso. Después hay un par de cuentos, en prosa, con hermosas ilustraciones de Phillips, pero no los leí.
En general, el balance de más de 220 páginas me da más raro que bueno, pero entre Sean Phillips y Michael Gaydos juntan los puntos que necesita Devlin Waugh para ganarse un lugar en la biblioteca de cualquiera que busque explorar los rincones menos obvios del universo de Judge Dredd y la 2000 A.D..
Me vengo a Argentina, a 2018, para hablar maravillas de Bosqueblanco, la entrega más reciente de Bosquenegro, la serie que Fernando Calvi escribe y dibuja pensando en los más chicos. Sin dudas es la historia más dramática, más terrible para las criaturas de este bosque, pero Calvi la saca adelante con un sentido del humor cálido y eficaz, y con un mensaje de esperanza, de que todo lo que se rompe se puede arreglar, porque siempre que nevó, paró. Por supuesto hay algún guiño a la nevada de El Eternauta y unos cuantos a los comics de superhéroes, ya que –en su segunda mitad- Bosqueblanco se convierte en una especie de crónica de las asombrosas hazañas de una guerrera gigante que se come la trama con su carisma, su onda y su actitud positiva frente a todo tipo de adversidades.
El dibujo de Calvi es fascinante, plástico, vibrante, con mucho énfasis en el lenguaje corporal de los personajes y un coloreado exquisito, puesto en función de la narrativa. Por momentos, en el tramo protagonizado por la heroína extra-large, el dibujo parece una cruza alucinada entre Miguel Calatayud y John Buscema. La fuerte presencia de una guerrera grandota lo lleva naturalmente a Calvi a probar con algo que no se veía mucho en las entregas anteriores de Bosquenegro: las splash pages. Y en ese rubro Calvi también se luce con composiciones en las que combina espectacularidad y belleza.
Bosqueblanco es una historia acerca de resistir con aguante cuando parece que todo se va a la mierda, narrada con la claridad, la onda y la originalidad de un artista increíble, que atraviesa un momento mágico y al que todo lo que intenta le sale obscenamente bien.
Habrá más reseñas la semana que viene, acá en el blog. Buen finde para todos.

lunes, 2 de abril de 2018

DOS DEL DOS

Hoy es 2 y los libros que tengo para reseñar también son dos.
Empiezo con el Vol.1 de Bajo un cielo como unos pantis, un recopilatorio de historias cortas de Shun Umezawa, un mangaka que está pegando fuerte en Europa. Las dos primeras historias están centradas en Hiroshi y Mikami, una pareja de amigos, primero en la escuela secundaria y después 10 años más tarde, cuando ya (se supone que) son adultos. Umezawa narra en un tono de comedia ácida, filosa, donde es obvio que busca la risa del lector, pero también tira reflexiones muy interesantes sobre temas clave en la sociedad como el éxito económico y profesional, la discriminación en sus distintas formas, la sexualidad, las dificultades para formar pareja si sos medio nabo, fulero, o si sos soltera y tenés pibes. Los chistes de culos, pijas y pajas eclipsan un poco el mensaje, pero está, y está bueno.
La última historia introduce una especie de elemento fantástico, y un clima más de thriller, con crímenes, policía y demás. Es la historia más breve del tomo, y no precisamente la mejor. Pero la historia definitiva, la que me permite pasar a Umezawa de la lista de “a ver qué onda” a la lista de “te compro todo lo que hagas hasta el fin de los tiempos o hasta que salga campeón Gimnasia Esgrima de La Plata” es la tercera, Caos en las aulas. En estas 38 páginas, Umezawa da cátedra de historieta, ya despegado del tono de las andanzas de Hiroshi y Mikami, que eran relatos que tranquilamente se podían contar en una película, una serie de TV y hasta (con un poco de buena voluntad) en una obra de teatro. En Caos en las aulas está todo perfectamente orquestado, el autor logra narrar en paralelo varias historias ambientadas en un colegio secundario donde hay chistes groseros, drogas alucinógenas, embarazos no deseados, traumas mentales, tendencias suicidas, un garche sumamente hot y al final… el cataclismo. Historieta perfecta, sin ninguna duda.
El dibujo de Umezawa es excelente, muy realista, muy lejos de los estereotipos del shonen (salvo alguna minita en las primeras historias), con un cuidado impresionante en las expresiones faciales, en el lenguaje corporal, y por supuesto en los fondos, que están basados en referencia fotográfica. La narrativa es impecable, la aplicación de los grises es perfecta… Realmente quedé maravillado con este autor que todavía no cumplió 40 años y ya se perfila como un auténtico prócer del seinen.
Me vengo a Argentina, a 2017, para leer (por primera vez, porque cuando salió en Fierro no me enganchó en absoluto) el libro que recopila ¡México Lindo!, del gran Fer Calvi. Me gustó mucho, me pareció una historia muy simple, muy lineal en su esencia, a la que el autor se esforzó por darle una pátina experimental, extraña, bizarra incluso en algunos pasajes. Las referencias a The Long Goodbye, el homenaje a Sherlock Time, Steve Canyon o a la editorial Novaro, la onda lisérgica, frenética, que Calvi le impone a algunas secuencias (sí, acá Calvi se copa y narra con secuencias) son condimentos atractivos, que le agregan espesor a la experiencia de lectura, pero nada termina de opacar el hecho de que el protagonista va avanzando a paso firme por una trama lineal, marcada por la ineluctable lista de Sancho (de hecho, la historieta podría llamarse así, La lista de Sancho).
Para cuando llega el desenlace, ya atravesamos un montón de sensaciones y emociones distintas, vibramos al compás de algunos giros imprevistos en el guión, nos empapamos de varios climas distintos y acumulamos peleas, persecuciones, sexo, drogas, misterios y traiciones como en el más cabeza de los thrillers. Un poco por eso, no recomiendo leer ¡México Lindo! de una sóla sentada, sino fraccionado, en varias tandas.
Cuesta cerrar el libro y hacer la pausa, porque el dibujo de Calvi es realmente hipnótico. La línea y el color compiten todo el tiempo a ver quién se zarpa más, quien impacta más al lector, quién ofrece las variantes más locas, más originales, más expresivas o incluso más desaforadas. El color está cuidado al milímetro: hasta el fondo de la página sobre el cual Calvi planta las viñetas está laburado para remitirnos al papel berreta de las viejas historietas mexicanas. También para ese lado apunta la planificación de la página, que es básicamente clásica, con muchas viñetas circulares que me tiraron flashbacks letales a la época de Dick Sprang como dibujante de Batman. La verdad que es muy difícil describir la magia que tira Calvi en la faz gráfica de ¡México Lindo!. Sería mucho mejor que cada uno lo comprobara por sí mismo y viera qué cosas le transmite este trabajo (a mi juicio lo mejor que hizo del 2000 para acá). Quiero más obras de Calvi con esta estética, obviamente.
Y hasta acá llegamos por hoy. Nos seguimos leyendo pronto, ni bien tenga más libros para reseñar. Gracias y hasta entonces.

jueves, 1 de marzo de 2018

SEGUNDO BIMESTRE

Cuando te querés dar cuenta, ya se fueron Enero y Febrero y ya está el subnormal balbuceando mentiras en el Congreso para inaugurar el período de sesiones ordinarias…
En materia de lecturas, por fin me enteré por qué The Nao of Brown ganó tantos premios allá por 2013-14. Ojo, no me subo al tren de los que elevaron a esta novela gráfica de Glyn Dillon (hermano menor del recordado Steve) al status de “Historieta Perfecta”. Algún problema tiene. Subrayo sobre todo el hecho de que el… 95% de los sucesos relevantes para la trama se concentran en la segunda mitad, mientras que las primeras 100 páginas ofrecen un slice of life muy llevadero, con escenas muy divertidas y/o emotivas, pero que se quedan en la presentación de personajes, no aspiran a tener más peso en el desarrollo argumental. Probablemente esta historia sería mejor si en vez de 200 páginas tuviera 120.
Por suerte, Dillon tira magia desde el guión y el dibujo para que cada una de estas secuencias tenga algún atractivo, más allá de su incidencia en la trama. Y por otro lado, ese ritmo hiper-descomprimido que muestra The Nao of Brown tiene que ver con la mayor pretensión que tiene el libro, que es la de parecer 100% real. Dillon centra la historia en una chica con Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) y es obvio que no toca de oído, si no que investigó a fondo el tema. Por ende, nos lo quiere mostrar del modo más fidedigno posible, necesita que el lector entre en la mente de Nao y vea la vida como la ve ella. O sea que no es un delirio trazar una historia que avance muuuuy de a poco, con un énfasis a primera vista desmedido en algunos detalles.
Donde no se le puede decir ni mu a Dillon es en el dibujo. Realmente, majestuoso es poco. Imaginate una estética muy realista, de dibujante académico perfecto, tipo Milo Manara o John M. Burns, pero con la tinta y el color a cargo de un dibujante un toque menos careta, más expresivo, tipo un Scott Hampton. Y todo eso llevalo a una ambientación urbana contemporánea, que te obliga a trabajar con referencias fotográficas y a dejar la vida en los detalles. Bueno, yo (que conocía a Glyn Dillon sólo por una oscura miniserie que le publicó Vertigo en los ´90) no me imaginaba ni en pedo que me iba a encontrar con un trabajo de esta calidad, con esta belleza visual tan apabullante. Después de lo que dibujó en estas 200 páginas, le compro todo lo que publique de acá al fin de los tiempos.
Me vengo a Argentina, a 2017, cuando Damián Connelly y Fer Calvi lanzan Flash Card Mistery Man, una historieta ambientada (al igual que Psicocandy) en el universo de Ojo Eléctrico. Lo que hicieron Connelly y Calvi en este trabajo no sólo es muy raro, sino también muy difícil de hacer: si bien la historia tiene sus momentos tranquilos, sus pausas, los autores juegan a desenfatizarlas por completo. Y les sale tan bien, que recién la segunda vez que lo leí (por suerte son sólo 48 páginas de historieta, se pueden leer más de una vez) noté que había pausas. La primera lectura fue como un torbellino, me sentí adentro de un vórtice desaforado en el que el comic me bombardeaba con acción, acción, acción, palo y palo, todo el tiempo, sin respiro. Después noté que por debajo de esa explosión de machaca constante, había un par de cambios de ritmo, pero como ya dije, desenfatizados, ocultados, disfrazados de más acción vertiginosa por Connelly y Calvi. Eso me pareció lo más notable del librito, junto con la perfecta integración entre los dos creadores. Como pasa de vez en cuando, acá te tenés que esforzar para deducir que hay dos autores y no uno sólo.
La trama en sí es… típica, no muy distinta de otras que ya leí chotocientas veces, y en todo caso se aprecia la viveza de Connelly por potenciarla con las referencias a las canciones de David Bowie y a algunos de los elementos que ya nos presentó en Psicocandy. Hay un intento de desarrollo para el personaje central, pero la verdad que entre tanto kilombo de tiros y estallidos, mucho no se destaca.
Calvi, por su parte, despliega en estas páginas uno de sus trabajos más salvajes, con un trazo vibrante, explosivo, pensado para acompañar este festival estridente de acción y violencia. Creo que la técnica que usa es la pluma, con la que logra una línea muy plástica, muy dinámica, muy expresiva, con un grosor que va variando todo el tiempo y puede llegar a generar una cierta confusión en el lector poco acostumbrado a leer historieta en blanco y negro. Y después te tira la fatality con las tramas mecánicas, que es un recurso que Calvi maneja como los dioses desde que empezó, allá por mediados de los ´90. Flash Card Mistery Man es un comic bien de acción, que le aporta impacto y alguna que otra idea copada al universo Ojo Eléctrico, pero es sobre todo la primera colaboración de una dupla que se entiende demasiado bien, y que ojalá reaparezca pronto con nuevos trabajos en conjunto.
Y yo también planeo reaparecer pronto, ni bien tenga leídos un para de libritos más. Hasta entonces.

domingo, 23 de agosto de 2015

23/ 08: BOSQUENEGRO Vol.3

Tercer librito de Bosquenegro y esta vez Fernando Calvi va a lo básico: una sola aventura de 44 páginas. No son 44 chistes puestos uno al lado del otro, es un único relato bastante más ambicioso que los que habíamos visto hasta ahora en esta interesantísima serie apuntada sobre todo al público infantil.
El argumento es simple: una extraña criatura alienígena cae en Bosquenegro y sus habitantes no saben bien cómo reaccionar. Hasta que la criatura comienza a comer vorazmente y el miedo invade a los gnomos, hadas, bichos y brujas de Bosquenegro. Ahí está el tema de esta obra: el miedo a lo distinto, a lo que no conocemos. Calvi logra sacar de ese tema el espesor dramático justo como para que la aventura tenga un conflicto grosso, sin shockear ni perturbar a los chicos que seguramente se acercarán a esta historieta. Y por supuesto, la línea que baja respecto de este tema es la correcta.
Lo mejor que tiene esta historia es que encaja perfecto en el espacio con el que cuenta Calvi para desarrollarla. En ningún momento parece estirada y a medida que se acerca el final, no vemos al autor pisando el acelerador como si estuviera jugando al GTA para llegar a cerrar la trama en la página 44. El ritmo fluye de un modo muy armónico, con espacio para la aventura y para la dosis de humor que requiere una historieta como esta. A la hora de la resolución, el humor va a jugar un rol fundamental: el final feliz feliz llega cuando la criatura alienígena logra echarse un garco de proporciones colosales. Pero hete aquí que los personajes mencionan la “montaña de caca” y el autor no la muestra nunca. El hecho (importantísimo para la trama) de que el alienígena recupera su tamaño normal y su buena onda luego de generar un auténtico holocausto fecal está totalmente desenfatizado. Calvi opta por sugerirlo, no graficarlo, como si fuera algo tremendo, atroz. Calculo que, aún así, los chicos entienden lo que pasa y les causa gracia. Y calculo también que mostrar explícitamente el mega-sorete saliendo del culo del alien podría hacer que los padres, que supervisan el contenido de los libros que le dan a sus hijos, descarten a Bosquenegro por considerarlo escatológico.
De todos modos, el dibujo de Calvi es tan lindo, tan elegante, que aunque dibujara 44 páginas de culos y soretes el libro se vería muy bien. Difícilmente los chicos que lean Bosquenegro logren valorar los riesgos que Calvi asume a la hora de dibujar estas páginas. La plasticidad de los personajes, la complejidad de las composiciones, esa línea temblorosa, esas decisiones impredecibles a la hora de armar la paleta de colores, esas ganas de jugar con el diseño de absolutamente todo lo que vemos en cada viñeta… son cosas que vemos los grandes, y que hacen que a veces nos colguemos en la observación de esos prodigios gráficos, aún a riesgo de desengancharnos un toque de la historia. Pero bueno, es algo que puede pasar cuando un autor opta por una identidad visual tan marcada, tan fuerte, tan distinta de todo lo demás.
Este librito de Bosquenegro se lee rápido y se lee muy bien. Es una historia que a los chicos le va a encantar y a los grandes les va a hacer pasar un buen momento. Si estás con ganas de introducir a algún borreguito o borreguita de 6-7-8 años en la lectura de historietas, Bosquenegro es una magnífica puerta de entrada.

miércoles, 22 de octubre de 2014

22/ 10: ALTAVISTA

¡Ufff! ¡Mucho para analizar! Me tocó un libro extenso y además muy sustancioso. Veremos si puedo sintetizar para que esto no se haga eterno.
Las primeras seis historias cortas son cualquiera. Me explico: son hermosos relatos, que podrían tranquilamente no ser historietas. No hay integración entre imagen y texto y es este último el que narra absolutamente todo. Los dibujos (bellísimo testimonio de la constante evolución y la apabullante versatilidad de Fernando Calvi) podrían no estar y todo sería práticamente lo mismo. Cuentitos que en vez de tener en cada página una ilustración alusiva, tienen nueve dibujitos.
En los episodios 7 al 13 Calvi empieza a encontrar el camino: vincula sutilmente a unas historias con otras (incluso con las seis primeras), construye universo, le da forma a una narración mayor, más ambiciosa, y empieza a permitirle al dibujo contar cosas por afuera (o por encima) de lo que nos narran los textos.
Las historias en sí están muy bien. Quizás les sobre un poquito de cáscara, de pátina de cosa sofisitcada, trascendental. Está claro que a Calvi le interesa una aventura más interior, menos física, y de a poco encuentra ese equilibrio entre las dos cosas. A veces se empantana en viejos recursos como personajes que entran en escena para contar historias, o sueños del protagonista que contribuyen a enrarecer el clima y no a darle solidez a las tramas. Pero si logramos ver a través de esas ínfulas de “cosa rara, única y vanguardista” (que tanto aplaudieron críticos, colegas y fans de la obra de Calvi), vamos a encontrar lo más importante, que son buenas historias.
Por ahí el gran problema es el estilo. Al estilo se llega por dos vías: la de las limitaciones o la del capricho. Los que seguimos a Calvi desde mediados de los ´90 (desde aquellos trabajos en la Comiqueando que él jamás menciona en su biografía ni cuando da entrevistas) sabemos que este animalito no tiene limitaciones, ni en el dibujo ni en la narrativa. De ahí inferimos que el ritmo, los climas, la cadencia, la puesta en página siempre igual, el grafismo, la paleta de colores, las emociones que Calvi elige transmitir con Altavista son fruto –ni más ni menos- que del capricho. Y hay que bancárselo, de un lado y del otro. Uno, como lector de Calvi, tendrá que separar la paja del trigo y esforzarse un poco más para encontrar la historia por debajo de los simbolismos, las pinceladas autobiográficas, las secuencias oníricas, las citas literarias y demás “caprichos” del autor. Y Calvi tendrá que aceptar que muchos lectores no se fumen el experimento y digan “se fue a la mierda”, o apoden a este libro “Altabosta”, como escuché por ahí.
Pero ponele que le sintonizaste la onda a la saga y seguís más allá de esas 13 historias cortas. Ahí, disfrazadas de más anécdotas de borrachos incoherentes, de sueños, delirios y anhelos de perdedor enamorado, hay dos aventuras grossas, casi clásicas: la de Wendy, con Peter Pan y el Fantasma, y la del cubo, con los Challengers of the Unknown y la resolución del misterio de Dagón. Y después, ese epílogo ambiguo y fumachero con el Corto Maltés, acorde con la onda ambigua y fumachera de algunos álbumes del marino creado por Hugo Pratt.
Nombré a personajes de Pratt, de Lovecraft, de James M. Barrie, de Jack Kirby, de Lee Falk, y también hay apariciones y menciones a personajes de Herman Mellville, Hergé, E.C. Segar, Carmine Infantino, Bioy Casares, H. G. Wells y muchos más. Los homenajes y citas son un condimento muy atractivo de Altavista (conmovedores los tributos de Calvi a Carlos Trillo, José Muñoz y Quique Alcatena) y se podría escribir un libro igual de extenso que este, explicándolos todos.
Con un dibujo de engañosa simplicidad, con un sentido muy personal de la espacialidad, sin globos de diálogo y una paleta de colores intencionalmente restringida, de a poco Calvi me convenció de que cada uno de estos elementos, cada línea y cada palabra, están ahí para cumplir una función narrativa. Por eso, por la calidad y la originalidad del dibujo y por la noble intención de contar la aventura desde otro lugar y en otro tono, banco y recomiendo Altavista. No sé si será EL exponente imbatible de una nueva forma de hacer comic de autor en nuestro país, pero sin dudas se trata de un trabajo muy pensado y muy logrado, fruto de la pluma (y las tripas) de un autor que fue prodigioso desde muy pendejo y hoy -vaya paradoja- ostenta a fuerza de caprichos la madurez de los grandes maestros.

sábado, 20 de julio de 2013

20/ 07: HISTORIAS DE BOSQUENEGRO

Hoy. sintético, porque si no no llego.
Este segundo tomo de Bosquenegro nos muestra a Fernando Calvi otra vez inmerso en su mundo de criaturas fantásticas, a las que mueve con maestría por historias cortitas, simples, ideales para los más chicos.
La historia más larga tiene 24 páginas y está escrita de tal modo que hay un mini-remate al final de cada página. Detrás de su aparente simplicidad, la historieta tiene una estructura dramática clásica perfectamente respetada y sortea con creces la dificultad de resolver el conflicto sin recurrir a la violencia.
La historieta que a mí más me gustó es Merienda Accidentada, de cinco páginas, un relato decididamente humorístico, pero con las vueltas de tuerca suficientes para no ser un chiste largo que desemboca en (y le juega todas las fichas a) un remate gracioso.
Las últimas siete páginas del libro exploran un nuevo formato: historietas muy breves, de apenas media página, con bastantes viñetas, a veces con bastante texto, y acá sí, con la conisgna de desarrollar un breve argumento humorístico y rematarlo en la última viñeta.
En este formato, el de muchas viñetas chiquitas, casi abigarradas, es donde más me impactó el dibujo de Calvi, que es sin dudas el atractivo principal que le ofrece este librito a los lectores adultos. Ahí se ven más claros los planteos estéticos del autor, que me remitieron al A.L.I.E.E.E.N. de Lewis Trondheim, mezclado con las obras más sofisticadas de Miguel Calatayud. En las historias largas, las de viñetas grandes, se ve más Trondheim, mientras que en las últimas, las de las viñetas chiquitas, se ve más Calatayud, especialmente en la que cierra el tomo, que además es la mejor de esta última tanda. Visualmente, esto es un deleite irresistible. Los juegos que propone Calvi con las formas y los colores no sólo ceban infinitamente a los más chicos, sino que sorprenden a los más grandes, porque obligan al cordobés a plantearse una composición de las viñetas y una relación entre figuras y fondos muy, muy complejas, en la que se nota un laburo colosal para que todo se acople de manera armónica y funcional al relato.
Gran trabajo de este narrador virtuoso y versátil, que a veces se pasa de críptico en sus trabajos para los más grandes y que a la hora de crear historietas para chicos peló la magia que nos cautiva a todos: la de las historias chiquitas, muy controladas en cuanto a la extensión y a las pretensiones, y muy descontroladas a la hora de la imaginación y del despliegue de talento gráfico en cada página. Un librito ideal para comprar, leer en 15 minutos y regalar a un niño o niña con quien quedaremos como un duque, y a quien –en una de esas- ayudaremos a cebarse con la historieta sin tirarlo a esa picadora de carne tipo The Wall, pero con cara de gatito cachetón.