el blog de reseñas de Andrés Accorsi
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sábado, 14 de diciembre de 2013

14/ 12: NORTHLANDERS Vol.7

Final para esta serie con la que el maestro Brian Wood redefinió la historieta histórica, por lo menos para los parámetros del comic yanki, donde nunca hubo una tradición muy importante centrada en este género. En Argentina y en Europa sí, tuvimos muchas historietas de vikingos muy investigadas, con mucho rigor en la recreación del período histórico, etc., pero no sé si alguna tuvo la ambición, la magnitud de lo que hizo Wood a lo largo de estos 50 episodios de Northlanders.
Este último recopilatorio ofrece una historia contada en tres tandas de tres capítulos. Todo se centra en la vida del clan Hauksson, desde su llegada a las inclementes tierras de Islandia en el año 871, hasta su caída en el año 1260. La primera tanda de episodios nos muestra la llegada a Islandia y la dura adaptación al nuevo terreno, complicado por la feroz rivalidad entre los Hauksson y los Belgarssons, una pica que forzará a ambos clanes a adoptar prácticas extremas y sucias, como las que siglos más tarde implementarían los mafiosos. El tramo que va de 871 a 887 es una historia de aguante, de gente que se ve obligada a endurecerse, a hacerse cruel y abyecta para sobrevivir. También de ilusión, de apostarle fuerte a un futuro que quizás estos pioneros no llegaron a disfrutar.
El segundo tramo, que va de 999 a 1000, nos muestra a los Hauksson ya asentados como uno de los clanes más poderosos de Islandia, dueños y señores de tierras, ejércitos, negocios y riquezas. La pica contra los Belgarssons no cede y en el medio aparece un elemento desestabilizador, con el cual estos curtidos guerreros no saben cómo lidiar: la fe católica avanza por todo el mundo y llega a las heladas tierras del norte para forzar replanteos, nuevas alianzas y –obviamente- nuevos negocios.
Hasta acá, los protagonistas de estos dos arcos (Ulf en el primero, Brida en el segundo) eran jóvenes con mucha personalidad, con convicciones muy firmes, pero que en un punto aceptaban los cambios, se adaptaban a las nuevas realidades que les tocaban vivir. Para el tercer arco (el que transcurre en el año 1260), Wood nos propone un protagonista también joven y decidido, pero esta vez Oskar no se adapta a la realidad, sino que hará lo imposible para que la realidad se adapte a él, a sus deseos y a sus caprichos. Manipulado por su mujer y deslegitimado por su padre (lejos, el mejor personaje secundario del tomo), Oskar conducirá a los Hauksson a la ruina, la derrota y la deshonra. Y al final quedarán vivos los ideales, la promesa de una vida mejor en esta isla que queda en el culo del mundo (pero para el otro lado) y que –según Wood- nunca traiciona a los que dejan su sangre por ella.
En promedio, la Trilogía de Islandia tiene menos machaca que otros tomos, y cuando esta aparece está bien integrada al complejo equilibrio que propone Wood entre rigor documental, runfla política y exploración a fondo de las costumbres de estos hombres y mujeres que nos quedan geográfica y temporalmente tan lejos. Si hay que extraer un mensaje, yo diría que lo que el creador de DMZ nos quiere transmitir es que en todas partes y en todas las épocas hay garcas, soberbios, avechuchos, manipuladores, idiotas con poder, valientes, cagones, gente que se desloma para darle una vida digna a su familia, gente que apuesta por sus sueños más limados, gente con convicciones y gente que va para donde sopla el viento. Esta vez, Wood nos transmite el mensaje de un modo bastante sombrío, bastante triste, en historias en las que la esperanza tiene poca cabida y la alegría, ninguna.
El primer tramo está dibujado por el correcto Paul Azaceta, en un estilo adusto, agreste, con influencias de Michael Lark y Jorge Zaffino, entre otros. El segundo tramo está a cargo de Declan Shalvey, otro dibujante sin mayores inconsistencias, al que le falta definir una impronta visual propia, un grafismo que lo identifique al toque. Talento no le falta. Y en el arco final tenemos una vez más al genio croata Danijel Zezelj, en un nivel impresionante, por ahí no tan zarpado como en otros trabajos, sino más comprometido con la narrativa y con el guión. Zezelj impacta con su línea, con su técnica, con el armado de las secuencias, con esos homenajes alucinantes a Sergio Toppi, y felizmente el colorista Dave McCaig se acopla a la onda siempre vanguardista del croata.
No te quiero mentir: The Icelandic Trilogy no es el mejor tomo de Northlanders. Lo cual no significa que, en el global de los 50 episodios y los siete TPBs, no podamos hablar de una serie magnífica, que realmente marcó un antes y un después, y que terminó de poner a Brian Wood en la lista de los guionistas absolutamente imprescindibles que tiene hoy el comic yanki. Gracias Vertigo, gracias Wood, gracias Odin por tanta gloria.

domingo, 18 de noviembre de 2012

18/ 11: NORTHLANDERS Vol.6

Otra serie de Vertigo a la que ya extraño, aunque todavía me falta leer el último tomo. Es muy grosso que se hayan publicado 50 episodios de algo así, de una serie con una consigna tan poco convencional. Y sin embargo, uno putea, porque quería más.
Este tomo incluye una saguita de tres episodios y dos unitarios. La saga está ambientada en el catastrófico sitio a París, una bravuconada de los nórdicos que les salió bastante mal, allá por el año 885 de nuestra era. Lo mejor que tiene la historieta es cómo Brian Wood se esfuerza para convertir este hecho histórico no en una epopeya, no en la lucha definitiva entre el Bien y el Mal, sino en un drama humano, en el que ves, palpás, sentís y hasta olés lo que les pasa a los pobres tipos que estaban ahí, comiéndose el garrón de sus vidas. Wood se apoya mucho en un personaje protagónico, Mads, al que trabaja en profundidad, como si en torno suyo fueran a girar no 60 páginas, sino los 50 episodios de Northlanders. Enseguida logra su cometido: que los lectores nos identifiquemos con Mads y suframos con él los sinsabores de una guerra tan repleta de crueldades como de frustraciones.
En el primero de los dos unitarios, Wood recupera una fórmula que ya le vimos en otros episodios: explicar, desarrollar, describir alguna de las costumbres de los vikingos mediante una historia en la que el conflicto no es lo más importante. Esta vez nos metemos a full con la cacería de ciervos durante el gélido invierno en las planicies de Suecia. ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar este cazador (que representa a muchos otros) para matar a su presa y llevarle comida a su familia? La respuesta es angustiante, tensa, y Wood la corona con una pincelada de maligna ironía en la anteúltima página. Por ahí no hacían falta 20 páginas para contarnos esto, pero sin dudas funciona.
Y el unitario que cierra el tomo (y a la vez le da título: “Thor´s Daughter”) es decididamente menor. En vez de tomar un conflicto chiquito y estirarlo para que se banque 20 páginas, Wood plantea un conflicto ambicioso, que daba para una saga de cuatro o cinco episodios, lo esboza bien, y cuando la cosa agarra un cierto rumbo, se termina. No, no es el prólogo a una saga que arranca en el próximo tomo. Es eso solo, esas 20 paginitas. Y así es como la historia no cierra, a pesar de que la situación que la dispara y el personaje central resultaban –a priori- muy atractivos.
Al abocarnos a la faz gráfica del tomo, nos encontramos con el Simposio Anual de Dibujantes Desconocidos. Se ve que Wood se había gastado todos los cartuchos en el tomo de DMZ que vimos el otro día, porque acá no engancha a un dibujante grosso ni por equivocación. De atrás para adelante, la dibujante de “Thor´s Daughter es Marian Churchland, a quien habíamos visto en el tomo final de Madame Xanadu. Y de nuevo, llama la atención su apego al estilo de Charles Vess, aunque clava lejos de los standards de calidad del maestro. Acá le sientan muy, muy bien los colores de Dave McCaig, que entiende para dónde quiere ir Churchland. De todos modos, le falta bastante.
El unitario de la cacería del ciervo lo dibuja Matthew Woodson, un Juan Carlos Flicker del montón, que busca (y no encuentra demasiado) por el lado de Francesco Francavilla. Y el dibujante ignoto más interesante es Simon Gane, el que dibuja la saga más extensa. Sin ser excelente ni mucho menos, Gane despliega un estilo muy original, con cositas de Hermann, de Hugo Pratt y hasta de Philip Bond y Jamie Hewlett. Es una mezcla rarísima, por momentos bastante efectiva, apoyada en una narrativa muy sólida. Dudo que alguna vez Gane sea elevado al status de genio, pero sin dudas se agradece la voluntad de escaparle al “más de lo mismo”.
Desde un período histórico y una geografía que nos quedan demasiado lejos, Brian Wood sigue pelando historias fuertes, atractivas, creíbles, llenas de data que uno no maneja y que fluye sin aburrir por las páginas de una serie siempre cambiante, siempre sorprendente. Si sos lector de larga data de la historieta argentina, seguro consumiste mucha aventura de vikingos en Skorpio y en las revistas de Columba. Olvidate: al lado de Northlanders, todo eso es un chiste (malo) de Olaf el Vikingo.

viernes, 9 de diciembre de 2011

09/ 12: NORTHLANDERS Vol.5


Nuevo tomo de la excelente serie de vikingos creada por Brian Wood (otro de los fetiches de este blog) y una vez más nos encontramos con varias historias: dos cortas y una larga.
La primera historia corta es magistral: En apenas 22 páginas, Wood nos mete en profundidad en la psiquis y en la historia de Dag, el capitán de un barco mercante que un día se decide a explorar nuevas rutas y termina en Norteamérica. Es una joyita redonda, intensa, con gloria y tragedia, heroismo y miseria. Y además dibuja como los dioses la increíble Fiona Staples.
La otra historia corta tiene dos episodios, dibujados por Becky Cloonan, habitual co-equiper de Wood. El dibujo es muy bueno, pero el guión no daba ni en pedo para 44 páginas. Eso mismo, contado en 22 páginas, pegaba mucho más.
Y la historia que da nombre al tomo, Metal, se desarrolla en cinco episodios, a cargo del italiano Riccardo Burchielli, el principal dibujante de DMZ, la otra gran creación de Wood para Vertigo. No me preguntes por qué, pero acá Burchielli está mucho, mucho mejor que en DMZ. Acá aprovecha mucho más las posibilidades de lucirse en las páginas con pocos cuadros y –sobre todo- se suelta mucho más cuando pinta la machaca. Parece un dibujante con mil años de trayectoria en los comics de acción, con un laburo de líneas cinéticas digno de un gran mangaka y un dinamismo espectacular. Por momentos se parece al Keith Giffen de sus mejores trabajos, pero sin chorear con el truquito de repetir varias veces las mismas viñetas. Para la mitad de la saga hay una escena breve, de dos paginitas, un sueño de Ingrid, que parece dibujada por Jorge Zaffino. Lejos, lo más impactante y lo más hermoso de todo lo que imaginó Burchielli para este, su mejor laburo publicado hasta hoy en EEUU.
El guión de Metal es raro. Hay dos personajes protagónicos perfectamente planteados y desarrollados, hay un marco socio-político perfectamente aprovechado, pero de golpe, por la ventana, se cuelan los elementos fantásticos, hasta ahora ausentes en Northlanders. Ahora tenemos a una diosa nórdica que toma cartas en la trama y a un guerrero que muere y resucita como una especie de zombie mega-poderoso. No está mal, porque la historia es buena, potente, con buen ritmo... pero no puedo evitar pensar que se podría haber resuelto sin incorporar elementos sobrenaturales. Lo más grosso de Metal es cómo Wood muestra la expansión del cristianismo por las tierras de los nórdicos, allá por el año 700 de nuestra era. Con rigor histórico y mala leche ácida, el guionista se hace un festín con el choque entre culturas, religiones y éticas. Los noruegos aparecen retratados como tipos básicos, toscos, de pocas luces, violentos al pedo. Y los cristianos, como soberbios, obsesivos, inescrupulosos y codiciosos, maestros de un doble discurso que trae nefastas consecuencias a los que lo compran. Entre esos curas ricos, astutos, bien organizados y el rústico, bestial e ingenuo herrero Erik Thorsson va a estallar una guerra desigual, improbable, repleta de salvajadas de ambos lados. También se podría haber narrado en menos páginas, pero las escenas tranqui están muy bien aprovechadas por Wood para darle profundidad a los personajes y los conflictos, y además el dibujo de Burchielli es tan pulenta, que querés que siga 50 páginas más.
No sé si este tomo me gustó tanto como el Vol.3, el otro de historias cortas. Creo que no. Pero igual es muy, muy recomendable para todos los fans de las aventuras con ambientación histórica y temáticas fuertes, duras, sin pochoclo ni papillas pre-masticadas.

lunes, 14 de noviembre de 2011

14/ 11: NORTHLANDERS Vol.3


Cuando reseñé el Vol.4 de Northlanders comenté que nunca había visto el Vol.3 y ni sabía qué traía. Bueno, ya me enteré, y la verdad es que el Vol.3 es un librazo de la San Puta. A diferencia de los otros tomos que había leído, no trae una saga extensa dibujada por un sólo artista, sino que reúne varias historias cortas (de uno o dos episodios), todas escritas por Brian Wood y con distintos dibujantes. Veamos.
Arrancamos con una historia de dos capítulos, maravillosamente dibujados por Dean Ormston, un británico al que los fans de Vertigo tenemos muy junado y con el que siempre es un placer reencontrarnos. Acá el personal trazo del británico (por momentos, una bizarra cruza entre Frank Quitely y Jeff Lemire) se ve realzado a niveles gloriosos por el color... que es obra del propio Ormston. Un hallazgo, sin duda, haberle permitido colorearse a sí mismo. El guión de Wood es áspero, incómodo, terrible y muy jugado al contrapunto entre los normandos y los sajones, con énfasis en las diferencias entre las religiones que ambos pueblos profesaban. No faltan las ingentes dosis de violencia, pero acá hay bastante sustancia, bastante elementos muy ricos para el análisis.
Le sigue un unitario, dibujado por el griego Vasilis Lolos, a quien había oído nombrar pero no había leído nunca. Acá me encontré con un verdadero salvaje de la pluma y el pincel, un tipo con un trazo fuerte, expresivo, al límite de perder el control, pero con una muy buena narrativa. A Lolos (y a los próximos dos dibujantes) los colorea Dave McCaig, con gran cuidado y gran énfasis en los climas. El argumento es sencillito: apenas un duelo entre dos campeones que luchan en defensa de sendos señores feudales. Pero Wood aprovecha para meter información sobre las costumbres vikingas, las técnicas de combate, las armas y demás datos que se ve que investigó a full y se le complicaba meter en las historias más ambiciosas.
La tercera historia también tiene dos episodios y es la mejor del tomo, no sólo porque presenta y desarrolla a tres personajes increíbles (Lif, Thyra y Grettr, tres normandas de una aldea en la que los hombres murieron combatiendo a los sajones), sino porque además la dibuja con mega-pilas el genio croata Danijel Zezelj, del que no me canso de hablar maravillas. Por suerte, el colorista McCaig entiende el claroscuro extremo del croata y lo complementa a la perfección: le suma vuelo, profundidad y belleza a un trabajo impresionante. El guión es complejo, intenso, repleto de momentos heavies, con un gran balance entre la machaca sanguinolienta y el desarrollo de personajes mediante notables bloques de texto y excelentes escenas intimistas. Es el tramo del libro con más texto, pero también hay varias secuencias mudas, donde Zezelj se carga al hombro la responsabilidad de llevar adelante el relato, con resultados tan impactantes como hermosos.
Y cerramos con otro unitario que en realidad es una especie de epílogo a la primera saga de Northlanders, la de Sven, y como aquella, está magníficamente dibujado por el italiano Davide Gianfelice. De los cuatro dibujantes, Gianfelice es el más fácil de colorear y McCaig aprovecha para lucirse, a full. El argumento –de nuevo- es muy chiquito, pero desde el guión, Wood despliega su categoría, su habitual crueldad y unos bloques de texto absolutamente brillantes. Espectacular broche de oro para la saga de Sven y para un recopilatorio de Northlanders que entra con holgura a la lista de los imprescindibles.
Qué increíble lo emocionante y alucinante que resulta el mundo de los vikingos visto por un yanki, un inglés, un griego, un croata y un tano...

jueves, 24 de febrero de 2011

24/ 02: NORTHLANDERS Vol.4


Nunca vi el Vol.3 de Northlanders. Ni sé qué tiene adentro. Pero, como cada saga es autoconclusiva e independiente de las demás, ni bien se anunció el Vol.4 me lo pedí, cebado en parte por la presencia al frente del dibujo de Leandro Fernández, rosarino de ley y con mucho buen comic a sus espaldas. Creo que de todo lo que hizo para EEUU lo único que no me emocionó fue lo de Hulk, y en buena medida porque el guión era choto y venía firmado por un autor (Bruce Jones) que hasta ese momento estaba dando cátedra en la serie del gigante gamma. Acá Leandro la vuelve a romper. Recupera mucho de su estilo original, más cercano al de Marcelo Frusín, y le suma una sana influencia de otro ídolo, Michael Lark. Queda poco de aquel Leandro más personal y más arriesgado que disfrutamos a lo bestia en Queen & Country (donde le tocó darle vida a algunos de los mejores guiones de la carrera de Greg Rucka). Esto, al ser a color, para una editorial más careta y en un título con una propuesta a primera vista más clásica, requería otro enfoque.
Por suerte la versatilidad de Leandro le permitió no sólo salir adelante, sino pelar un trabajo absolutamente consagratorio. Lo que dibuja el rosarino en estas 180 páginas sobra para ponerlo en la lista de los cracks, de los tipos a los que todo editor quiere tener en alguno de los proyectos que coordina. Escenas multitudinarias, momentos intimistas, secuencias mudas, secuencias repletas de texto, paisajes extremos, violencia más extrema todavía, una cuidada ambientación histórica (estamos en una aldea a orillas del Volga en el año 1020) y un montón de personajes cada uno con sus rasgos y hasta sus movimientos perfectamente diferenciados, todo brota con categoría de los lápices y las tintas de Leandro y contribuye a ponerle emoción y garra a un guión tremendo.
Lo que te hace sufrir Brian Wood en esta historia no tiene nombre. Como en los peores arcos de DMZ, Wood te agarra de los huevos y te los aprieta cada vez más, hasta que llores sangre. Enseguida te identificás con Hilda, la protagonista, y a través de sus ojos te convertís en testigo y víctima de tantas atrocidades que cuesta juntar fuerzas para seguir leyendo hasta el final. Para la página 120, cualquiera que tenga corazón está pidiéndole la hora al réferi, dispuesto a suplicarle al guionista que se apiade un cachito de esta pobre mina y de su hijita. Pero el guacho le tiene guardados más sufrimientos, humillaciones y padeceres y ya para las últimas páginas te querés meter vos en la historieta (como la minita del video de A-ha) para darle una mano a Hilda.
No sé si Wood quiso transmitir algún mensaje con esta saga, pero a mí me sirvió para aprender algo: No lloremos por huevadas. ¿En invierno te cagás de frío? No mariconees, estos vikingos del 1020 se cagaban mil veces más de frío. ¿A veces te quedás con hambre? Estos tipos se cagaban de hambre siete meses al año. ¿Te jode engriparte o contagiarte algún virus? En el año 1020 aparecían día por medio plagas devastadoras que se cargaban a miles y miles de personas y nadie tenía la más puta idea de qué hacer para frenarlas. ¿Te molesta un cierto grado de autoritarismo en la cana, en el gobierno, o en las autoridades con las que tratás a diario? En una aldea como la de Hilda te podía tocar un hijo, nieto y bisnieto de puta como Gunborg y te lo tenías que fumar, o huir al bosque a morirte de frío y que te morfen los lobos. O sea, agradezcamos por lo que tenemos y no nos quejemos por giladas.
The Plague Widow (que así se llama este extenso arco argumental) está un cachito estirado, es cierto, pero igual te mantiene al filo de la silla, hipnotizado por la intensidad del relato, la humanidad de los personajes y la crueldad de los giros argumentales con los que Wood castiga a buenos y malos por igual. Un comic fuerte, que desafía tu aguante pero te premia con secuencias memorables, mucha data sobre una cultura histórica y geográficamente remota y unos dibujos inspiradísimos de un monstruo argento injustamente poco conocido en estas pampas. Papa muy fina.

domingo, 31 de enero de 2010

31/ 01: NORTHLANDERS Vol.2


Y sí, siempre hay más Vertigo, para tu piel de verano, muchacha…
Esta vez se trata del segundo tomo de una serie cuyo primer recopilatorio me generó un cebamiento infinito y se la terminé recomendando hasta a mi sobrino de tres años que todavía no lee. Y claro, comparado con el primer TPB, este (The Cross + the Hammer) no arrima. Lo cual no quiere decir que sea choto, ni mucho menos.
Básicamente, tiene dos problemas. Primero, es una saga que se podría haber desarrollado en –como mucho- 100 páginas, pero que dura 144. O sea, está bastante estirada. Mucho splash, mucha página con dos o tres viñetas, mucha decomprensión para mi gusto. Esto mismo, con dos episodios menos, pegaba mucho más. Y el segundo problema es que en el primer tomo el guionista Brian Wood (el de DMZ) formaba equipo con otro dibujante italiano (la nueva tendencia de Vertigo) al que yo nunca había oído nombrar, pero que me pareció excelente: Davide Gianfelice. Para este segundo libro, en cambio, tenemos a Ryan Kelly, que sin ser malo, está a años luz. De hecho, Kelly mejoró muchísimo respecto de su trabajo anterior (la efímera pero interesantísima The Vinyl Underground), donde pendulaba sin mucha onda entre los afanos a Philip Bond y los afanos a Paul Pope. Ahora se lo ve más cómodo, más personal, y con la cintura suficiente como para sacarle buen provecho a la posibilidad de dibujar pocos cuadros por página. Pero la sombra de Gianfelice pesará forever sobre todos los dibujantes que pasen por Northlanders de acá a que cierre y es una sombra más heavy que Lobo y Cazador sodomizando a Ozzy Osbourne en el backstage de un show de Iron Maiden.
Y ya que mencionamos el tema de los dibujantes italianos, las portadas de Northlanders están a cargo de una bestia, Massimo Carnevale, un dibujante que levanta chapa en camiones de CLIBA desde la década del ´80, que laburó con todos los grossos del mercado italiano, y hasta con el glorioso Robin Wood. La verdad, un lujo, no sólo por una cuestión de trayectoria, sino además por el nivel de cada ilustración que pela Carnevale.
Nombrábamos a Robin Wood, pero el Wood que la talla en Northlanders es Brian Wood (si pescaron el sutil juego de palabras entre “talla” y “wood”, están hechos mierda ;). Este hábil guionista vuelve a mostrar su categoría y cambia BRUTALMENTE el registro de los guiones respecto del primer arco. Acá hay menos runfla política y muchísima más violencia, mucho menos de aventura histórica (una veta en la que este Wood brilla sin nada que envidiarle al Wood de Nippur y Dago) y mucho más de terror psicológico, y sobre todo, una doble vuelta de tuerca: acá los vikingos son los malos! Wood nos los muestra en plena ocupación de Irlanda, decididos a exterminar la insurrección de los nativos a como dé lugar, y eso implica masacres, saqueos, descuartizamientos y violaciones. El comic se llama Northlanders y los northlanders son una banda de salvajes, genocidas e hijos de puta.
Buena parte de la trama gira en torno a los esfuerzos de los vikingos por capturar y eliminar a un irlandés conocido como Magnus, un cuarentón pulentoso y jodido, decidido a responder a la salvajada con más salvajada. Imposible rotularlo como “el bueno” de la historia, porque Magnus es una especie de demonio de tasmania duro de merca y sediento de sangre, que no escatima hachazos al vientre de hombres, animales o ancianos. Son tantas las atrocidades que comete en nombre de su gesta, que de héroe le queda poco y nada. Hasta que el guión pega su voltereta final, que no les pienso revelar, y todo se termina de ir al carajo y más allá.
Estirada y todo, The Cross + the Hammer es una lectura atrapante. No la compares con Sven the Returned y te vas a encontrar sumergido en un muy buen comic que te shockea, te tira mucha data sobre hechos históricos que nos quedan muuuuy lejos, y –ya que está- te pega un lindo baño de sangre y tripas. Las dos boludeces que tengo para cuestionarle a esta saga no alcanzan ni por casualidad para bajar a Northlanders de la lista de los imprescindibles, de las series cuyos TPBs hay que comprarse el día que salen.