el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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martes, 28 de agosto de 2012

28/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.2

Este es un tomo raro, el clásico tomo de pre-temporada. Es cortito, trae sólo cuatro episodios, y entre todos conforman un build-up, un extenso prólogo a algo muy, muy grosso que –supongo- sucederá en el próximo tomo. La acción es mínima y casi intrascendente. A grandes rasgos, en los cuatro episodios sucede lo mismo: los Fantastic Four se enteran de la existencia de una ciudad, o de una civilización, que no conocían. Como las cuatro civilizaciones están o dentro o muy cerca de la Tierra, Reed y sus amigos van a tomar contacto con cada una de estas culturas y a enterarse qué onda. Quiénes son, qué quieren, cómo y por qué surgieron esas ciudades fuera de la vista del ser humano común. O sea que más que aventuras hay explicaciones, muchas explicaciones, páginas y páginas de personajes que les cuentan a los FF cosas sobre su pasado, su cultura, su tecnología, etc.
Esto que podría parecer un embole no lo es, primero porque están esas escenitas de machaca (medio forzadas, pero bue), segundo porque –como ya dije- es un TPB corto, y tercero porque el maestro Jonathan Hickman le pone mucha onda a los diálogos para que no nos aburramos. Además, ya que está, da cátedra de erudición geek, porque ninguna de estas razas están improvisadas ni sacadas de la galera: son todas civilizaciones de las que el fan hardcore de Marvel ya había tenido noticias, ya sea a través de Fantastic Four, o de otras series. Hickman investigó y –como los FF- salió a explorar. Y se ve que recorrió bastante el Universo Marvel y sobre todo que se calentó en encontrar buenas explicaciones y buenas vueltas de tuerca que hagan que el regreso de razas tan... pintorescas como los Kymellianos nos produzca algo más que risa o comentarios al estilo de “Nah, me estás jodiendo...”.
Así como en el TPB anterior era demasiado obvio que Reed acaparaba para sí todo el protagonismo, esta vez no está pintado al óleo, pero no hay ningún tramo en el que eclipse a sus compañeros. El protagonismo está mucho mejor repartido y si alguno se morfa una porción un cachito más grande, es Johnny. Los que sí quedaron relegados (espero que no por mucho tiempo) son Valeria y Franklin, los hijitos de los Richards.
Por el lado del dibujo, hay buenas noticias. Primero, dibuja TODO el más que correcto Dale Eaglesham y no hay que soportar a aquel fiambre a medio resucitar que lo suplió en algunos episodios del Vol.1. Por otro lado, Eaglesham dibuja mejor que en el Vol.1. Está más suelto, más osado, más acoplado a la onda del guión, esa onda de “acá todo es más grosso, más incomensurable, más definitivo y más asombroso de lo que te imaginabas”. Pareciera que el dibujante se dejó maravillar por los guiones y decidió, para no ser menos, maravillarnos a los lectores. Guarda, le sigue faltando un poco de onda. Los cuerpos me siguen recordando a Jerry Ordway y las caras (ahora dibujadas en un estilo un toque más sintético) a Steve Rude. Pero con menos onda que estos dos maestros, bastante menos onda. Y me sigue dibujando a Reed con lomo, cuello y músculos de jugador de rugby, la puta que lo parió.
Imaginate que si después del tomo anterior, en el que pasaban bastantes cosas, me aguanté poco y nada antes de agarrar este, ahora, que me fumé casi 90 páginas de prólogo a una saga supuestamente hiper- cataclísmica, voy a aguantar como mucho un par de días para cazar el Vol.3 y comprobar qué tanto de lo que me vendió Hickman era posta y qué tanto era humo. Después te cuento qué onda...

martes, 21 de agosto de 2012

21/ 08: FANTASTIC FOUR Vol.1

Sí, otra vez un Vol.1 de Fantastic Four. No sé por qué Marvel relanza desde el Vol.1 las colecciones de TPBs cada vez que las series cambian de autores, pero bueno, ahora es el turno de que Jonathan Hickman vea recopilados sus números de la más antigua serie del Universo Marvel.
Este primer tomo abarca un arquito de tres episodios y dos números unitarios, uno de los cuales abre puntas para una saga futura. El arco inicial tiene como protagonista excluyente a Reed Richards, al que Hickman demuestra conocer en profundidad. De entrada, pintan conceptos ambiciosos y las dimensiones de la aventura se vuelven colosales. No quiero contar detalles para que te sorprendas como me sorprendí yo, pero claramente la consigna de Hickman es ampliar aún más las fronteras de esta serie, que en sus mejores épocas se caracterizó por funcionar como una exploración del infinito universo ficticio en el que está entroncada. Y ahí va Reed, a ver y vivir cosas que jamás imaginó, ni siquiera en todos estos años de fantásticas peripecias junto a su mujer, su cuñado y su amigos. El cierre de la saguita es perfecto y lo único que se le puede criticar es la casi nula participación de los otros integrantes del cuarteto. Aún así, los mejores diálogos del arco son los que Reed tiene con Sue.
El unitario que sigue amaga con darle el protagonismo a Ben y Johnny, pero no. Terminan por robarse los roles centrales Franklin y Val, los hijos de Reed y Sue, a los que Hickman se propone darles muchísima onda y hasta potencial para protagonizar sus propias aventuras (cosa que sucederá en FF, una especie de spin-off de esta serie). Y el unitario final, además de tirar pistas y profecías para una saga que veremos más adelante, se centra en una reunión familiar para festejar el cumpleaños de Franklin. Este guacho de Franklin me da una bronca... no sólo tiene los padres más copados del universo, los mejores tíos y los mejores juguetes. Encima nació en 1968, igual que yo, y nunca pasó de los 9 ó 10 años... En la viñeta final del tomo, lo vemos volver a sus andadas y crear (como lo hiciera en Heroes Reborn) un nuevo universo. Veremos en qué deriva eso.
En este último unitario, el protagonismo está mucho mejor repartido, aunque de nuevo los chicos Richards brillan más que el resto. Y está lleno de diálogos excelentes. O sea que la Era Hickman arranca de modo más que promisorio, con poco para debatir y con otro hallazgo: poco que explicar. Evidentemente, la etapa de Mark Millar (que no leí) dejó a los personajes en el casillero de Salida, perfectamente reconocibles, con cero modificaciones extrañas en sus poderes, apariencias o relaciones. O sea que Hickman dedica... cero viñetas a mostrarnos quiénes son estos tipos y por qué hacen lo que hacen. Se supone que uno ya lo sabe de antemano. Y está bien.
En cuanto a los dibujantes... ma-mita! Torturas inmisericordes para Neil Edwards, el verdulero impresentable que dibuja los dos episodios unitarios. No dibuja TODO mal, pero las caras las dibuja catastróficamente mal y tiene pifias en la anatomía cada vez que a un personaje se lo enfoca desde abajo. ¿No había nadie mejor para poner de suplente en esta serie? Me cuesta creerlo. El titular es Dale Eaglesham, un dibujante muy correcto, de estética muy clásica (una especie de Jerry Ordway con menos onda), al que le había ido bastante bien en su paso por varias series de DC (me acuerdo de haberlo visto en Green Lantern, Villains United y Justice Society of America). Acá está bien, cumple decorosamente, aunque sin brillar.
Por supuesto, tengo algo para cuestionarle: ¿por qué carajo dibuja a Reed musculoso y con un cuello del grosor de un árbol? Master, Reed no necesita hacer fierros! Es elástico! Desplaza su masa hacia donde más la necesita! Y la forma más... icónica de mostrarnos que un personaje de historietas es elástico, es dibujarlo con el cuello finito, eternamente estirado. No lo digo yo: lo inventó Jack Cole en los ´40 y desde entonces es un recurso utilizado con buenos resultados por decenas de dibujantes. Pero no. Ahora el amigo Eaglesham nos quiere convencer de que Reed tiene el lomo del Capitán América, una distancia entre un hombro y otro que se podría recorrer en bondi y un cogote parecido al que tenía Ben antes de convertirse en The Thing, cuando era un jugador pulentoso de futbol americano. Te lo digo sencillito: chupame la pija.
En fin... tengo un par de tomos posteriores ahí, pidiendo pista, así que prometo volver a visitar muy pronto a los Fantastic Four de Hickman, hasta ahora una lectura muy, muy interesante.