el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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viernes, 26 de julio de 2024

VENGO EMBALADO

En realidad, el hecho de que tengamos entradas en el blog tres días seguidos es fruto de un montón de casualidades... pero bueno, disfrutémoslas. Completé The Wretch! Ya había reseñado el Vol.1 (03/09/20) y el Vol.3 (30/09/22) pero me faltaba el Vol.2, que era la figurita difícil. Con un orto inconmensurable lo encontré en una comiquería... ¡de Bélgica! y lo leí muy rápido, porque -como ya vimos en las reseñas de los tomos anteriores- Phil Hester suele optar por una narrativa bastante descomprimida, con una notable proliferación de las secuencias mudas. Lo cual casi es una pena, porque cuando se juega a narrar con bloques de texto más extensos, despliega una prosa realmente cautivante, de alto vuelo, con poco o nada que envidiarle a la de los guionistas más capos en este rubro. Este tomo incluye ocho historias autoconclusivas de este enigmático personaje (que no habla, y del que no sabemos prácticamente nada) y hay cinco realmente brillantes. La primera, "Rain Babies", está perfectamente escrita y dibujada, con una estructura de dos narraciones en paralelo que a otro autor podría resultarle incómoda. Pero -una vez más- Hester saca a relucir su chapa de narrador infalible y nos regala 13 páginas gloriosas. Por el ritmo, y la gracia que tienen los diálogos y el carisma de los personajes secundarios, también hay que destacar "Devilrock!", escrita por Jason Caskey, 13 páginas a pura diversión y heavy metal satánico. La tercera gema en la corona de Hester es "The Sun", un relato tenso, perturbador, jodido como enema de chimichurri, que juega con las pesadillas de una nena y sus vínculos familiares. Acá hay secuencias que le habría gustado dibujar a Alberto Breccia o a Alex Toth. "Happy Birthday" es la enésima historia de un pacto faustiano, esta vez entre el Diablo y un tipo que cumple 30 años, tiene un trabajo mediocre, una vida aburrida y una hijita con síndrome de Down. Son 19 páginas exquisitas, repletas de emoción. Y tan importante es "Happy Birthday" que, por primera vez en la historia de The Wretch, Hester va a tomar un elemento de esta historia y a darle importancia en una posterior, la magnífica "The Wailing Woman", la más extensa (28 páginas) y probablemente la mejor del tomo. Acá hay otro argumento tremendamente perturbador, más bloques de texto brillantes, más secuencias mudas de altísimo impacto, más momentos emotivos y una resolución a la altura de las colosales expectativas que genera el desarrollo. Entre el terror, el misterio y los superhéroes, con algún toque de comedia y un clima extraño en el que no desentona ningún tipo de freak, The Wretch deslumbra a cualquiera que se deje seducir por una buena historieta. En el prólogo, Hester no para de nombrar al maestro Bernie Kriegstein como la principal influencia a la hora de plasmar estos relatos... pero yo veo también la sombra de Will Eisner, muy presente en estas páginas. Esta es una de esas rarezas que uno se pregunta por qué carajo no es infinitamente más conocida, cómo no se la considera una Obra Maestra, cómo quedó muy relegada por otras obras del propio Hester que difícilmente sean mejores... Por suerte existen espacios como este, donde uno puede recomendarle a un montón de gente que busque este material, que lo tenga en cuenta, que lo consuma en el soporte que pueda y, si es gente que se dedica a la historieta, que aprenda de estas cátedras que dictó Phil Hester a principios de este milenio, que son realmente magistrales.
Uno de los motivos por los que se acumulan las reseñas es que el Vol.15 de Nosotros Somos los Muertos tiene muy pocas historietas. Max y Pere Joan hicieron público el hecho de que este número era el último y eso hizo que una verdadera horda de autores y autoras quisieran participar. Así es como, a pesar de tener más páginas que los números anteriores, este número se compone básicamente de aportes muy cortitos de decenas de colaboradores, que entregan o bien ilustraciones, o bien historietas de una página. La lista de nombres es demoledora. Están (entre otros) Miguel Gallardo, Samuel Casal, Aleksandar Zograf, Manuel Fontdevila, Miguel Brieva, Juan Berrio, Linhart, Lorenzo Gómez, la dupla Santiago García-Pepo Pérez, Luis Bustos, Javier Olivares, Kati Kovács, Martin Tom Dieck, Lola Lorente, Bartolomé Seguí, Micharmut, Paco Alcázar, Keko, Peter Kuper, Sonia Pulido, y los propios Max y Pere Joan. Pero son todas colaboraciones testimoniales. Historietas grosas, propiamente dichas, en este último NSLM hay pocas, pero muy buenas. Álex Fito la rompe toda en una historieta de siete páginas del Raspa Kids Club, hay una de dos páginas bastante copada de Tamayo, una de dos páginas absolutamente genial e imprescindible de Pep Brocal, y una de seis páginas del ídolo alemán Hendrik Dorgathen, con un guion que -sin estar a la altura sublime del dibujo- se la banca decorosamente. Si querés más, hay que ir a buscar solidez argumental, consistencia narrativa y virtuosismo literario en historietas de una sola página, resueltas a veces a los santos pedos por dibujantes muy notables, pero que claramente no están preparados para contar algo memorable en un espacio tan reducido. Así es como esta despedida de NSLM funciona casi como un catálogo de dibujante e ilustradores que se lucían en el palo alternativo europeo allá por 2007. Por eso la reseña queda un toque corta, no hay tanto para comentar, más allá del gran nivel de firmas que participan en esta última entrega de la última antología experimental producida en algún país de habla hispana. Nada más, por hoy. Ni bien tenga más material leído, nos reencontramos con nuevas reseñas, acá en el blog.

martes, 4 de abril de 2023

MARTES FRESQUITO

Ya con clima bien otoñal, más cerca del sweater que de las bermudas y las ojotas, me siento a reseñar un par de libritos que leí en los últimos días. Vamos a Colombia, a la ciudad de Medellín, donde transcurre Parque del Poblado, una historieta realizada en 2011 por Joni B., uno de los grandes referentes del comic colombiano de este siglo. Claramente el atractivo principal del libro (editado por los españoles de Spaceman en innecesaria tapa dura) es el dibujo. Un dibujo en el que conviven Jaime Hernández, Frederik Peeters, Jaime Martín, José Muñoz y Carol Swain en una fiesta del claroscuro cautivante y vital. Los personajes cobran vida, los lugares se hacen asombrosamente reales y la gráfica te seduce al punto de hacerte olvidar que Joni dibuja pocos fondos. La narrativa está perfectamente ajustada a algo que enseguida vamos a señalar cuando hablemos del guion: Parque del Poblado parece una obra de teatro. Está pensada para hacer foco en momentos y en diálogos, no en la acción ni en el movimiento. Cuando los personajes se empiezan a desplazar por este barrio/ cuadra lleno de bares, autos, pibes y pibas que escabian, fuman y coquetean, el relato se vuelve un poco caótico, como ese tipo de lugares a las 2 AM. Amigos que se tienen que encontrar y se pierden, minitas a las que venís siguiendo y desaparecen, borracheras, discusiones pelotudas, ruido de música y chamuyos varios... Joni B. recrea esa atmósfera en la historieta y logra que uno se vea inmerso en ella. El tema es que el conflicto no está enfatizado. O mejor dicho, no hay un conflicto que esté lo suficientemente enfatizado como para identificarlo claramente como el hilo conductor de una trama. Por eso esta es ínfima, etérea, y entiendo a quien me diga "me cagaron, son 50 páginas en las que no pasa nada". Desde el punto de vista de una estructura dramática, eso es bastante cierto. Como en todo relato del subgénero "Jóvenes a la Deriva", acá tenemos un grupito de protagonistas de veintipico que conversan, fuman, chupan, transan... hay diálogos muy graciosos, otros a los que la incorporación de palabras y conjugaciones de España deformaron al punto de perder toda su gracia, pero nada parece ir en una progresión de principio/ desarrollo/ desenlace. Lo cual no significa que el autor no tenga nada para decir. A través de Rafa, Viviana, Alex y el resto de la pandilla, Joni B. habla de su generación, de lo raro que se siente tener veintipico y no ser ni pendejos ni adultos, de por qué no tiene sentido hacer grandes planes para el futuro, de cómo va quedando cada vez menos de los sueños y anhelos que cobijaron en la adolescencia, de cómo el escabio y el sexo pueden (o no) tapar esos agujeros existenciales en la vida y anestesiar algún que otro dolor. No es poco, a menos que hayas comprado el libro a la espera de una aventura en la que todo pase por una confrontación entre buenos y malos. Y sí, se podría haber contado esto mismo en 36 páginas en vez de 50. Pero como el dibujo es buenísimo y los personajes se hacen querer al toque, uno no siente que le están estirando al pedo la "trama". Como nunca vi (ni creo que vea nunca) un Gran Hermano de Colombia, Parque del Poblado me vino bien para saber qué piensan y cómo se comportan los pibes y pibas de ese país que están básicamente al pedo, matando el tiempo con no-historias no-épicas con las que no resulta para nada difícil identificarse desde Argentina, un poco más de 10 años después.
Me voy a Estados Unidos, año 2016, cuando se juntan dos monstruos: Warren Ellis y Phil Hester. Como saben quienes siguen hace tiempo este blog, yo soy fan a muerte de Hester y banco a full las obras en las que él mismo se escribe los guiones, algo que no suele suceder cuando trabaja para las editoriales grandes. Y bueno, en AfterShock tampoco sucedió, pero esta vez le pusieron un guionista del mega-carajo. Shipwreck es una historia sumamente atípica, basada sobre todo en climas desoladores, en un EEUU fantasmagórico y tremendo por el que vaga un protagonista que no entiende una chota acerca de este mundo y sus habitantes. La idea es que el lector tampoco entienda una chota, hasta que poco a poco, a un ritmo muy pachorro, Ellis empieza a explicar qué es este lugar y cómo cayó ahí el Dr. Jonathan Shipwright. A lo largo de seis episodios, Shipwreck adopta distintas formas: es una road movie, es un policial, es una de ciencia ficción, es una de terror y es una de fantasía oscura y sobrenatural al estilo del Vertigo de los ´90. Para hacerla más exasperante, Ellis cruza a Shipwright con personajes que a) la tienen infinitamente más clara que él, y b) le tiran extensos soliloquios repletos de frases alucinantes, cargadas de filosofía, que lo interpelan, lo descolocan y le retuercen el alma. Recién sobre el final, el protagonista queda cara a cara con una especie de antagonista y ahí sí, hay que resolver a todo o nada, con lo que hay, con lo que quedó después de tanto naufragio tanto externo como interno. Es un guionazo, muy perturbador, muy rico en matices, en silencios, en elementos que van por afuera de la aventura pero la enriquecen muchísimo. Gran laburo de Warren Ellis que -probablemente por las altas dosis de sangre y mutilaciones- no encontró lugar en las editoriales más grandes. Y cuanto más retorcido y jodido es el guion, más a gusto se siente Hester a la hora de dibujar. Esta vez, el ídolo se encarga solo de los lápices, y tiene un excelente entintador (Eric Gapstur) y un excelente colorista (Mark Englert) que lo entienden a la perfección y lo potencian de un modo esplendoroso. Yo amo a Hester en blanco y negro, pero la magia que tira Englert en estas páginas, lo bien que acompaña no solo el trazo de Hester sino también los climas extraños que conjura el guion, es realmente una gloria. Acá vemos a Hester probar cosas nuevas todo el tiempo, jugar con el espacio negativo, inventar efectos gráficos y narrativos jamás vistos, ponerle dinamismo a las escenas en las que solo hay gente hablando en el medio de la nada, transmitir todo tipo de sensaciones (casi todas incómodas) en las muchas secuencias mudas... Si te faltaba algo para ascender a Phil Hester al Olimpo de los grandes narradores del Noveno Arte, en Shipwreck sin dudas lo vas a encontrar. Recomiendo mucho esta historieta a los fans de los relatos oscuros, intrincados, donde la procesión va por dentro y la aventura no es otra cosa que el punto límite en el que los replanteos internos se tienen que convertir sí o sí en acción, para bien o para mal, porque lo que hay no se sostiene. Jugate por este mundo crepuscular, atroz y por momentos absurdo, y recorrelo junto a Ellis y Hester. Vale mucho la pena... y hay mucha pena de por medio, porque Shipwright sufre como pocos y los autores nos lo hacen sentir en carne propia. Nada más, por hoy. Gracias totales y nos reencontramos acá en el blog ni bien tenga más libros leídos para reseñar.

viernes, 30 de septiembre de 2022

CERRAME LA NUEVE

Pensé que no llegaba a meter un posteo más este mes, pero acá estamos. Entre el 3 y el 12 de Octubre seguramente no habrá reseñas, porque me toca una seguidilla de varios viajes, así que voy a tratar de meter algo este domingo. Y después del 13/10, que ya voy a estar más tranqui acá en Buenos Aires, prometo un poco más de regularidad. Arranco en España, año 1994, cuando se publica el segundo recopilatorio de Kafre, la divertidísima serie de Enrique Sánchez Abulí y Das Pastoras (o Julio Martínez Pérez) que salía todas las semanas en El Jueves. Ya expliqué un poco de que va la serie cuando reseñé el Vol.1 (04/06/18), así que recomiendo releer ese textículo. Este segundo tomo no difiere mucho de lo que me tocó descubrir en el primero: son todas historias de dos páginas, con un humor bastante corrosivo, basado en el sufrimiento físico de los personajes (que reciben todo tipo de golpes, mordeduras de animales, garrotazos, flechazos, etc.) y en la mala leche, la vieja y querida incorrección política del maestro Abulí. Como el protagonista es un sacerdote, también hay muchos chistes que involucran temas relacionados con la religión cristiana, e incluso con las creencias de los africanos cuasi-salvajes con los que debe lidiar el Padre Antón. En algún momento Abulí echa mano al humor absurdo, y alguna vez incluso se le cuela alguna pincelada de ternura. Pero básicamente esto es "cartoon violence" y mala leche no al límite de lo impublicable, pero sí en un punto que no le debe haber causado mucha gracias a los católicos más militantes, de esos que en España abundan bastante. Lo importante es que la serie funciona, la fórmula que desarrolló Abulí no se agota en esta segunda tanda de 30 ó 31 historietas, y la comicidad salvaje de Kafre no pierde su encanto. Si a eso le sumamos unos dibujos alucinantes del prodigioso Das Pastoras, no hay ningún motivo para no entrarle pronto al Vol.3, que conseguí junto con este hace unos meses, en una comiquería de Rosario.
Allá por el 03/09/20 me tocó reseñar el Vol.1 de The Wretch, una libro que recopilaba historietas de ese extrañísimo ¿superhéroe? creado en los ´90 por el gran Phil Hester. Ahora cayó en mis manos el Vol.3 (nunca vi el Vol.2, pero si alguno lo tiene, acepto donaciones), que trae las primeras aventuras del personaje (cuando todavía se llamaba "The Creep") y la aventura final, realizada por Hester especialmente para este libro. Son historias cortitas, casi anécdotas, algunas improvisadas casi sin un argumento previo, otras pergeñadas por Hester simplemente como vehículo de algún truco narrativo o gráfico con el que tenía ganas de experimentar. Hester aprovechaba la posibilidad de publicar esas historietas breves en una antología (casi todo este material pasó por las páginas de Negative Burn) y usaba a The Wretch como laboratorio, y como terapia, porque acá trabajaba sin guionistas ni coordinadores, a lo sumo con algún dibujante amigo que le daba una mano en el entintado que -según él- no es su fuerte. Y de este combo entre libertad y creatividad salen pequeñas gemas, como Who is the Wretch?, Black Angel y la perturbadora Baby Come Back. Ya solo por lo bien que dibuja y narra Hester, cualquiera debería querer leer este material, pero además están esas tres historietas que mencione recién, que tienen guiones realmente preciosos. Una pena que no haya seguido con The Wretch, pero tengo otros trabajos de este monstruo en la pila de los pendientes.
Y la tercera reseña de hoy también tiene que ver con una serie de la que ya hablamos en el blog. El 04/12/19 pasó por acá el Vol.4 de Pancho el Pit Bull, y ahora me baje el Vol.5 de esta hermosa historieta de Neal Wooten y Nicolás Peruzzo. También recomiendo repasar lo que ya comentamos en las reseñas anteriores, porque esta entrega va por los mismos carriles que las anteriores. En este tomo Neil Wooten casi no figura: hay unas cuantas tiras (muy bien castellanizadas por Peruzzo), y después es el uruguayo el que toma las riendas del libro, del que él mismo es editor. Como en los libritos anteriores, tenemos un tutorial en el que Peruzzo (especialista en historietas educativas) nos enseña a hacer fanzines o revistitas de comics. Y para abrir el libro, tenemos una historieta extensa, de 40 páginas, escrita y dibujada por Peruzzo, que rompe el formato de tiras y combina de manera brillante el clásico humor de Pancho el Pit Bull con una especie de "aventura con misterio". Son páginas donde nunca sabés dónde va a aparecer el remate humorístico, y están LLENAS de remates humorísticos, en su mayoría muy efectivos. Además se disfruta mucho el contraste entre estas páginas donde las viñetas se entrelazan de manera más libre y más creativa, y las tiras, que repiten siempre la grilla de tres viñetas de igual tamaño. Como siempre, el dibujo y el color de Peruzzo están muy bien, muy a tono con una historieta pensada para que los chicos flasheen fuerte y los grandes tengamos un ratito de sana diversión. Como ya mencioné, esto lo edita el propio Nico Peruzzo en Uruguay, a través del sello Ninfa, así que dudo que se consiga fuera de ese país. Ahora sí, nada más por este mes. Creo que el domingo nos reencontramos con nuevas reseñas acá en el blog. Y si no, será el lunes, antes del viaje a Tucumán. Síganme en Instagram para estar al tanto de las ciudades por las que me lleva la gira infinita. Gracias y hasta pronto.

jueves, 3 de septiembre de 2020

THE WRETCH Vol.1

¡Volvieron los superhéroes! Bue, más o menos… The Wretch (el desgraciado, sería en castellano) es un personaje con poderes que pelea del lado de la gente necesitada. Pongámosle que –por la magnitud de las amenazas a las que enfrenta- se lo puede considerar un superhéroe. Es un bicho raro, de todos modos. No habla, no tiene rasgos faciales y sólo se expresa con los ojos. No sabemos cuáles son sus poderes, ni su origen, ni qué hace cuando no está en acción contra monstruos y amenazas varias. Estamos hablando de un personaje bastante atípico, pensado sobre todo para que su creador narre más o menos lo que se le da la gana. Y además estamos hablando de una obra personal, arriesgada y fascinante del maestro Phil Hester, un historietista descomunal, que en esta época (año 1997) estaba en un momento fenomenal. Las seis historietas que componen el tomo tienen guiones de calidad bastante disímiles, pero no hay ninguno definitivamente horrendo. Los más flojitos (los dos primeros) se la bancan con decoro, y de ahí en más, Hester pega saltos muy notables en su eficacia como guionista, apoyado sobre todo en sus virtudes como narrador. El último episodio, donde el autor se dedica sobre todo a homenajear a Jack Kirby, no está a la altura de los tres mejores, pero también es atractivo. Y probablemente el mejor de los seis sea el quinto, donde Hester juega a meterse en la cabeza de cinco adolescentes de escuela secundaria y pela momentos dignos de un guionista grosso, con 20 años de trayectoria a sus espaldas. Posta, si me decís que esas 23 páginas las escribió Neil Gaiman, o Grant Morrison, te lo re-creo. La del tributo a Kirby también desentona por el lado de la grandilocuencia. Hester estaba desarrollando a The Wretch como un héroe de barrio, que se ocupaba de amenazas no mundanas, pero sí munícipes, circunscriptas a la calle y la gente común, por debjao del radar de la policía y los medios de comunicación. Por ese lado venían in crescendo los hallazgos del autor, por ahí se venía edificando la leyenda de este personaje al que –por motivos que no logro descifrar- hoy poca gente conoce o recuerda. También esa última historia es la única que no tiene un subtexto social, un mensaje sutil acerca de temas referidos a la desigualdad entre ricos y pobres, o a la discriminación en sus distintas (y funestas) formas. En las cinco anteriores, Hester se las rebusca para bajar línea de modo para nada estridente pero sí disfrutable. Y si hablamos de disfrutar, lo que seguramente hará que quieras comprar este libro y que lo disfrutes como lo disfruté yo, va a ser el dibujo. Más allá de su devastador talento como narrador, más allá de los logros que le vimos en varios de los guiones de este tomo (e incluso en el que reseñamos aquel lejano 07/11/10, que contenía historias más antiguas), el ancho de espadas de este autor es el alucinante impacto que produce su dibujo. Fuera de la mímica de Kirby (que le sale perfecto), Hester tiene un estilo perfectamente definido, basado en un manejo espectacular del claroscuro. Masas negras, espacios blancos y chau, no hace falta nada más para que la magia de Hester brille en la página con todo su esplendor. Tener como protagonista a un personaje que no habla le sirve al autor para prodigarse en secuencias mudas, también de altísimo impacto, donde se lucen como nunca los cambios de enfoque, la planificación del relato gráfico y la fuerza de ese trazo generalmente bien grueso, bastante a contramano de lo que estaba de moda en el mainstream yanki de fines de los ´90. Me dieron ganas de buscar y releer las revistitas con el material anterior de The Wretch, de cuando la publicaba Caliber y Hester le metía muchos más detalles al diseño del personaje. Esto, en cambio, es un recopilatorio de la serie que publicaba Slave Labor, y tengo entendido que en total son tres TPBs. Ojalá algún día consiga baratos los otros dos. Nada más, por hoy. Mañana es 4 de Septiembre, Día de la Historieta, y no puedo menos que desearles que lo pasen muy bien, rodeados de infinitas viñetas. Nos reencontramos pronto con nuevas reseñas, acá en el blog.

miércoles, 5 de enero de 2011

05/ 01: GREEN ARROW Vol.4


No tengo la menor idea de por qué The Archer´s Quest se reeditó como Vol.4 de esta serie, si arranca justo un número después de la saga que se recopiló en el Vol.2, pero bueno, por ahí la gente de DC no sabe contar y cree que después del 2 viene el 4. Sigue siendo un error menos grosero que poner a Bob Harras de Jefe de Coordinadores…
Pero vamos a la historia, que está buena sobre todo porque parte de una premisa muy original. Los héroes toman conciencia de que se van a morir y entonces cada uno le encomienda a un amigo que, tras su muerte, haga desaparecer pistas que podrían sacar a la luz la identidad secreta del occiso y poner en riesgo a sus seres queridos. Hal Jordan se hizo cargo de las pertenencias de Barry Allen y a Oliver Queen le tocó hacer desaparecer las pertenencias de Jordan. Ahora Ollie volvió de la muerte (un tiempito antes que los otros dos, que también están vivos de nuevo) y nos revela que puso a cargo de la tarea de ocultar sus huellas nada menos que a The Shade, un inmortal que coquetea tanto con héroes como con villanos. A Shade se le escaparon un par de cositas, y Ollie se va a dedicar a rescatarlas junto a su compañero de siempre, Roy “Arsenal” Harper.
Con esta consigna, el guionista Brad Meltzer (el de la polémica Identity Crisis) nos va a llevar en un viaje por la historia de Ollie en el que lo más importante no es la aventura, ni las peleas (de hecho hay una sóla en 130 páginas), sino reflexionar acerca de los afectos y las lealtades en la vida del arquero esmeralda. Lo central acá son las relaciones: con Roy, con Black Canary, con Hal, con el resto de la JLA, con el propio Shade y con Connor, el hijo de Ollie que tomó la identidad de Green Arrow cuando su padre murió. Lógicamente, al prescindir prácticamente de la machaca, la saga cobra otro ritmo, más pausado, más reflexivo. No está esa sensación de peligro constante, esa adrenalina vertiginosa del típico relato superheroico. Por el contrario, hay diálogos muy bien escritos y muy reveladores. El mejor de todos es un soliloquio de Ollie que “oimos” gracias a un bloque de texto: “Hal me gastaba porque nunca tuve una buena galería de villanos. Pero eso es porque mi mejor enemigo siempre fui yo mismo”. Y esto cae justo cuando Ollie se quiebra y (nos) revela un secreto muy jodido y muy impactante, que obviamente no te puedo spoilear.
Eso es lo bueno. Lo malo es que esto le da a Meltzer la excusa perfecta para escribir una oda al geek, una cátedra de Universo DC que deja afuera al que no se sabe de memoria toda la historia de la JLA, sus enemigos, sus sidekicks, etc. Todos los héroes se llaman por sus nombres de pila (Hal, Barry, Ray, Clark, Dinah, etc.) y mencionan al pasar hechos del pasado que no se explican como para que los entienda el que no sabe de qué están hablando. También aparecen en roles menores un par de villanos a los que ni se los nombra (Ace y Warp) y con un poquito más de protagonismo, Cat-Man (Thomas Blake) en su última aparición como villano tercerón y patético, un par de años antes de ser reformulado (y cobrar mucha chapa) en Villains United. El final que le da Meltzer a Cat-Man está tan bueno que me hubiese gustado que quedara así, y que el rol de Blake en Villains United y Secret Six lo ocupara otro personaje.
Pero no puedo cerrar la reseña sin hablar bien del maestro Phil Hester, gran dibujante y mejor narrador, acá un poco constreñido por la gran proliferación de diálogos y escenas tranqui, pero siempre recontra-solvente para dibujar bien lo que le pidan. Un capo.
Y ahora sí, llegamos hasta acá. The Archer´s Quest se parece poco al típico comic de superhéroes, porque se toma todo el tiempo del mundo para que los personajes reflexionen, piensen y repiensen lo que hicieron y lo que dejaron de hacer, y cómo eso afecta las vidas de sus amigos y sus seres queridos. He visto partidas de dominó entre septuagenarios más épicas que esta saga, pero como rareza, como enfoque novedoso sobre un tema muy gastado (la muerte y resurrección de los superhéroes), la recomiendo a full.

domingo, 7 de noviembre de 2010

07/ 11: OVERSIGHT


Si leés mainstream yanki hace varios años, seguro conocés a Phil Hester, ese dibujante dinámico, de excelente capacidad narrativa, que dibuja muy parecidas las caras de todos los personajes masculinos y que participó de proyectos grossos en todas las editoriales importantes. Te puede gustar más o menos, pero seguro le reconocés el estilo y la solvencia para llevar adelante tanto las escenas de machaca pochoclera como las más tranquilas e intimistas.
Pero hay otro Phil Hester. Uno que no trabaja con guiones ajenos, que piensa y ejecuta las historietas en blanco y negro, que publica en revistas raras y experimentales y que con el correr de los años, desarrolló una fuerte impronta autoral, que le ganó el reconocimiento de la crítica y los lectores de paladar más finoli. Mucho más extremo que Matt Wagner o Frank Miller, Hester logró balancear las dos carreras, la mainstream y la experimental, y este libro da testimonio de 15 años (1990-2005) de comics mucho más extraños y jugados que lo que conocían los que sólo siguen la vertiente más comercial del autor.
Como siempre que hablamos de comic experimental, hay cosas que no tienen mucho sentido: intentos que se quedan en el impacto gráfico o visual y que fracasan a la hora de contar algo. Pero incluso las historias que no cuentan nada, transmiten mucho. Hester pela un expresionismo visceral, tremendo, que hace que las sensaciones lleguen y golpeen con la fuerza de un rinoceronte. Y además, muchas de las historias cortas más raras tienen EXCELENTES guiones, y climas jodidos, perturbadores, desoladores. Hester colaboró en algunas revistas de terror más fino, más psicológico, y ahí demostró que la tiene muuuy clara. Las dos mejores historias, sin embargo, son las que realizó para una antología de Dark Horse llamada Underground (si esa no te perturba, sos un monje zen) y la que aportó a una antología romántica de Action Planet. También hay breves historias cómicas, parodias, anécdotas autobiográficas… y después está Boneshaker.
Boneshaker es una historia larga (unas 64 páginas), originalmente serializada en Negative Burn, a mediados de los ’90. También es una de las grandes joyas ocultas de la historia del comic yanki. Inquietante, reflexiva, violenta, existencial, absurda, impregnada de una cierta ternura freak, Boneshaker narra la historia de un luchador de catch gigantesco (más cerca de Hulk que del Caballero Rojo) que, en el ocaso de su carrera, vive una aventura bizarra y surreal, pero absolutamente coherente. Acá es done Hester termina de sacar chapa de Gran Autor. La puesta en página es digna de Dave Sim, la acción es hipnótica, los climas alucinantes, los planteos filosóficos intrigan y emocionan, y el blanco y negro llega a un nivel de expresionismo al que sólo pueden aspirar unos pocos. Hay Alberto Breccia, hay Ted McKeever, hay José Muñoz y por supuesto Dave Sim. La mezcla es increíble, sobre todo cuando pinta la machaca a la Walt Simonson o Miller, pero a lo largo de toda la obra se respira un clima 100% original, la extraña alegría de no haber leído nunca nada parecido, combinada con la amargura y la desolación de las historias que cuenta y los paisajes que muestra el autor.
La invitación está hecha: jugate a descubrir al Phil Hester que opera en las márgenes, el que cuando anochece se pone el disfraz de Autor Integral y se sumerge en el sombrío mundo de las editoriales más chicas para combatir (armado con pinceles, rotrings, collages, tramas mecánicas e infinito talento) al siempre poderoso Más de lo Mismo. Ahí hay un genio agazapado, esperando la oportunidad para que esta faceta suya salga a la luz y el mundo entero se rinda a sus pies. Grosso, pero de verdad.