el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 30 de octubre de 2020

IT´S A BIRD…

Por motivos varios, esta novela gráfica de 2004 cae en mis manos recién hoy. Nunca la había tenido en mis manos, no había visto ni una sóla página interior, hasta ayer o anteayer. Pero había leído varias críticas, todas absolutamente laudatorias, que me habían convencido de que Steven T. Seagle y Teddy Kristiansen se habían mandado una gema del infinito, una obra para aspirar a la consagración definitiva que no les había llegado en los ´90 con House of Secrets. Ahora, con la novela gráfica, me parece que me la inflaron un poquito. Me gustó mucho, me pareció una forma muy inteligente de contar una historia autobiográfica, la sentí muy genuina, me interesó mucho toda la parte del backstage, todas esas escenas en las que Seagle cuenta esos tire-y-afloje entre un guionista y una editorial a la hora de subirse o no a un trabajo tan único como es el de escribir una serie regular de Superman. Me pareció también muy ingenioso el abordaje del proceso creativo del guionista, esa búsqueda de imágenes o sensaciones que le puedan disparar ideas para desde ahí meterse con los conceptos centrales de estos personajes icónicos, inmensos, infinitamente más potentes en la cultura popular que cualquier otra creación que se le pueda ocurrir a cada autor en forma individual. Esas mini-historias que Seagle inserta en la trama, en las que explora aspectos de Superman desde ópticas más personales, o más atípicas, son sin dudas lo más atractivo que tiene el libro. Ejercicios de imaginación, de libertad, de abrir la cabeza para tratar de pensar desde otro lado los rasgos más obvios del superhéroe más obvio. Ahí hay muchos hallazgos, riesgo y sobre todo vuelo poético. Y después está la parte que menos me interesó, que es la que le aporta el conflicto “central” a la trama: esa enfermedad hereditaria que cada (aproximadamente) 30 años mata de modo cruel y grotesco a un integrante de la familia de Seagle, sin saltearse ninguna generación. No milito de modo dogmático contra las novelas gráficas centradas en enfermedades, pero tampoco es algo que me llame mucho la atención. Seagle maneja bien los momentos para impactar al lector con las revelaciones, lleva con buen pulso el “misterio” del paradero de su padre y lo usa astutamente como elemento para desestabilizar al protagonista. Pero no me llegó a conmover, no me convenció de que hacía falta un drama familiar de esa intensidad para sostener mi interés hasta el final de la novela. Yo me conformaba con lo otro, con ese conflicto más tranqui, más interno, más intelectual, del guionista que no sabe si tiene o no lo que hay que tener para escribir comics de Superman. Esas escenas en las que Seagle toma conciencia de lo que significa Superman para la gente común me movilizaron mucho más que las que giran en torno al Mal de Huntington. Y bueno, donde no se puede poner un sólo pero, donde es todo, pero todo ganancia, donde hasta la escena más prosaica se eleva en un halo mágico de lirismo y belleza iridiscente, es en la faceta gráfica. Teddy Kristiansen despliega todo su talento sin guardarse nada y eso es todo lo que deberíamos saber antes de comprar el libro sin decir ni mu. La extensión de la novela le permite combinar todas esas páginas de escenas costumbristas, de gente hablando o pensando, con algunos momentos en los que se cuela algo de acción. Pero además en cada una de las secuencias “imaginadas por el guionista”, en la que nos muestra las ideas que se le van ocurriendo a medida que reflexiona acerca de Superman y su mitología, Kristiansen encuentra espacio para experimentar, para probar cosas nuevas en la puesta en página y en el tratamiento visual global de cada una de estas mini-historias. Como en todas sus obras, el gran danés borra de a poquito las fronteras entre la gráfica y la plástica, y es en estas breves secuencias donde lo vemos detonar una gama de recursos pictóricos y narrativos amplísima e hipnótica. Si sos fan de Superman y alguna vez soñaste con convertirte en guionista de historietas para poder escribir esa saga espectacular y definitiva de tu héroe favorito, It´s a Bird te va a partir la cabeza en mil pedazos. Si sos fan de Kristiansen, obviamente también. Si lo tuyo son los comics de enfermedades y los dramas familiares que se articulan en torno a estas, seguro la vas a pasar mal, pero lo vas a disfrutar. Y si te gusta una historieta más adulta, más artística y te parece que los buenos autores pierden su tiempo o se convierten en putas baratas por entrar en el juego de DC y ponerle el cuerpo (a veces incluso el alma) a un comic de Superman, acá te esperan unas cuantas sorpresas interesantes. No estamos hablando de la Gloria Máxima del Noveno Arte, pero sí de una novela gráfica más que sólida, con momentos de una belleza realmente infrecuente. Nada más, por hoy. Nos reencontramos el mes que viene, con nuevas reseñas, acá en el blog.

viernes, 3 de mayo de 2019

THE SANDMAN: OVERTURE

Uno de los momentos más álgidos en la larga historia de este blog fue aquel final de 2015 en el que reseñé los 10 tomos de The Sandman, a razón de uno por día durante 10 días consecutivos. Un poco por eso le dedico a Overture una reseña para ella sola, sin mezclarla con el otro librito que estuve leyendo en estos días.
Para empezar, se trata de un libro de 224 páginas en el que sólo 156 son de historieta. El resto es un interminable compendio de carátulas, prólogos, entrevistas a los autores, bocetos, portadas alternativas, el letrista y el colorista que te explican el backstage de sus respectivos trabajos… Todo el relleno imaginable, está en esta edición. Algunas de estas cositas están buenísimas, para qué engañarnos. Y entiendo que me tenés que justificar un PVP de u$ 20, en parte para que Overture cueste lo mismo que los 10 TPBs de la saga original. Pero 68 páginas de relleno es un abuso, en serio.
Y eso no es lo más grave. Lo que más ruido me hizo es que la esencia de la historia, el núcleo de la trama, el momento en el que realmente Morpheus enfrenta el conflicto en cuestión y avanza hacia su resolución, está condensado en menos de 45 páginas, ubicadas al final de la obra. Hasta llegar a ese punto, Neil Gaiman nos pasea por un montón de situaciones menores, establece conflictos más chiquitos, desgasta un poco a Morpheus al ponerlo (por primera vez en mucho tiempo) en una especie de peligro de muy difícil solución… pero pasadita la mitad del quinto episodio desactiva el peligro y Dream, baqueteado y todo, entra a la recta final de la historia. Una recta final espectacular, redondísima… que hace bastante intrascendente todo lo que habíamos leído hasta ese punto.
¿Qué hay de atractivo en toda esa extensa franela previa? Primero, lo que ya mencioné: creíamos que nunca iba a aparecer una amenaza que obligara a Morpheus a pelar sus poderes a pleno para combatirla, pero Gaiman nos cerró el orto. La amenaza apareció y es la que anima en buena medida todo el tramo “tranqui” de Overture. También vemos al padre y la madre de Dream, y la interacción de ambos con el orgulloso y taciturno Rey del Sueño. Vemos también a todos los Endless (y al Corinthian, y a Lucien, y a Merv, y a varios personajes más), pero están básicamente al pedo. Quizás lo más atractivo sea la gran cantidad de guiños que tira Overture al que ya sabe lo que va a pasar después. La saga termina (y esto no es un spoiler) con Dream capturado en el sótano de Roderick Burguess (a quien Gaiman no nombra en esta obra), o sea que es como un Vol.0 de Sandman, que tiene mucho más sentido si se lee DESPUES de los Vol.1-10 y de Endless Nights. Gaiman juega  mucho con eso, con sembrar pistas de plots o secuencias que “luego” veremos en Preludes & Nocturnes, The Doll´s House, Season of Mists… y el lector que ya sabe todo lo que va a pasar las disfruta a full. Y bueno, obviamente hay parábolas, historias dentro de la historia que los personajes se cuentan unos a otros, diálogos magníficos y bloques de texto de alto vuelo, en los que se ve con claridad que no estamos ante el típico escritor de comic-books que saca con fritas tres o cuatro series mensuales todos los putos meses hasta que se le rostizan las neuronas.
¿Y por qué está bueno que Overture dure casi 100 páginas más de lo que podría haber durado si Gaiman fuera al grano y no descomprimiera brutalmente el relato? Porque todas esas páginas las dibuja J.H. Williams, en el que sin dudas es el mejor trabajo de su deslumbrante carrera. Acá el ídolo no sólo cambia todo el tiempo de grilla: también cambia el grafismo. Tiene secuencias en las que parece Frank Quitely, en otras parece P. Craig Russell, en otras el dibujo animado de Yellow Submarine, en otras Moebius, en otras Alex Ross, por momentos parece un ilustrador de fantasía medieval, sobre el final tira un homenaje hermoso a Sam Kieth y Kelley Jones, aparecen personajes que parecen diseñados por Jack Kirby, otros que parecen inspirados en historietas de la 2000 A.D. o la Métal Hurlant… un desconche visual como pocas veces se vio en el Noveno Arte. Y encima de todas estas referencias, guiños, homenajes y/o choreos, está el estilo del propio J.H. Williams, que se complementa perfecto con los colores de Dave Stewart y que alcanza un nivel imposible, pensado para devastar sistemas solares enteros.
The Sandman: Overture tiene aventura a escala sideral, fantasía, introspección, incluso ciencia-ficción (que es algo que Gaiman hace poco), algún toque mínimo de comedia, infinito fan service para el lector de la saga clásica, momentos en los que la estructura del relato parece medio un western, o un policial, por momentos el drama familiar amenaza con comerse a la trama, por momentos decís “metele pata, que me duermo”, por momentos el ritmo se vuelve casi frenético y te lleva puesto… Claramente es un comic raro, dentro de la cosmogonía de Sandman y dentro de la obra de Gaiman, en general. Pero no huele a estafa, a “esquilmemos a estos giles con cualquier verdura que quedó ahí, pudriéndose al sol desde 1996 cuando terminó Sandman”. Huele a obra sumamente ambiciosa, muy personal, con mucho amor por Morpheus, su historia y su mundo (y sus fans) y sobre todo con unos dibujos que están más allá de cualquier exégesis, a parsecs de lo que se ve normalmente en los (pocos) comics que publicó Vertigo en estos últimos cinco o seis años. Ya sólo por el laburo de J.H. Williams recontra-vale la pena sumar este broli a tu colección.
Gracias por el aguante y nos reencontramos pronto, acá en el blog.

   

domingo, 28 de mayo de 2017

TARDE DE DOMINGO

Tarde aburrida, lluviosa, fresca… hermosa para quedarse en la cama haciendo cucharita. Pero si no tenés con quién cucharear (la almohada no vale, pobrecita), quedate a leer unas reseñas…
En 2015 salió el recopilatorio de Vertigo CMYK, un voluminoso tomo con la animalada de 36 historias cortas, a cargo de un elenco de autores en el que se mezclan consagrados con jóvenes promesas todavía poco conocidas en el medio, pero con muchas ganas de innovar y de escaparle al “más de lo mismo”.
Como me pasó con la antología de Vertigo que reseñé el mes pasado (27/04/17) la lista de autores grossos supera ampliamente a la lista de historietas que me partieron el cerebro. Mirá este line-up: Peter Milligan, Tom King, Bill Sienkiewicz, Fábio Moon, Steven Seagle, Jeff Lemire, Si Spencer, Gene Luen Yang, Francesco Francavilla, Gerard Way, Rian Hughes, Matteo Scalera, Amy Chu, Nathan Fox, Philp Bond, John Paul Leon, Sonny Liew, Marguerite Bennett, Tommy Lee Edwards, Al Davison, Jock, Teddy Kristiansen, Steve Orlando, Carla Berrocal, Joao Lemos y cuatro argentinos: Martín Morazzo, Emilio Utrera y la dupla Diego Agrimbau-Lucas Varela. Sí, Vertigo publicó una historieta con GUION de un autor argentino.
No me voy a poner a repasar una por una las 36 historias, porque no termino más (y mañana temprano tengo función de prensa de Wonder Woman). Pero quiero subrayar algunos hallazgos. No conocía a Ken Garing, dibujante que me gustó muchísimo. Tampoco a Monty Nero, guionista responsable de una de las mejores historias del tomo. Matteo Scalera se superó a sí mismo en su colaboración para esta antología, también en equipo con una guionista a la que no conocía y cuyo trabajo me encantó: Rachel Deering. Otra excelente historieta es la de Tommy Lee Edwards y el guionista Ryan Lindsay, a quien tampoco conocía. También me sorprendieron los desconocidos Matt Miner y Taylan Kurtulus, el guionista Benjamin Read y el dibujante Nimit Malavia.
Para terminar de redondear una propuesta muy ganchera, Tom King, John Paul Leon, Milligan, Hughes, Fábio Moon, Sienkiewicz, Bond, Francavilla, Lemire, Liew, Kristiansen, Varela y Agrimbau son algunos de los nombres fuertes que aportan historietas al nivel que uno espera de ellos e incluso un poquito por encima. Como en toda antología hay sapos y cosas que te arrancan un “what the fuck?!?”, pero como proyecto vanguardista y experimental está muy, muy bien.
Me vengo al Río de la Plata, para reseñar una coedición de 2016 que involucra a una editorial argentina y una uruguaya, en team-up para llevar al libro El Dormilón, una gran obra de Rodolfo Santullo y Carlos Aón originalmente serializada en un sitio web.
El Dormilón es un clásico misterio “whodunnit”, donde un detective debe resolver un crimen en un lugar cerrado, del que nadie puede salir (ni entrar), lo cual acota notoriamente la cantidad de sospechosos. La gracia es cómo y dónde ambienta Santullo esta estructura tan típica de los cuentos de misterio policial del Siglo XX, como respeta las reglas del género y a la vez lo hace propio. El detective no es un detective, el lugar cerrado es un edificio sitiado por zombies antropófagos, el occiso resulta ser un sorete hijo de mil putas, el crimen sirve para desnudar los vicios y las tensiones en el seno de una pseudo-sociedad organizada a los ponchazos para sobrevivir a un cataclismo socioeconómico, y el asesino… Bueno, no. No te voy a dar pistas de quién es el asesino.
Estamos frente a un comic muy ganchero, que te atrapa en poquísimas viñetas, con un gran ritmo, muchas puntas para pensar, para reflexionar, una resolución incuestionable y excelentes diálogos… esta vez poblados de modismos uruguayos, algo poco frecuente en las obras en las que Santullo colabora con dibujantes argentinos…
Y hablando de dibujantes, el trabajo de Aón es realmente exquisito en todos los rubros. El diseño de los personajes y del mundo en el que viven, la composición de las viñetas, el armado de las páginas, el color (esos engamados que van variando de capítulo a capítulo), hasta el rotulado es original y atractivo. Y sí, como en todo relato en el que se investiga un misterio, los personajes hablan mucho. Pero ahí entra en juego la cancha de Aón para que las abundantes escenas de diálogo se vean como algo dinámico, vibrante, que suman a esa gran virtud que tiene el guión de lograr que te compenetres rapidísimo con la historia y todo el tiempo quieras saber más. Recomiendo mucho El Dormilón, una novela gráfica realmente sólida, entretenida, con la profundidad que muchas veces no tienen los thrillers ambientados en mundos post-apocalípticos y con una impronta visual alucinante.
Prometo volver a postear pronto, seguramente la reseña de la peli que voy a ver mañana. ¡Hasta entonces!

jueves, 17 de diciembre de 2015

17/12: SIGUE LA SANDMANIA

Se me terminaron los 10 tomos del mega-clásico de Neil Gaiman y –lógicamente- me quedaron algunas cositas en el tintero.
1. Qué bestia Dave McKean. Esas portadas son gloriosas y el trabajo, la dedicación y el talento que le puso al diseño de cada uno de los libros es apabullante. Hay un broli que trae todas las portadas, llamado Dust Covers, en el que McKean dibuja una historia breve, llamada The Last Sandman Story. No está buena, no corresponde putear porque no la incluyeron en estos 10 TPBs (aunque sí en los Omnibus). Una pena, porque durante años soñamos con una historieta de Sandman dibujada por McKean.
2. Genio de la vida Todd Klein. Cuando empezó Sandman, Klein ya estaba consagrado como letrista y hasta tenía una chapita “de culto” como guionista. Pero cuando empieza a trabajar en esta serie, pega un salto cualitativo brutal y la rompe como nadie lo había hecho antes en eso de darles tipografías distintas a los diálogos de los distintos personajes y a laburar en serio el diseño de los globos y los bloques de texto. Klein se cansó de ganar premios gracias a su labor en Sandman, y los tiene más que merecidos.
3. Parte del atractivo de Sandman pasa por algo que mencioné poco en las reseñas, que es su inagotable universo de referencias literarias. Gaiman leyó mucha más literatura que el guionista de comics promedio y eso se nota en cosas muy evidentes (el rol de William Shakespeare, la estructura de Worlds´End, clonada de los Canterbury Tales, etc.) y en otras más sutiles. Si tenés amigos fans de la literatura y reacios a leer comics, este es un gran ariete para derribar prejuicios.
4. Matthew el cuervo y Barnabas el perro. Los amo, quiero que les den su propia serie regular. Me pareció fascinante lo que hizo Gaiman con estos dos personajes. Uno más terrenal, más cabeza, el otro más sofisticado, más sarcástico. Pero entre los dos se afanan cada vez que aparecen los mejores diálogos de la serie.
5. Me pareció rarísimo lo que hace Gaiman con Destruction. Es un tipo (ponele) que toma las decisiones contrarias a las de cualquier otro personaje copado de los comics: se caga en la responsabilidad para tener más libertad, y renuncia a un sitial de inmenso poder para sumergirse en el anonimato y que no le rompan las pelotas. Lo más loco es que Gaiman no sólo no lo juzga, sino que parece bancar estas decisiones.
6. Fuera de los tres Endless varones (para mí Desire es mujer), qué mal la pasan en esta serie los varones. Hector Hall termina casi ridiculizado, Hal (el ex de Barbie) resulta ser un pelotudo, Roderick Burgess, Dr. Destiny, Richard Madoc y George (de A Game of You) son villanos irredimibles, Alex Burgess es patético, Cluracan es un hedonista rosquero, Shakespeare sufre mucho más de lo que goza, Orpheus (pobrecito) no pega una… El único que zafa y que por momentos la pasa bien es Hob Gadling.
7. Una de las cosas más lindas que tiene Sandman es que (a diferencia de Watchmen, por ejemplo) abre universo para todos lados. Se te acaban los diez tomos y tenés un montón de opciones más para seguir leyendo historias en la misma línea, con el propio Morpheus, con los otros Endless, con un montón de los personajes secundarios… No todo lo escribe Neil Gaiman y no todo es glorioso, obviamente. Pero de esta saga de 10 tomos salieron por lo menos otras 10 obras MUY interesantes.
8. Imposible mensurar lo que hizo Sandman a los efectos de imponer el concepto de “historieta de autor adentro del mainstream”. Y cuando debilitó (porque “rompió” sería exagerado) sus vínculos con el mainstream, se convirtió en la piedra fundacional nada menos que de Vertigo, el sello que más hizo por inocularle el virus de la historieta de autor a los miles y miles de lectores que hasta ese momento sólo consumían comic-books clásicos de DC o Marvel.
9. En esa época, en los hiper-verduleros ´90s, Sandman fue una trinchera en la que se resistió grosso contra el comic obvio, adocenado y descerebrado. Y sucedió un milagro: de la trinchera (que suele ser un pozo inmundo en el medio de la mugre en el que la gente sangra, vomita, se mea, se caga y una vez muerta se empieza a pudrir) empezaron a brotar flores. La poesía le ganó a la vulgaridad y se impuso como un referente que trascendió a su época, a los géneros en los que incursionó, al formato en el que se publicó e incluso a sus autores, porque seamos sinceros: ¿quién carajo se acuerda hoy de Mike Dringenberg?
10. Gracias a todos por haber puesto a esta saga de posts entre los más leídos de la (ya muy larga) historia del blog. Estos últimos días hemos tenido record de visitas y si bien a mí me chupa un huevo cuánta gente entra a leer el blog, cabe agradecer cuando son tantos. Mañana vuelven las reseñas, ya en el último tramo de la recta final.


miércoles, 16 de diciembre de 2015

16/12: THE SANDMAN Vol.10

Ultimo tomo de Sandman y la verdad que arrancó muy mal, logró ponerme muy nervioso: 14 páginas de prólogos, carátulas y boludeces hasta llegar al momento en que arranca la historieta. Gimme a fuckin´break.
Los tres episodios centrales de The Wake son un experimento muy raro de Neil Gaiman: una historia sin conflicto. No pasa nada y la trama ni se calienta en crearnos la ilusión de que va a pasar algo. Lo más parecido a una “tensión” es la expectativa del nuevo Dream por conocer a sus hermanos. El resto es un largo adios al protagonista de los nueve TPBs anteriores, donde aparecen (poquísimas escenas cada uno) varios personajes secundarios de los que conocimos a lo largo de la saga. Incluso, antes de apagar la luz e irse a la mierda, Gaiman se acuerda de que Sandman era parte del Universo DC y mete cameos de Superman, Batman, Martian Manhunter y Darkseid. Y de otros personajes místicos de DC más cercanos a Vertigo, claro.
Hay muchas secuencias maravillosas en estos tres episodios sin conflictos, pero yo me quedo con dos: el discurso de Thessaly en el funeral (donde levanta toneladas de chapa) y esa escena en la que Lyta Hall se reencuentra con Daniel, que tiene una fuerza y una emotividad que me sacudieron todo por dentro. Y hablando de chapa, ya venía muy arriba en los tomos anteriores, pero lo que pela en The Wake el querido cuervo Matthew no tiene nombre. Parece un disparate, pero al final es el personaje con el que más identificado me sentí.
Hay algo más bizarro que agregar tres episodios de The Wake a modo de epílogo de lo que sucedió en The Kindly Ones, y es que la propia The Wake tenga su epílogo. En realidad es chamuyo, es una historia post-funeral de Morpheus, en la que el protagonista es otro personaje al que aprendí a amar: Hob Gadling. Acá sí hay un conflicto, chiquito pero conflicto. Y un tono muy distendido, cero solemne, con espacio para chistes finos y guarangos, de enorme efectividad. Por supuesto no hacían falta 22 páginas para desarrollar lo que Gaiman desarrolla en este unitario, pero lo disfruté mucho.
Vamos con un unitario más, el del sabio japonés. La idea está buena, los textos tienen un vuelo poético muy notable, hay pequeñas cositas que hacen impredecible a la trama y el final es fuerte, tiene esa definición muy concreta de por qué pasó lo que pasó: “Everything changes, but nothing is truly lost”. Si durara ocho páginas menos, estaríamos hablando de un punto altísimo en la saga de Sandman.
Y nos queda el último episodio, The Tempest, centrado en la última obra de teatro que escribe William Shakespeare a instancias de Morpheus. La verdad es que, hasta el punto en que ambos se encuentran cara a cara, la historia me interesó poco. Después empieza a levantar y termina muy arriba, con grandes reflexiones acerca de los sueños, las historias, la forma en que el artista trasciende a su época y otros temas que, por su propia profundidad, muy rara vez son tocados en un comic. Son 38 páginas, una bestialidad. Esto mismo en 24, era majestuoso.
The Tempest nos trae de vuelta al virtuoso Charles Vess, que esta vess se colorea a sí mismo, con hermosos resultados. El dibujo se ve muy fluido, muy puesto al servicio del relato, y esos homenajes a Bone me emocionaron y me arrancaron sonrisas. El unitario del sabio japonés está ilustrado por el gran Jon J Muth, en un estilo raro, experimental, trabajando con recursos gráficos que no tienen que ver con su inmenso talento como artista plástico. Y los cuatro episodios de The Wake marcan el regreso de otro que alguna vez jugó de suplente: Michael Zulli. Este es prácticamente otro Zulli. La tecnología le permite entregar los dibujos sin entintar, con un acabado muy firme y a la vez muy generoso en detalles y texturas. Ahí salteamos el paso de los entintadores, que muchas veces tropiezan cuando el dibujante pone tanta línea en cada dibujo. Y la responsabilidad del colorista es enorme, pero me saco el sombrero ante Daniel Vozzo, que evidentemente entendió al toque lo que quería hacer Zulli y lo complementó con sutileza y jerarquía. Me animaría a decir que nunca volvimos a ver a Michael Zulli en este nivel… pero creo que en Seekers into the Mystery volvió a cosechar otra parva de laureles.
Y se acabó la Sandmarathon. Diez días, diez tomos, miles de páginas. Mañana, un epiloguito. Si Gaiman te metió un tomo entero de epílogo, yo también tengo derecho. Felices sueños.

martes, 15 de diciembre de 2015

15/12: THE SANDMAN Vol.9

Ah, The Kindly Ones… qué cosa más linda. Anoche un amigo me decía “The Kindly Ones es el Tetris, donde empiezan a caer todas las fichas y se termina de armar una cosa bien maciza, que cierra por todos lados”. Tengo algo para criticarle a Neil Gaiman (como siempre) y es el ritmo tremendamente lento al que avanza la saga. De hecho, en los primeros ocho episodios pasan poquísimas cosas: la inmensa mayoría es… contemplación, charlas, escenas tranqui, desarrollo de personajes secundarios… Era obvio que acá no había ningún apuro, por eso The Kindly Ones dura 13 capítulos, que encima se publicaron en el momento en que DC (o Vertigo) ya había blanqueado que era imposible que Sandman mantuviera la periodicidad mensual. O sea que los que la leímos originalmente en revistitas tardamos cerca de dos años en enterarnos cómo catzo terminaba este ambicioso arco argumental. Un suplicio.
Lo que más me gustó de la saga es una de las sub-tramas: la de Rose Walker en la mansión donde estuvo cautivo Dream, donde Gaiman retoma puntas argumentales de la primera saga (con el regreso de Alex Burguess y su “amigo” Paul) y de The Doll´s House. Lo que menos me gustó es que buena parte del bolonki se arma porque Lyta Hall cree que Morpheus le robó a su hijo, pero en realidad se lo robaron dos villanos (no los voy a nombrar) que dicen trabajar para alguien más. Y nunca nos enteramos para quién. Y después hay cosas que están medio al pedo. Todas esas escenas de Delirium y Destiny, las escenas de Lucifer… están muy bien escritas, los diálogos son formidables, pero no suman casi nada.
La resolución también me gustó mucho. Es triste, es anticlimática, tiene un giro totalmente inesperado (lo que pasa con Daniel) y está todo el tiempo impregnado de ese fatalismo, de esa cosa trágica y a la vez inevitable. Además hay por lo menos una secuencia en la que Morpheus, príncipe de los pechos fríos, demuestra tener algo de sangre en las venas y protagoniza un par de momentos tensos, vibrantes, donde (por primera vez desde aquel combate con el Dr. Destiny) sentís que se puede llegar a desencadenar la hiper-machaca. Por supuesto la machaca no llegará nunca. Pero sí la sangre, las muertes y el fin.
Esta saga se trata (me parece) de aceptar que los cambios son inevitables. Que uno, aunque sea a nivel inconsciente, siempre hace cosas para que el status quo tiemble. Y que cuando te mandás el moco, no tiene sentido tratar de escaparle al castigo. Cuando Dream se decide a pelear, ya sabe que no tiene chances. Lo hace “pour la gallerie”, con el resultado adverso ya clavado, ya inamovible. Por momentos pensé que iba a hinchar incondicionalmente por él y después me sorprendí disfrutando con un cierto morbo de su estrepitosa derrota de local. No tengo muy claro por qué. Ah, y acá nos enteramos también quién era la minita por la que Morpheus sufría como una quinceañera enamorada al principio de Brief Lives. Gran pase de magia de Gaiman, certero e impredecible.
A lo largo de casi todas sus páginas, The Kindly Ones se engalana con los maravillosos dibujos del maestro Marc Hempel. Muy a gusto en las grillas de 6 y 9 cuadros por página, Hempel tiene un control molecular de la narrativa. Pero además maneja el claroscuro de taquito y te sorprende con un montón de recursos gráficos que le permiten lograr mucho con la línea, la mancha y poco más. Conozco gente a la que no le cierra Hempel (por lo menos en un título serio, al borde de lo solemne, como era Sandman) porque les parece que su estilo es muy caricaturesco, casi humorístico. Yo lo re-banco, en esta y en todas. Acá Hempel coquetea con el grotesco, con lo caricaturesco, pero también mete épica, mete poesía, retrata con precisión las escenas de la vida cotidiana, acierta siempre con el lenguaje corporal de los personajes y sabe darle plasticidad y frescura a las extensas secuencias en las que sólo vemos gente que habla. Un laburazo de esta bestia, hoy bastante alejada del medio.
Los episodios que no llega a dibujar Hempel los cubren Glyn Dillon (muy correcto), Dean Ormston (siempre muy arriba) y el glorioso Teddy Kristiansen, que deja la vida . También hay algunas paginitas de Charles Vess (demasiado virtuosismo para mi gusto) y el tomo abre con un breve unitario pensado para presentarte a Dream y sus personajes secundarios, dibujado como la hiper-concha de Dios por un inspiradísimo Kevin Nowlan. No tengo dudas de que este es el TPB de Sandman mejor dibujado de los 10, por lo menos para mi gusto.
Y se acaba. Después de este mega-masacote de 320 páginas queda un sólo tomo más, un epílogo a lo que vimos hasta ahora, y será el punto final para este clásico de Neil Gaiman que se la re-banca leído 20 ó 25 años después. Mañana, la última parada en este viaje por The Dreaming.

lunes, 14 de diciembre de 2015

14/12: THE SANDMAN Vol.8

Me acuerdo lo que puteamos a Worlds´ End mientras salía. Más que a Cavallo, creo que la puteamos. Esta era la traición, la puñalada trapera de un Neil Gaiman que nos tenía agarrados de la… garganta con los sucesos del final de Brief Lives y que, en vez de ponerse a explorar las consecuencias de esos sucesos, pateaba la pelota a la tribuna y “hacía tiempo” con otra seguidilla de unitarios prácticamente sin conexión con la saga central. Leídos todos de un saque en un libro (y con la tranquilidad de que en un rato arranco a leer The Kindly Ones) odié un poco menos a estas historias, pero no lo suficiente como para olvidar aquellos meses y meses de putearlas. Repasemos…
La consigna de Worlds´ End es que en cada episodio un personaje distinto cuenta una historia. Antes y después, los parroquianos de la posada charlan entre ellos, escabian y meten comentarios diversos. El primer episodio narra la llegada a Worlds´ End de Brant Tucker, un tipo común que vendría a ser algo así como el protagonista del arco argumental. La historia que narra Mister Gaheris es la más breve, y está dibujada por Alec Stevens, un autor muy raro que por momentos pela técnicas de las que usaba el Viejo Breccia en su etapa más experimental. La historia es atractiva, bastante borgeana, pero es muy difícil de seguir porque Stevens se hace el vanguardista con la narrativa y la puesta en página y entorpece totalmente la lectura.
La segunda historia está narrada por Cluracan, a quien ya conocíamos de Season of Mists. Es una aventura menor, con un rol bastante copado para Morpheus, y por momentos muy atiborrada de viñetas y de texto para que entre todo en 22 páginas. El dibujo de John Watkiss, bastante del montón.
La tercera es la única historia en la que no aparece ninguno de los Endless. El co-protagonista es el glorioso Hob Gadling y la historia gira en torno a la enésima chica que se hace pasar por varón para poder trabajar de grumete en un barco. Es algo que ya leímos 1000 veces, pero muy bien contado, con hermosos diálogos y buenos dibujos de Michael Zulli.
La cuarta es una genialidad. Morpheus aparece poco y al pedo, pero lo que hace Gaiman con Prez, aquel oscuro personaje creado por Joe Simon en los ´70, es una maravilla. Política y sueños, la esencia del American Dream, mezclados en una aventura perfectamente ambientada en los ´70 y ´80 y con unos dibujos alucinantes de Mike Allred, que recién empezaba pero ya era grossísimo.
La quinta presenta a Petrefax, un personaje que llegará a tener su propia miniserie, y que nunca me interesó en lo más mínimo. La historia adolesce de un marcado exceso de texto, y el dibujo de Shea Anton Pensa no está demasiado inspirado. La aparición de Destruction la levanta un poco sobre el final, pero no es gran cosa.
Y el último episodio indaga un poco más en cómo funciona la posada, cómo llegaron hasta ahí Brant Tucker y Charlene Mooney, cómo y por qué se narran las historias que se narran… hasta que en un momento aparece en el cielo una especie de cortejo fúnebre de Dream, narrado de modo muy ambiguo, como para dejarte manija para el siguiente arco argumental.
Casi todo el sexto episodio, y las secuencias de apertura y cierre de los primeros cinco, están dibujadas por Bryan Talbot, al que de nuevo se le nota bastante el cortocircuito con las tintas de Mark Buckingham. No es un mal trabajo y si te ponés a buscar detenidamente los personajes que aparecen en los fondos, te cagás de risa. Pero me queda claro que tanto Talbot como Buckingham pueden dar más.
En fin, a pesar de algunos logros e incluso algunas glorias, no puedo dejar de pensar en Worlds´ End como un arco argumental de relleno. Si no querés o no podés comprarte los 10 libros de Sandman, este es el que podés dejar afuera tranquilamente sin perderte nada importante.

domingo, 13 de diciembre de 2015

13/12: THE SANDMAN Vol.7

Este tomo de Sandman pasa a la historia por ser el primero que tiene un sólo dibujante de punta a punta: la alucinante Jill Thompson se fumó ella solita (con el entintador Vince Locke) todas estas páginas sin pedir nunca el cambio.
También en algún momento de Brief Lives se forma el sello Vertigo y Sandman (que estaba en un gran momento a nivel ventas, cerca de los 50.000 ejemplares por número, y se cansaba de ganar premios) no se hace cargo en lo más mínimo. La historia sigue como si nada, sin siquiera una recapitualción de lo sucedido hasta el momento, y el único cambio visible es el loguito de Vertigo en la portada.
Brief Lives es una historia 100% de los Endless. Es la exploración a fondo de uno de los grandes conflictos en la eterna historia de esta familia: la partida de Destruction, que un día (300 años antes de esta saga) se cansa del jueguito, se corta solo y deja que la destrucción siga su curso sin meter mano en los asuntos de los humanos ni en los de sus hermanos. Acá Neil Gaiman indaga en qué es ser un Endless, en su función en el universo, en los vínculos entre ellos, en las reglas (a veces implícitas) que delimitan los reinos de unos y otros. Y además de resolver (en cierto modo) aquel conficto con tres siglos de antigüedad, nos tira sutiles pistas acerca de otros, y nos ofrece un remate devastador: Lo que Dream no hizo inducido al engaño por Desire (matar a Rose Walker, nieta de un Endless) lo hará por voluntad propia, sin desconocer las consecuencias: a pedido de su hijo Orpheus, el Rey Sueño terminará con su desafortunada vida. Derramar sangre de Endless tiene un costo altísimo y Dream se resigna a pagarlo sólo para darle el gusto a Delirium de encontrar a Destruction. Está bueno como punto de quiebre para dar pie al final de la saga, pero pensado fríamente, es un Disparate. La explicación pasa porque Dream está horriblemente bajoneado por una relación sentimental que terminó muy mal, con el taciturno monarca abandonado por una chica que le destrozó el corazón, y que (por ahora) Gaiman no nos dice quién es.
Esta es una saga que avanza muy lento, a un ritmo exasperante (me acuerdo la tortura que era leer Brief Lives mes a mes en revistitas y me quiero clavar clavos abajo de las uñas, que debe doler menos) y que está brutalmente estirada. Son más de 215 páginas para contar algo que se podría haber liquidado sin ningún drama en 100. Pero claro, Gaiman te rellena con jerarquía, con excelentes diálogos, con mucho desarrollo para personajes menores (en este tomo empieza a cobrar chapa el gran Mervyn Pumpkinhead) y con un truco que refinaría años más tarde en la novela American Gods: fragmentos de la vida de dioses, ángeles y demás inmortales que eligen (o les toca) integrarse a la gente común y vivir vidas más o menos ordinarias. De punta a punta hay escenas mudas alucinantes, bloques de texto devastadores y –como siempre- una sobredosis de ideas y de “historias dentro de la historia” que aportan muchísimo a ese perfil de obra compleja, sofisticada y de fuerte impronta autoral.
El trabajo de Jill Thompson es realmente muy bueno, a pesar de que las tintas de Vince Locke tapan bastante algunos rasgos de su estilo. Pero claro, si Jill dibujaba Y entintaba todas estas páginas, Brief Lives todavía estaba saliendo. Lo más atractivo, entonces, resulta ser la narrativa, en la que Thompson muestra una solidez admirable. Acá ya estamos en 1993, cuando en EEUU (y tecnología mediante) ya se podía colorear comics sin estropearlos, así que no creo que este tomo haya requerido una “cirugía mayor sin anestesia” para que se viera lo bien que se ve en esta edición.
En síntesis (y a contramano de varios comentarios acá en el blog que señalaban a esta saga como una favorita), me parece que Brief Lives es más relevante que buena. Obviamente tiene muchísimos momentos estremecedores, cómicos, tiernos, shockeantes… pero tiene ese Pecado Original que es durar el doble de lo que (para mi gusto) tenía que durar. Tanta manija le dieron a Gaiman con esa “pátina literaria” que veían en Sandman, que para esta altura de la serie el guionista ya no escribía arcos argumentales: escribía novelas, de esas grandotas, que no tienen ningún apuro por llegar al final. Eso es lo que –repito, para mí- empaña un poco los muchos logros de Brief Lives.

sábado, 12 de diciembre de 2015

12/12: THE SANDMAN Vol.6

Esta vez la hicieron bien y se armó un tomo de historias autoconclusivas que no quedó escuálido como el Vol.3, sino bien pulentoso. Vamos a recorrerlo.
Arrancamos con la breve Fear of Falling, una aventura casi “de autoayuda”, pero con un desarrollo atractivo y excelentes diálogos. Los dibujos son del maestro Kent Williams, no en su estilo pictórico, sino en ese más gráfico en el que se basa (por ejemplo) Michael Gaydos.
Después viene el unitario del emperador de los EEUU, una historia divertida, por momentos profunda, basada en hechos reales. Neil Gaiman aprovecha para mezclar esta trama con algo que ya es un clásico: la rivalidad entre Dream y Desire. Acá aparecen casi todos los Endless y el gran Shawn McManus nos regala a una Delirium magníficamente dibujada (por primera vez).
El siguiente unitario transcurre en Francia, en la época del Terror (como aquel álbum medio en joda que vimos el 20/04/15). La protagonista es Lady Johanna Constantine, la antecesora del querido John, cuya primera aparición fue (en un rol muy chiquito) en aquel unitario centrado en Hob Gadling que vimos en el Vol.2. Esta es la primera aventura solista de Johanna, quien llegará a protagonizar su propia miniserie (la vimos el 15/05/12). Y entre tantas cabezas separadas de sus cuerpos, se destacará una, la de Orpheus, en la que será la primera aparición del desafortunado hijo de Morpheus. Los dibujos son de un correcto Stan Woch, sin pifias ni aciertos destacables.
La siguiente historia es buenísima, pero tiene un problema fundamental: no tiene un choto que ver con la saga de Sandman, los Endless y todo lo que venía narrando Gaiman hasta acá. Aparecen un toque Lucien y el propio Dream, pero en una secuencia que tranquilamente se podría haber omitido sin alterar en lo más mínimo la trama. El dibujante es el cuasi-ignoto Duncan Eagleson, bastante interesante.
August, el unitario ambientado en el Imperio Romano y protagonizado por el emperador Augusto, tiene el mismo problema: Morpheus aparece poco, y casi al pedo. Pero la historia es GENIAL, los diálogos son impresionantes, hay escenas tremendas (es la primera vez que DC publica un comic donde dos hombres tienen sexo anal) y una labor brillante en la interpretación de una figura histórica. El dibujo es del glorioso Bryan Talbot, que dejó la vida en cada viñeta y nos obsequió uno de los mejores trabajos de su carrera.
Soft Places, la historia protagonizada por Marco Polo, es de lo más flojo del tomo. Aparece bastante Fiddler´s Green y un toque Morpheus, hay un mensaje lindo, poético, pero no mucho más. El dibujo de John Watkiss aporta poco, también.
El unitario más extenso es The Song of Orpheus, en el que Gaiman repasa los eventos más importantes en la trágica vida del hijo de Morpheus, por supuesto tomando como base la mitlogía griega. Acá reaparece Calliope y vemos la primera aparición de Destruction, el miembro de la familia Endless que todavía no había dado el presente en la serie. Esta vez Talbot sólo entrega lápices y de las tintas se encarga otro capo, Mark Buckingham. Sin embargo los estilos no terminan de cuajar y el resultado no arrima ni por puta al nivel devastador de August.
El siguiente unitario le da espacio a los personajes secundarios: Lyta y Daniel, Cain y Abel, Matthew, Eve… Gaiman refuerza un poquito el background de cada uno y sienta las bases de lo que más tarde será la serie regular de The Dreaming. Jill Thompson hace su debut como dibujante del “Sandmanverse” y ya en el arranque impacta fuerte con su versión infantil de los Endless, que derivará en uno de los tantos spin-offs de esta serie.
Y terminamos con la famosa Ramadan, la que fuera en su momento el n°50 de Sandman. Es una historia realmente hermosa, profunda, con diálogos alucinantes, un remate final terrible… pero está MUY estirada. Son 32 páginas y podrían haber sido 20. Lo bueno de que haya más páginas es que podemos disfrutar de más dibujos y más puestas imaginadas por un P. Craig Rusell inspiradísimo, también en un nivel cercano al de lo mejor de su carrera. A nivel visual esto es MAJESTUOSO.
Salvo contadas excepciones, estos unitarios nos muestran a Gaiman “haciendo tiempo” para aprovechar el éxito de la serie, o ampliando el universo de personajes y conceptos, para más adelante retomarlos y profundizar en algunos de ellos. Por supuesto, mi aplauso para cada historia es mayor cuanto más fuerte es su vínculo con la saga central.

viernes, 11 de diciembre de 2015

11/12: THE SANDMAN Vol.5

Este es uno de los tomos raros de Sandman, de esos que te hacen decir varias veces “what the fuck..?!”. Con la hinchada rendida a sus pies después de Season of Mists, Neil Gaiman emprende un arco argumental MUY atípico, muy personal… y aún así muy importante para la obra vista como algo global, como un tapiz armado con historias que, de algún modo, terminan por ensamblarse.
Acá ya no hay vínculos con el DCU. Aparecen Superman y Bizarro, pero son personajes de las historietas que lee una de las chicas, y se llaman Hyperman y Weirdzo. La historia transcurre en el plano real y en el plano de los sueños de Barbie, la verdadera protagonista de A Game of You, quien apareció en un rol muy chiquito en The Doll´s House. El resto del elenco del plano “real” está compuesto por mujeres: Wanda (es travesti y está a una operación de ser mujer), Thessaly (cuyo protagonismo crecerá más adelante y llegará a tener su propia miniserie, reseñada el 20/05/12) y la pareja integrada por Hazel y Foxglove, a quienes volveremos a ver en la segunda miniserie de Death (reseñada el 12/02/15).
¿De qué se trata la historia? De muchas cosas. De la búsqueda de la propia identidad, de lo que dejamos atrás cuando crecemos (los sueños, nada menos), de la solidaridad, del mundo femenino… Acá hay simbolismos, metáforas y paralelismos entre esa especie de “quest” en el mundo de los sueños y ciertas cosas que pasan en el mundo real. El rol de Morpheus es mínimo hasta casi el final de la saga, cuando toma cartas en el asunto y protagoniza una escena muy bien lograda.
Por enésima vez, lo vemos a Gaiman jugar con esa trinidad Bruja-Madre-Doncella, esas tres mujeres que no son siempre las mismas, pero que están presentes en los distintos tramos de Sandman, en roles que también van mutando. Y después de un arco repleto de dioses, ángeles y demonios, A Game of You vuelve a explorar las vidas de gente común, a contarnos la realidad tal como la veía Gaiman en 1992. Así es como se suma un elemento que hasta ahora prácticamente no había aparecido, que es la bajada de línea social. El inglés se da el lujo de opinar acerca de algunos aspectos urticantes de la sociedad yanki y la verdad que es una muy buena incorporación.
Otro hallazgo digno de ser subrayado: acá Gaiman y DC empiezan a darse cuenta de lo bien que funcionan los tomos recopilatorios de Sandman en las librerías y toman decisiones acertadas respecto de eso. Esta vez, los episodios unitarios que se publicaron entre Season of Mists y A Game of You se los guaradron para un tomo que sólo recopila historias cortas (lo veremos mañana) y el 100% de este TPB está compuesto por la saga principal.
Por el lado del dibujo también tenemos una grata novedad, que es el desembarco de Shawn McManus como dibujante titular de A Game of You. Esto nos permite hablar de un excelente diseño de personajes, de un trabajo impactante en los fondos, de una narrativa impecable, de una línea que va sin problemas de la comedia costumbrista a la fantasía épica, o de lo onírico a lo terrorífico. Excelente trabajo del siempre efectivo y versátil McManus, que reaparecerá en el Vol.6. El episodio que no dibuja el titular lo cubre Colleen Doran, mucho mejor que en la historia de Element Girl, más cerca del estilo con el que todos la identificamos y en el que tan bien se desempeña. Y después hay algunas secuencias en las que entra a apagar el incendio de las fechas de entrega el maestro británico Bryan Talbot, quien también dirá “presente” en el tomo que tengo para reseñar mañana.
Pensada en un nivel muy íntimo, desarrollada en su mayoría dentro de los sueños de un personaje a priori bastante menor, A Game of You tiene la suficiente cantidad de ideas, interacciones, diálogos e insinuaciones como para que quieras ser parte del juego y disfrutarlo a full. Me imagino que si sos mujer te debe emocionar mil veces más, pero incluso para los varones acá hay muchos momentos fuertes.

jueves, 10 de diciembre de 2015

10/12: THE SANDMAN Vol.4

Y acá es donde Neil Gaiman se consagra, donde Sandman deja de ser “el hitazo de culto” y se convierte en esa lectura fundamental, en ese comic por el que los fans nos apuñalábamos unos a otros, que se terminaba de leer y se comentaba fervientemente con los amigos y conocidos que lo compraban, muchos años antes de que existieran las redes sociales.
Season of Mists es un pico altísimo, que llega a donde muy pocos comic books mensuales habían llegado en 1990-91. Acá hay literatura, mitología, poesía, comic de terror, de superhéroes, personajes y temas de la Biblia, romance, rosca política, drama familiar… Es increíble como con dos o tres movidas maestras Season of Mists te da vuelta el tablero. Leída con mala leche, en esta saga no suceden tantas cosas. Hechos realmente relevantes, habrá dos o tres. Sin embargo, con ese esqueleto, Gaiman se tira a una saga extensa a la que complementa de modo magnífico con diálogos, con desarrollo de personajes (especialmente del propio Morpheus), con la introducción de ideas y conceptos nuevos, y sobre todo con el sembradío de puntas argumentales.
Esto creo que es lo más notorio. Season of Mists se convirtió por mérito propio en un manantial inagotable de ideas y líneas argumentales en las que abrevarían durante muchísimos años no sólo el propio Gaiman, sino todos los autores que jugaron con el “Universo Sandman” en miniseries, especiales y series regulares como The Dreaming y Lucifer. Pocas veces se vio algo así, una “saga madre” tan generosa a la hora de gestar y alimentar secuelas.
Y fijate cómo me cuidé de no usar nunca la palabra “epopeya”. Neil Gaiman nos hace comer varias veces el amague de que “acá se pudre todo y estalla la hiper-machaca entre seres de poder infinito” y sin embargo la hiper-machaca no llega nunca. La acción es mínima y está desenfatizada. Acá están las pruebas que hacían falta para convencerse de que Sandman no era “ese tipo de comic” sino una cosa distinta, muy difícil de meter en la misma bolsa con las otras series que publicaba DC.
Hablando de DC, los vínculos con el DCU siguen ahí. No sé si el cambio de régimen en el Infierno (del Triunvirato al reinado “solista” de Lucifer) se desarrolló en otra serie, o si Gaiman le pegó un sacudón subrepticio al status quo para que este le resultara más funcional a su historia. Pero mientras te preguntás eso, el ídolo te tira referencias a la Justice Society y te hace aparecer a los Lords of Order y Chaos para el delirio de la hinchada.
En materia de dibujantes, Mike Dringenberg se despide de la serie con el prólogo y el epílogo de esta saga. Te diría que el prólogo fue su mejor trabajo en Sandman si no fuera porque la cara de Delirium está invariablemente mal dibujada en todas las viñetas en las que aparece. El resto, muy bien. Y en el epílogo tiene la mala suerte de que lo entinte George Pratt, que es un monstruo, pero que no era ni en pedo un entintador compatible con el estilo de Dringenberg. En el medio de la saga hay un unitario medio descolguetti, también lleno de ideas que se explorarán más adelante, dibujado por el glorioso Matt Wagner. Y todo el resto del tomo va a parar a las habilidosas manos de un Kelley Jones muy inspirado, que deja la vida en cada página. La combinación entre un guión pausado, protocolar, muy de obra de teatro, con un dibujo zarpado, potente, expresionista y siempre al filo del grotesco, funciona asombrosamente bien. Jones tampoco volverá a visitar los pagos del Rey Sueño, pero su paso por esta serie aún hoy está entre lo más destacado de su extensa carrera.
Como Néstor hace doce años y medio, Gaiman vino a proponernos un Sueño. Y en Season of Mists el sueño se hizo realidad: miles y miles de lectores (algunos con el gusto ya educado por Swamp Thing, Miracleman, o alguna otra gema ochentosa del Mago de Northampton) se volcaron con fervor a una serie única, irrepetible, cósmica en su alcance e íntima en su idiosincracia. Si Moore plantó las semillas de lo que más tarde sería Vertigo, acá es donde ese experimento empieza a florecer, a mostrar las verdaderas posibilidades de lo que en esa época se llamaba “dark fantasy” y de un comic de autor (más o menos) integrado al mainstream. Gloria eterna para Season of Mists.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

09/12: THE SANDMAN Vol.3

Este es el TPB pobretón de la colección de Sandman, el que recopila apenas cuatro episodios de aquella mítica serie regular y al que le tuvieron que meter páginas y páginas de relleno para que no quedara más flaquito que una modelo adolescente con bulimia y anorexia. Odio cuando hacen eso. Si tenés sólo 96 páginas de historieta, o sacás de algún lado más historietas (acá podría haber sumado ese unitario que tan descolgado resultaba en medio de The Doll´s House) o hacés un libro 104 páginas y lo cobrás barato. No. Acá sí o sí cada tomo tenía que valer u$ 20 y para que no sientas que te están cagando demasiado, te meten miles de extras, entre ellos un guión PERFECTO del compañero Neil Gaiman.
Es el guión del primer unitario del tomo, Calliope. Me animo a decir que Calliope es el punto más alto al que puede llegar un guionista cuando decide clavar un episodio autoconclusivo en medio de una serie regular. La trama es brillante, el conflicto está perfectamente planteado, el “villano” está tan bien delineado que hasta en un punto te cae bien, la conexión para que Morpheus tome cartas en el asunto es absolutamente coherente, e incluso le sirve a Gaiman para tirar pistas del pasado del taciturno protagonista. Y como si eso fuera poco, en esas viñetas en las que Richard Madoc pierde el control, el Gran Neil se da el lujo de tirar a la marchanta decenas de ideas, varias de las cuales podrían haber abastecido a una o dos series regulares durante años y años. Un lujazo.
El segundo unitario también es tremendo, punzante, conmovedor hasta lo más íntimo. Es el famoso “ponete en el lugar del otro” llevado a un extremo fantástico y cautivante.
El tercero es complejísimo. Acá el guionista indaga un poco más en el vínculo entre Morpheus y William Shakespeare, apenas insinuado en el unitario de Hob Gadling. La narrativa es arriesgada, con tres cosas que suceden al mismo tiempo, en dos planos de realidad distintos. Pero lo más importante será la entrada en escena de los personajes de Faerie, el reino de las hadas y los elfos, personajes que tienen bastante más protagonismo que el propio Sandman en esta historia y que seguirán presentes en esta saga incluso por afuera de esta serie. Si sos fan de Shakespeare con este unitario TE MORIS.
Y el último es el más flojo. Sirve para que Gaiman deje en claro algo de lo que después se va a arrepentir, que es que la saga de Sandman, por intrincada y sofisticada que sea, sigue anclada dentro del Universo DC. El planteo tiene fuerza, los diálogos entre Death y Element Girl son ingeniosos, pero la historia en sí es aburrida, no daba ni a palos para tantas páginas.
Vamos con los dibujantes y empiezo de atrás para adelante. En la historia de Element Girl tenemos a Coleen Doran, que altera bastante su estilo para esconder su impronta más limpita y más cute. Tiene como aliado a Malcolm Jones III, un entintador especialista en aportar una sana cuota de oscuridad y desprolijidad. El resultado es bastante convincente.
El unitario de A Midsummer Night´s Dream tiene como dibujante al maestro Charles Vess, como siempre muy cuidadoso en los detalles, en la reconstrucción histórica de trajes y carruajes. A mí Vess me resulta un poquito frío, excepto cuando dibuja muy libre, pensando en blanco y negro y con viñetas grandotas, en las que no tiene tanta presión para ceñirse a las indicaciones de un guionista. Pero este laburo es muy lindo, se nota que se cebó a full con el guión y entabló una gran relación con Gaiman, que continuará más adelante.
Y los dos unitarios restantes tienen (junto a esos guiones gloriosos) los excelentes dibujos de Kelley Jones, un sacado que a mí me gusta mucho por los climas que conjura y por lo que transmite desde el dibujo. Es obvio que Jones no puede dibujar los mismos rasgos faciales dos viñetas seguidas, por eso sus personajes cambian de cara todo el tiempo, como las actrices de Hollywood adictas a las cirugías. Pero me parece que Jones tiene la mezcla justa de realismo y bizarreada dark, al filo del espanto, que esta serie necesitaba.
Resumiendo: pocas páginas, pocas historietas, pero muchos logros de un Neil Gaiman que se daba cuenta del prestigio que estaba cosechando esta serie, de su status de “hitazo de culto”, y empezaba a suponer que DC la iba a bancar a largo plazo aunque (todavía) no vendiera fortunas.

martes, 8 de diciembre de 2015

08/12: THE SANDMAN Vol.2

Segundo tomo del clásico de Neil Gaiman y esto se pone aún más raro. Bajo el rótulo de “The Doll´s House” e incluso con número de capítulo, como si TODO fuera parte de un mismo arco argumental, se recopilan seis episodios que efectivamente componen una saga y además dos unitarios totalmente descolgados, sin la menor conexión con nada, que bien podrían estar en cualquier otro TPB. Empezamos por ahí.
Primero, el unitario de Nada, narrado como un relato folklórico de una tribu africana, donde Gaiman nos cuenta básicamente que Morpheus es inflexible en materia de amores. Este autoconclusivo está dibujado por Mike Dringenberg, así que tiene un parentesco visual con el resto del tomo. Pero más adelante, disfrazado de “capítulo cuatro” de The Doll´s House, hay otro unitario, el de Hob Gadling, que ni siquiera lo dibuja Dringenberg (estaba a full preparando el número siguiente, que era doble) y que tampoco tiene el menor contacto a nivel argumental con el resto de la saga. Es un unitario repleto de ideas interesantísimas y diálogos gloriosos, pero ¿qué hace ahí?. Nunca lo entendí.
O sea que, dejando de lado a los infiltrados, The Doll´s House se compone de seis capítulos, uno de ellos doble. Y es una saga complejísima, que deja ver una elaboración muy cuidadosa por parte de Gaiman. A priori, pareciera que el foco de la historia es descubrir el paradero de cuatro habitantes importantes del Dreaming (Brute y Glob, el Corinthian y Fiddler´s Green), quienes durante la ausencia del Rey Sueño se fueron a la mierda. Morpheus va a dar con cada uno de ellos, pero finalmente eso no es lo más importante. The Doll´s House también retoma a Unity Kincaid, un personaje menor del arco anterior, y la explora a fondo. Los nietos de Unity se llevan buena parte del protagonismo, y casi seguro los veremos volver más adelante. Pero eso tampoco es lo más importante. Muy de keruza, sin hacerlo muy explícito y sin la menor estridencia, Gaiman plantea en The Doll´s House el conflicto central de la serie: todo lo que sucede resulta ser una maniobra encubierta de Desire, cuyo objetivo es que su hermano Dream derrame sangre de un familiar suyo, lo cual lo condenaría a ser boleta… forever. Esta vez no lo logra, pero lo va a volver a intentar.
En el medio tenemos cosas loquísimas y geniales como esa extensa secuencia en la Convención de Asesinos Seriales (podría haber sido una graphic novel aparte, ya que el vínculo con el resto de la saga no est TAN fuerte) y la reformulación de Hector y Lyta Hall, dos personajes a los que Gaiman rescata de la por entonces recién cancelada Infinity Inc.. Si bien en este tomo los lazos con el resto del DCU no son tan firmes como en el anterior, Gaiman no renuncia a jugar con esos chiches heredados de otros autores. Y otra cosa muy loca es la construcción de los personajes secundarios que rodean a Rose Walker (la nieta de Unity) durante su estadía en La Casa de Muñecas. Ahí hay ideas atractivas y desarrollo como para una segunda serie regular y sí, a algunos de esos personajes los volveremos a encontrar más adelante.
El dibujo de Mike Dringenberg sigue pendulando entre el preciocismo y la desprolijidad, entre el realismo fotográfico y el grotesco… y uno empieza a sospechar que parte del mérito y/o la culpa le corresponde al entintador, Malcolm Jones III. ¿Por qué? Porque en el otro episodio que no dibuja Dringenberg tenemos el debut de Chris Bachalo, y visualmente se parece más a Dringenberg que a lo que poquísimos meses más tarde le veríamos hacer en Shade the Changing Man. Obviamente el canadiense es mejor que Dringenberg, pero la mano del entintador hace que esto se note sólo en algunos pasajes del episodio. Finalmente el unitario “infiltrado” en el que Gaiman nos presenta al maestro Hob Gadling está dibujado por Michael Zulli, bien, tranqui, con un muy buen trabajo en los fondos y en la reconstrucción de los distintos períodos históricos por los que transita el guión.
Establecido el personaje de Morpheus y recuperado el control de su reino, sus “aventuras” empiezan realmente acá, en The Doll´s House, un arco en el que Gaiman cosecha mucho de lo sembrado en los primeros números y además abre puertas a futuro con la jerarquía de un auténtico grande del guión. Quizás un poquito enroscada, con muchas páginas que no se relacionan con la trama central sino con historias paralelas, The Doll´s House sigue siendo una saga realmente hipnótica, llena de sorpresas, conceptos alucinantes y escenas memorables.

lunes, 7 de diciembre de 2015

07/12: THE SANDMAN Vol.1

Vamos con otra bizarreada: 10 días, 10 reseñas, una para cada tomo de Sandman, el clásico de Neil Gaiman que arrancó como un título raro de DC y se convirtió en uno de los Padres Fundadores de Vertigo.
Empezamos (como no podía ser de otra manera) por Preludes y Nocturnes, que es el principio, la primera saga, esa que al propio Gaiman no le termina de cerrar aún hoy. Yo, sinceramente, no le veo grandes problemas. Quizás ese número con Mister Miracle y J´onn J´onzz quedó medio descolgado. Había que conectar a Morpheus con el rubí del Dr. Destiny de alguna manera y –a la luz de la resolución de esa punta argumental- quizás mezclar a Sandman con la Justice League (encima en la época en que era en joda) no fue la decisión más afortunada. El resto funciona muy bien, sobre todo si pensamos que era la primera vez que este muchacho inglés escribía una serie regular para una editorial de EEUU.
El primer episodio se hace un poco largo, pero la verdad es que siembra no sólo para la saga que vemos en este TPB, sino incluso para sagas posteriores, así que hay que bancarlo. Después vienen esos episodios de exploración, en los que Morpheus va a tratar de recuperar primero sus poderes, después sus objetos y en el medio, a tratar de darse cuenta de cómo viene la mano, de cómo le conviene reinsertarse en un universo que cambió bastante durante su ausencia.
¿Los picos más altos? Obviamente el duelo con el demonio Choronzon y, ya más cerca del final, la extensa secuencia del Dr. Destiny y los parroquianos de aquel bar a los que le va a hacer vivir horas inolvidables. El combate (por así decirlo) entre Dream y el villano no es particularmente emocionante y sienta un precedente importante: acá la cosa no pasa por la machaca. De hecho, esta será la última vez que Sandman se enfrente a un supervillano en el sentido tradicional del término. El plan de Gaiman para esta serie era claramente otro.
Al término de este primer arco argumental tenemos un unitario, el n°8, al que ya nos encontramos en otro libro, reseñado el 12/02/15. No me quiero repetir, así que recomiendo releer ese parrafito en la citada reseña.
El dibujo arranca raro, de la mano de un Sam Kieth que tampoco había dibujado nunca una ongoing para una editorial grande, y que se luce sobre todo en los efectos de iluminación y en los riesgos que asume en la puesta en página. El propio Kieth narró que los guiones de Gaiman le resultaban complejísimos y pesadillescos, y tras entregar el n°3, pidió el cambio. Finalmente dibujó hasta el n°5 y entró en su reemplazo un dibujante todavía menos conocido, Mike Dringenberg. Sin esa impronta medio cartoony de Kieth, Dringenberg también era un dibujante raro, que oscilaba entre un estilo más visceral, más grotesco, más salvaje y uno más careta, más pendiente del realismo fotográfico. Y además se tiraba MUY para atrás a la hora de dibujar fondos. Pero entre tantos saltos al vacío, dudas y desprolijidades, hay algo maravilloso que es menester rescatar: esta colección de TPBs ofrece todo el material recoloreado. Olvidate de ese color de los ´80 que te lesionaba las retinas, que se te tiraba a las canillas como Orión (el de Boca, no el de New Genesis) saliendo de abajo del arco. Ahora este comic, otrora hundido en el fango por culpa de un colorista de lesa humanidad, se ve infinitamente mejor.
Y así arrancaba Sandman, con la humilde pretensión de hacerse un lugarcito en el sector dark-místico-tétrico del Universo DC, a fuerza sobre todo de ideas innovadoras que exceden ampliamente el género del terror fantástico. Ya desde este primer arco, lo que mejor le sale a Gaiman es combinar seres poderosos envueltos en trasfondos mitológicos y ancestrales, con gente común, enroscada en la miseria, en la berretada y en la intrascendencia de todos los días. De acá en más, esa impronta se va a potenciar hasta elevar a Sandman a ese status de clásico del que goza aún hoy.

martes, 1 de diciembre de 2015

01/12: ANGEL AND THE APE

En 2001 y por enésima vez, los coordinadores de Vertigo se pusieron a revolver entre los cajones herrumbrosos donde DC dejaba languidecer a personajes de los ´60 y ´70 que nunca habían pegado demasiado entre los fans del mainstream superheroico. Esta vez lo que encontraron fue Angel and the Ape, un concepto de los ´60 que DC había intentado reflotar allá por 1991 en una miniserie que estaba bien, pero que no compraron ni los autores. Diez años después, Angel O´Dare y Sam Simeon regresaron, esta vez de la mano de Howard Chaykin, David Tischman y Philip Bond, en una nueva miniserie que jamás se reeditó en TPB.
Incluso leída en revistitas del orto llenas de avisos, esta saga me pareció brillante. Chaykin y Tischman (otrora culo y calzón, hoy distanciados) aprovechan al máximo las posibilidades que les da el hecho de poder apuntar la obra al público adulto y re-orientan a Angel and the Ape hacia la comedia subida de tono, muy al límite de lo publicable. Hay chistes de culos, de tetas, de porongas, de pajas y de garches de todo tipo, sumados a chistes políticamente incorrectos, de judíos, de negros, de enanos, de lesbianas, de curas y rabinos, y hasta chistes meta-comiqueros, que tienen sentido porque Sam (el gorila) además de detective es dibujante de historietas y labura para DC.
La inmensa mayoría de esos chistes están puestos en los diálogos, por lo cual hay MUCHO diálogo, mucho más que en un típico comic de Vertigo. Se tarda bastante en leer cada uno de estos cuatro episodios, pero la verdad es que se justifica totalmente el tiempo invertido, porque los chistes (además de ser zarpadísimos) son casi siempre muy eficaces. Lo mejor, me parece, es que a pesar de esta catarata de diálogos desopilantes y afiladísimos, Chaykin y Tischman no se tiran a chantas a la hora de que la trama (una investigación para descubrir al asesino de una modelo) tenga sentido y coherencia. Por supuesto se podría resolver en un tercio de las páginas que utilizan, pero la gracia pasa por sumar personajes, que a su vez permiten sumar conflictos, confusión (para que la resolución del misterio no sea tan obvia) y chistes.
El dibujo de Philip Bond es excelente, al nivel de los mejores trabajos de su carrera. El inglés hace magia con su línea clara y fuerte, y por momentos parece una especia de Ty Templeton que dibuja minitas más lindas. Bond no mezquina nada en los fondos y nos transporta a una New York muy creíble; además cuida muchísimo detalles en la ropa y los peinados de las mujeres, detalles no menores cuando el crimen lleva a Angel y Sam a meterse en el mundo de las modelos, las bailarinas “exóticas” y demás chicas coquetas que trabajan de estar buenas. El armado de las secuencias es impecable, con un relato que fluye a la perfección y con el detalle entre bizarro y simpático de las viñetas redonditas para los primeros planos.
Lamentablemente, esta versión de Angel and the Ape no fue más allá de estos cuatro episodios. Hubiese sido genial tener todos los meses una comedia a este nivel de humor, delirio, desarrollo de personajes y mala leche. Hay esto, que está muy bien y que –tarde pero seguro- tuve la suerte de descubrir. Ah, el guiño de poner como portadista a Arthur Adams (que en los ´90 había intentado algo parecido a Angel and the Ape con Monkeyman & O´Brien) es genial. Y las cuatro portadas son majestuosas, a pesar de que la cuarta fue estropeada por el subnormal que hizo pasar el logo por encima de la cabeza de Angel.

miércoles, 4 de noviembre de 2015

04/11: LUCIFER Vol.4

Ahora sí, pude terminar este masacote de casi 400 con el que ya nos empezamos a arrimar al final de esta cautivante epopeya imaginada por Mike Carey y Peter Gross.
Al igual que los tomos anteriores, este nos presenta 16 episodios de Lucifer, en los que Carey ofrece un relato muy complejo, con conceptos muy jugados y crossovers permanentes con el Antiguo Testamento de la Biblia. Todo esto desarrollado a un ritmo muy lento, que le permite a Carey trabajar muchísimo a los personajes secundarios y prepararlos para cargarse al hombro la serie en los tramos en los que Lucifer no aparece en el centro de la escena, que en este tomo son muchos. Posta, esto es poco frecuente en el mainstream yanki: el protagonista, que debería estar siempre ahí, generando movidas o corriendo peligros que hagan que los lectores quieran volver mes a mes, en esta serie se repliega a las márgenes de la acción durante muchos episodios. Lo bueno es que, incluso cuando Lucifer renuncia al protagonismo y pasa a ser algo así como un hilo conductor entre unitarios y arcos argumentales más extensos, el interés no decae.
Este tomo arranca con una saga de cuatro episodios en los que Elaine y Mazikeen tienen la misión de expulsar a los inmortales que todavía habitan la creación de Samael (o Lucifer Morningstar). Acá Carey nos presenta a personajes conmovedores, interesantísimos, a los que sospecho que más adelante volveremos a ver. El n°50 es un número extra-large que revela toda la historia de Lilith, madre de Mazikeen y de todos los Lilim, y su relación con los ángeles. Esto en un punto parece relleno, pero Lilith será un personaje importantísimo en la segunda mitad de este tomo.
Después arranca la tetralogía contra Fenris, el lobo de la mitología nórdica, que terminará con la muerte de un personaje central en esta serie. Es una saga estiradísima, pero cuyo final garpa a pleno. Un nuevo unitario nos trae de vuelta a Christopher Rudd, Lady Lys, Duma y Remiel para una excelente historia que sacude el status quo del Infierno que alguna vez gobernó Lucifer. Le siguen dos episodios en los que el protagonismo recae en Lilith, en los que la historia casi no avanza, pero Carey sigue sumando personajes interesantes. Y ya sobre el tramo final, un unitario en el que Elaine juega a ser Dios, en el que vemos los pro y los contras de crear mundos; y un último arco argumental de tres partes con dos historias en paralelo: en una, Lilith vuelve a ponerse al frente de los Lilim para iniciar su ataque a la ciudad de los ángeles (no de Los Angeles), y en la otra reaparece Jill Presto para terminar de resolver un viejo problema, deerivado de una saga que vimos hace ya varios tomos. El plot de Jill es el menos interesante de estos 16 episodios, al que menos chances le veo de integrarse a la trama central.
En materia de dibujo, tenemos como siempre a Peter Gross, a quien ayudan bastante las tintas de Ryan Kelly. Como siempre digo, Gross no es malo pero uno no puede evitar imaginarse estas mismas historias dibujadas por alguien mejor y decir “puta, ¿qué necesidad de darle estos guiones a un tipo que zafaba con lo justo?”. Pero bueno, con el correr de las sagas uno se acostumbra. Y también como siempre, en los episodios unitarios Gross descansaba y la serie se engalanaba con invitados ilustres. El n°50 lo dibuja con muchísimas pilas el siempre elegante P. Craig Russell, el unitario de Elaine sirve para ver qué onda un desconocido Ronald Wimberly (que es bastante bueno, con cositas de Dean Ormston, Vince Locke y Jill Thompson) y dejo para el final la gema insuperable: el unitario del Infierno con Christopher Rudd está dibujado por un Marc Hempel inspiradísimo, que se caga en el realismo para dejar jugar a la imaginación y sobre todo a la emoción, a darle expresiones extremas a estos personajes y romper desde lo visual con el clima a veces frío, casi siempre solemne que tiene esta serie. Glorioso lo de Hempel, a quien el mainstream yanki extraña horrores.
Me falta un sólo tomo para terminar con Lucifer y ya está ahí en el aguante. Veremos con qué me sorprende Carey en el final.

sábado, 12 de septiembre de 2015

12/09: TRILLIUM

“Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”, dijo alguna vez el inmortal Jorge Luis Borges. Y no soy fan de empezar las reseñas con citas, pero esta vez el amor (por Borges) es más fuerte. Estamos ante una historieta que TODO EL TIEMPO me remitió al máximo exponente de nuestra literatura fantástica. Una historieta plagada de ideas que obsesionaron a Borges, plasmadas de un modo distinto, en otro lenguaje (la narrativa basada en secuencias de imágenes), pero con la fuerza y la sensibilidad de los grandes relatos del maestro.
Con Trillium, el canadiense Jeff Lemire se anima a una obra con un componente de ficción mucho más presente que en sus trabajos anteriores. Esta vez, casi nada de lo que vemos existe en la realidad y nos muestra al autor lanzado a la aventura de imaginar, además de una historia, mundos enteros, culturas, razas y hasta un lenguaje. Pero claro, está la impronta de Lemire, presente y resonante más allá de los géneros en los que incursione el autor. Y además la impronta de Borges, que flota implacable sobre esta trama hipnótica de espejos rotos, paralelos perfectos y recuerdos desfasados.
¿Es una historia de amor a contramano, de guerra impulsada por la ambición, de viajes en el tiempo, de preservación de una especie? Sí, Trillium es eso y mucho más. No quiero contar nada del argumento, para no spoilear, porque es un trabajo bastante reciente que quizás más de uno no leyó. Pero que alcance con decir que es brillante. Lemire se anima a hacer cosas que nunca vi hacer a ningún otro historietista, sobre todo en ese quinto episodio, en el que las 20 páginas aparecen divididas por la mitad, en forma de espejo, para trazar un paralelismo entre los personajes como sólo el comic permite hacerlo.
Borges habría terminado la historia 30 ó 35 páginas antes del final que le da Lemire, antes de que los personajes se vean forzados a ese acto de heroismo extremo, a resolver el conflicto por la vía de la violencia. Un conflicto que hasta ahí aparecía como un plot secundario, en las márgenes de la historia, lejos del foco de esos otros conflictos más chiquitos, más humanos pero mucho más potentes en los que se centran las primeras 120 ó 130 páginas de Trilium. En las 10 páginas finales, Lemire retoma la senda de la no-aventura y de nuevo, ya no hay epopeya cósmica que opaque el verdadero núcleo de la obra, que son Nika y William.
El dibujo merece su párrafo aparte, por supuesto, porque una vez más vemos a Lemire en un excelente nivel, con el desafío extra de tener que dibujar naves espaciales, tecnología del futuro y un montón de cosas más que nunca antes había dibujado. Pero, mirá lo que son las cosas, el ancho de espadas de Trillium no es tanto el dibujo como el color. Como en Sweet Tooth, acá Lemire hace team-up con el maestro José Villarrubia, el poeta del photoshop. Y deciden amalgamarse como nunca antes: Villarrubia usa las técnicas tradicionales para colorear las secuencias ambientadas en 1921, y otras técnicas totalmente distintas para las del año 3797. Tan distintas, que por momentos pareciera que abajo hay dos dibujantes distintos. Las secuencias del futuro son visualmente increíbles, con tonalidades que parecen logradas con acuarelas y lápices de colores y que le dan al dibujo de Lemire (que es bastante agreste) una elegancia majestuosa.
Entre el guión, la narrativa gráfica, el dibujo y el color, Lemire y Villarrubia despliegan una cantidad de recursos expresivos realmente apabullantes y los ponen al servicio de una historia tensa, conmovedora, muy original, más allá de los géneros y más allá de lo que uno creía que podría alcanzar Lemire a sus jóvenes 39 años. Climas, diálogos, expresiones faciales, ideas, truquitos narrativos… no hay nada en Trillium que no me haya parecido genial. Sin duda, un clásico instantáneo de esos que se le pueden recomendar incluso a la gente que nunca leyó historietas.

martes, 18 de agosto de 2015

18/ 08: THE UNWRITTEN Vol.8

Uh, cuánto hacía que no me clavaba un TPB de esta serie… Desde el 05/03/14. Decí que en el medio me leí la graphic novel, si no estaría en hiper-bolas, casi para empezar de cero…
Bueno, este tomo no tiene nada que ver con la graphic novel. Es la continuación directa del Vol.7 y va para donde aquel tomo proponía ir. La acción centrada en Australia, Danny Armitage y la oficial de policía Didge Patterson en roles muy destacados, historias protagonizadas por Richie Savoy que transcurren al margen, en paralelo a la saga principal, y ahora sí, mucho desarrollo para Tom Taylor, porque se empieza a avizorar el final y hay muchísimas cosas para explicar. Madame Rausch vuelve al banco de suplentes y Lizzie Hexam tiene un papel tirando a chiquito. Mike Carey necesita empezar a cerrar puntas de las que vienen colgadas desde los primeros tomos de la serie y eso requiere espacio. Imposible repartir el que hay entre más de cinco o seis personajes.
Acá nos enteramos finalmente dónde estaba Wilson Taylor, el papá de Tom (y Tommy), y se termina de explicar y de cerrar el longevo subplot de Pauly Bruckner, a quien Carey le da un enorme protagonismo en estas páginas. Si hasta ahora Pauly era un personaje interesante, acá se hace tan grosso que querés que le den su propia serie mensual. También tenemos la muerte de un personaje que venía ganando impulso, y el regreso (muy cambiado) de uno de los que ya dábamos por muerto y re-muerto.
No quiero extenderme en el chamuyo porque no tengo tiempo. Esto está buenísimo. Carey encontró la forma de que, ya con muchos episodios encima, la serie sea difícil de predecir y esté siempre en un status quo inquietante, raro, donde los volantazos más bizarros (como el del final de este tomo) parezcan totalmente coherentes.
Y el dibujo… bueno, el dibujo sigue lejos de la genialidad. Peter Gross pone huevo, se esfuerza, pero sigue mostrando claramente sus limitaciones, que no son pocas. Por suerte, en el arquito argumental protagonizado por Savoy, llega un viejo conocido de Carey y Gross, el gran Dean Ormston y –como en tantos unitarios de Lucifer- caza los bocetos de Gross y los eleva a un nivel de oscuridad, de expresionismo y de belleza que lo ponen muy por encima de la media de lo que se ve normalmente en los comics de Vertigo.
Todavía no tengo comprado el Vol.9, así que no sé cuando retomo The Unwritten. Pero seguro banco hasta el infinito y más allá este viaje hipnótico hacia el interior del relato.

viernes, 7 de agosto de 2015

07/ 08: SPACEMAN

Hoy muy breve, porque tengo poco tiempo…
Me debía a mí mismo esta obra de Brian Azzarello y Eduardo Risso y me generaba mucho interés, porque se apartaba mucho del registro de 100 Bullets. ¿Es una buena historieta? Sí. ¿Es una obra maestra? No.
Lo primero que me enganchó fue el clima, la ambientación post-holocausto bien crota, bien tercermundista. De hecho, es un ambiente en el que Risso ya demostró moverse con gran categoría en Borderline. Acá hay menos tecnología futurista, pero una mala leche similar y un énfasis similar en las grotescas desigualdades entre ricos y pobres. Y después hay dos ideas magníficas: una es el reality en el que chicos huérfanos compiten para ser adoptados por una pareja de famosos de Hollywood onda Brad Pitt + Angelina Jolie. Y la otra es la de esta ciudad en ruinas que parece -además de inundada- bombardeada, y a la que Risso dibuja parecida a Rosario. Este marco geográfico le brinda a la historia un montón de posibilidades, muy bien aprovechadas.
El resto, hasta ahí nomás. Le sobran muchas páginas (el que leyó esto en episodios mensuales se debe haber pegado no uno sino varios corchazos), la secuencia del flashback es demasiado extensa para lo poco que aporta, y al final le falta un poco más de espacio y de claridad. Azzarello una vez más se consagra como el peor enemigo de los traductores: esta vez, en lugar de explorar el slang de todos los gangstas y barriobajeros de todas las urbes de los EEUU, directamente inventa un idioma nuevo, un inglés hiper-deforme, muy atractivo, que le da un filo muy especial a los diálogos… pero que si los tenés que traducir a otro idioma te la cortás en Juliana.
El dibujo de Risso está afiladísimo, como siempre, con unas composiciones exquisitas. Lo más interesante es que, para las escenas del pasado de Orson que trasncurren en Marte, Risso agrega efectos de iluminación con esas tramitas microscópicas dibujadas a mano como las que metían Moebius, Bilal y otros autores de ciencia-ficción de los ´70. Incluso el color de esas secuencias parece querer homenajear a esas historietas setentosas de la Metal Hurlant. Ya en los últimos episodios, cuando todas las escenas en Marte suceden a bordo de una nave, estos efectitos desaparecen. Una lástima, porque quedan buenísimos. Spaceman es un trabajo realmente excelente por parte de Risso, que demuestra que -a pesar de los años transcurridos en el universo tarantinesco y hard boiled que inventó Azzarello- no se quedó anclado a una sola estética, sino que cuando quiere puede volver a pisar fuerte en el cyberpunk bien podrido.
Spaceman no es la obra más memorable de la dupla, pero para entretenerse un rato está muy bien. Y para flashear con los dibujos de un Risso realmente inspiradísimo, ni hablar.

martes, 28 de julio de 2015

28/ 07: AMERICAN VAMPIRE Vol.5

Retomo esta serie que tenía colgada desde el 12/10/14. Este quinto tomo ofrece dos sagas ambientadas en 1954: una (editada originalmente como miniserie por afuera de la colección principal) está situada en Europa, y la otra en EEUU. Las dos sagas escritas por Scott Snyder tienen el mismo problema: como aventuras, son flojas, sobre todo la primera. Les falta sorpresa, les sobra machaca y casi todo lo que sucede parece ser parte de un festival bastante obvio de excusas para que los vampiros pelen garras y colmillos y se den con tutti. ¿Por qué, aún así, se hace llevadera la serie? Por dos motivos.
El primero es la consigna: American Vampire va avanzando a la par del Siglo XX, lo cual le da a Snyder la posibilidad de reflejar en cada arco argumental un punto interesante en la historia más o menos reciente de los EEUU. El guionista investiga, recrea estas décadas del siglo pasado con mucha agudeza y desliza una mirada crítica, muy atractiva, acerca de los procesos sociales y políticos de cada época. Cada situación de vida cotidiana, de gente normal, enriquece los relatos con información muy bien mechada acerca de cómo se vivía en cada momento del Siglo XX en alguna ciudad de EEUU. Sólo por eso, uno banca ese culebrón sangriento entre estas criaturas pesadillescas que –como son no muertos- pueden sobrevivir sin drama al paso de las (muchas) décadas.
Y además hay un segundo elemento atractivo: el desarrollo de personajes. Con el correr de las sagas y las décadas, los protagonistas cambian, evolucionan muchísimo. Pearl Jones, su marido Henry, Calvin Poole, los Vasallos del Lucero, los distintos integrantes de la familia Book… hasta el nefasto Skinner Sweet tiene en cada arco argumental una nueva posibilidad de asumir nuevos roles, o pegarle giros interesantes a su relación con el resto del elenco.
Casualmente eso sucede en el segundo arco incluído en este tomo: Skinner Sweet sigue siendo el sorete irredimible, la escoria vampírica más abyecta del planeta, pero Snyder urde tramas que lo llevan a adoptar (aunque sea un rato) otra actitud, y eso abre posibilidades que nutren mucho a este segmento de la obra, y lo ponen bastante por encima de la saguita en Europa. A esta altura, ya es hiper-obvio que ni Skinner ni Pearl van a morir mientras exista esta serie, pero las vueltas que encuentra Snyder para mantenerlos atractivos son más que válidas.
La saguita en Europa, mientras tanto, naufraga en un argumento bastante pobre, con escaso sustento, pero también se anota sus porotos con el desarrollo de un personaje hasta ahora demasiado clavado en el estereotipo: Linden Hobbes, el circunspecto líder de los Vasallos del Lucero.
Este arco cuenta con los dibujos de Dustin Nguyen, en un estilo muy suelto, donde se nota la velocidad con la que el dibujante se sacó de encima estas páginas. No está mal, para nada, pero no esperes esa elegancia que supo mostrar Nguyen en los trabajos que hizo para las distintas series de Batman. Y después llega el titular, Rafael Albuquerque, el que conoce de taquito a los personajes, el que entiende perfecto los climas que sugieren los guiones de Snyder, el que se lee la mente con el colorista Dave McCaig. Como en el tomo anterior, Albuquerque nos mete en un vértigo repleto de acción y violencia… que te puede llegar a cansar por su excesiva estridencia, o por la grosera escacez de fondos. Por suerte la narrativa es tremendamente ágil y el estilo de Rafael hace que la onda impactante y pochoclera se haga sumamente tolerable.
Y acá se termina la primera parte de American Vampire. Después vienen dos especiales (compilados como Vol.6) y recién después, en lo que sería el Vol.7, el primer arco de la segunda serie regular, titulada Second Cycle. Habrá que buscarlos a ver cómo siguen las historias, porque la verdad que Snyder logró engancharme con varios de los personajes y el dibujo de Albuquerque es una adicción jodida de frenar…