el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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lunes, 26 de noviembre de 2018

LUNES DE SUPERHEROES EXTRAÑOS

Tengo sueño, pero antes de irme a dormir quiero reseñar un par de libritos que me leí en estos días.
Enigma es un comic para el que Grant Morrison escribió el prólogo, pero estoy seguro de que le hubiese gustado escribir el guión. El autor real es Peter Milligan, y sí, es un guión re-morrisonesco. Hoy poca gente registra a Enigma, porque es algo que hace mucho que no se hace: un comic de superhéroes 100% para adultos, generado en el sello Vertigo. Ya hace varias décadas que nadie relaciona a Vertigo con los superhéroes, pero hace 25 años, cuando el sello era joven, habia espacio para proyectos como este, que aún hoy rankea entre las obras más interesantes del gran Peter Milligan.
Enigma tiene todo: gran argumento, grandes diálogos, escenas de tremenda fuerza dramática, una intriga que no para de crecer, personajes construidos de manera magistral, giros impredecibles, juegos metacomiqueros y muchísima emoción. Ah, y como es un comic para adultos, tiene mucha violencia, puteadas y sexo, en este caso entre varones. Milligan conduce este freakshow con mano maestra, y rápidamente te mete adentro, te hace partícipe y logra que te olvides de algunos saltos medio brutales en la lógica de la historia. De a poco se impone (en un marco a priori realista) una lógica de comic de superhéroes raro, quizás con más puntos en común con un experimento limado de Steve Ditko que el Shade the Changing Man del propio Milligan. Y lo mejor es que funciona perfecto, incluso leído aún hoy.
No nombré todavía al dibujante, que es otro monstruo sagrado: Duncan Fegredo, que acá se zarpa como nunca. Olvidate de ese Fegredo más prolijo, más careta, de series como Millennium Fever, o de ese Fegredo más mignolesco que vimos durante su paso por Hellboy. Este es un animal salvaje, una bestia desbocada que te impacta con su dinamismo y su visceralidad, con esas manchas negrastremendas, con esos coqueteos con el grotesco, con esas rayitas excesivas tipo Nicolás Brondo… Un trabajo tan demoledor que es como descubrir a un nuevo Duncan Fegredo, con todo lo que eso significa. Lamentablemente, esto fue coloreado por Sherilyn Van Valkenburgh de un modo definitivamente criminal. Necesito urgente una edición de Enigma recoloreada, o en majestuoso blanco y negro.
Hace muy poquito leí Iceberg, y ahora me encuentro con que los guionistas Jonathan Crenovich y Martín Mazzeo retoman algunos elementos de esa historia (que parecía autoconclusiva) para darle inicio a una saga que pinta muy, pero muy atractiva. Este librito de Manta está muy bien escrito, quizás mejor escrito que Iceberg, y si no lo pongo por encima de esa obra es porque acá nos están mostrando apenas la puntita de una historia que andá a saber para dónde puede llegar a disparar.
Este primer tramo es atrapante, en parte por la decisión (arriesgada y sabia por igual) de contar la historia de atrás para adelante. O sea, recién en el último tercio de Manta te enterás cómo catzo encaja esta historia con lo que habíamos visto en Iceberg. Y por supuesto, si leiste Iceberg la respuesta te sorprende muy gratamente. Además los diálogos (punto altísimo de Iceberg) mantienen el excelente nivel de la “precuela”.
Donde Manta no llega ni cerca del nivel de Iceberg es en la faz gráfica. En vez de un dibujante hay tres, y ninguno arrima a la calidad de Alessio Rossino. El más flojito es el primero (Cristian Cassani) y los otros dos son dibujantes a los que ya vimos en el blog: Daniel Mendoza y Nacho Lázaro, artistas correctos, sin tropiezos en la narrativa, a los que quizás les falta un poco más de identidad visual, de diferenciarse un poco más de la estética hegemónica del mainstream yanki. De todos modos, ninguno de los tres es un croto, ni mucho menos.
Realmente no me imaginé que Manta me iba a gustar tanto, pero por suerte así fue. Espero ansioso el Vol.2.
Y ya fue, me voy a dormir, que mañana tengo un día bravísimo. Gracias a todos los que se acercaron a saludar en La Costa Comics y vuelvo pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

martes, 13 de octubre de 2015

13/10: MPH

Definitivamente, el comic da revancha. Allá por... 1997, a Mark Millar le tocó escribir algunos numeritos de Flash, y la verdad es que fueron bastante medio pelo. 18 años después, el mismo Millar firma el mejor comic acerca de supervelocistas que recuerdo haber leído.
Como tantas otras obras del escocés, MPH tiene un fuerte tinte realista, diálogos gloriosos y ritmo de blockbuster hollywoodense. Además, en MPH tenemos una notable bajada de línea socio-política, con Millar decidido como nunca a subrayar la exclusión y la pobreza que trae aparejadas el modelo capitalista salvaje tal como se aplicó durante décadas en EEUU. Las ganas de torcer su destino, de no ser toda la vida pobres, es lo que motiva a los protagonistas y lo que los pone todo el tiempo al filo de la cornisa. Cuando comiste tanta pija tantos años (dice Millar y yo suscribo) hablar de buenos y malos, de ética y moral, es medio pelotudo.
Al elemento socio-político (con el que a mí me sedujo en pocas páginas) hay que sumarle uno más, muy bien manejado por Millar: la explicación de la supervelocidad en términos de ciencia-ficción. Y cuando se juega con la velocidad, de alguna manera se juega también con el tiempo, algo que el guionista aprovecha al máximo para sorprendernos con unas paradojas temporales tan brillantes como impredecibles.
Los personajes están muy bien trabajados, con verdadera carnadura, verdadera tridimensionalidad, y esto hace que en ningún momento MPH se reduzca a una pelea entre buenos y malos. Hay machaca, obvio, y tiene mucho impacto y hasta bastante peso en la trama. Pero el espesor del conflicto va mucho más allá y eso es sin dudas un hallazgo.
El dibujo de Duncan Fegredo es excelente, sobrio, para nada estridente. Pareciera como si el británico se estuviera aguantando las ganas de explotar, de irse al carajo como se iba en Hellboy. Acá vemos a un Fegredo más tranquilo, con sus rasgos estilísticos menos enfatizados. Por momentos se parece mucho a Chris Weston, tiene cositas de Bryan Hitch, de Phil Winslade, y hasta en alguna viñeta me hizo acordar a Horacio Lalia. Pero la impronta de Fegredo es inconfundible y acá está muy presente en las expresiones faciales, en las escenas de acción y sobre todo en la composición de las viñetas, en cómo acomoda en el cuadro los distintos elementos que le marca el guión. Peter Doherty (dibujante que nunca me convenció y al que nos cruzamos hace no mucho en aquel TPB de Superman y Batman) acá oficia de colorista y letrista y está muy bien en ambos rubros. Al final no hacía falta pegarle un tiro y arrojar su cadaver a las hienas.
Con ideas muy atractivas y con mucha menos mala leche de lo habitual, Millar volvió a pegarle una vuelta interesantísima al eterno tema de los superpoderes. Después de leer MPH, no vas a poder mirar de la misma manera a Flash, Quicksilver y demás velocistas recubiertos de spandex.

miércoles, 4 de marzo de 2015

04/ 03: HELLBOY: THE MIDNIGHT CIRCUS

En los ´80, salían los Annuals. En los ´90, los prestige. Hoy, para venderte una aventura de un personaje conocido que no engancha con lo que le está sucediendo en su serie regular, o que propone una mirada más o menos alejada de la que impuso su autor más conocido, te tiran por la cabeza un hardcover de u$ 15, con 49 páginas de historieta y 6-7-8 páginas de relleno. Te podés resistir, claro. Hasta que te dicen que el personaje es Hellboy y los autores son Mike Mignola y Duncan Fegredo. Y ahí vas al muere. ¿Qué opción te queda? Tener culo y conseguirlo en oferta, que es lo que me pasó a mí, por eso dejé las elucubraciones de lado y dije “adentro”.
¿Con qué me encontré? Con una historia bastante menor, bastante prescindible. Entretenida, con una buena dosis de cheap thrills, con menos machaca que la aventura promedio de Hellboy (porque acá nuestro demonio favorito es un pendejito de 9 o 10 años que no está ni entrenado ni desarrolado para rebolear enemigos por el aire), pero sin la fuerza de los grandes relatos que, cada tanto, pela Mignola. De hecho, si el propio Mignola se hubiese propuesto dibujar The Midnight Circus, en ves de 49 páginas tendría como mucho 16, porque es un autor que no se copa estirando, que no tiene problema en armar páginas de 10 ó 12 viñetas y que además sabe que su mejor recurso para expandir las historias es la machaca, y acá no daba.
El argumento, livianito, casi etéreo, nos muestra a este Hellboy borreguito en la senda de Pinocchio: se escapa de su “casa”, se fuma su primer pucho y se termina por meter en un lindo despelote fascinado por la magia del circo. Un circo dark, tenebroso, obviamente sobrenatural, poblado por criaturas espectrales, freaks y demonios. ¿Querías un villano un poco más complejo, o más trabajado? Olvidate. Acá hay apenitas una punta de caracterización para un par de estos monstruos y el resto está ahí sólo para garantizar el impacto. Lo más logrado por parte del guión es el constante homenaje a Pinocchio, los constantes paralelismos que traza Mignola entre su creación y la de Carlo Collodi. Con el famoso cuento como base, Mignola arma un juego entre realidad y alucinación que tiene sus momentos tensos, pero adolesce de una cierta falta de profundidad. Además, al ser una historia del pasado, sabés que (por más que Trevor Bruttenholm se asuste) a Hellboy no le va a pasar nada grave.
Nombraba recién el juego entre realidad y alucinación y de ese contraste sale el principal atractivo de este libro: ver dibujar a Duncan Fegredo no en uno, sino en dos estilos distintos. El británico subraya desde el grafismo estas idas y vueltas entre los dos planos de “realidad” y logra un efecto absolutamente cautivante, por supuesto resaltado por la(s) paleta(s) mágica(s) del maestro Dave Stewart, que acá realiza un trabajo sublime. Además, como no tiene que dibujar al Hellboy adulto, Fregredo se anima a despegarse un poquito más de la estética de Mignola y el resultado es una obra que visualmente se parece mucho más a otros trabajos de Fegredo que a otras sagas de Hellboy. Bah… la verdad es que no recuerdo obras de Fegredo dibujadas al nivel que pela el ídolo en estas 49 páginas. Esto es magia en estado puro, una imagen alucinante atrás de otra, con muchísimo trabajo en las expresiones faciales, en los fondos, con una claridad diáfana en la narrativa, con muchos recursos para darle una identidad gráfica propia a los flashbacks… Si alguna vez pensaste que en sus episodios anteriores de Hellboy la dupla Fegredo-Stewart había alcanzado su techo, acá el techo vuelve a subir, mientras nuestras mandíbulas se caen, rebotan contra el piso, se reacomodan y se vuelven a caer.
Si comprás comics por los dibujos, esto es fundamental, de una. Si sos muy fan de Hellboy y lo seguís a todas partes, obvio que también lo tenés que tener. Si sos barrabrava de Fegredo, ni hablar. Y si no, compralo sólo si lo ves barato. The Midnight Circus es un producto digno, respetuoso, al que no dudo que los autores le pusieron amor y dedicación, pero tampoco es de esas obras que te cambian la vida, ni mucho menos.

lunes, 12 de noviembre de 2012

12/ 11: HELLBOY: THE STORM AND THE FURY

Hubo un leve cambio de planes: la mega-epopeya con la que Mike Mignola y Duncan Fegredo se propusieron revolucionara Hellboy allá por 2007, se pensó para cuatro tomos y finalmente fueron tres. Lo malo: menos páginas dibujadas por este Fegredo mignolizado e insuperable, que deja la vida en cada viñeta. Lo bueno: ya no hace falta seguir esperando para saber cómo termina esta saga absolutamente fundamental.
Los primeros tres episodios (de seis) se podrían haber contado tranquilamente en 30 páginas. Acá, Mignola aprovecha el espacio que le sobra para recapitular bastante de lo sucedido en los tomos anteriores, para avanzar lentamente algunos sub-plots, para desarrollar un poquito más a un personaje riquísimo (Alice) y –por supuesto- para meter a personajes y lectores en el clima que requiere esta saga. El clima es ese de “un mundo fascinante, de salvaje belleza e infinitas posibilidades, que está a punto de irse a la mierda, pero muy, muy mal”. Algo así como lo que sentís cuando estás en un boliche repleto de minas espectaculares y el DJ pone un tema de Ricky Martin o Chayanne. Efectivamente, se viene el apocalipsis.
Y la verdad es que desde que empezó Hellboy que las profecías del apocalipsis se vienen acumulando como las copas en las vitrinas del Barça. La diferencia es que, esta vez, es todo posta. La segunda mitad de The Storm and the Fury es el verdadero final, el combate definitivo contra… no te lo puedo decir, pero es muy grosso. El sitio elegido para la batalla final es Inglaterra, la machaca desafía todos los límites de la machaca y el resultado es… desolador. Si venís leyendo las noticias, o el Previews, sabés que la próxima saga de Hellboy es en el Infierno. Creeme, te va a gustar mucho saber cómo llega hasta ahí el querido Anung Un Rama. Vas a sufrir, no lo vas a poder creer, te vas a emocionar al ver cómo el bicho de la mano indestructible aguanta hasta el final, y el final, cruel y perverso como Rodríguez Larreta, te va a cerrar a full.
A esta altura, ya es bastante obvio que Mignola se convirtió en un excelente guionista: su plan a largo plazo, su desarrollo de los conflictos y los personajes, los diálogos, los bloques de texto y hasta las secuencias mudas nos hablan de un autor que aprendió a ponerle magia y poesía al festival de los monstruos que se cagan a trompadas. ¿Por qué no es más reconocido en este aspecto? Quizás porque eligió como compañeros de aventuras a unos dibujantes tan bestialmente grossos que logran eclipsarlo. Con Fegredo pasa eso. El dibujo es tan, pero tan bueno, que los bloques de texto parecen molestar, ocupar centímetros en los que uno quiere ver más dibujitos de Fegredo. Los logros del dibujante inglés son demasiados, aunque tal vez el más notable sea cómo logró ensamblar su estilo con el del creador de la serie. Incluso la puesta en página, los enfoques, la composición de las viñetas nos recuerda en el acto a las de Mignola. Y cuando ves las páginas de cerca, aparece Fegredo, con sus detallitos sutiles, con la expresividad de los rostros (sobre todo femeninos) que Mignola no podría lograr. El combo , ese estilo en el que se mezclan los dos maestros, y al que tan bien entiende, complementa y realza el glorioso Dave Stewart con su paleta, se termina al final de este libro pero se queda a vivir para siempre en mis retinas y -me parece- en el corazón de todos los que amamos a Hellboy.
Se termina una saga que amenazaba con cambiar a Hellboy para siempre y cumplió con creces. Ahora se vienen los festejos de los 20 años del personaje y una nueva dirección, bajo las manos de un Mignola que se reconcilió con el tablero de dibujo. Gloria eterna a esta serie, un ejemplo de coherencia, creatividad y huevos para bancar un proyecto personal que al principio podía parecer medio ladri y hoy es un emblema del comic norteamericano actual.

miércoles, 28 de julio de 2010

28/ 07: HELLBOY Vol.9


El noveno libro de Hellboy se titula The Wild Hunt, y retoma la historia casi donde la dejó Darkness Calls. Una vez más, se trata de un único relato extenso y ambicioso, de alto impacto para el status quo de la serie. Darkness Calls, serializada en 2007, fue un auténtico “nuevo punto de partida” para la serie, un punto de inflexión en el que Mike Mignola profundiza la movida de separar a Hellboy del mundo de los humanos y afianzarlo en su rol de criatura legendaria y mitológica. Mignola afirmó en su momento que Darkness Calls era apenas el primero de una serie de cuatro libros que cambiarían a Hellboy “para siempre” y una vez que leés The Wild Hunt, te queda clarísimo que el autor cumplió con su palabra. Después de este tomo, Hellboy jamás puede volver a ser lo que fue.
Este es un libro de revelaciones. No importa tanto lo que Hellboy hace como las verdades de las que se entera. Muchas tienen que ver con su origen, con su linaje. De pronto se descorren velos que ocultaban datos fundamentales acerca de la madre del bicho rojo y todo cobra otro sentido, perfecto y coherente, y a la vez abre infinitas posibilidades a futuro. Pero lo principal es el pasado. Como en Darkness Calls, Mignola cosecha mucho de lo sembrado en los años previos. Reaparecen villanos, personajes secundarios, profecías y visiones mencionados en sagas y unitarios anteriores. Hasta encuentra la forma de darle más sentido, coherencia e importancia a las dos historias que componen Strange Places, que era el tomo más aburrido, inexplicable y descolgado de la serie. Ahora resulta que no, que Mignola no se había fumado un churro, no se había tirado a chanta y no estaba tratando de hacer su Mu, o su Elvetiche: Rosa Alchemica, convencido de ser el Hugo Pratt yanki. Todas esas anécdotas mínimamente hilvanadas, de dudosa trascendencia y difícil comprensión eran también un sembrado de plots para esta saga que, ahora que llegó a su primera mitad, promete convertirse en uno de los máximos clásicos del comic yanki contemporáneo.
Posta, no quiero contarles nada del argumento para no spoilear, pero lo que pasa en este tomo, y lo que parece avecinarse para el próximo es indescriptible. Gruagach consiguió la caja, la abre y sale la nueva reina de todas las brujas (no puedo nombrarla para no dar datos acerca de otras puntas importantes de la trama), quien decide que, además de la reina de las brujas quiere ser la diosa de la guerra, y para eso se decide a derramar TODA la sangre del universo. La nueva y depravada villana empieza a amasar un mega-ejército de criaturas fantásticas malignas para arrasar con todo y alguien (tal vez Hellboy) tendrá que hacer lo mismo, pero con las fuerzas del Bien para hacerle el aguante.
Como en Darkness Calls, acá Mignola cuenta con el magistral dibujante británico Duncan Fegredo (Enigma, Kid Eternity, Jay & Silent Bob y un larguísimo etcétera), el socio ideal para esta epopeya de Hellboy. Y Fegredo, fanático de Hellboy de la primera hora, cumple con creces. Hay viñetas que parecen dibujadas por Mignola, otras en las que se ve el trazo distintivo de Fegredo y otras que parecen obra de un tercer autor, que reúne las virtudes de ambos. El Hellboy de Fegredo se parece al de los primeros álbumes de Mignola, con más líneas y menos manchas, aunque casi sin hombros, como el Hellboy más actual. Fegredo además se mata en los decorados, castillos, cuevas, criaturas, armas y trajes de combate. Como el propio Mignola, pilotea con idéntica cancha las escenas introspectivas, las oníricas y los estallidos de violencia donde pela unos combates electrizantes. No sé cómo hace, pero Fegredo le pone poesía a la machaca entre dos monos pulentosos. La paleta del maestro Dave Stewart se luce como pocas veces, y se adapta con holgura no sólo a los distintos climas que propone el guión, sino también al grafismo de Fegredo, que se basa menos en la mancha negra y más en la línea a la que luego realzará el color.
The Wild Hunt es un comic demoledor. Tiene pasión, tragedia, misterio, runflas espurias, profecías, revelaciones shockeantes, peleas monumentales, personajes logradísimos, y aún así, más grosso que lo que nos muestra es lo que se guarda para el próximo. El Vol.10 acaba de salir y recopila varias historias cortas (entre ellas una con Fegredo y una con Richard Corben) que no conectan (creo) con esta saga. O sea que hay que seguir esperando para saber a dónde va esta epopeya, cuyos primeros dos tomos son gloriosos de verdad.